Retahíla cinéfila

1.- Equipada con gafas 3D, cada vez más elegantes, sentada en cómodo asiento, y frente a pantalla gigante me enfrenté a Las aventuras de Tintín. Primera de lo que será futura saga de Spielberg. Varias cosas me vienen a la cabeza. ¡Cómo disfruté los títulos de crédito! Me encantan unos buenos títulos de crédito… cuando prácticamente te cuentan también una historia (y lo más fiel al espíritu y estética de Hergé junto al retrato que le hacen al principio de la película). Segundo me apetecía porque las historietas de Tintín eran un recuerdo de mi infancia. Después de su visión volví a rescatar algunos de los libros que guardaba en un desván de recuerdos. Tercero la técnica de captura de movimiento no es santo de mi devoción… pero aquí me olvidé de ello, la película me atrapó. Cuarto tampoco me vuelve loca el 3D pero aquí disfruté como una niña. Quinto me pareció película vertiginosa, no te dejaba respiro alguno. Clímax, tras clímax más otro clímax. A Spielberg le va narrar aventuras, al personaje de Tintín le gusta protagonizarlas y yo disfruté una tarde viéndoles a ambos. Por cierto Milú mi héroe total y absoluto. Eché de menos a Tornasol…

2.- Cine y teatro siempre es una combinación que me resulta atractiva. Anonymous se convierte en espectáculo rococó con giros rocambolescos que pone en pantalla una polémica literaria: ¿Fue William Shakespeare el creador real de las maravillosas obras de teatro que han llegado hasta nuestros días? Así el efectista Emmerich, que parte de una buena idea, realiza una obra cinematográfica fallida. Y es una pena porque contaba con elementos poderosos para que hubiera sido obra a tener en cuenta. Así se nos muestra una tragedia shakesperiana desinflada y exagerada llena de momentos desaprovechados y personajes atractivos mal elaborados. A todo esto se une una estética de reconstrucción por ordenador que en determinados momentos chirría como antes lo hacían los decorados de cartón piedra. Los tiempos narrativos son tan complejos (y están tal mal empleados) al principio que hasta que vas situando la historia y los personajes ya has visto más de la mitad de la película (de metraje amplio).

Y cuando ya empiezas a reconstruir las piezas los giros son tan delirantes que te planteas qué es lo que realmente estás viendo: ¿una polémica literaria, un melodrama al borde del extasis, una historia de líos y traiciones en la corte…, una tragedia griega, una shakesperiana, un delirio histórico…, un cóctel salvaje de todo ello? Pero sin duda el mayor patinazo es la construcción de una historia con un montón de personajes atractivos (pero sin poder ser desarrollados plenamente) y la lucha titánica entre todos ellos para eregirse en protagonistas principales de la trama… volviendo loco al humilde espectador que no sabe ya a los diez minutos en quién centrar su mirada. ¿Quiénes forman el vértice de esta película?¿Cuál es el tiempo que prevalece? ¿El mediocre actor que crea el ‘personaje’ de William Shakespeare, el dramaturgo sin éxito al que acude el misterioso noble escritor, el conde de Oxford (el verdadero autor), la reina Isabel I,  Robert Cecil, el jorobado…?

Lo que sí es cierto (y paradójico) es que Emmerich y su estética rococó te mantiene en el asiento y terminas envuelto en su cóctel explosivo recontruyendo esta historia dramática… porque el material con el que contaba era, sin duda, atractivo.

3.- Antes de adentrarme en Melancolía (parece como si me estuviera preparando psicológicamente…), veo Sacrificio de Tarkovsky y le siento al director absolutamente hermético en lo que quiere contarme. En esa historia apocalíptica y ardientemente melancólica. Y lejana… emocionalmente. Pero reconozco que me siento atrapada por la belleza visual que me impacta. Aunque me deja rayada sobre todo cuando leo la dedicatoria final de Tarkovsky… ¿Dónde está la esperanza?

4.- Hoy domingo he dado un largo paseo por las calles de Madrid y me meto en exposición que disfruto en el centro de arte del Teatro Fernán Gómez. Viaje al cine español. 25 años de los premios Goya. Y realmente logro viajar… Así entre imágenes, músicas, fotos y escenografías me junto con la troupe de El viaje a ninguna parte, oteo El bosque animado, visito la terraza de Mujeres al borde de una ataque de nervios, canto Ay Carmela, me siento en el triste banco de Amantes, participo en el baile de máscaras de Belle Epoque, revelo las fotografías de Días contados, me angustio en atmósfera agobiante porque Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, se me saltan las lágrimas ante La buena estrella, vuelo por los aires en Mar adentro, subo a la torre petrolífera de La vida secreta de las palabras, visito las tumbas de Volver, siento La Soledad, me pongo ante los barrotes de Celda 211, o me siento perdida en los subterráneos de Pa negre… y el viaje continua.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

