Momento inolvidable de Roma, ciudad abierta

Roberto Rossellini, 1945, neorrealismo italiano y… Anna Magnani, gigantesca y trágica. Ahí continúa esa Roma, de venas abiertas, de ese pueblo que resiste los golpes de la ocupación nazi, ese pueblo que se reconstruye y se levanta día a día, que lucha contra el que oprime. Esa ciudad que se cae en pedazos por una guerra cruenta donde las gentes sencillas sobreviven cada uno como puede.

Da igual, es escena mil veces repetida pero a mí me sigue helando las venas. Esa mujer fuerte, esa Pina enamorada, que sueña con ser feliz, con casarse de nuevo con su tipógrafo, hombre comprometido con la resistencia. Mujer valiente que no calla, mujer con cara única, la Magnani, gigante. Mujer enamorada que ve cómo se llevan en camión al hombre que ama, que ve el futuro que se le depara. Y protesta y grita y corre detrás del amado…, en carrera desesperada que sólo frena una ráfaga de metralla que la deja tirada en el suelo. Desolador. Sólo así logran callarla.

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El violín (2005) de Francisco Vargas Quevedo

A veces el cine te regala un rostro y una voz inolvidable. “Se acabo la música”. Eso es lo que pasa con película pequeña —pequeña por los medios de los que dispone, por sus dificultades de distribución pero grande por lo que cuenta y cómo logra contarlo con escasez de medios— que te encoge el corazón y la cabeza ante lo que vislumbras y lo que oyes.

Tardaré tiempo en olvidar el rostro y la voz de Don Plutarco Hidalgo, un abuelo octogenario y músico rural reflejado por un hombre (que murió en el 2008, ya hace dos años) real no actor pero sí figura importante dentro de la música popular mexicana que dedicó su vida a su conservación, Don Ángel Tavira. Tavira-Plutarco que te llega al corazón con sus frases, su mirada o el movimiento de las manos —era manco, perdió una de sus manos en un accidente pero eso no fue impedimento para dedicarse a lo que amaba: tocar el violín—.

Así la película regala momentos mágicos e inolvidables gracias a Don Plutarco. Ese abuelo, que junto a su hijo (también sobrecoge la fuerza de su rostro, Gerardo Taracena) y su pequeño nieto Lucio (los ojos grandes de Mario Garibaldi), no sólo recorren lugares ofreciendo su música sino que también colaboran con la guerrilla contra el poder del estado opresor (representado por los militares) en una guerra dolorosa y cruel.

La premisa de la que parte es sencilla. La aldea de los tres protagonistas es ocupada brutalmente por el ejército de tal manera que no pueden aportar las armas que escondían en el maizal del abuelo a la guerrilla que espera en las montañas el momento de atacar. Y Don Plutarco sin perder nunca la calma y sabiendo que la vida es cabrona traza un plan para conseguir hacer llegar ese armamento perdido.

Así Don Plutarco, con su apariencia de abuelo músico y su sabiduría popular a cuestas se gana la confianza, con su burra, música y violín, del ejército que ocupa y sobre todo del capitán de la unidad (impresionante también Dagoberto Gama).

Y entonces surgen los cuatro momentos mágicos de la trama. La conversación bajo la luna llena de Don Plutarco y su nieto Lucio. Donde Plutarco trata de hacer entender a su nieto porque no están papá, mamá, porque de momento no pueden regresar a su hogar y porque no pueden regresar hasta que lleguen ‘tiempos buenos’. Don Plutarco narra una vieja leyenda ancestral a su nieto sobre por qué existen hombres ambiciosos que aplastan y oprimen a los hombres verdaderos.

La conversación entre Don Plutarco y el patrón para conseguir una burra que le ayude a llevar a cabo su plan bajo la atenta mirada del nieto. Y ese momento en que el patrón le dice que firme un papel en blanco (el patrón no se fía de Plutarco pero presupone que Plutarco sí debe firmar un papel en blanco como promesa para comprar su burra) y Don Plutarco que ya no tiene tiempo, con dignidad, planta su firma. Así nos regala esos viajes en burra que te encogen el alma.

