Noches en la ciudad (Sweet Charity, 1969) de Bob Fosse

Erasé una vez un coreógrafo que se volvió cineasta.

Y creo un musical trágico con personaje triste.

Para ello buscó a la triste Cabiria, una pobre puta de las calles romanas que aunque la rompen el corazón una y otra vez vuelve siempre a resurgir con una sonrisa, creyendo en los demás y pensando que el amor existe y que ella lo va a encontrar. Cabiria y sus noches tristes y patéticas y los amaneceres, siempre rota, pero aguardando en su boca una sonrisa.

El coreografo transformó a la puta romana en una chica de mala vida que trabaja de animadora en una sala de mala muerte donde los hombres pagan por bailar con chicas guapas. Cabiria se convierte en Charity, la dulce Charity de ojos azules, a la que también golpean una y otra vez en las calles de Nueva York. La chica vulnerable pero que siempre guarda una sonrisa, o una esperanza, o las ganas de ilusionarse, o de creer que amará y será amada… Charity que canta y baila junto a sus compañeras que encontrará una vida mejor. Que se arrastra o vuela por las calles de la ciudad creyendo que quizá el amor esté en la vuelta de la esquina. Que embellece la vida con pequeñas mentiras. Que baila y canta por las calles que la engullen. Que es una buena chica que siempre ofrece dulzura y compañía.

Pero la vida no es una coreografía, ni un sueño hermoso. Y eso que Fosse preludia en su Charity a esa Sally Bowles de corazón roto y la regala focos, bailes y canciones.

Esa Charity con su traje de los sesenta estampado de flores que llora cuando la vuelven a arrebatar su sueño. Pero que ve amanecer en Central Park y vuelve a creer. Y a sonreír y a decir buenos días y a volver a su perra vida con alguna dosis de esperanza.

Noches en la ciudad no es una película redonda ni perfecta pero regala momentos coreográficos mágicos, hermosos y a una Charity de ojos enormes y azules con cara de Shirley MacLaine a la que deseas toda la felicidad del mundo.

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La vida privada de Sherlock Holmes (The private life of Sherlock Holmes, 1970)/ Fedora (Fedora, 1978) de Billy Wilder

Ocho años separan a ambas películas y ambas tras su visionado me han dejado con cierta melancolía. Ambas fueron dirigidas por Wilder y forman parte del último tramo de su carrera de un hombre que no quería dejar de contar historias en una pantalla de cine. Ambas cuentan además con su labor como guionista junto a I. A. L. Diamond. En la primera contaba con 64 años y en la segunda tenía 72. Wilder se movía en una industria que ya no era la misma en la que empezó como guionista y después también como director. Ni los tiempos eran los mismos, ni el público. De pronto, Wilder se convirtió en el director incomprendido. Dejó de ser un hombre respetado. Era hombre que veía cómo le expulsaban de un mundo en el que había sido director imprescindible y tuvo que experimentar lo que costaba llevar adelante sus proyectos en una industria que ya no creía en él ni le respetaba. Los nuevos directivos no entendían ni miraban el pasado y tenían otro concepto de los directores y las historias que se debían llevar a pantalla. Tiempos crueles para Wilder pero él siguió cabezón y con temperamento y entregando buenas historias y realizando sus proyectos.Y dando sus collejas y mostrando su mala leche…

Así nos deja dos obras que a mí personalmente me han sorpendido y me han dejado triste. Y he visto lo que podrían haber sido si hubiera sido como en otros tiempos rey de los estudios y de la taquilla. Así La vida privada de Sherlock Holmes película mutilada y que no pudo terminar como él quiso deja un rastro de película bella y llena de posibilidades, emociona en su contención. Lo que ha llegado hasta nosotros. No importa tanto la trama detectivesca como la interpretación que realizan Wilder y Diamond del personaje literario de Conan Doyle, un Holmes cocainómano, demasiado inteligente y lógico, que arrastra su leyenda —gracias a las historias del amigo Watson— y capaz a base de miradas y gestos de convertirse en hombre enamorado y traicionado a la vez.