William Wyler y Lillian Hellman, con mucha conciencia social

Sigo alimentando y mimando la nueva sección de Dúos de cine. El mundo del cine también acoge grandes amistades y eso fue lo que se dio entre Wyler y Hellman a lo largo de los años. En los buenos y malos momentos. Y además también llevaron a cabo una colaboración profesional que dio obras cinematográficas que ahora recordamos. A Wyler le adoro como director y contador de historias. De Hellman desconozco su labor de dramaturga y conozco más su papel como guionista cinematográfica y su propia historia junto al escritor de novela negra Dashiel Hammett o sus dificultades en la época de la Caza de Brujas. La Hellman escribió obras muy autobiográficas entre las que se encuentra Pentimento, una de sus partes fue adaptada al cine por Zinnemann en Julia, una película que me encanta.

Las películas firmadas por ambos son: Esos tres de 1936 donde la Hellman adapta uno de sus éxitos teatrales pero pasándolo por el código Hays mucho más cerrado para ciertos temas que los escenarios teatrales. Wyler se está convirtiendo en un director a tener en cuenta. Después la maravillosa fábula social Dead end en 1937 donde ambos demuestran que en Hollywood no sólo se realizaba un cine de evasión sino otro cine con otras miradas diferentes y compromisos distintos. Para aterrizar en una creación genial de Wyler y Hellman, La loba, donde nos encontramos en el seno de una familia con la corrupción del dinero y el poder, 1941. Aquí Wyler ya era un mito. Y por último un remake de Esos tres pero en otros tiempos, La calumnia, de 1961.

Esos tres

Cuenta la historia de un triángulo amoroso que no se ha consumado. Todo transcurre en un colegio de niñas bien donde hay dos maestras jóvenes, el prometido de una de ellas, un doctor vital, y una niña que es una mala pécora. Y es la niña la que difama con mirada sucia (pero con un poso de verdad) y escandalosa a sus maestras que comparten hombre con desagradables consecuencias para todos. Sólo años más tarde podríamos ver la versión real de la historia, de la obra de teatro.

Wyler ya se muestra contador de historias que cuida a sus actores y que emplea con sumo mimo al lenguaje cinematográfico… con un uso siempre efectivo de los espacios. El triángulo amoroso no consumado lo conforman unas jovencísimas Miriam Hopkins (el papel con más matices) y Merle Oberon… y un actor que quiero reivindicar una y otra vez y que pronto le haré un perfil, Joel McCrea.

Dead end

Dead end es una fábula social donde se mezclan distintas historias de gentes de un barrio. Un barrio especial porque se esconde la miseria a la vez que ven continuamente ricas casas de poderosos vecinos. Cada uno tiene sus sueños, sus desilusiones y sus complejas historias. Es una película de personajes que ocurre en un mínimo espacio, en un trozo de calle, y como siempre Wyler hace un manejo genial del espacio. Una película donde se reflejan los contrastes sociales y las hipocresías. Un tema al que es sensible la siempre reivindicativa Hellman.

La labor maravillosa también se realiza con los actores del reparto que cada uno de los cuales tiene unos papeles con jugo. También supone el estreno de los Dead end, un grupo de muchachos-adolescente que harían una serie de películas y que empezaron con ésta su andadura. Sus primeras películas tenían siempre un toque social sobre las dificultades de los jóvenes en ambientes marginales. Algunos de los actores que ‘circulan’ con su personaje por este callejón sin salida son: Sylvia Sidney, Joel McCrea (de nuevo), Humprhey Bogart y Claire Trevor.

La loba

En la época dorada de los grandes melodramas de Wyler con el rostro de Bette Davis (otro dúo de cine) también se inmiscuyó la Hellman creando un personaje perverso, el de Regina Giddens seguida de sus dos hermanos a cada cuál peor. Los tres persiguen el poder económico y social y harán lo que sea por conseguirlo. En un ambiente sureño rancio estos personajes van minando cualquier tipo de sentimiento positivo y arrastran a la perdición a la buena gente. Todo por la herencia familiar, por el dinero y el poder. Se llevan por delante a marido, mujer, hijos… Y entre ellos se comportan como tarántulas. Una historia sobre la corrupción y la decadencia… Un placer sin igual.

Wyler ofrece sus mejores artes y cuida cada vez más el lenguaje en una obra elegante, sofisticada y bien construida. La Hellman crea unos diálogos y unas situaciones memorables. A Bette Davis le acompañan Teresa Wright (el espíritu inocente que se dará cuenta que su hogar está podrido) y Hebert Marshall (el marido honrado y enfermo que protagoniza muerte terrible). Por ahí ya hace sus pinitos uno de los malos oficiales del cine (sobre todo en el cine negro de Lang), un joven Dan Duryea.