La conversación entre Don Plutarco y el capitán del regimiento sobre la música y la vida. Donde el capitán del regimiento cuenta su admiración y amor a la música y narra su pasado proletario y humilde. Donde Don Plutarco se ofrece a enseñarle. Y los dos ríen y tal vez sueñan. La única vez donde el capitán parece un ser humano y la única vez que confiesa que no le gusta estar donde está…

Y el último momento en que vemos al abuelo Don Plutarco, digno y valiente, nunca derrotado a pesar del horror. Cuando sentencia al capitán y a todos los espectadores que “se acabó la música”. Y nos abandona a todos con un escalofrío.

Será difícil olvidar a Don Plutarco, sus palabras, su música al violín sin una de sus manos y su mirada…

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Miscelánea de títulos de aquellas que no vi y estrenos de cartelera

Gente de Roma (2003) de Ettore Scola

Director al que tengo especial cariño porque me encanta Una jornada particular, porque me emociono con La familia o sueño con poder volver a ver Macarroni. Su último trabajo estrenado hasta la fecha en España fue Gente de Roma, una especie de radiografía documental en ficción de la vida de una ciudad, de Roma. Scola se escapa con su cámara y atrapa momentos de distintas personas que habitan las calles. Y ahí queda un fresco de situaciones y personajes a veces emotivos. Me quedo con el momento de ese padre y ese hijo en un restaurante (qué bien se le dan a Scola las comidas).

Paranoid Park (2007) de Gus van Sant

Otro director por el que siento cariño sobre todo cuando le prometí fidelidad a raíz de quedar absolutamente tocada por Mi Idaho privado. Me encanta esa película. Paranoid Park consigue una belleza visual y un dominio de la imagen cinematográfica y del sonido en una historia sobre la soledad y el sentimiento de culpa de un skater, un adolescente que ve su vida bruscamente cambiada a partir de un acontecimiento trágico al que sólo sabe enfrentarse con el silencio y una confesión escrita para sí mismo.

Up in the air de Jason Reitman

Cuidado tras la preciosa sonrisa de Ryan Bingham (George Clooney) se esconde un hijo de puta (y yo me enamoro en cada fotograma de esa sonrisa y esa forma de bailar. Y ese pelo…). Pero Ryan lo sabe, su trabajo es tremendo, trabaja para una empresa externa que gestiona los despidos de grandes empresas. Capitalismo puro y duro. Y Ryan sabe que está  ahí porque las propias empresas quieren desentenderse de la manera más fría y tremenda de sus trabajadores. ¿Ironía?¿Inteligencia? Up in the air de Reitman, te hace reír, te hace sentir y empatizar con los personajes pero también pensar. ¿De qué nos quiere hablar?¿De la soledad? ¿De que es mejor estar mal acompañado? ¿De la necesidad de echar raíces en un hogar?¿De la situación de las personas en los despidos tras estos tiempos de crisis? ¿Que sí que es muy bueno que te despidan para atreverte hacer cosas que ni habías soñado?¿Que se puede superar la situación si tienes a alguien que te apoya detrás…?, ufff, desgraciadamente para George Clooney y su joven y pedante compañera (y si consigue también que sea tierna) y su mundo burbuja el despido siempre es una mala racha, una etapa de incertidumbre, y que si la situación económica y social no lo permite puede ser una situación de larga duración que arrasa y desestructura ese entorno que ‘te rodea y protege’. Que me dice el bueno de Reitman, que efectivamente es muy pero que muy inteligente y sabe armar muy bien un discurso (a mí Gracias por el fuego me sorprendió), ¿que es mejor un matrimonio, unos hijos, un trabajo, un jefe, alguna hipocresía…, que elegir libremente otro tipo de vida que no necesariamente tiene que abocar a la soledad y al desapego absoluto (hay familias muy unidas y me encanta pero también hay quien forma familia y está más solo que nunca)?