La vida privada de Sherlock Holmes cuenta una historia secreta y se detiene en el detalle. De fondo una hermosísima banda sonora de otro clásico en la música en el cine, Miklós Rózsa. Ninguno de los actores es estrella pero bordan sus papeles y hay un guiño en un papel secundario donde encontramos el rostro de Christopher Lee que en los años cincuenta formó parte del reparto de El perro de Baskerville. El principio es hermoso y nostálgico. Se abre un viejo baúl oculto durante años en los sotanos de un banco. Y ese baúl contiene toda una vida…, el amigo Watson guarda la historia de Holmes en un viejo baúl polvoriento donde junto a distintos objetos reconocibles del legendario protagonista, se oculta un legajo donde Watson cuenta una nueva historia, que se inmiscuye en la vida privada de Holmes. Entre los objetos, el número del piso que habitaban juntos, la lupa, su sombrero, su jeringuilla, su anillo y un reloj con el retrato de una dama… La vida privada de Sherlock Holmes es un divertimento hermoso e inacabado que deja entrever una obra cinematográfica grande.

Fedora parte de una buenísima y profunda historia con giro incluido pero con un reparto fallido sobre todo en sus dos protagonistas (Marthe Keller e Hildegard Knef, actriz y cantante alemana). De nuevo, sentí la triste nostalgia de lo que podría haber sido Fedora en los tiempos dorados de Wilder cuando hacía y deshacía a su antojo… Cuando las estrellas caían a sus pies y deseaban trabajar en sus películas. Aquí Wilder reparte collejas agrias a la nueva industria del cine y también a la vieja escuela dorada que él conocía (ya dejó un retrato maravilloso de ese viejo Hollywood en El crepúsculo de los dioses). Y habla sobre la mitología de las estrellas y lo que cuesta mantener ese mito que quita y roba vidas e identidades. Wilder se deja llevar por el melodrama puro y duro, por la película siniestra y cruel, y reflexiona sobre las leyendas cinematográficas, sobre los precios que hay que pagar, sobre la belleza, sobre el envejecimiento, sobre el olvido…, y todo de la mano de un personaje que me ha conmovido con el rostro —ya marcado por la edad y dejando una interpretación melancólica y desencantada— de mi adorado William Holden. Él levanta Fedora y le da su dimensión épica, trágica e interesante. Con él reflexionamos, con él nos sorprendemos, con él nos desencantamos, con él nos ilusionamos, con él sufrimos, con él descubrimos…

Holden es un productor independiente que busca la manera de sacar adelante un nuevo proyecto…, y busca a una vieja gloria del cine por la cual no pasan los años, Fedora. Y se la encuentra aislada en una casa rodeada de unos seres extraños, una anciana condesa paralítica y grotesca, una especie de ama de llaves inflexible y fría, un antipático doctor de dudosa profesionalidad y un chófer-guardaespaldas que parece que limitan y anulan la libertad de la antigua y gloriosa actriz de Hollywood… Empieza el duro y triste espectáculo donde veremos interesantes cameos de Henry Fonda y Michael York haciendo de sí mismos.

Ambas películas emplean el flash back —de distinta manera— para contarnos unas historias de poso melancólico y trágico. Una vuelta al pasado, a una forma determinada de contar películas…, un Wilder que nos habla de amores perdidos, de ficciones y leyendas, de la crueldad y dureza de la vida, de la complejidad de las relaciones humanas…, sí, a veces, se le escapa su sentido del humor.

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50 años con El Apartamento

Todavía están jugando a las cartas C.C. Baxter y la señorita Kubelik.

Mientras se están terminando de cocer unos buenos espaguetis al lado espera la raqueta-colador.

La mesa ya está lista con dos platos desparejados con sus vasos respectivos, también desparejados, y unos cubiertos de su padre y de su madre.

En el tocadisco suena una vieja canción de amor de un disco que se ha dejado ‘un visitante’ anterior.

La televisión está puesta sin sonido alguno y las imágenes dan un poco más de luz a la penumbra.

Procuran no hacer mucho ruido, quieren ser buenos vecinos. El bueno del médico y su familia siempre han estado al otro lado del muro.

C.C. Baxter y la señorita Kubelik se acaban de quedar ambos sin trabajo.

Pero por lo menos miran con una sonrisa hacia al futuro.