La calumnia

Lo que en los años 30 hubiera sido un escándalo si se lo hubieran dejado contar a Hellman y Wyler en Esos tres… en los años sesenta quedó como película correcta y sensible pero sin ápice de escándalo. No chocó a los espectadores del momento, como sí quizá podría haberlo hecho algo más en los 30. Sin embargo el trasfondo de esta historia sí que subsiste. El drama tremendo queda. La decisión final de una de las protagonistas de la historia sobrecoge. Esto muestra que la obra teatral de la Hellman está bien construida y es buena… porque lo que cuenta va más allá del escándalo.

De nuevo un colegio de elite, de niñas, y dos sensibles profesoras. Otra vez niña mentirosa y odiosa de mirada sucia que difama a las maestras y destroza sus vidas. De una mentira surge el rechazo social, la hipocresía y las acciones injustas que irán minando la salud mental de las protagonistas. La odiosa niña difama a las maestras… porque entre ellas tienen una relación lésbica escandalosa que puede ver ‘una inocente niñita’.  La difamadora recibe toda la credibilidad y a las maestras no las dejan explicación alguna. Son juzgadas sin piedad por toda la sociedad, por las familias de las niñas ricas, como si estuvieran haciendo lo peor del mundo. Además una de las maestras realmente va descubriendo que sí que siente más que amistad por su compañera de trabajo…

Wyler de nuevo crea una obra cinematográfica elegante y cuidada con una Audrey Hepburn y una Shirley McLaine absolutamente entregadas a sus papeles. El paternaire masculino es un siempre atractivo James Garner (perfecto como hombre florero). Como unión a la obra de los años 30 vemos en un papel secundario importante a una anciana Miriam Hopkins.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

John Frankenheimer y Burt Lancaster, dos tipos muy serios

 

Estreno sección. Dúos de cine. Matrimonios cinematográficos. Dos actores, dos guionistas, un productor y un actor o actriz, un director y un actor o actriz…, todas las combinaciones son posibles.

Para empezar lo hago con mi querido, querídisimo Burt Lancaster, que durante su carrera siempre quiso evolucionar como actor serio, muy serio. Y además elegir sus papeles con tino. Lancaster además quería participar en un cine de compromiso social y de actualidad del momento. No quería películas vacías sino que expresasen y contasen algo importante. Y uno de sus directores cómplices con el que realizó cinco películas fue el también serio John Frankenheimer. Y cuando estaban los dos unidos en los créditos… algo surgía que merecía la pena. De sus cinco películas he visto cuatro y me queda por ver y disfrutar Los temerarios del aire. De las otras cuatro, todas me parecen buen cine y de interés pero mi favorita sin duda es El tren, que me parece una pasada de película bélica. Los jóvenes salvajes es un buen drama social. El hombre de Alcatraz es la más ‘popular’ y es un intimista drama carcelario. Y Siete días de mayo es un thriller político con pulso y grandes actores.

Los jóvenes salvajes (1961)

Cuando estaba triunfando el musical West side story que ponía en clave de Romeo y Julieta el enfrentamiento entre pandillas de jóvenes de distintas nacionalidades (los puertorriqueños y otros inmigrantes con una situación marginal –polacos, italianos…–) provocando delincuencia juvenil y un malestar entre ellos y el barrio en el que habitan. Pandillas que van enredando sus existencias hasta terminar en dramas diarios… donde ellos sobreviven (y protegen su ‘territorio’, lo único que tienen, lo único a lo que aferrarse) y nadie hace nada por mejorar la situación social de cada uno de los chicos. Pandillas que siguen sus andanzas y dramas hoy. Bien, cuando estaba triunfando este musical de calidad con aires sociales se cruzó en cartelera con el primer trabajo juntos de Burt Lancaster y John Frankenheimer (su primer largometraje en el cine. El director  había hecho anteriormente televisión) que presentaban el mismo tema en clave de realismo social. Un hispano ciego es asesinado por una pandilla de tres italo-americanos. El asesinato lo vemos a través de sus gafas oscuras (ya vemos ahí cómo se las gasta Frankenheimer que sabe narrar a través de la imagen, conoce el lenguaje cinematográfico).

Burt Lancaster es un hombre con ambiciones profesionales y políticas, ayudante del fiscal del distrito, que ve en un principio un caso fácil y para conseguir metas laborales. Así que sin dudarlo acusa a los tres italo-americanos de la pena máxima. Pero pronto se deja llevar por el caso y se da cuenta de que todo es mucho más complejo. Así poco a poco va sintiéndose presionado por su pasado (él también fue un inmigrante italiano marginal que cambió su apellido para subir en la escala social), también aparece la madre de uno de los acusados que es ni más ni menos que una antigua novia suya (Shelley Winters que borda su papel de madre trabajadora en situación precaria), su propia esposa (una mujer rica pero progresista y totalmente en contra de la pena de muerte), ambas pandilla, su jefe (que aspira a gobernador y ve en este caso una posibilidad de ganar votos si emplea un castigo ejemplar para los culpables)… La película consigue el estilo Frankenheimer: tener al espectador siempre en vilo hasta el final de la proyección.