Invictus de Clint Eastwood

¿Recuerdan Evasión o victoria de John Huston? Pues Invictus, con aire más serio y producción más cuidada y completa, me ha recordado a esa película del pasado con fútbol de fondo, Silvestre Stallone y Pelé y un partido vital en un campo de concentración nazi. Clint Eastwood cuenta esta vez con Mandela (Morgan Freeman) y su intento por que un nuevo gobierno en Sudáfrica no se sustente en el odio, la venganza y la represalia tras el Apharheid a través de un partido de rugby. Así realiza película entretenida que cuenta como siempre con toques de humanidad que hacen que el respetable público se emocione (ese niño negro que se acerca tímidamente a oír el partido junto a un coche de policías blancos hasta que al final celebra la victoria del equipo con abrazos de los que fueron los enemigos o la relación entre los de seguridad, negros y blancos, que acompañan al presidente).

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Hondo (Hondo, 1953) de John Farrow

Hace poco quedé encantada con un western de los de John Wayne. Una película totalmente desconocida para mí: El ángel y el pistolero. Esa obra era dirigida y escrita por uno de los guionistas favoritos del actor y amigo del alma James Edward Grant. El ángel y el pistolero era una intimista historia de pistolero acogido por familia de cuaqueros y su transformación gracias también a la química que surge con la bella hija de la familia con enormes ojos de Gail Russell. Grant continuó realizando guiones para el icono Wayne. Y él encantado con las buenas frases que le ponía en boca.

Así en 1953 surge Hondo y de nuevo la pareja de camaradas deleita con otro western intimista envuelto en gran producción. De hecho Hondo —ya me informó un amable caballero mientras esperaba la cola para pagar el dvd— fue una de las últimas producciones de los cincuenta que se hizo en 3-D. Como dicen los testigos e historiadores en los extras del dvd poca gente vio en 3-D la película…, yo de hecho en el calor de mi casa la vi, claro está, en 2-D. Se nota que hay escenas como una pelea con cuchillo y algún disparo que está rodada para que el público sufra ataque de pánico al ver una bala traspasar la pantalla.

Pero Hondo me gustó por otros motivos. De nuevo nos habla de un tipo duro y solitario, un pistolero, que se ve transformado y cambiado cuando entra en contacto con una ranchera —cuyo marido pasa bastante tiempo fuera del hogar— y su hijo pequeño. La ranchera fue el debú de una actriz de teatro: Geraldine Page, que después se labraría una interesante carrera cinematográfica. Y de nuevo se consigue la magia y la química entre Page y Wayne creando otra bella y sutil historia de amor con niño incluido. No olvidemos que ese mismo año se estrenó también Raices profundas con la más intensa relación entre el pistolero (Alan Ladd) y el niño (Brando de Wilde). Pero en Hondo tampoco se descuida esta química entre niño y forajido con un aliciente más: el niño también se convierte en el favorito del jefe de la tribu de los apaches, Vittorio (Michael Pate), que al haber perdido a todos sus hijos en su lucha contra los blancos, se queda enganchado con el hijo espabilado de la ranchera.

Porque también son esos años en que el western empieza a dar otra personalidad a los indios. Ya no son el enemigo sin rostro y personalidad sino que se empieza a profundizar en personajes y a mostrar cómo son los blancos los que están echando de sus tierras a los indios y los que están destruyendo su modo de vida. Todavía tímidamente pero ya es un hecho así van surgiendo títulos como Flecha rota o Apache que van dando otra cara diferente y más profunda a los indios. Además, Hondo el pistolero, es un hombre mestizo con sangre india que ha vivido durante años con los indios y conoce bien su personalidad y modo de vida. Los admira. Hondo durante esos años de convivencia estuvo casado también con una mujer india. Son tiernas las escenas en que trata de explicar a la ranchera el significado de las palabras indias.

