… tragedias de amor para superar noches de insomnio

Tengo cuatro películas unidas a noches de insomnio en las que me encontré frente a la pantalla con ellas. Recuerdo que las viví con intensidad. Ninguna de ellas es redonda al cien por cien… pero me resultaron (y me resultan) absolutamente auténticas. Todas las he ido consiguiendo en dvd y no me importa verlas una y otra vez en noches de insomnio. Y el resultado es el mismo, me quedo plácidamente enganchada. Las cuatro curiosamente son trágicas historias de amor. Y hay mucha química entre sus protagonistas.

Las vi en televisión, de madrugada, y las cuatro me marcaron de tal modo que no se me fueron del recuerdo. Luego poco a poco las he podido ir consiguiendo. Con mejor o peor calidad… porque no son películas de las que hayan hecho ediciones especiales. O se celebren sus aniversarios. Las han sacado pocas veces en dvd y no cuidando mucho el material del que están hechos los sueños. Y siguen pasando las dédacas… y me siguen acompañando en noches de insomnio.

Dos son puro años 70. Una es de 1976 y la otra de 1979. Años donde los héroes trágicos eran leyendas del rock and roll. Hombres y mujeres que cantan para multitudes, amados casi como dioses, pero seres atormentados. Que viven intensamente pero pagan por ello. Y también claro está aman. Uno tiene el rostro de Kriss Kristofferson que tiene frase genial. Cuando después de un concierto multitudinario en el que ha desvariado en exceso (entre drogas, alcohol y mucho, mucho hastío) se monta en su coche con chófer y decide que no se va a ir a dormir al hotel, el chófer le pregunta: ¿Adónde le llevo? Y él contesta: A hace diez años. Ya sólo por esa frase merece la pena seguirle en su desvario y ver cómo pierde la cabeza pero recupera un poco el rumbo (aunque poco) cuando conoce a una cantante (más suave) que tiene el rostro de Barbra Streisand. Es ni más ni menos que la versión hippie de Ha nacido una estrella… así que ya sabéis cómo acaba.

La otra historia está inspirada en la figura de Janis Joplin. Y ella es una Bette Midler al borde del colapso, con drogras, alcohol y desamor que se aferra sin embargo a la vida y al amor a pesar del cansancio existencial que arrastra. Y sigue con su voz desgarradora abarrotando plateas. Pero no puede más. Por un momento recupera un poco la ilusión con un soñador fracasado. Nadie la deja parar, parar, parar… y protagoniza una de las conversaciones telefónicas en una cabina solitaria más tristes. Al borde del colapso. Hablo de La Rosa.

Las otras dos son del mismo año 1982. Una cuenta la vida de Frances Farmer, una historia negra en el Hollywood dorado de los años 30 donde una mujer bella, inteligente, diferente y libre no tenía cábida. Ni en la industria ni en su hogar en Seatle con una madre castrante. El único que la quiere libre es un periodista y amigo llamado Harry York (la verdadera Frances no tuvo un Sam Shepard que la consolara). Entre todos la irán hundiendo en un mundo de locura…con algunos atisbos de luz en compañía de Harry. Por supuesto Hollywood la olvidó pronto. Ella tuvo el rostro de Jessica Lange. A la verdadera sólo he podido verla en una película Rivales de Hawks y Wyler… donde ella es una mujer entre un padre y un hijo… y madera, mucha madera. Y bella era un rato. Y también la hubieran podido dejar ser una buena actriz.

La última película que hoy nombro de mis noches de insomnio es la melancólica y tremendamente dura La decisión de Sophie que adapta la novela de William Styron del mismo título (y merece la pena leerla). Ahí hay un triángulo trágico pero hermoso entre Sophie (Meryl Streep), Nathan (Kevin Kline) y Stingo (Peter McNicol… que luego triunfaría como el abogado raro de Ally McBeal). Transcurre durante un verano en Brooklyn. En verano de 1947. Stingo es un joven soñador que aspira a convertirse en novelista, Sophie es una emigrante polaca que va revelando su pasado terrible y Nathan es judío, un hombre inteligente pero que arrastra algo más que inestabilidad emocional. Los tres unirán sus vidas y se amarán mucho… pero también arrastrarán la tragedia por el pasado de Sophie y la enfermedad mental de Nathan. Stingo los quiere a los dos, los sufre a los dos… y se llena de experiencias.