El hombre de Alcatraz (1962)

Su siguiente trabajo unidos da una de sus interpretaciones más recordadas a Burt Lancaster. La película es un intimista drama carcelario. Un conflictivo preso, Robert Stroud, al que condenan durante más de una década al aislamiento más absoluto no pierde su dignidad humana (desde luego no gracias al sistema penitenciario) sino porque un día entra en su celda un pajarillo herido, le cuida y le cura. A partir de ahí se convierte, con tesón y mil y una dificultades, en un especialista de los pájaros. El hombre-bestia contra la sociedad que le golpea una y otra vez se convierte en el hombre sensible y apasionado que se vuelca en aquello que le devuelve como ser humano. Los pájaros y sus alas le dan libertad a su cabeza. De nuevo Burt Lancaster y Frankenheimer con su mirada intensa devuelven una historia apasionante de un hombre gigante que se vuelca en seres pequeños… y es lo que convierte en forma de lucha para combatir un sistema penitenciario que trata no de mejorarlo como persona sino de anularlo cada día… Por ahí secundarios de oro como Karl Malden y una estupenda Thelma Ritter (sólo ella podía ser la madre de Lancaster).

El tren (1964)

Sin duda una película emocionante donde Lancaster se sale y Frankenheimer sigue mostrando que es un maestro del relato cinematográfico y de ponernos de los nervios hasta el final. Cine emocionante. De tensión. Y con historia maravillosa. Transcurre en París, un París que pronto va a ser liberado, pero antes los nazis cargan un tren con los cuadros más importantes que se encuentran en el seno de la capital francesa para llevárselos a Alemania. La película cuenta como un grupo de partisanos (muchos de ellos no conocen los cuadros pero sí viven su pertenencia, sí viven que es algo que no se pueden llevar los nazis…) trata de evitar por todos los medios (incluso arriesgando sus vidas) que esos cuadros no salgan de Francia. El uso que hace Frankenheimer del tren como espacio cinematográfico es absolutamente asombroso. El viaje es intenso y emocionante. Al mando de los partisanos un maravilloso y ágil héroe, Burt Lancaster. No se la pierdan.

Siete días de mayo (1964)

La última que he visto, ha sido Siete días de mayo, thriller político, género en el que Frankenheimer mueve los hilos con pulso. Adapta un bestseller y pone en pantalla una situación ficticia que en cualquier momento podría ser real. Es película de la Guerra Fría. Y película que defiende la democracia como el mejor de los sistemas políticos dentro de sus fallas y desequilibrios. Así vemos como un presidente de EEUU (fantástico Fredric March) vive durante siete días la peor de sus pesadillas. Vive un momento político delicado en que la firma de un tratado con la URSS para el desarme no ha caído bien a un pueblo que vive bajo el yugo del miedo ni entre los militares que con el capitán Scott a la cabeza (poderoso Burt Lancaster) deciden derrocar al presidente con un golpe de estado. La sombra del fascismo es alargada…

La película narra el pulso entre el presidente y sus hombres de confianza y los militares que preparan minuciosamente el golpe de estado. En medio de los dos mundos se encuentra Kirk Douglas un militar que tiene claro (que aunque él tampoco apoya en exceso el tratado) que están ahí para defender la constitución y el sistema democrático… y no para derrocarlo. Por ahí se escapa una belleza decadente con mucha vida a cuestas que sólo podía dar rostro Ava Gadner. Y como siempre entre secundarios de oro un Edmon O’Brien que se sale.

Un dúo cinematográfico que merece la pena rescatar y recordar, ¿no creen? A mí me queda todavía la asignatura pendiente de Los temerarios del aire.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Olivia de Havilland

La vida cinematográfica de De Havilland voy a simbolizarla con la imagen que corresponde a Nido de víboras, la lucha encarnizada de una actriz contra ‘entes superiores’ (sustituyase por productora Warner) para lograr ser una verdadera actriz. De Havilland luchó por conseguir papeles de entidad y no de mera comparsa del galán de moda. Se enfrentó a todos para demostrar que podía ser una buena actriz, que tenía la cabeza bien amueblada. Así llevó a juicio a la productora que a la vez que la daba de comer disponía de ella como si fuera una muñequita sin voz ni voto y la situaba a capricho en todo tipo de producto cinematográfico sin permitir su ‘crecimiento artístíco’, el que ella deseaba. Ganó la jugada aunque le supuso años de inactividad laboral y un futuro incierto.

Es una de las únicas leyendas vivas que quedan de ese viejo sistema de producción en Hollywood que dio grandes obras cinematográficas a costa de contratos férreos de sus trabajadores (también está vivita y coleando su hermana Joan Fontaine aunque como ya relatamos en su perfil su enemistad tiene también rango de mito. Las dos están peleándose por quién aguanta más en el planeta tierra…). Donde estos trabajadores no tenían ni voz ni voto. Sólo que la maquinaria de hacer películas estuviera en marcha a todo gas…

Empiezo este perfil, sabiendo como en otros, que por suerte todavía me queda filmografía por descubrir… pero lo descubierto me muestra un camino y una evolución que descubre a una Olivia de Havilland llena de matices. Una estrella que luchó por además ser actriz.