No saben si será bueno o malo. No saben si seguirán juntos.

Pero por lo menos están ahora en El apartamento jugando una partida de cartas que puede convertirse en un principio.

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Diccionario cinematográfico (133)

Sueños: sueños o pesadillas han poblado la gran pantalla. Soñar despierto, vivir una auténtica pesadilla y no poder salir de ella. Dulces sueños, pesadillas que nos alteran y nos hacen llorar o gritar.

Representaciones del sueño.

El cine ha sabido mucho sobre sueños y pesadillas.

Hasta Charlot soñó en El chico. Y también en Tiempos modernos imagina lo que sería tener una casa donde estar junto a su amada.

Dalí fue el creador de un extraño sueño con claves que tiene Gregory Peck en una pequeña joya llamada Recuerda.

Edward G Robinson es protagonista de una larga pesadilla en la enigmática La mujer del cuadro.

El protagonista de Big Fish sueña despierto a todas horas e imagina un mundo paralelo.

Robert Siodmak crea una angustiosa Pesadilla con George Sanders de protagonista.

El pobre Dustin Hoffman como ese sin techo cojo en Cowboy a medianoche sueña sin parar en un futuro mejor fuera de la ciudad y del aislamiento en compañía de su nuevo amigo.

Y si seguimos con sueños tristes ahí está Mike en My Idaho privado con sus ataques de narcolepsia y sus imágenes de una madre vestida de blanco que le toca la cabeza y le consuela diciéndole que todo irá bien.

El duro detective que se duerme ante un cuadro donde está el retrato de una mujer de la que se está enamorando profundamente…, aunque ha sido asesinada. Ella es la enigmática Laura. De pronto, el duro detective dormido en un sillón, abre los ojos y allí está ella en carne y hueso. El duro detective cree, sin duda, que está soñando.

Tampoco me quito de la cabeza a un Woody Allen que sueña despierto, que sueña que se declara a la chica, que habla con Bogart… en Sueños de un seductor.

Otro recreador de sueños es Fellini y ese Ocho y medio cuando el protagonista está atrapado en un túnel en un atasco monumental y sale volando. Fellini es onírico y a través de los sueños trae el recuerdo y la nostalgia.

Cine y sueños

Sueños y cine.

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Madame de… (Madame de…, 1953) de Max Ophüls

Si se está en una clase de cine sobre cómo rodar una película, cómo contar una historia a través de una cámara o las posibilidades del lenguaje cinematográfico, un buen ejemplo sería Max Ophüls con un dominio de cómo contar una historia visualmente de manera perfecta.

Algunos han criticado su excesivo movimiento de cámara (pero ese movimiento formaba parte de su expresión cinematográfica) y también se ha señalado el gusto exquisito por el detalle en los distintos ‘escenarios’ cinematográficos que junto al movimiento le ha valido el adjetivo de barroco. Sin embargo, lo poco que voy descubriendo de su obra me aleja de ese adjetivo, creo que era claro y directo con un sumo cuidado por el detalle y que todo lo que se remarcaba en cada fotograma o secuencia tenía su porqué.

Ahora le toca el turno a Madame de… (adaptación de una novela de Louise Leveque de Vilmorin), a simple vista se puede ver como un perfecto melodrama de triángulo amoroso que acaba en tragedia. Pero cómo cuenta esta historia le da un valor extra. También se puede disfrutar por el terceto protagonista inusual pero atractivo así los tres están más que correctos en sus roles respectivos. Uno de los placeres de Madame de… es ver en pantalla grande (lo que permita nuestros televisores, claro) a Danielle Darrieux (actriz en comunicación especial con su director según se nos cuenta en los maravillosos documentales que acompañan el dvd), el siempre fascinante (para Hildy, claro) Charles Boyer y la oportunidad de ver a Vittorio de Sica como actor (no sólo era un director fascinante).

Madame de… es para ver con deleite, despacio, y volverla a ver para captar sus detalles y movimientos de cámara. De nuevo, observamos el interés de Ophüls por retratar los años finales del siglo XIX y principios del XX, una época que reflejó con cuidado excesivo. Así podemos deleitarnos con los vestuarios, las estancias, los salones de bailes, los carruajes… También su interés temático por reflejar los placeres, las hipocresías sociales, lo efímero de la felicidad, la dificultad de mantener esa felicidad y los designios del destino.

