Ocho reflexiones en torno a la última película de Woody Allen, A Roma con amor

1.- A Roma con amor es una película caótica donde Woody Allen se deja arrastrar por un descuido formal a la hora de narrar cinematográficamente su cascada de historias en la capital italiana. Así vuelve a ese caos de sus primeras producciones donde había una supremacía del gag sobre la historia y la forma de contarla. Y aun así dentro de este caos esconde escenas que muestra que puede ser cuidadoso en este ámbito (como la visita nocturna y con tormenta a gloriosas ruinas romanas), el formal. En A Roma con amor le interesan las situaciones en las que sus personajes se mueven en una ciudad que presenta caótica (y sin embargo hermosa, llena de callejuelas y rincones).

2.- En este caos formal que es A Roma con amor, Woody Allen se salta toda la coherencia temporal entre las historias y en el interior de las propias historias. De tal manera que una claramente transcurre en un día, otra en varias jornadas, en alguna pasan meses… y en otra crea un juego temporal con el espectador: en la historia de Alec Baldwin no sabemos si es él el fantasma (gana esta teoría) o si los fantasmas son el grupo de jóvenes protagonistas (son una proyección de la juventud de Baldwin)…

3.- Dentro del caos antes descrito Woody Allen realiza sin embargo guiños que muestran su amor al cine. Guiños que recorren el cine italiano o películas que han tenido como principal protagonista la ciudad con ojos de cineasta del otro lado del mar. Primero su estructura en diferentes historias y episodios que nada tienen que ver las unas con las otras. Las películas en episodios era una fórmula bastante empleada en el cine italiano durante los años cincuenta y setenta que reunía varias historias dirigidas por distintos directores o por el mismo. Aquí Woody Allen las intercala, también caóticamente, pues normalmente los episodios eran continuos, empezaban y terminaban, en un mismo largometraje. La fórmula empleada para que transcurran las historias es muy simple: primero un policía de tráfico que trata de poner orden en el desorden sin muy buen fortuna se dirige al espectador diciendo que él, a ras del suelo, es testigo de muchas historias que se desarrollan en la ciudad y para poner el broche final un romano nos dice que éstas son unas historias pero que hay otras esperando desde su balcón…

Otra de sus inspiraciones más evidentes es la de Federico Fellini sobre todo en uno de los ‘episodios’: el de la joven pareja de provincias que llega a Roma y por circunstancias se separan durante toda la jornada (una historia de cine dentro del cine). El referente más cercano es una de las primeras películas de Fellini, El jeque blanco.

También el personaje de Penélope Cruz (española ejerciendo de ‘italiana’) pone de relieve el tipo de estrella italiana de los años cincuenta y sesenta que fue reconocido a nivel internacional: las mujeres-musas, las maggioratas, que exportaron su carácter de sex symbol, la belleza italiana (y luego muchas de ellas evolucionaron hasta convertirse en grandes actrices), a otras cinematografías. Me refiero a las Silvana Mangano, Sofia Loren, Claudia Cardinale…

Y, por último, esa visión de turista del ciudadano norteamericano a un país mediterráneo como Italia. Así no es de extrañar que el propio Woody Allen vuelva a actuar en esta película y se otorgue el papel de turista-visitante. El cine americano está poblado de esta ‘visión del turista’ de Italia. Podemos recordar Vacaciones en Roma o Avanti y ejemplos más recientes como Bajo el sol de la Toscana.

4.- El gag estrella, uno de los momentos más divertidos de estas ‘episódicas’ historias, que nos devuelve el humor absurdo de sus primeros tiempos, es sin duda el cantante de ópera bajo la ducha… y toda la resolución de este gag. No tiene desperdicio. Así nos encontramos con ese turista americano, un Woody Allen representando su álter ego habitual, un intelectual ya jubilado y casado con una psiquiatra, que descubre en el padre (que lleva una funeraria) del prometido de su hija a una estrella de la ópera en potencia. Pero con una peculiaridad que Allen trata de subsanar en una delirante y absurda ‘transgresión’ cultural.

5.- No puede faltar la historia típicamente woodyliana donde varios personajes, hombres y mujeres, viven complejas relaciones personales entre ellos. Y donde claramente el director reflexiona sobre ellas con un punto de humor y varias gotas de nostalgia. Regresamos a la historia de Alec Baldwin, un arquitecto de prestigio que pasea solitario por una Roma que le trae recuerdos de juventud. Cuando llega a una calle que cree que puede ser en la que vivió hace años se cruza en su camino un joven estudiante de arquitectura (Jesse Eisenberg), que vive en Roma con su novia. De pronto Baldwin se convierte en una especie de voz de la conciencia que es testigo de una historia sentimental. Baldwin ‘invade’ la intimidad del joven Eisenberg y los va aconsejando. Todo se revoluciona cuando aparece una joven amiga de la novia, una aspirante a actriz (con aires de intelectual, neurótica y libre en sus relaciones personales… caótico personaje con un poso de frivolidad y egoísmo) con cara de Ellen Page, y pone patas arriba el hogar de la joven pareja. El personaje de Ellen Page pasa como un torbellino que desbarata, sobre todo, la seguridad emocional del personaje de Eisenberg que tiene un ‘espejismo’ de enamoramiento y pone en evidencia su inmadurez…

6.- También Woody Allen introduce una crítica a la Italia berlusconiana y los medios de comunicación con la historia de Roberto Begnini, un oficinista, padre de familia de clase media, que de un día para otro y sin explicación alguna se vuelve un famoso personaje de la crónica diaria donde cualquier paso que dé en su cotidianeidad es cubierto por televisión, prensa y radio. Y como esa fama por no hacer nada transforma su vida. Una fama efímera que desaparece igual que aparece. Una fama que termina trastornando al gris oficinista, una fama que crea adicción y que cuando el protagonista de este ‘drama’ termina su ‘aparente’ pesadilla (la persecución continua de periodistas y paparazzis, la imposibilidad de intimidad y soledad) vive otra pesadilla que es la de sentirse totalmente ‘anónimo’ en la caótica ciudad.

7.- Así de nuevo Allen presenta tras una aparente y simple película todo su mundo y filosofía de la vida. Y sin cuidar apenas lo formal vomita todo su universo particular trasladado a Roma. Encontramos al Allen filósofo, al Allen que ama el cine, al Allen intelectual que se ríe de sí mismo, al Allen que estudia las relaciones personales y el amor, al Allen cómico que regala momentos de humor absurdo…

8.- Conclusión: A Roma con amor no es de las películas más redondas de Woody Allen pero tampoco es una obra vacía en la que no haya un planteamiento cinematográfico del director ni tampoco se desmarca de su trayectoria. Las señas de identidad continúan presentes así como su universo. Y como siempre pasa con el director hay situaciones, momentos y personajes que merecen un buen análisis y que provocan interesantes reflexiones. Woody Allen aterriza en Roma y con su mirada de turista (no nos miente), como su personaje, nos cuenta cuatro historias que transcurren en diversos rincones de la ciudad.

Me voy a cantar a la ducha… o a mojarme en una tormenta entre ruinas romanas solitarias…

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