La chica del héroe

En los años 30 surge un dulce rostro de mujer que muestra su elegancia en un producto qualité, la adaptación a lo grande de El sueño de una noche de verano. Una joven Olivia de Havilland que arrastrará durante años la cualidad de chica soñada, chica reposo, chica del héroe, chica virtuosa y maravillosa, chica por ello hermosa, sin defecto alguno…, plana como personaje… Su siguiente paso que la confirma como chica del héroe es formar parte de las historias del aventurero de moda, un Errol Flynn que llena las arcas del estudio. Su mejor paternaire es De Havilland, su química es evidente. Así se confirma en su primera película, donde ambos actúan juntos y que es todo un éxito: El capitán Blood. El estudio no lo duda y explota dicho matrimonio profesional. De Havilland se convierte definitivamente en la dama del héroe sin posibilidad de cambio. Así es la mujer soñada durante los años treinta y parte de los cuarenta (cuando se rebela definitivamente contra este rol). Así protagonizan hasta siete películas que tienen el don del encanto y a ello contribuye sin duda una De Havilland cada vez más harta de su estereotipo pero siempre haciéndolo bien. Algunas de estas películas son míticas y absolutamente maravillosas. Miren qué títulos: La carga de la Brigada Ligera, la mítica Robin de los bosques, la desconocida para mí El hombre propone, la interesante La vida privada de Elizabeth y Essex (pero la gota que colmó el vaso… el papel de De Havilland fue absolutamente insípido cuando ya estaba en su haber el personaje bombón de Melanie… pero fuera de la productora que la ‘castigó’ en su empeño de interpretarlo), Dodge, ciudad sin ley, Camino de Santa Fe y su última colaboración en Murieron con las botas puestas.

Melanie

A pesar de sus contratos férreos, a veces las productoras se intercambiaban a sus estrellas. Pero a veces estos intercambios eran propiciados por los actores que insistían y luchaban para lograr el papel que supondría un paso más en su carrera… aun a coste de su salud mental, de las presiones y de aguantar duras negociaciones. Así De Havilland vio una oportunidad en la superproducción de O’Selznick que iba a adaptar el bestseller del momento, Lo que el viento se llevó en 1939. Quería para ella el personaje de Melanie. Y después de negociaciones y quebraderos de cabeza lo consiguió (no sin que se quemasen más las relaciones entre la actriz y el estudio).

Melanie la hizo demostrar que podía con un personaje que se transformaba a lo largo de la película. Olivia construía una personalidad y daba distintos matices y riquezas a su personaje que distaba mucho de ser plano.

Sin embargo es curioso como a la larga este personaje también dañaría, aquí, la imagen de esta gran actriz. Pues por una parte es su papel más recordado y por otro debido al doblaje Melanie siempre ha estado unido a la entidad de una mujer cursi y ñoña… imagen con la que no estoy nada de acuerdo. Según veo una y otra vez esta película (ahora en versión original) veo la construcción de una personalidad tan poderosa como su contrapunto, Scarlett O’Hara. Son dos mujeres opuestas pero por ello llegan a ser absolutamente complementarias y su relación una de las más interesantes que se desarrollan en la película.

Olivia consigue su primera nominación al oscar… y cuando pensaba que su estudio iba a tomarla más en serio, éste no deja de humillarla en la concesión de papeles sin relevancia alguna. Así entabla una batalla judicial que la deja sin trabajo temporalmente pero que finalmente le da libertad y un futuro incierto.  Hablamos de principios de los cuarenta. De 1943 a 1946 prácticamente no rodaría ni una película. Aunque luego su vuelta fue triunfal… pero breve.

Los melodramas de Mitchell Leisen

Y el puente serían los melodramas de Mitchell Leisen. Uno lo protagonizaría en 1941, cuando la batalla aún no ha empezado pero está a punto, y el otro en 1946 cuando la actriz ha logrado su libertad y puede tener más protagonismo en la elección de papeles. No duda en volver a ser protagonista de un melodrama de Leisen. En el primero es nominada al Oscar, en el segundo lo gana. Hablo de dos joyas: Si no amaneciera y La vida íntima de Julia Norris. En las dos Olivia de Havilland se muestra capaz de construir sendos personajes y mostrar una transformación y una evolución de los caracteres que le toca interpretar a lo largo del metraje de ambas historias. En uno es una maestra que se enamora del hombre equivocado, en la segunda es una mujer que esconde una historia compleja. Y las dos películas son puro deleite.