Son aquellas películas que acompañaron noches de insomnio… y lo siguen haciendo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Up (Up, 2009) de Pete Docter, Bob Peterson

… De nuevo una película de animación vuelve a emocionarme… todo empieza en una sala de cine (¡no podía ser de otra manera!) y la mirada de un niño que ve en el noticiario a su héroe, todo un aventurero. En las noticias informan de que ha sido denostado por los científicos al no poder demostrar la existencia de seres vivos fantásticos que encuentra en sus interminables viajes en tierras extrañas… Pero el niño sigue teniendo fe en aquel que vive grandes aventuras.

Y así arranca la vida de Carl Fredicksen… que sale emocionado de la sala y se encuentra con otra niña que será el amor de su vida, Ellie. Y entonces ya es una historia de dos. La aventura de la vida. Ambos tienen el sueño de ir algún día a América del Sur y colocar su casita en las cataratas del Paraíso, uno de los destinos de su héroe aventurero. Y se nos enseña toda una vida en común llena de alegrías, sueños, penas… y mucho, mucho amor… hasta que ambos son ya ancianos y Ellie, su Ellie, se apaga. Entonces se queda un Fredicksen solitario y cascarrabias (pero con un corazón que se le sale) en una casa donde ya se nota que su vida fue pasada y cómo va cambiando la gran ciudad… y cómo los constructores desean deshacerse del abuelo con gafas para tener ese terreno. Nadie echa una mano a Carl… que por otra parte no quiere tender su mano a nadie. Todos menos un niño explorador que quiere conseguir la insignia de ayudar al mayor… Russell, todo inocencia y buen rollo. Carl, que bastante tiene con su vida, le dice al niño que le ayude a buscar un gamusino para quitárselo de encima con disimulo. Russell no para de hablar… y se pone en acción.

Un incidente hará que el futuro de Carl sea una residencia… y entonces es cuando este vendedor de globos se niega a rendirse. Y entonces, señores y señores, después de la emoción de los veinte primeros minutos (casi sin necesidad de diálogos), que casi nos tiene con lágrimas en los ojos, sobrecogidos… empieza la fábula y la aventura, que también tiene belleza… sobre todo cuando Carl, el abuelo que se parece a Spencer Tracy, convierte su casa en un original barco en el cielo… Las cortinas son velas, el molinillo el timón… y miles de globos de colores los que lo mantienen en el aire. Sin embargo ningún barco es un barco de aventuras si no hay un polizón que no es otro que el bueno de Russell. Y entonces empieza otra entretenida historia donde se refuerzan los lazos del abuelo con el niño. Donde Carl se da cuenta de que su aventura en la vida todavía no ha terminado… como bien lo sabía su Ellie. Carl lo descubre en ese álbum que guardaba su mujer para ilustrar sus aventuras… y descubre que está lleno…

Up incita a soñar y habla de no darse por vencido. Cada uno vive su propia aventura como puede y nunca faltarán momentos melancólicos y momentos bellos. Momentos peligrosos y crueles y momentos de alegría y compañerismo. Habla de querer, de las relaciones con el otro. Y que de uno depende rendirse y convertirse en un muerto en vida… o seguir teniendo capacidad para soñar y para creer en el otro… y convertir la existencia en una aventura que merezca la pena… si es que es posible. O por lo menos de seguir soñando.

Y todo con un cine de animación sensible y lleno de matices. Quién no se subiría a la casa de Carl. Quizá por poner un pero lo que menos me aportó fueron los perros maliciosos y parlantes y el villano (todo un recuerdo de la infancia de Carl… aunque entiendo su sentido y que sea el malo malísimo). Pero no importa… volvía con Carl y con Russell (y sus nuevos amigos sobre todo ese pájaro extraño, o pájara, bautizado como Kevin) y se me pasaba el pero…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Extraterrestre de Nacho Vigalondo

La clave de Extraterrestre está en un enorme tarro de melocotones en almíbar. Es como la piña que porta el policía de Le Havre de Kaurismäki. Es lo absurdo en lo cotidiano en una historia donde las relaciones personales llevan las riendas. Y una vez que conectas con lo absurdo te adentras en el universo de Extraterrestre y Vigalondo. Que más allá de una invasión alienígena muestra cómo los extraterrestres en el planeta tierra son los propios seres humanos que lo habitan y sus complejos sentimientos y sus complejas relaciones.

