La vida privada de Sherlock Holmes (The private life of Sherlock Holmes, 1970)/ Fedora (Fedora, 1978) de Billy Wilder

Ocho años separan a ambas películas y ambas tras su visionado me han dejado con cierta melancolía. Ambas fueron dirigidas por Wilder y forman parte del último tramo de su carrera de un hombre que no quería dejar de contar historias en una pantalla de cine. Ambas cuentan además con su labor como guionista junto a I. A. L. Diamond. En la primera contaba con 64 años y en la segunda tenía 72. Wilder se movía en una industria que ya no era la misma en la que empezó como guionista y después también como director. Ni los tiempos eran los mismos, ni el público. De pronto, Wilder se convirtió en el director incomprendido. Dejó de ser un hombre respetado. Era hombre que veía cómo le expulsaban de un mundo en el que había sido director imprescindible y tuvo que experimentar lo que costaba llevar adelante sus proyectos en una industria que ya no creía en él ni le respetaba. Los nuevos directivos no entendían ni miraban el pasado y tenían otro concepto de los directores y las historias que se debían llevar a pantalla. Tiempos crueles para Wilder pero él siguió cabezón y con temperamento y entregando buenas historias y realizando sus proyectos.Y dando sus collejas y mostrando su mala leche…

Así nos deja dos obras que a mí personalmente me han sorpendido y me han dejado triste. Y he visto lo que podrían haber sido si hubiera sido como en otros tiempos rey de los estudios y de la taquilla. Así La vida privada de Sherlock Holmes película mutilada y que no pudo terminar como él quiso deja un rastro de película bella y llena de posibilidades, emociona en su contención. Lo que ha llegado hasta nosotros. No importa tanto la trama detectivesca como la interpretación que realizan Wilder y Diamond del personaje literario de Conan Doyle, un Holmes cocainómano, demasiado inteligente y lógico, que arrastra su leyenda —gracias a las historias del amigo Watson— y capaz a base de miradas y gestos de convertirse en hombre enamorado y traicionado a la vez.

La vida privada de Sherlock Holmes cuenta una historia secreta y se detiene en el detalle. De fondo una hermosísima banda sonora de otro clásico en la música en el cine, Miklós Rózsa. Ninguno de los actores es estrella pero bordan sus papeles y hay un guiño en un papel secundario donde encontramos el rostro de Christopher Lee que en los años cincuenta formó parte del reparto de El perro de Baskerville. El principio es hermoso y nostálgico. Se abre un viejo baúl oculto durante años en los sotanos de un banco. Y ese baúl contiene toda una vida…, el amigo Watson guarda la historia de Holmes en un viejo baúl polvoriento donde junto a distintos objetos reconocibles del legendario protagonista, se oculta un legajo donde Watson cuenta una nueva historia, que se inmiscuye en la vida privada de Holmes. Entre los objetos, el número del piso que habitaban juntos, la lupa, su sombrero, su jeringuilla, su anillo y un reloj con el retrato de una dama… La vida privada de Sherlock Holmes es un divertimento hermoso e inacabado que deja entrever una obra cinematográfica grande.

Fedora parte de una buenísima y profunda historia con giro incluido pero con un reparto fallido sobre todo en sus dos protagonistas (Marthe Keller e Hildegard Knef, actriz y cantante alemana). De nuevo, sentí la triste nostalgia de lo que podría haber sido Fedora en los tiempos dorados de Wilder cuando hacía y deshacía a su antojo… Cuando las estrellas caían a sus pies y deseaban trabajar en sus películas. Aquí Wilder reparte collejas agrias a la nueva industria del cine y también a la vieja escuela dorada que él conocía (ya dejó un retrato maravilloso de ese viejo Hollywood en El crepúsculo de los dioses). Y habla sobre la mitología de las estrellas y lo que cuesta mantener ese mito que quita y roba vidas e identidades. Wilder se deja llevar por el melodrama puro y duro, por la película siniestra y cruel, y reflexiona sobre las leyendas cinematográficas, sobre los precios que hay que pagar, sobre la belleza, sobre el envejecimiento, sobre el olvido…, y todo de la mano de un personaje que me ha conmovido con el rostro —ya marcado por la edad y dejando una interpretación melancólica y desencantada— de mi adorado William Holden. Él levanta Fedora y le da su dimensión épica, trágica e interesante. Con él reflexionamos, con él nos sorprendemos, con él nos desencantamos, con él nos ilusionamos, con él sufrimos, con él descubrimos…

Holden es un productor independiente que busca la manera de sacar adelante un nuevo proyecto…, y busca a una vieja gloria del cine por la cual no pasan los años, Fedora. Y se la encuentra aislada en una casa rodeada de unos seres extraños, una anciana condesa paralítica y grotesca, una especie de ama de llaves inflexible y fría, un antipático doctor de dudosa profesionalidad y un chófer-guardaespaldas que parece que limitan y anulan la libertad de la antigua y gloriosa actriz de Hollywood… Empieza el duro y triste espectáculo donde veremos interesantes cameos de Henry Fonda y Michael York haciendo de sí mismos.

Ambas películas emplean el flash back —de distinta manera— para contarnos unas historias de poso melancólico y trágico. Una vuelta al pasado, a una forma determinada de contar películas…, un Wilder que nos habla de amores perdidos, de ficciones y leyendas, de la crueldad y dureza de la vida, de la complejidad de las relaciones humanas…, sí, a veces, se le escapa su sentido del humor.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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