El fin de un camino: La heredera

No deja de estar nominada y ofrece dos trabajos que serán la culminación de su carrera y la demostración de que es actriz camaleónica que sabe imprimir matices y complejidades a los caracteres que tiene que afrontar. Por una parte la ya comentada Nido de viboras donde se ofrece una crítica a los centros de salud mental y donde está inmensa y por otra la maravillosa adaptación de una novela de Henry James por parte de William Wyler, La heredera. Ahí cogerá otra estatuilla… y también será su clímax como actriz. Está inmensa como Catherine Sloper, la poco agraciada pero millonaria mujer que hará un duro recorrido personal para terminar con una soledad elegida.

Curiosamente con el hundimiento del sistema de estudios y quizá también agotada por sus continuas luchas laborales, su actividad cinematográfica va disminuyendo en las siguientes décadas (a partir de los años cincuenta). Vuelve a los escenarios y también empieza a trabajar en televisión.

Retirada pausada

Protagoniza películas que todavía nos recuerdan su presencia. Así la vemos en Mi prima Rachel o en el drama de doctores No serás un extraño. Se convierte en una has been que protagoniza películas de terror como la hipnótica Canción de cuna para un cadáver (donde trabaja de nuevo con Bette Davis, la estrella de la Warner en los años treinta que no la dejaba prosperar como actriz seria, pero por culpa del estudio, entre ellas siempre alimentaron la amistad) o la incómoda y desagradable (pero por ello interesante) Una mujer atrapada. También sería estrella invitada en cine de catástrofes en los años 70 como Aeropuerto o Enjambre.

Joyas a descubrir

Todavía hay tres películas de Olivia de Havilland que me muero de ganas por descubrir. De sus primeros papeles El caballero Adverse. De los años a punto de romper con su productora un melodrama junto a Bette Davis, Como ella sola, con John Huston como director. Y cuando ya es totalmente libre, una obra con el gran Robert Siodmack en A través del espejo. Pronto espero solventar estas ausencias en mi dvdteca particular.

Olivia de Havilland, por suerte, todavía puede sorprenderme…

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Diccionario cinematográfico (167)

Melancolía: a punto de hundirme en Melancolía de Lars von Triers trato de bucear en dicho término a través de la sala oscura. A través de los metros de celuloide. Una película puede ser melancólica, un personaje puede ser melancólico, una imagen puede expresar melancolía, un gesto, una palabra, una actitud… Un planeta. ¿Qué es la melancolía? ¿Qué es el temperamento melancólico? Cuál puede ser el viaje propuesto ante una pantalla blanca, ante sombras de cine.

Pongo mis ojos en la definición de melancolía en el diccionario de la Real Academia Española y me topo con tres acepciones. Así en bruto es una “tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada”. Si nos vamos al campo de la medicina de la salud mental la melancolía se convierte en “una monomanía en que dominan las afecciones morales tristes” que puede terminar en delirio o locura. Y si estudiamos e indagamos en la historia nos encontramos que melancolía se convierte en la “bilis negra o atrabilis” y si nos seguimos hundiendo en esta bilis que ahoga nos enteramos que éste era el nombre que recibía, según Hipócrates o Galeno, uno de los cuatro humores principales del organismo. Y de esos humores surgieron los temperamentos que representan el carácter, la manera de ser de alguien. Y hay muchos alguien melancólicos.

Y en el cine queridos amigos hay melancolía. No sólo la que visitaré de la mano de Lars von Triers. En el cine hay tristeza profunda y sosegada. En el cine nos encontramos de cara con la bilis negra.

Cine y melancolía. Un dúo infinito.

Viajo en la memoria de la melancolía cinematográfica y la primera parada me destina a Beginners donde su personaje principal, Oliver (Ewan McGregor), hundido en tristeza sosegada reflexiona sobre la ausencia del padre y sobre la posibilidad de comprometerse con alguien. Él es publicista (como la Justine de Melancolía…, que todavía no he visto).

Continúo y llego a la estación de La mujer del teniente francés donde el temperamento melancólico de Sarah Woodrof (Meryl Streep) la hace conocerse y rebelarse… en un camino donde hace daño y destruye a Charles Smithson (Jeremy Irons) atraído por su melancolía en una Inglaterra del siglo XIX. Para Sarah la melancolía, su estado, supone una búsqueda de su libertad.

Y este temperamento también puede ser un modo de vida y convertir a alguien en líder sin quererlo. En esa huida continua en un mundo en el que ya no habita puede convertirse en héroe melancólico como el chico de la moto (Mickey Rourke) en La ley de la calle. Y visto desde el exterior como un rebelde triste.

La melancolía nos arrastra a los parajes, solaris y sacrificios de Andrei Tarkovsky o a las sonatas de otoño de Ingmar Bergman.

El amor melancólico que nos habla del sufrimiento unido a este sentimiento nos permite estacionarnos en A los que aman o en Deseando amar. O acabar como Ofelias que sucumbimos a la melancolía por el rumbo de la locura en los distintos Hamlets cinematográficos con rostro de Jean Simmons o Kate Winslet.

