Diccionario cinematográfico (167)

Melancolía: a punto de hundirme en Melancolía de Lars von Triers trato de bucear en dicho término a través de la sala oscura. A través de los metros de celuloide. Una película puede ser melancólica, un personaje puede ser melancólico, una imagen puede expresar melancolía, un gesto, una palabra, una actitud… Un planeta. ¿Qué es la melancolía? ¿Qué es el temperamento melancólico? Cuál puede ser el viaje propuesto ante una pantalla blanca, ante sombras de cine.

Pongo mis ojos en la definición de melancolía en el diccionario de la Real Academia Española y me topo con tres acepciones. Así en bruto es una “tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada”. Si nos vamos al campo de la medicina de la salud mental la melancolía se convierte en “una monomanía en que dominan las afecciones morales tristes” que puede terminar en delirio o locura. Y si estudiamos e indagamos en la historia nos encontramos que melancolía se convierte en la “bilis negra o atrabilis” y si nos seguimos hundiendo en esta bilis que ahoga nos enteramos que éste era el nombre que recibía, según Hipócrates o Galeno, uno de los cuatro humores principales del organismo. Y de esos humores surgieron los temperamentos que representan el carácter, la manera de ser de alguien. Y hay muchos alguien melancólicos.

Y en el cine queridos amigos hay melancolía. No sólo la que visitaré de la mano de Lars von Triers. En el cine hay tristeza profunda y sosegada. En el cine nos encontramos de cara con la bilis negra.

Cine y melancolía. Un dúo infinito.

Viajo en la memoria de la melancolía cinematográfica y la primera parada me destina a Beginners donde su personaje principal, Oliver (Ewan McGregor), hundido en tristeza sosegada reflexiona sobre la ausencia del padre y sobre la posibilidad de comprometerse con alguien. Él es publicista (como la Justine de Melancolía…, que todavía no he visto).

Continúo y llego a la estación de La mujer del teniente francés donde el temperamento melancólico de Sarah Woodrof (Meryl Streep) la hace conocerse y rebelarse… en un camino donde hace daño y destruye a Charles Smithson (Jeremy Irons) atraído por su melancolía en una Inglaterra del siglo XIX. Para Sarah la melancolía, su estado, supone una búsqueda de su libertad.

Y este temperamento también puede ser un modo de vida y convertir a alguien en líder sin quererlo. En esa huida continua en un mundo en el que ya no habita puede convertirse en héroe melancólico como el chico de la moto (Mickey Rourke) en La ley de la calle. Y visto desde el exterior como un rebelde triste.

La melancolía nos arrastra a los parajes, solaris y sacrificios de Andrei Tarkovsky o a las sonatas de otoño de Ingmar Bergman.

El amor melancólico que nos habla del sufrimiento unido a este sentimiento nos permite estacionarnos en A los que aman o en Deseando amar. O acabar como Ofelias que sucumbimos a la melancolía por el rumbo de la locura en los distintos Hamlets cinematográficos con rostro de Jean Simmons o Kate Winslet.

La melancolía de dos seres comunes da fuerza a Cualquier día en cualquier esquina (una joya a descubrir de dos temperamentos melancólicos con los rostros de Shirley MacLaine y Robert Mitchum) o nos descubre un temperamento melancólico donde menos lo esperamos, en la Holly de Desayuno con diamantes.

Última parada, junto a la protagonista Diane de El séptimo cielo de Borzage, nos vamos al fatalismo melancólico de un Lang que nos deja a dos héroes hundidos para siempre en una tristeza profunda (Henry Fonda y Sylvia Sidney) que los conduce a trágico final en Sólo se vive una vez.

A veces la melancolía se oculta en un solo fotograma. Que se lo pregunten a los héroes fordianos. O en una mirada… la de la Monroe o la Hayworth.

Melancolía y cine. Un dúo infinito. Un temperamento que se escapa y llega hasta el espectador dejándole una pequeña marca.

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