Vigalondo juega en este mundo de pantallas y distintos soportes visuales donde la era de la información da como resultado el mundo de la incomunicación. En el piso de Extraterrestre hay móviles, Internet, una cámara de vídeo, una televisión con múltiples canales, documentos, mapas, pizarras, rotuladores… pero no es suficiente para que los protagonistas sepan lo que está pasando. La película comienza con una propuesta apocalíptica: un Madrid desierto (conseguido con sencillez, muy efectiva a la hora de suplir la falta de presupuesto) invadido por varias naves espaciales… donde sus habitantes han huido a la sierra quedándose tan solo unos cuantos, entre ellos, los protagonistas. Y ya no se nos explica nada más. Nos vemos inmersos en la historia de Julia y los tres hombres que la aman. Inmersos en un vodevil de mentiras, malentendidos y enredos. Todo por amor.

Vigalondo a partir de La guerra de los mundos o de sospechas a lo La invasión de los ladrones de cuerpos construye una screwball comedy con visos de tragedia amorosa. Sus personajes son perdedores que sólo reaccionan a sus desgraciadas vidas sentimentales… una invasión alienígena es algo demasiado esperpéntico. Ya tienen suficiente con el absurdo de sus vidas como para pensar en el más allá.

Y es en ese screwball comedy donde la película no alcanza la maravilla porque a pesar de meterte en el absurdo de las situaciones y querer a sus absurdos personajes (con secundario incluido)… y a pesar de conseguir la risa o la carcajada… el maravilloso ritmo acelerado de las screwball comedy a veces se duerme o se mece. Las rupturas o las elipsis rompen el ritmo de Extraterrestre. Lo descompensan. Y aunque el secreto de las screwball comedy es el absurdo de las situaciones hay siempre un ‘funcionamiento lógico’ dentro de la locura de sus personajes donde seguimos sus reacciones y acciones… y en Extraterrestre a veces perdemos ese hilo. Así la bella Julia (Michelle Jenner, prometedora y buena actriz) no se convierte en la siempre ilógica y maravillosa Irene Bullock o en aquel personaje (tan valioso en las screwball comedy) que guarda siempre la cordura. La bella Julia oscila entre lo lógico y lo absurdo. Y despista.

Los tres hombres de su vida son hijos de la tragedia. Y son personajes más cuidados. Julio (Julian Villagrán), el amante, es como el Charlot de la función que termina sacrificándose por amor. Tiene un punto de malicia —como el vagabundo—, pero también de ternura. Él prefiere la felicidad de su chica que la suya propia. Y es hombre enamorado. Al final terminará tumbado a la bartola como un Bogart de poca monta junto al único secundario (Miguel Noguera)… iniciando el principio de una bella amistad. Luego está el novio (Raúl Cimas), el antihéroe por antonomasia, el héroe absurdo de un cómic sin malvado. Un hombre capaz de meterse en la aventura más descabellada e irreal para reinventarse una y otra vez su amor por su chica amada, un superman sin capa ni kriptonita. Un Rambo sin guerra en la que combatir. Un pringado que quiere y quiere ser amado. Y por último el vecino cotilla (Carlos Areces) y… tremendamente trágico, aquel que aporta el absurdo, el famoso tarro de melocotones. El único, que como él bien sabe, sobra en esta historia.

Vigalondo sabe rodar en interiores y un piso madrileño se convierte en escenario real para una historia de amor y enredo donde en una pantalla de televisión se puede entrever una declaración de amor o cómo un objeto volador no identificado puede poner patas arriba la vida de cuatro perdedores… o cuatro personajes que tratan de vivir el día a día. Con dos calles y una terraza… muestra un Madrid vacío y desolado. Y con unos efectos a lo Mèliés (ahora que vuelve a hablarse tanto de él) o Segundo Chomón (por irnos a lo patrio) nos hace creer en una enorme nave espacial o en unas ‘tremendas’ explosiones. Pero sobre todo es capaz de reflejar dos manos que se tocan… y lo que esto significa. O un tarro de melocotones en almíbar que según donde esté y quien lo lleve puede tener un uso u otro. Los melocotones siempre se salvan de terminar estrellados…

Así Extraterrestre no deja de mostrar que hasta en una situación apocalíptica seguiríamos siendo absurdos. Y tratando de amar y ser amados.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Forrest y Jenny

Te regalo un fotograma

y te cuento una historia de amor.