La melancolía de dos seres comunes da fuerza a Cualquier día en cualquier esquina (una joya a descubrir de dos temperamentos melancólicos con los rostros de Shirley MacLaine y Robert Mitchum) o nos descubre un temperamento melancólico donde menos lo esperamos, en la Holly de Desayuno con diamantes.

Última parada, junto a la protagonista Diane de El séptimo cielo de Borzage, nos vamos al fatalismo melancólico de un Lang que nos deja a dos héroes hundidos para siempre en una tristeza profunda (Henry Fonda y Sylvia Sidney) que los conduce a trágico final en Sólo se vive una vez.

A veces la melancolía se oculta en un solo fotograma. Que se lo pregunten a los héroes fordianos. O en una mirada… la de la Monroe o la Hayworth.

Melancolía y cine. Un dúo infinito. Un temperamento que se escapa y llega hasta el espectador dejándole una pequeña marca.

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Criadas y señoras de Tate Taylor

A una le entra la tarde melodramática y busca en cartelera la película que calme su ansia. Esta vez tuve suerte y pude calmar mi sed. Me metí con mi señora madre en la sala donde proyectaban Criadas y señoras y las dos reímos y lloramos a moco tendido durante dos horas y media.

Es una película narra-historias.

Es una película que forma parte de un género que yo llamo mujeres del sur.

Es una película que sigue la estela de las women pictures… películas con unos repartos femeninos de excepción y una historia melodramática bien narrada.

Criadas y señoras no es película vacía. Genera reflexiones. La primera y más interesante: la representación en la pantalla cinematográfica de un estereotipo que a la vez cuenta una parte de la historia de EEUU. La Mammy. La gran Mammy que llegó a nuestras vidas con toda su fuerza con el rostro de Hattie McDaniel en un melodrama de mujeres de sur, una película narra-historias… la mítica Lo que el viento se llevó. De ahí podemos viajar al primer melodrama de Spielberg donde nos encontramos con Celie (Whoopie Goldberg) y Sofia (Oprah Winfrey. Este papel claramente inspira a la Minny de Criadas y señoras) en El color púrpura. Nos vamos a los años de la depresión en otra melodramática y maravillosa película narra-historias con mujeres del sur, Tomates verdes fritos, donde el problema racial tiene el rostro de Cicely Tyson, que no le falta papel entrañable en Criadas y señoras. Para la Mammy de los años cincuenta nos vamos precisamente a esta época y con el rey del melodrama, Douglas Sirk. El rostro de la nueva Mammy será Juanita Moore en la maravillosa Imitación a la vida.Y llegamos ya a la película que nos ocupa en los años sesenta, los años de la lucha por los derechos civiles, los años reivindicativos donde las ‘Mammies’ ya hartas de explotaciones exponen su punto de vista. Como dice el personaje de Emma Stone, ella quiere escribir un libro que se enfoque desde la perspectiva de la Mammy de Lo que el viento se llevó. Se cierra el círculo. Y estas Mammies reivindicativas cuentan con el rostro de Viola Davis y Octavia Spencer.

Como siempre ha sido en míticas women pictures los repartos femeninos hay que tenerlos en cuenta. Cada una tiene su momento de gloria y cada uno de los papeles es magníficamente interpretado. Ya hemos hablado de dos de sus actrices que se entregan a su papel. Pero tenemos también los estereotipos de las mujeres blancas sureñas excelentemente interpretados por tres pesos pesados (y que también narran otra historia)… Emma Stone que sube y sube puestos al estrellato como la joven escritora que pone patas arriba la comunidad en la que vive. Una sorprendente y maravillosa en su papel de hija de puta falsa Bryce Dallas Howard y una ascendente Jessica Chastain con papel bombón. Como acostumbran este tipo de películas hay distintas generaciones de mujeres, las más mayores tienen el rostro de la mítica Sissy Spacek y la secundaria de lujo Allison Janney.

Objetivo de la tarde cumplido: calmar mi sed melodramática y colmar mis ganas de que me contaran una historia… érase una vez, al otro lado del océano…

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Tess (Tess, 1980) de Roman Polanski

Si miramos la filmografía de Polanski encontramos su buen hacer en adaptación de novelas (la que nos ocupa u Oliver Twist) y obras teatrales (Macbeth, La muerte y la doncella o la por mí esperada Un dios salvaje). Su cine oscila entre películas que rasgan (que rompen) y películas de una factura impecable, realización cuidada y uso intenso del lenguaje cinematográfico. Polanski se decanta por el horror de un pasado que conoce bien (El pianista), por atmósferas angustiosas de protagonistas arrastrados por la locura (Repulsión, El quimérico inquilino), por las claves del terror y la obsesión (La semilla del diablo), por el cine negro, la intriga y el thriller (Chinatown, Frenético o El escritor), por un cine donde lo erótico y lo oscuro se dan la mano (Lunas de hiel), en algunas de sus películas hay una especie de humor negro y absurdo que llega a altas dosis en algunas de ellas (El baile de los vampiros)… Su cine está plagado de grandes éxitos (La semilla del diablo) y sonados batacazos (Piratas). Sobre el cine de Polanski y su trayectoria en diversos países pulula además su propia sombra y su propia vida llena de contradicciones, mucho drama, y temas pendientes con la justicia aún sin resolver.