Desde el principio de esta historia Ophüls con su cámara nos permite fijarnos en la importancia que tendrá en la trama unos pendientes de diamantes, protagonistas absolutos del devenir de los personajes por una serie de casualidades del destino. Es en lo primero que fijaremos nuestros ojos al principio de la película y lo último que veremos, un par de pendientes que irán teniendo distintos significados para cada uno de los protagonistas. Así empieza una historia de manera desenfadada incluso con ribetes de comedia para terminar siendo toda una tragedia y así también descubriremos la transformación de Madame de… una mujer frívola, inmersa en las convenciones sociales, coqueta y despreocupada en una mujer que sufre por amor y por las pequeñas mentiras en las que ha ido envolviendo su vida.

Los pendientes irán uniendo los destinos trágicos de la madame, su frío y cínico esposo y ese amante italiano en una historia que tenía ingredientes de comedia frívola y termina en emocionante drama. Ophüls nos narra el proceso de enamoramiento entre esposa y amante a través de un vals en distintos momentos, los amantes giran y giran y sus emociones también. Madame trata de huir de ese amor en un largo viaje donde no envía las cartas en las que responde al amado amante sino que las rompe en pequeños pedazos que se confunde con la nieve exterior.

El espectador asiste así a la transformación natural de la alegría y despreocupación de vivir al trágico destino de su protagonista y los hombres que la rodean. Nos sorprende y emociona con una estructura perfecta. Y unos pendientes han sido los protagonistas de una tragedia no anunciada. Así unos personajes simples a primera vista se convierten en unos retratos más complejos de lo que nos habíamos supuesto.

Relájense, pónganse frente a una pantalla y disfruten del espectáculo cinematográfico de Madame de…

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Rescatar rostros del olvido

Olvidado y hermoso Gérard Philippe murió con tan sólo 36 años y ya era muy grande en los escenarios de teatro y contaba con una considerable filmografía (desgraciadamente difícil de conseguir).  En sala, en pantalla grande, se le recuerda sobre todo por Fanfan La Tulipe o fue uno de los amantes de Montparnasse, atormentado Modigliani. Su aparición estelar en el mundo del cine se produjo en 1947 con El diablo en el cuerpo, una adaptación de la novela de Raymond Radiguet…, su última película fue en 1959 bajo la batuta de Luis Buñuel en una de sus películas menos conocidas, La fiebre sube al Pao con la mismísima María Félix.

Otro personaje mítico de vida atormentada y complicada fue la de Arletty pero si quieren rescatarla está grande en dos películas francesas hermosas: Hotel del Norte, 1938, y Los niños del paraíso, 1945, ambas de Marcel Carné. En la primera es una prostituta de carácter y en la segunda una bella y misteriosa dama.

Seguimos con Francia y la vida de una hija de exiliados políticos españoles, María Casarès, actriz de teatro y escenarios que también estuvo bien presente en pantalla grande. Dulce personaje de mujer enamorada en Los niños del paraíso y musa de Cocteau en Orfeo. Su último papel es precioso de abuela nostálgica en La otra América.

Y nos vamos con uno de esos franceses como Boyer o Chevalier que hicieron carrera en Hollywood, quizá es el más olvidado de los tres, el elegante Louis Jourdan que no cae en olvido por sus composiciones en Carta de una mujer desconocida de Max Ophüls y Gigi de Vicente Minnelli.

Desde Italia recordamos el rostro de Elsa Martinelli que no eligió muy bien sus papeles pero estuvo inolvidable en esa película de aventuras en la selva que se llama Hatari en 1962 donde fue la fotógrafa más intrépida. También trabajó bajo las órdenes de Orson Welles en El proceso.