Corre, Forrest, corre.

Ésa fue la frase que le repetía Jenny a Forrest desde que eran niños.

Corre.

Y ambos corrieron.

Su vida, sus recuerdos.

A Jenny la conocemos a través de los ojos y memoria de Forrest.

Forrest siempre estuvo ahí. Y siempre la tuvo a ella en el pensamiento.

La escribía cartas desde Vietnam.

Ponía su nombre a un barco.

Siempre estaba presente.

Su vida en común fueron encuentros y desencuentros.

Lo que Forrest recordaba de su primera aventura escolar fue oír por primera vez la dulce voz de Jenny en el autobús.

Ella se sentía excluida.

Siempre se sintió fuera.

Siempre la hicieron daño y siempre sintió miedo al abismo… pero sentía que iba irremediablemente hacia él.

Por eso quiso a Forrest.

Porque también estaba fuera. Excluido.

Y le quiso porque sabía que era la única persona que nunca la haría daño.

Y porque los dos estarían siempre subidos a la rama de un árbol.

Y porque para Forrest siempre sería especial.

Y porque Forrest la querría sobre todas las cosas.

… Y ella a él.

… De alguna manera ella sabía que ya podía caer en las profundidades para huir del dolor… que siempre podría acudir a un Forrest que la amaba.

Y Forrest la esperó hasta que se convirtió en la mujer no ausente.

Y Jenny, por fin, se dejó cuidar.

Y se dejó querer.

Pero Jenny enfermó y se marchó…

Su tumba está bajo su árbol de la infancia.

Forrest va a visitarla.

Habla con ella.

Deposita dibujos y cartas secretas del hijo que tuvieron juntos.

Y se despide siempre con la misma frase:

“Si necesitas algo, no estaré muy lejos”.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Cumbres borrascosas de Andrea Arnold

Recientemente se han llevado a la pantalla cinematográfica las dos novelas más conocidas (y maravillosas ambas) de las hermanas Brontë. Además las dos, tanto Jane Eyre como Cumbres borrascosas, han sido repetidamente fuente de inspiración cinematográfica. Primero se estrenó Jane Eyre de Cary Fukunaga que recoge, dentro de la narración clásica, una buena adaptación de la novela. Charlotte Brontë presenta a la heroína racional e inteligente en esa institutriz que encuentra el amor en un atormentado Rochester. La heroína racional e inteligente que sin embargo lucha con las convecciones morales y con la religión rígida en la que se ha criado. Su historia sin embargo como ella misma, plácida y tranquila, logra un final feliz. La película de Fukunaga atrapa ese espíritu. Contrapone racionalidad con locura. Y viste el celuloide con la sensualidad que también rezuma en la novela.

Emily Brontë presenta a la heroína salvaje, al espíritu libre, que vive silvestre y aislada en la naturaleza salvaje (también) de Cumbres Borrascosas. Su loco amor se dispara desde la infancia hacia el héroe atormentado y humillado que atesora su amor eterno hacia ella, más allá de la muerte, del cielo y del infierno, y además el héroe construye lentamente una venganza que inmiscuye a todos aquellos que siempre le trataron como un ser diferente. Nunca logran ser felices ni comer perdices. Ellos son protagonista de un loco amor que se deja llevar por los instintos y tan intenso como la naturaleza salvaje que los rodea. Es una novela de sensaciones, sentimientos exaltados, de comunión con una naturaleza tremendamente hermosa pero también extremadamente cruel… como las pasiones humanas. Y así Andrea Arnold no trata de mostrar una narración clásica sino que muestra su propia recreación de una novela que cuenta que la marcó (y también explica que su primer contacto fue la película de William Wyler). Arnold muestra su mirada de sensaciones, sonidos e imágenes. No cuenta toda la historia. Y mira Cumbres Borrascosas desde los ojos del atormentado Heathcliff, el extraño. El que llega como elemento perturbador al caserón aislado de la familia de Cathy…

Andrea Arnold se deja llevar así por los sonidos de esa naturaleza, de ese páramo donde llueve, donde la niebla siempre está presente, donde el ulular del viento nunca deja de sonar…, donde se encuentra todo tipo de animales que viven en libertad y son maravillosos y crueles a la vez. Como los personajes humanos que habitan esas tierras. Y crea esa historia de loco amor que no puede explicarse con la razón o con la lógica. Presenta a Heathcliff y Cathy como dos personajes absolutamente inmersos en la naturaleza en la que viven. Y como alrededor todos tratan de encorsetarlos. De domarlos. A Heathcliff terminan humillándole una y otra vez, a Cathy la meten de lleno en las máscaras de las convicciones sociales. Pero su amor es tan loco y salvaje que ninguno termina domado… pero ambos dos son desgraciados porque nunca pueden llegar al clímax de su amor. Y ambos sólo llevan desgracia a todos aquellos que los enjaulan.

