Las señoritas de Rochefort (Les demoiselles de Rochefort, 1967) de Jacques Demy

El cine es maravilloso porque nunca deja de departir sorpresas agradables. Ayer me trasladé a Rochefort, una ciudad francesa de provincias donde entré en contacto con las hermanas mellizas Delphine y Solange Garnier y viví con ellas un fin de semana de cuento. Porque eso es Las señoritas de Rochefort un cuento moderno de los años sesenta y un sentido homenaje a los grandes musicales de Hollywood. 

El peculiar director francés Jacques Demy, que ya había triunfado tres años antes con Los paraguas de Cherburgo (una película cantada donde se narra una triste historia de amor y guerra), vuelve a concebir un musical lleno de vitalidad y alegría…, porque como quería Demy, el espectador debía salir de la sala un poco más feliz que cuando entró. 

Las señoritas de Rochefort es absolutamente irreal y su ambientación, su vestuario, el uso del color, de los decorados, su estética plena de los sesenta y la exquisita coreografía así como la elección de una banda sonora y de unas canciones mágicas de la mano del compositor y cantante Michel Legrand ayudan a crear una atmósfera fuera de lo real. Todo es una ficción sencilla y amable. 

Nos encontramos ante un musical extraño y envolvente. Lleno de personajes cotidianos, estrambóticos y divertidos que conducen a las hermanas por su sueño de alcanzar el amor ideal, además, de encontrar un camino para dar rienda suelta a su talento en la música y la danza. Todo transcurre en un fin de semana festivo en la localidad donde la tranquilidad del lugar se ve alterada por la llegada de unos alegres feriantes, antes de que las hermanas prueben suerte en París. En un mundo colorista sólo se da importancia al amor en todas sus facetas. 

Las señoritas de Rochefort depara múltiples sorpresas en el reparto. Lo primero a destacar son las actrices elegidas para dar vida a las alegres hermanas Garnier. Las Garnier tienen el rostro de dos actrices hermanas también en la vida real y ya muy importantes y populares como rostros del mejor cine francés: Catherine Deneuve y Françoise Dorléac. La química entre ambas es encantadora. Las dos están hermosas, divertidas, despreocupadas, vitales y jóvenes. En toda esta película de color y fantasía no se presagiaba que sería la última vez que aparecerían juntas y felices. A los pocos meses, Dorléac murió en un trágico accidente automovilístico. Algo que marcó profundamente a su hermana Deneuve. 

Como homenaje al cine musical de Hollywood no podían faltar representantes de este cine glorioso (especialmente el de los años cincuenta en la Metro Goldwyn Mayer). Así la película da un papel estelar y romántico de compositor maduro y atractivo al gran Gene Kelly, que como no podía ser de otra manera está entre magnífico e irreal como siempre. El famoso coreógrafo y actor americano homenajea con su aparición y sus bailes a clásicos maravillosos como Un día en Nueva York o Un americano en París. Los feriantes protagonistas, el jefe y el socio, son dos jóvenes despreocupados y libres que siempre fracasan en el amor y siempre son abandonados por las damas a las que quieren… pero que nunca pierden su sonrisa y sus ganas de aventura. Demy aprovecha el éxito de un George Chakiris (que siempre será recordado y que alcanzó popularidad internacional por su éxito como Bernardo en la maravillosa West Side Story. A mí me enamoró más Bernardo que Tony o Riff) y elige al coreógrafo y bailarín norteamericano Grover Dale. 

Por último, también, en el apartado de actores franceses, nos encontramos con la encantadora madre soltera de las hermanas mellizas que tiene el rostro de la actriz de cine clásico francés Danielle Darrieux (parece ser que es la única en toda la película que canta con su voz original). La Deneuve y Darrieux volverían a ser una hija y una madre muy diferentes en otro original musical en el 2002, 8 mujeres. Darrieux es encantadora como esa madre que no sale nunca de su bar y que charla con cada uno de los protagonistas en un único escenario…, sólo sale en busca de un amor que perdió hace unos diez años por un motivo estúpido. Otra grata sorpresa es el encantador personaje de otro peso pesado del cine francés, Michel Piccoli, maravilloso, tímido y elegante como hombre que abre una deliciosa tienda de música para reencontrarse con los recuerdos de un amor frustrado. Y, por último, el marinero poeta y pintor que busca el ideal femenino con el rostro de un joven rubio platino, Jacques Perrin (que alcanzaría éxito internacional por su emotivo papel en esa joya que se llama Cinema Paradiso). 

Las señoritas de Rochefort hay que mirarla con ojos sin prejuicios y dispuestos a disfrutar de un espectáculo de luz, color, baile, buenas canciones y con ganas de tener alegría de vivir. Sin complicaciones. Con ganas de disfrutar de un cuento feliz y moderno.

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