Otra mujer que no ha dejado de trabajar ni a sol ni a sombra que fue todo un icono en los años setenta y ahora un puntito olvidada es Stefania Sandrelli. Cuenta, sin embargo, con una filmografía rica en aciertos: en nuestro cine ha trabajado en varias ocasiones, sin duda su papel más recordado es el de la madre de Jordi Mollá en Jamón, Jamón. Pero en los años setenta y ochenta es imposible olvidar su rostro en La familia, Novecento, El conformista

Y si hablamos de la Sandrelli surge otro rostro hermoso que trabajó junto a ella en más de una película, la rubia etérea Dominique Sanda también presente en Novecento y El conformista y arrebatadoramente hermosa y confusa en El jardín de los Finzi Contini. También fue icono de belleza y sensualidad en los años setenta.

Entonces con El jardín de los Finzi Contini de Vittorio de Sica viene a la cabeza el muso de Visconti, Helmut Berger. El rostro bello por excelencia que oculta lo más degenerado y triste en su impresionante intervención en La caida de los dioses o su desolador papel en Confidencias. Dicen que era mal actor pero tenía una presencia y un rostro que despertaba sentimientos encontrados y extraños.

A Massimo Troisi sólo se le recuerda por su último papel, cuando ya estaba muy enfermo del corazón, y con el que consiguió reconocimiento internacional, El cartero y Pablo Neruda. Sin embargo, era un actor, guionista y director de cine valorado en Italia y que fue actor fetiche durante tres películas del director Ettore Scola.

El cine americano también tiene muchísimos rostros olvidados. Los niños prodigios que destacaron en su juventud y a los treinta y… ya eran has been. Un ejemplo es uno de esos niños y luego jóvenes con talento desbordante como Russ Tamblyn que si hubieran sido buenos tiempos para los musicales se hubiese convertido en leyenda. Pero le recordamos bailando en Siete novias para siete hermanos y en West Side Story y no le olvidamos como adolescente con problemas en Vidas borrascosas.

Otro de esos niños que tuvo carrera de adulto pero nunca llegó a estrella fue Dean Stockwell (su trabajo ha sido muy prolífico en televisión) pero yo no puedo olvidarle en Larga jornada hacia la noche en 1962.

Carroll Baker empezó pisando fuerte en los cincuenta y se convirtió en musa sexual, tentación rubia, y pronto cayó en olvido y en carrera mediocre. Sin embargo, nunca será olvidada por sus interpretaciones en Gigante, la maravillosa Baby Doll o la mastodóntica La conquista del Oeste.

Su aparición en la pantalla grande fue impactante y en jugoso papel, aún sigue trabajando pero nunca fue mega estrella, sin embargo, cuenta con una filmografía con unos cuantos títulos muy interesantes. Nunca caerá en olvido por su magnífico debú en Río Bravo. Pero nunca la olvidaremos en Código del hampa, La jauría humana o A quemarropa. Me estoy refiriendo a Angie Dickinson.

¿Acaso no recuerdan a una divertidísima Paula Prentiss en Su juego favorito, genial comedia? ¿O en esa locura que es Qué tal, Pussycat? También se dejó ver en esa película antibélica con nombre de Trampa 22.

Cerremos la lista por hoy con una actriz que vino de Suiza y protagonizó dos papeles antagónicos pero maravillosos, divertida y sexy se convirtió en personaje inolvidable de Un dos tres de Wilder. Tierna, meláncolica, romántica y esperanzada en Tiempo de amar, tiempo de morir del maestro Sirk. Sólo por esas películas yo ya no la olvido, ella es Lilo Pulver.

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Lanzamientos imaginarios de dvd…

No estaría mal que saliera en dvd Nos habíamos amado tanto (1974) de Ettore Scola. Y siguiendo con Scola qué bien si también hubiera bonita iniciativa que editara Macarrones (Maccheroni, 1985).

Sí, Frank Capra tiene su obra en dvd, pero ¡qué dvds! no hay ni una sola obra de Capra en una edición cuidada y con extras jugosos.

Por soñar que no quede. ¿Se imaginan un pack que recogiera la obra, vida y milagros de Jean Harlow? o qué me dicen si tenemos una bonita edición con El amor de Roberto Rossellini.

Venga alguna petición más me viene a la cabeza.

Qué les parece un pack muy que muy cuidado, con extras muy bien elegidos, con cuadernillos interesantes y dvd de calidad de la obra de Ida Lupino como directora. ¿Se podría hacer lo mismo con la obra como directora de Ana Mariscal?

