Fat city, ciudad dorada (Fat city, 1972) de John Huston

… por las calles de Stockton, una ciudad americana durante los años setenta, pasea la desolación y la lírica triste, tras las notas de una balada country una galeria de rostros perdidos, sin posibilidad de un mañana. Y entonces la cámara se para en un rostro concreto, el de un hombre solo, en la habitación de un hotel cochambroso que busca una cerilla para encender un último cigarro. En la mesilla también hay una botella de alcohol. El no poder encenderse ese cigarro activa a ese hombre a vestirse… empieza un nuevo día. Y la voz de Kris Kristofferson acompaña a Billy Tully (Stacy Keach, me quito el sombrero mientras me cae una lágrima), un fracasado más que trata cada día de ser un perdedor con la dignidad intacta. Y esa balada triste habla de que el ayer está muerto, que el mañana todavía no se ve y es triste estar solo… y realiza un ruego “ayúdame a pasar la noche”… Ésa es la situación que arrastra (y nos arrasa) Billy Tully, un treintañero que vivió su momento de gloria en el boxeo. Ahora es hombre acabado con toda la vida por delante… un superviviente entre soledades, recuerdos de glorias, alcohol y trabajos esporádicos en el campo. Cuentan que fue su ex mujer quien le abocó a la desgracia… pero Tully lleva en la cara que está perdido… aunque una y otra vez trata de levantarse, igual que hacía en el ring.

Pero es un perdedor que no está solo. En Stockton está rodeado de ellos. En los bares cutres que visita, en los camiones que le llevan a su trabajo de jornalero, en las calles donde pasea… con aquellos que se relaciona. Y Billy Tully nos arrastra a un mundo de perdedores que se ahogan pero tratan siempre de salir a flote. Y el mundo es triste. Tully nos hace conocer a otra mujer igual de sola que él, alcohólica y autodestructiva que se llama Oma (Susan Tyrrell)… y ambos tratan de no pasar las noches solos. “Puedes contar conmigo, lo sabes ¿no?” (en una de las escenas más tiernas que ambos protagonizan donde ambos se permiten una pequeña esperanza que pronto perece). También nos presenta a un joven luchador sin mañana que se ve atrapado y perdido en un mundo de fracaso, Ernie (con el joven rostro de Jeff Bridges), un buen chico abocado a ser el perdedor superviviente. Nos hace pasear con ese entrenador Ruben (Nicholas Colasanto) que hace todo lo posible por no ver su vida gris e inventarse siempre noches de gloria. Y vuelve a luchar contra Lucero (Sixto Rodríguez), perdedor cansado y enfermo con la dignidad intacta y la soledad a cuestas. Nos enfrenta al otro hombre de Oma, un perdedor que comparte su tristeza con Tully, ambos reconocen que ella les quita cierta sensación de soledad… Y se intercambian cajas de cartón con sus ropas… La galería es amplia hasta llegar a ese camarero anciano y a todos los clientes tristes que pueblan un bar, imagen congelada. Y ése es un mañana que merece un silencio y la cabeza baja. Un reflejo que es mejor olvidar. Mañana con otra botella.

John Huston se vuelve poeta de perdedores (él siempre supo de esta raza de personajes) que aun así siempre tratan de levantarse para alcanzar una ciudad dorada que siempre se les escapa… Y la vida golpea, como en el ring. Y la vida noquea, como en el ring. Y a veces como en un combate caes y vuelves a levantarte. Unas veces te vas, venciendo y otras te quedas solo. Y la vida te hiere. Billy Tully y Lucero protagonizan uno de los combates más tristes de la pantalla de cine, cuerpo a cuerpo. Pero un combate de dos perdedores que respetan las reglas del juego y sobre todo se respetan a ellos mismos. Al final se abrazan.

Y John Huston que siempre pobló sus películas con perdedores míticos supo empaparse de triste poética en Fat city. A él, un viejo narrador cinematográfico del Hollywood dorado, no le costó seguir la senda de un momento cinematográfico en que otros jóvenes realizadores pintaban un lienzo de esa otra América triste y desesperanzada. Primero vino del otro lado del océano John Schlesinger para mostrarnos a unos solitarios cowboys a medianoche perdidos y anónimos en un New York que los invisibiliza. Después Jerry Schatzberg nos hundió en el lado más triste en un mundo poblado de drogodependientes (Pánico en Needle Park) o en el viaje sin rumbo de dos sin hogar (impresionante, El espantapájaros). Más allá Scorsese nos hace acompañar a una solitaria ama de casa a alcanzar un sueño que siempre se escapa (Alicia ya no vive aquí)… Y ahí continuaba John Huston que siempre supo sobre rebeldes perdedores o sobre vidas fracasadas.

Fat city cuida los lugares donde transcurre… y los acompaña de una luz ténue: esas habitaciones de hotel, el gimnasio, las salas de combate, las barras de bar, las carreteras, las escenas del campo… todo delata tristeza. Los diálogos, las miradas, los tiempos muertos… todo nos cuenta una caída. La película podemos estructurarla en los tres o cuatro encuentros que tienen Tully y el joven Earl… y entre medias las distintas situaciones que protagonizan ambos por separado y largas elipsis de sus vidas que no necesitamos saber porque con lo que vemos podemos imaginar lo que ha pasado… Demoledor es su encuentro final. Un golpe bajo. En el fondo de las entrañas.

Fat city es una triste balada country… Y ahí en esa calle vemos avanzar a Oma y Tully. Ella se tropieza porque va alcoholizada. Y él la rodea en sus brazos y la besa con cariño. Puedes contar conmigo. Y los dos ríen y lloran a la vez… porque saben que esa noche no van a estar solos.

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