Up (Up, 2009) de Pete Docter, Bob Peterson

… De nuevo una película de animación vuelve a emocionarme… todo empieza en una sala de cine (¡no podía ser de otra manera!) y la mirada de un niño que ve en el noticiario a su héroe, todo un aventurero. En las noticias informan de que ha sido denostado por los científicos al no poder demostrar la existencia de seres vivos fantásticos que encuentra en sus interminables viajes en tierras extrañas… Pero el niño sigue teniendo fe en aquel que vive grandes aventuras.

Y así arranca la vida de Carl Fredicksen… que sale emocionado de la sala y se encuentra con otra niña que será el amor de su vida, Ellie. Y entonces ya es una historia de dos. La aventura de la vida. Ambos tienen el sueño de ir algún día a América del Sur y colocar su casita en las cataratas del Paraíso, uno de los destinos de su héroe aventurero. Y se nos enseña toda una vida en común llena de alegrías, sueños, penas… y mucho, mucho amor… hasta que ambos son ya ancianos y Ellie, su Ellie, se apaga. Entonces se queda un Fredicksen solitario y cascarrabias (pero con un corazón que se le sale) en una casa donde ya se nota que su vida fue pasada y cómo va cambiando la gran ciudad… y cómo los constructores desean deshacerse del abuelo con gafas para tener ese terreno. Nadie echa una mano a Carl… que por otra parte no quiere tender su mano a nadie. Todos menos un niño explorador que quiere conseguir la insignia de ayudar al mayor… Russell, todo inocencia y buen rollo. Carl, que bastante tiene con su vida, le dice al niño que le ayude a buscar un gamusino para quitárselo de encima con disimulo. Russell no para de hablar… y se pone en acción.

Un incidente hará que el futuro de Carl sea una residencia… y entonces es cuando este vendedor de globos se niega a rendirse. Y entonces, señores y señores, después de la emoción de los veinte primeros minutos (casi sin necesidad de diálogos), que casi nos tiene con lágrimas en los ojos, sobrecogidos… empieza la fábula y la aventura, que también tiene belleza… sobre todo cuando Carl, el abuelo que se parece a Spencer Tracy, convierte su casa en un original barco en el cielo… Las cortinas son velas, el molinillo el timón… y miles de globos de colores los que lo mantienen en el aire. Sin embargo ningún barco es un barco de aventuras si no hay un polizón que no es otro que el bueno de Russell. Y entonces empieza otra entretenida historia donde se refuerzan los lazos del abuelo con el niño. Donde Carl se da cuenta de que su aventura en la vida todavía no ha terminado… como bien lo sabía su Ellie. Carl lo descubre en ese álbum que guardaba su mujer para ilustrar sus aventuras… y descubre que está lleno…

Up incita a soñar y habla de no darse por vencido. Cada uno vive su propia aventura como puede y nunca faltarán momentos melancólicos y momentos bellos. Momentos peligrosos y crueles y momentos de alegría y compañerismo. Habla de querer, de las relaciones con el otro. Y que de uno depende rendirse y convertirse en un muerto en vida… o seguir teniendo capacidad para soñar y para creer en el otro… y convertir la existencia en una aventura que merezca la pena… si es que es posible. O por lo menos de seguir soñando.

Y todo con un cine de animación sensible y lleno de matices. Quién no se subiría a la casa de Carl. Quizá por poner un pero lo que menos me aportó fueron los perros maliciosos y parlantes y el villano (todo un recuerdo de la infancia de Carl… aunque entiendo su sentido y que sea el malo malísimo). Pero no importa… volvía con Carl y con Russell (y sus nuevos amigos sobre todo ese pájaro extraño, o pájara, bautizado como Kevin) y se me pasaba el pero…

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