Pero hay algo que une prácticamente a todas las películas de Polanski, que da cohesión a su obra. Y es que sus protagonistas son individuos abocados, normalmente, a la tragedia porque una fuerza superior (bien puede ser el destino, la propia y dura historia, la situación social, elementos fantásticos, la propia mente) les sobrepasa. A sus protagonistas les sigue un destino que no pueden cambiar.

Y así ocurre en esta bellísima y olvidada película, Tess. Un melodrama victoriano, adaptación de la novela de Thomas Hardy, que en su momento no fue valorado porque supuso una ruptura temática (no tan evidente viendo su obra en retrospectiva) de su realizador. Así Polanski se decantó por una adaptación cinematográfica llena de sensibilidad (pero con todos los ingredientes de una superproducción con supermetraje) sobre un personaje femenino, Tess (con el rostro hermoso de Nastassja Kinski que expresa mil y un sentimientos), que tiene la desgracia de ser una campesina demasiado bella, demasiado pobre, con orgullo y dignidad que quiere ser libre y no sucumbir a la vanidad humana o a la ruindad. Pero un simple momento, del azar, que protagoniza su padre (al principio de la historia) le cambiará la vida para siempre y sólo la traerá desgracia y un anhelo siempre presente de querer morirse. Porque Tess luchará por ser ella misma. De no torcerse. Sin embargo la tragedia ya está escrita y nada puede hacer para cambiarla. Tess no tiene elección. No puede ser feliz.

Además se rodea de personajes masculinos mezquinos. Un falso aristócrata vividor (pero transparente) y un marido que a pesar de llamarse Ángel, de ir contra las convenciones sociales… etcétera, de pronto, revela una fuerte doble moral cuando no puede admitir ni perdonar el pasado de su mujer y la abandona a su suerte.

Y mientras Tess, siempre bella, va dando tumbos. Descendiendo a la miseria. Con ganas de morirse pero atada, no obstante, a la vida y a su familia. Siempre rechazada, siempre ocultando su pasado.

De los dos hombres que marcan su destino y que podrían haberlo cambiado. Me quedo, por transparente, con el falso aristócrata. Se le ve venir desde el primer instante. Y por lo menos cumple con su palabra (a pesar de su comportamiento negativo y reprochable), no dejar tirada a Tess. Le ofrece una vida práctica, que obstinadamente Tess rechaza (y la entiendo, no tiene por que querer ser para siempre una mantenida ociosa que se lucra de su belleza…). Él será el primero que altere y destroce el destino de Tess y la esperará al final del camino. Pero Ángel, que luego vuelve cual cordero a obtener el perdón de la amada y a destrozarla más si cabe su ya triste vida, goza de toda mi antipatía. No se puede ir de Ángel y luego ser el más puritano, y rechazar de esa manera a la persona que por lo visto amabas. Además su regreso para obtener el perdón de la amada hace que el drama de la protagonista llegue a su clímax. Tiene la desgracia de convertirse en el personaje pasivo que deja finalmente que sea la amada la que actúe y se destroce más la vida…

Y todo este drama, todo este folletín trágico que es la vida de Tess, cuenta con la sensibilidad de una mirada sorprendente, la de Polanski. El director se recrea (como Hardy) en los parajes, en la naturaleza y en la niebla… que acompañan los vaivenes espirituales de la protagonista. Sus composiciones, reposadas y hermosas, recuerdan a cuadros de grandes pintores de época como Friedrich. Así nos dejamos arrastrar por imágenes de una gran belleza y sensualidad como unas campesinas vestidas de blanco recorriendo un camino y bailando en un prado, o una mujer con una fresa en la boca…

La visión de Tess se convierte en deleite cuando todo es regado por una banda sonora exquisita y una recreación de los lugares y vestuarios muy cuidada.

Si nos vamos a lo extracinematográfico, nos encontramos al final de los créditos iniciales, una dedicatoria: A Sharon. Parece ser que Polanski conocía la novela porque diez años antes Sharon (antes de su trágica muerte) se la había recomendado. También nos encontramos con una película de tempo pausado que fue rodada integramente en Francia y no en Gran Bretaña (donde transcurre la historia)… y todo debido a los problemas que lleva arrastrando Polanski con la justicia precisamente por ser acusado por su comportamiento sexual con una adolescente. En plena vorágine con la justicia y con una situación personal cada vez más compleja realiza, en años oscuros, con sensibilidad extrema Tess, la historia trágica de una joven campesina vapuleada por el destino… y dos hombres…

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