Y ¿si se lanzaran packs temáticos pero bien trabajados tanto el tema como la selección? Por ejemplo, ahí va una idea, La depresión de 1930 en el cine y seis películas emblemáticas con sus documentales adecuados y cuadernillo genial (me vienen más de seis buenas películas deseables en dicho ciclo).

Ahí van las sugerencias.

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Diccionario cinematográfico (132)

Despedida: hoy me ha venido a la cabeza esta palabra. Y las despedidas pueden ser de muchas y múltiples maneras. Un adiós de dos amantes. El adiós de un miembro de familia. La marcha de un amigo. La despedida de los soldados. También, podemos poner la palabra despedida cuando una persona querida se está muriendo y tiene tiempo para una palabra adecuada para cada uno de los que están a su lado. Despedida cuando dos personas se separan para siempre. Despedida también cuando te comunican que pierdes un trabajo, que prescinden de tus servicios, o cuando te jubilas… La despedida tiene muchas dimensiones. Incluso  extraterrestes como ET o Starman puede protagonizar emocionantes despedidas cuando ya pueden volver a sus planetas.

Hay múltiples escenarios para este acto melancólico, a veces, otros feliz. A mí me pueden los trenes. Memorables adioses. Últimamente tuvimos romántica despedida con tren desde Argentina en El secreto de tus ojos. Pero son infinitas las escenas que se quedan en la retina con un tren que se pone en marcha y cómo en un vagón hay alguien que se va para quizá no volver. ¿No me digan que no recuerdan escenas cinematográficas de una despedida con un tren en marcha y alguien corriendo por el andén?

Quizá una despedida de un ser querido que muere, que se va, pero puede decir palabras de adiós a los que están a su lado… me embarga la emoción cuando recuerdo a ese hombre complejo pero rodeado de amigos y familiares de los que se despide tranquilo con la palabra adecuada… me viene a la cabeza la larga secuencia final dura, emocionante y hermosa de Las invasiones bárbaras.

Otra despedida que me conmueve es la de Tom Joad cuando se marcha para seguir luchando y superviviendo. Para conseguir derechos y justicias. Tom Joad tiene que renunciar a estar al lado de su familia. La madre despierta y le reprocha, dulce, si pensaba irse sin despedirse de ella. Y entonces Tom trata de explicarla por qué tiene que irse y la dice que a pesar de la distancia que ella sepa que siempre él estará presente. Es una despedida preciosa la que ofrece Ford en Las uvas de la ira.

Si regresamos al cine actual podemos asistir a esas despedidas preparadas y tremendas, a través de intermediarios fríos, porque en las empresas no quieren realizar ellos mismo esta labor, y podemos ver las distintas reacciones que provoca la fría e impersonal despedida en los distintos trabajadores en Up in the air.

De despedida de amantes hoy elijo la de los protagonistas de Shampoo de Hal Ashby. Warren Beatty y Julie Christie en lo alto de una montaña… y de un Beatty que se queda solo y ve cómo se va para siempre su sueño, su oportunidad perdida. Una escena llena de melancolía.

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Guy de Maupassant en el cine. El placer (1952) de Max Ophüls

Qué gusto cuando das con un dvd hecho con mucho pero mucho cariño y calidad (sólo un aviso es carísimo pero así como otras veces te parece que te están tomando el pelo, aquí es una edición cuidadísima, con unos extras interesantes, una copia buena y un libreto con información adicional y también bien editado) y esto es lo que pasa con El placer de Max Ophüls todo un delicatessen para aquellos que disfruten con Maupassant (ya os digo que yo disfruto con sus cuentos y algunos de ellos no me canso de leerlos) y los que son admiradores o están descubriendo (como es mi caso) al director.

Tengo que decir que a Ophüls le tenía bastante abandonado. De su filmografía sólo había visto más de una vez Carta a una mujer desconocida y punto. Ahora estoy empezando a descubrir su último periodo francés y surgen sorpresas como El placer donde Maupassant en persona (vamos en voz) nos cuenta tres de sus relatos. Y uno de ellos a mí me entusiasma y está adaptado cinematográficamente de maravilla (para mi humilde opinión, claro está). Se trata del cuento central y más largo La casa de Tellier.