El Heathcliff de Arnold es negro sólo para acentuar más la diferencia con los otros. Ésa es la única función del color distinto de piel, la acentuación de la diferencia. Y todo en la película de Arnold es más físico. Más real. Presenta una vida dura en el aislamiento. Una vida de lluvia y barro, de fuerte sentido religioso, de duras diferencias sociales, de desasosiego, de monotonía…

Y sin embargo rodea todo de belleza y crueldad. Cómo Heathcliff mata a los animales, caza. Cómo él recibe palizas por parte de unos y otros. Violencia verbal. El parto de la mujer de Handley (el hermano cruel y desgraciado de Cathy) que muestra todo el dolor y desgarro. Los entierros oscuros. Y a la vez el amor de un padre y una hija en el calor de una hoguera mientras ella canta una canción tradicional de amores trágicos. Los paseos de Heathcliff y Cathy por la naturaleza desbordante.

… Las canciones tradicionales son como premonitorias. Todas son de amores tristes y trágicos. Como la de una maravillosa escena en que Nelly, la criada, mientras canta una nana al hijo de Handley, es observada por Heathcliff a través de las sombras que se proyectan en la pared. En esto aparece una Cathy destrozada y dividida en sus sentimientos para hacerle una confesión. Confesión que servirá a Heathcliff para tomar la determinación de desaparecer. La nana habla sobre el amante inconstante y las desgracias que traerá en el futuro a la doncella que le ama.

Andrea Arnold opta no sólo por una cámara viva, que enfoca y desenfoca, que se mueve, que sigue a sus personajes, que aprovecha la luz natural y los efectos de la naturaleza, como un arcoiris después de la lluvia, la luz de la hoguera… sino también por un tamaño de pantalla que elimina la horizontalidad y se convierte en cuadros vivientes de naturalezas muertas, intimidad de un hogar, o naturalezas salvajemente románticas…

Estas Cumbres Borrascosas son físicas y sensuales. Un beso en primerísimo plano entre Heathcliff e Isabella (parte de la venganza que veremos inconclusa), o cómo Cathy niña chupa las heridas en la espalda de un Heathcliff maltratado, dos niños peleando hasta arriba de barro que se miran… Y ese amor más allá de la muerte cuando un Heathcliff desesperado trata que el cuerpo muerto de Cathy le abrace, reaccione a su placer… todo oyendo siempre como fondo la lluvia o el viento.

Los sentimientos y sensaciones que desbordan esta versión de Cumbres Borrascosas son bruscos y cortantes como la propia naturaleza. Hermosos y terribles. Inexplicables. A veces lentos. Otras veces rápidos. Otros monótonos. Otras veces dejan fijarse en el detalle de una gota sobre un rostro. Esta Cumbres Borrascosas son sólo la mirada de un hombre atormentado, una mirada sesgada y dolorosa. La mirada de Heathcliff.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El exótico hotel Marigold de John Madden

Película británica de Madden (que va intercalando películas de estadounidenses y británicas con mayor o menor fortuna. La última de Madden La deuda me pareció una historia bien contada que enganchaba al espectador) con aires medicinales para pasar tarde agradable. No es la gran película pero ofrece una historia linda de segundas oportunidades, de nunca es tarde para iniciar una nueva vida, de logros con un grupo de siete jubilados británicos que por distintos motivos recaen en el exótico hotel Marigold de Jaipur. Y en esa tierra extraña donde no empiezan con muy buen pie sus vidas dan un giro. Un nuevo final. Un nuevo comienzo… según se prefiera.

Es una película no redonda pero que permite pasar dos horas queriendo saber de sus personajes. Queriendo acercarnos a ellos. Tiene sus fallas de guion pero no molestan para salir de la sala de cine con sensación agradable en el cuerpo. Y como digo a veces esto no es poco.

