Diane Keaton y Woody Allen, una pareja con risa de fondo

De todas las musas del director que ama Manhattan quizá con la que más afinidad siento (y también más cariño) es con Diane Keaton. Cuando pienso en ellos me viene una risa de fondo. Y el recuerdo de unas langostas vivas por el suelo de una cocina, gritos de terror y risas ante la caza de tan incómodos bichos… Es inevitable les imagino a ambos y me carcajeo. Y es que la química mostrada traspasa la pantalla. Vivieron un romance durante los setenta pero… actualmente siguen siendo muy buenos amigos. Mejores amigos.

Ella alta, morena, de pelo liso, de atuendo diverso pero siempre elegante (o al menos a mí me lo parece… aunque varias veces ha aparecido en la lista de las peor vestidas…), algo neurótica, insegura, divertida y de amplia sonrisa. Él, bajito, pelirrojo, con sus gafas de pasta, también neurótico, obsesivo, maniático, compulsivo y divertido. La mezcla de ambos vomitó películas inolvidables durante los años setenta que supusieron una evolución en la carrera artística del director transformándose del rey de los gags y el humor absurdo al rey de la comedia sofisticada con gotas de inteligencia, filosofía y siempre buscando el sentido de la vida y las relaciones…

Una obra de teatro les unió…

Su encuentro se produjo a partir de una obra de teatro de Allen, Play it again, Sam (1969)… Humor, romanticismo, infidelidad y mucho amor al cine (y en especial a Bogart y a Casablanca)… Después esta obra pasó de los escenarios al cine en 1972, Sueños de seductor de Hebert Ross. Y ambos ya se conocían y sabían de su química en el trabajo. Y lo que les unía: el sentido del humor. Así Sueños de seductor es una de mis películas-medicina de cabecera. Ahí están Allan y Linda unidos por una amistad que termina en amor y vuelve de nuevo a ser amistad para no hacer daño a terceros… (el esposo y mejor amigo). Nunca olvidaré sus escenas juntos… ni lo peligroso que puede llegar a ser un secador…

… los caminos del humor absurdo

Woody empieza a dirigir sus primeras películas y poco a poco va dotándolas de un sentido, una historia de fondo, pero son alocadas y absurdas aunque cada vez más elaboradas. Así parodia el futuro y el pasado y siempre de la mano de Diane Keaton fiel compañera e igual de payasa que su compañero de pantalla. Surge así la historia futurista de El dormilón donde la comida basura sustituye a la macrobiótica y donde fumar es bueno para la salud. En un mundo así despierta Miles clarinetista y defensor de la comida sana que no tendrá más remedio que convertirse en héroe a su pesar. Y es que éste es el camino de un Allen primerizo, héroe a su pesar. Como le ocurre en la siguiente película La última noche de Boris Grushenko donde se enfrenta al mismísimo Napoleón. Y en ambas su fiel compañera será un Diane Keaton loquísima… En las dos el binomio Allen-Keaton nos hace reír. Por ejemplo, en El dormilón hay una escena en la que Woody Allen se transforma en la Blanche Dubois (como si estuviera poseído por el espíritu de la Vivien Leigh más dramática) de Un tranvía llamado de deseo y Keaton le hace réplica como Stanley (con la mandíbula de Marlon Brando). O en La última noche de Boris Grushenko… con sus largas y exageradamente profundas conversaciones en cualquier momento para descolocar al personal…

… hasta llegar a dos declaraciones de amor…

Y la primera declaración de amor es sin duda Annie Hall. El relato de una relación desde el inicio hasta la ruptura. Con una Diane y un Woody rebosantes de química. Entre la diversión y la nostalgia. Entre la sonrisa y la tristeza. Y dos personajes que nos cuentan su historial personal y por ello única: Alvy Singer y Annie Hall. Annie Hall está construida a través de recuerdos. Alvy nos confiesa sus sentimientos más íntimos y nos deja ser testigos de su historia con Annie. Así reímos, sonreímos y también nos decepcionamos o lloramos.

Después viene una declaración de amor a Manhattan con Diane Keaton de fondo. Él es Isaac Davis y en su vida más o menos construida y desordenada se cruza Mary, mujer alocada e inteligente, que le vuelve a desbaratar la vida o hace que vuelva a empezar. O partir de cero. Davis siempre parte de cero. Destruye y reconstruye pero siempre en el corazón de su ciudad amada, New York. Ahí están siempre Mary e Isaac sentados al anochecer en un banco viendo un Manhattan iluminado y el largo puente de Brooklyn… conversando, conversando y conversando. Y ahí están los dos con el amor y el desamor a cuestas. A veces ríen, otras chocan y más allá hablan de la imposibilidad del amor…

… la rareza

Woody Allen dirigió a su musa de aquellos años, los setenta, en un melodrama que se alejaba de la risa. Allen se ponía serio y hablaba de la soledad y la desintegración familiar. Revestía Interiores del espíritu de su adorado Bergman y presentaba la historia de una madre rota y sus tres hijas que no quieren verse abocadas a la pena. Una de las hijas, Renata, tenía el rostro de Diane Keaton. Aquí Woody Allen se mostraba ante el mundo como un filósofo de la tristeza y la desintegración personal y familiar. Y mostraba a una Keaton dramática.

 … y el feliz reencuentro

Después llegó la separación profesional. En la vida de Allen se cruzó otra musa y otra mujer que ocupó su corazón: Mia Farrow. Y Diane Keaton probó otros retos profesionales. Pero nunca dejaron de estar en contacto. En unos momentos personales difíciles para Allen… decidió refugiarse de nuevo en el cine y la risa. Quiso recuperar la comedia, el romanticismo, lo absurdo… y nos hizo llorar de la risa… Me recuerdo en una sala de cine rodeada de carcajadas con los ojos llenos de lágrimas de alegría. Corría el año 1993 y Woody Allen dirige Misterioso asesinato en Manhattan. Una película de intriga y risa donde homenajea a Hitchcock y a Orson Welles… Su compañera de aventuras es de nuevo una divertida y encantadora Diane Keaton. Los dos son un matrimonio donde ella más que él desea no caer en la rutina… así que se convierte en detective tras la muerte misteriosa de una vecina suya… y arrastra a su amantísimo esposo y a toda su pandilla de amigos. Hilarante y romántica… de nuevo Diane y Woody vuelven a hacernos reír.

… Diane Keaton y Woody Allen siempre que regresan a la sala oscura que se esconde en mi memoria lo hacen para arrancarme una sonrisa… o una carcajada.

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