Max Ophüls además me demuestra también su uso del lenguaje cinematográfico para contarnos una historia y me está fascinando. Los otros dos cuentos que abren y cierran El placer son más melancólicos pero fascinantes que la alegría de vivir que encierra esa delicia que es La casa de Tellier. Los segmentos son Las máscara y La modelo. Por los extras me entero de que La modelo (maravilloso) fue un cambio de último momento porque el cuento que quería adaptar Ophüls era La mujer de Paul pero un cambio de productora hizo que ese relato se cambiara (además era de un tema más escandaloso que los demás para el momento… ¡¡¡lesbianismo!!!). Después descubro en esas indagaciones que hago de vez en cuando que una de las películas de Jean-Luc Godard, Masculino, femenino, adapta ese cuento que no pudo realizar Ophüls.

El segmento central La casa de Tellier es una gozada que además me rescata a un Jean Gabin encantador. El cuento narra de manera preciosa como en una pequeña localidad la comunidad de hombres se queda desolada porque han cerrado durante una noche la casa de prostitutas. Después, nos cuentan como la madame y todas sus pupilas van un fin de semana al campo para estar presentes en la primera comunión de la sobrina de la madame. Así viajamos con ellas en tren y en carreta, asistimos a su noche fuera del burdel y su emoción sobre todo de una de ellas, Rosa (este personaje en la película es la actriz Danielle Darrieux), durante la celebración del acto religioso en la pequeña iglesia de la localidad que contagia a todos los feligreses. También vemos la relación de cariño y atracción que se establece entre esa misma Rosa y el hermano de la madame, carpintero y hombre de campo. Después, vivimos la despedida y su regreso a su burdel para alegría de los hombres que se habían quedado desolados.

La manera de recrearlo de Ophüls (que también ejerce su visión en el guión) me ha fascinado. Cómo presenta todo el burdel y la viva vida en el interior de la casa siempre desde el exterior como dejándonos colar a través de las ventanas y las puertas. Una maravilla. Ese viaje en el estrecho vagón de tren o los dos viajes en ese viejo carro de madera, precioso, con un enorme caballo blanco. La preparación de los niños para su primera comunión…, es que no hay ni una escena que se pueda quedar fuera… El exotismo y la alegría que dan esas mujeres fuera de su lugar habitual, que son naturales, como la naturaleza que van a visitar. De verdad, una delicia de viaje.

Los otros dos cuentos también son un hallazgo visual y las historias potentes con un grado alto de melancolía. La modelo narra con especial sensibilidad y psicología el enamoramiento durante los tres primeros meses de una pareja donde todo es maravilloso hasta el desencanto posterior cuando empiezan a faltarse el respeto el uno y el otro. Los juegos de cámara que emplea para contarnos la historia me han dejado en el sitio. Y La máscara, el primero, es un relato triste sobre un hombre que fue hermoso, con éxito y atrayente y cómo trata de aferrarse a su juventud aunque siempre tiene un hogar donde regresar y una mujer con los pies en la tierra pero que le quiere con su nostalgia y delirios de juventud.

Descubrir El placer ha supuesto para mí encontrar una pequeña joya que me estaba esperando. Ah, y si consiguen el cuento La casa de Tellier creo que se emocionarán con su lectura.

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Guy de Maupassant en el cine. Il lavoro (1962) de Luchino Visconti

Sin ninguna duda y a voz en grito el episodio que más me gusta de los que componen la obra coral Boccaccio 70 es Il lavoro que dirige Visconti con una maravillosa interpretación de Romy Schneider. Pocas veces he visto Boccaccio entera y, sin embargo, muchas veces me he detenido en Il lavoro. Siempre me seduce.

Luchino Visconti se inspiró en un relato de Guy de Maupassant (muchos de sus cuentos son maravillosos y me encanta releerlos una y otra vez) y en una novela corta (La señorita Else) de Arthur Schnitzler.

Quizá me adelanto y este post sería más completo si hubiese leído también (que lo haré) La señorita Else del que tan sólo tengo informaciones y lecturas alrededor de la obra pero no la obra en sí. Pero no me preocupo porque sin duda su lectura me dará más pistas y me hará volver a visionar Il lavoro y descubrir más cosas. Respecto a lo que pudo inspirar de Schnitzler sólo tendré intuiciones.

