Madame de… (Madame de…, 1953) de Max Ophüls

Si se está en una clase de cine sobre cómo rodar una película, cómo contar una historia a través de una cámara o las posibilidades del lenguaje cinematográfico, un buen ejemplo sería Max Ophüls con un dominio de cómo contar una historia visualmente de manera perfecta.

Algunos han criticado su excesivo movimiento de cámara (pero ese movimiento formaba parte de su expresión cinematográfica) y también se ha señalado el gusto exquisito por el detalle en los distintos ‘escenarios’ cinematográficos que junto al movimiento le ha valido el adjetivo de barroco. Sin embargo, lo poco que voy descubriendo de su obra me aleja de ese adjetivo, creo que era claro y directo con un sumo cuidado por el detalle y que todo lo que se remarcaba en cada fotograma o secuencia tenía su porqué.

Ahora le toca el turno a Madame de… (adaptación de una novela de Louise Leveque de Vilmorin), a simple vista se puede ver como un perfecto melodrama de triángulo amoroso que acaba en tragedia. Pero cómo cuenta esta historia le da un valor extra. También se puede disfrutar por el terceto protagonista inusual pero atractivo así los tres están más que correctos en sus roles respectivos. Uno de los placeres de Madame de… es ver en pantalla grande (lo que permita nuestros televisores, claro) a Danielle Darrieux (actriz en comunicación especial con su director según se nos cuenta en los maravillosos documentales que acompañan el dvd), el siempre fascinante (para Hildy, claro) Charles Boyer y la oportunidad de ver a Vittorio de Sica como actor (no sólo era un director fascinante).

Madame de… es para ver con deleite, despacio, y volverla a ver para captar sus detalles y movimientos de cámara. De nuevo, observamos el interés de Ophüls por retratar los años finales del siglo XIX y principios del XX, una época que reflejó con cuidado excesivo. Así podemos deleitarnos con los vestuarios, las estancias, los salones de bailes, los carruajes… También su interés temático por reflejar los placeres, las hipocresías sociales, lo efímero de la felicidad, la dificultad de mantener esa felicidad y los designios del destino.

Desde el principio de esta historia Ophüls con su cámara nos permite fijarnos en la importancia que tendrá en la trama unos pendientes de diamantes, protagonistas absolutos del devenir de los personajes por una serie de casualidades del destino. Es en lo primero que fijaremos nuestros ojos al principio de la película y lo último que veremos, un par de pendientes que irán teniendo distintos significados para cada uno de los protagonistas. Así empieza una historia de manera desenfadada incluso con ribetes de comedia para terminar siendo toda una tragedia y así también descubriremos la transformación de Madame de… una mujer frívola, inmersa en las convenciones sociales, coqueta y despreocupada en una mujer que sufre por amor y por las pequeñas mentiras en las que ha ido envolviendo su vida.

Los pendientes irán uniendo los destinos trágicos de la madame, su frío y cínico esposo y ese amante italiano en una historia que tenía ingredientes de comedia frívola y termina en emocionante drama. Ophüls nos narra el proceso de enamoramiento entre esposa y amante a través de un vals en distintos momentos, los amantes giran y giran y sus emociones también. Madame trata de huir de ese amor en un largo viaje donde no envía las cartas en las que responde al amado amante sino que las rompe en pequeños pedazos que se confunde con la nieve exterior.

El espectador asiste así a la transformación natural de la alegría y despreocupación de vivir al trágico destino de su protagonista y los hombres que la rodean. Nos sorprende y emociona con una estructura perfecta. Y unos pendientes han sido los protagonistas de una tragedia no anunciada. Así unos personajes simples a primera vista se convierten en unos retratos más complejos de lo que nos habíamos supuesto.

Relájense, pónganse frente a una pantalla y disfruten del espectáculo cinematográfico de Madame de…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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