Y es que John Madden se rodea de siete actores mayores que recrean de forma maravillosa sus personajes, los hacen creíbles. Los coges cariño. Cada uno por un motivo. Y cada uno tiene su escena estrella. Ése es el punto fuerte de la película. ¿Cuáles son los personajes que más cariño me provocan? Los voy a poner por orden de preferencia. El de Tony Wilkinson, ese juez supremo atormentado por su pasado, por haber dejado con una vida horrible de vergüenza al amor de su vida, un chico hindú (ahora un hombre mayor como él). Vuelve a la India para reconciliarse con su pasado, para volver a ser feliz, para reconocerse gay sin miedos, y para afirmar su amor reencontrándose con el amado. Es su última parada. La abuela cascarrabias y racista con cara de Maggie Smith, un racismo que descubrimos no es más que una máscara con el que tratar de justificar que a ella la hayan excluido de la vida sin ningún miramiento. La excluyeron, ella se defiende excluyendo también. Ahí, en ese hotel de Jaipur, y con el cariño desinteresado que recibe tiene una bonita transformación. Encantador el personaje de Bill Nighy, un hombre bueno y amable que trata de adaptarse a todos los cambios con la mejor cara y siempre trata de que los que estén a su alrededor se sientan bien…, que no es capaz de hacer daño a una esposa que saben ambos que ya no se hacen felices. Su personaje cree en las segundas oportunidades. Sólo le hace falta un empujón. Que se lo da precisamente su incómoda esposa, mujer insatisfecha, la única que no encuentra en Jaipur su camino, o sí lo encuentra. Está segura de que no quiere seguir al lado de su esposo y que prefiere su vida cómoda en Inglaterra (lo cual no tiene nada de malo)… Lo pasa mal, muy mal, incluso se ilusiona con que vuelve a enamorarse… pero es capaz de dar el paso a la ruptura. Y el personaje más difícil porque puede resultar el más antipático (pero tremendamente humano) tiene el rostro de Penelope Wilton. La elegante y bella anciana viuda que trata de construirse otra vida por ella misma cuenta con el agradable rostro de Judi Dench. Cuando sea mucho más mayor quiero vestir como ella. Y por último los dos abuelos que se niegan a dejar de ser vitales, que quieren seguir amando, divirtiéndose y no renunciar a ilusionarse con los rostros de Celia Imrie y Ronald Pickup.

Los personajes hindúes son secundarios, poco desarrollados, y bastante condescendiente la historia con ellos (lo que menos me gustó obviamente de la película… la sombra de la colonización es alargada…). El hindú más protagonista, el joven dueño del hotel, sólo puede llevar a cabo su sueño gracias a ‘la mano mágica’ de los británicos visitantes… él solo con los suyos no puede… ¿? Él es el chico de Slumdog Millonaire, Dev Patel, y hace el papel de simpático gracioso sin gracia. Su historia, con madre, novia y hermano de la novia… podría haber sido omitida (por cómo está contada… no porque los personajes no fueran necesarios). Luego otros personajes hindúes están ahí para mostrar que ‘necesitan’ de los abuelos británicos para un mejor desarrollo de, por ejemplo, una empresa. Por supuesto que se necesita de la experiencia de nuestros mayores… pero en cualquier parte del mundo. Quizá el mensaje es que ahí sí que valoran su experiencia pero el resultado me parece diferente (o soy demasiado quisquillosa quizá). En fin donde más debilidades me parece que tiene el guion es en el reflejo de la mirada del otro, la mirada de Jaipur no deja de ser como una mirada de lugar mágico, exótico y diferente con todos los tópicos posibles (y no he estado en Jaipur).

El exótico hotel Marigold que da título a la película se convierte en lugar con encanto a pesar de su aparente decadencia sí es un lugar soñado y agradable. Jaipur tiene encanto a pesar de esa mirada del otro. Sientes la vitalidad de las calles y sus contrastes… aunque es cierto que ves la parte más amable, quizá la de las producciones de Bollywood.

Me gusta también cómo te enganchan los más mayores y te emocionan con sus historias que se vuelven cercanas. No me importaría pasar una tarde con ellos escuchándolos o siendo una amiga más que se pasa a visitarles. Me parecen todos ellos valientes en su negación a ser excluidos de la vida por su edad, excluidos de ser útiles, de ser escuchados, de ser amados… Y en su lucha por seguir viviendo y sintiendo con intensidad.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.