El relato de Maupassant que le inspira es Au bard du lit (Junto al lecho) escrito en 1883 donde el escritor reproduce una conversación entre el conde y la condesa de Sallure. Ambos regresan de un baile y empiezan una conversación donde el conde le echa en cara a la condesa cómo ha sido cortejada esa noche. La condesa desenfadada y razonando le contesta que no tiene por qué echarle nada en cara que ya le quedó muy claro hace un año que era mujer libre cuando él le contó su historia con su amante, la señora de Servy. Así diserta sobre el matrimonio legalizado, esa institución que les mantiene unidos por convenciones sociales, y los amores ilícitos. Le hace todo un razonamiento al celoso marido y al final le exige 5000 francos por acostarse con ella durante un mes, calculando lo que el marido puede gastarse con toda su colección de amantes desde que lo dejó con la señora de Servy.

Visconti ambienta su obra cinematográfica no a finales del siglo XIX sino en época contemporánea y también la sitúa en las clases altas. Sí, será una conversación en sus lujosos aposentos de un joven matrimonio formado por el conde italiano Ottavio, de una aristocracia ya venida a menos, y una mujer que es rica por vía paterna, Pupe, de origen austriaco. El conde Ottavio presa de paparazis acaba de protagonizar uno de sus escándalos sexuales que sale a toda página en los periódicos nacionales. Sus abogados están preocupadísimos por el patrimonio del conde por si puede suponer el divorcio con la esposa que ha desaparecido ante estos últimos eventos (y una pérdida del grifo económico que les permite el padre rico de Pupe)… pero de pronto son informados de que la esposa está en el dormitorio y los abogados arrastran al conde a que vaya a conversar con la esposa y arreglen sus diferencias. En esta conversación Pupe hará una proposición final al esposo, razonada, al que pide una cantidad de dinero a cambio de favores sexuales. Pupe le dice que ya no vivirá del dinero de su padre —ha hecho una apuesta con él de que encontrará un oficio— sino que buscará un trabajo para mantenerse, para dejar de ser mujer ociosa y dependiente de su relación con el conde, otro ser ocioso. Va barajando varios trabajos para los cuales se sabe que no está preparada, al final, confiesa que ha estado visitando a las profesionales del sexo que han destapado el escándalo y les ha pedido que le cuenten sobre su trabajo y sobre las tarifas que barajan. Al final, Pupe le dice a su marido que ése puede ser su trabajo, que él le pague por sus servicios. Pupe recibe una llamada del padre y le dice que en esos momentos no le puede atender porque ya ha encontrado un trabajo.

Tras la alegría de vivir, la frivolidad (pero cargada de verdades y un ataque directo a hipocresías sociales) y la aparente felicidad del relato de Maupassant, Visconti lo acompaña de un halo trágico y mucha melancolía en su Il lavoro y el retrato maravilloso y cargado de matices (gracias a una Romy especial) de Pupe. Sin duda en la construcción de este personaje femenino es donde más se ve la huella de Schnitzler —su novela corta es un monólogo interior, Pupe no deja de decir a su esposo lo mucho que ha estado pensando— y en la presencia importante (fuera de campo) del padre de la protagonista para la resolución final.

Visconti realiza este episodio lleno de matices en esa enorme mansión donde los dos jóvenes ociosos y frívolos rodeados de toda la hipocresía social de la que ellos participan en su día a día conversan sobre su matrimonio roto, sobre los amores ilícitos que despiertan la pasión y sobre sus vidas vacías. Todas las hipocresías y ataduras son representadas por el grupo de abogados y ese padre que llama o es llamado por teléfono. También, dentro de ese mundo de reglas y distancias participa el servicio testigo silencioso de las frivolidades de la pareja y de la injusticia que acarrea sus vidas vacías y ociosas.

Sin duda no sólo la dirección elegante de Visconti, sus dos buenas fuentes de inspiración, la escenografía siempre tan importante en su cine, hacen de Il lavoro algo especial sino también la interpretación llena de detalles de una Romy Schneider espectacular de niña rica vacía que toma una decisión y una determinación muy especial.

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