Hondo merece la pena porque no sólo es un western entretenido sino que cuenta con delicadeza un enamoramiento y porque sigue la estela de evolución que se está produciendo en este género. También cuenta con persecuciones, séptimo de caballería, buenos secundarios del género (como el imprescindible amigo de Wayne y Ford, Ward Bond)…

No me gustaría terminar sin nombrar a otro personaje secundario. El perro de Wayne, Sam. Un perro solitario e independiente que corre siempre tras su dueño, al que Wayne trata rudamente pero que sabe que es su compañero fiel en la soledad del forajido por las montañas, que siempre corre junto a él ante cualquier peligro. El perro rastrea indios, ha sido entrenado para ello, los siente…, y tiene un triste y horrible final. Me apena que el personaje de Wayne no se despida de su compañero fiel, como si ahora al encontrar de nuevo a la ranchera y al niño, el perro no tuviera cábida.

En los extras del dvd se cuenta la dureza del rodaje en México, no sólo por el calor sino por los pesados equipos de 3-D pero como no obstante fue un buen rodaje para todos los que participaron, técnicos y actores. También nos recuerda la personalidad de su director John Farrow, considerado un ‘artesano’ veterano de la industria con películas interesantes de todo tipo de géneros y también conocido como el padre de la actriz Mia Farrow y el esposo de la novia de Tarzán, Maureen O’ Sullivan. Por último, también como curiosidad explican que la última escena de persecuciones entre hombres blancos e indios (que sí los humanizan más pero como siempre los presentan como pésimos estrategas) fue rodada por un John Ford sin acreditar porque Farrow tenía que empezar ya otra película y no pudo terminarla.

Hondo es otra pequeña sorpresa del género. A mí no me decepcionó, sobre todo ver a un Wayne lacónico decir a la amada: “el amor no entiende de calendarios” o algo similar y otras geniales frases además de no olvidar nunca ciertos toques de humor sello de James Edward Grant.

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Los limoneros (Etz Limon, 2007) de Eran Riklis

Hay películas de rostros, miradas y silencios. Películas que se sustentan bajo una sencilla historia y unos actores que la llevan a cabo. Películas sencillas pero de una profundidad y una universalidad que duelen de lo humanas que son. Y eso ocurre con Los limoneros.

Parte de una premisa simple: Una mujer árabe y viuda vive en su sencilla casa y sobrevive por sus limoneros, una herencia de su padre. Unos limoneros que guardan toda su vida y recuerdos, son más que un sustento. Su vida cambia cuando tiene como vecino al ministro de Defensa israelí junto con su esposa. Los agentes de seguridad de los nuevos vecinos deciden que los limoneros afectan a la seguridad del ministro y que lo mejor es talarlos y compensar económicamente a la vecina.

Los limoneros narra así, de manera sutil, el complejo conflicto palestino-israelí y te llega al alma. Habla de humillación, miedo, de lo absurdo de algunas situaciones en nombre de la seguridad, de la ignorancia y de la negación del otro pero también de sueños, de aferrarse a la lucha, de la posibilidad de caminos de encuentro y reconciliación…, todo con sutilidad y como símbolo unos limoneros.

Me entusiasmó esta película. Me entusiasmaron los rostros. Me entusiasmaron la trama principal y las tramas secundarias. Me entusiasmaron las relaciones humanas entre los distintos personajes. Me entusiasmaron los limoneros…

Me quedo con un montón de escenas. Con la preciosa historia intuida e imposible de esa palestina viuda y hermosa con rostro de la actriz Hiam Abbass (que también nos dejó papel tierno en El visitante como recordamos hace poco en un post anterior) y el joven letrado desesperanzado con cara agradable del actor Ali Suliman que recupera esperanza, fuerza y ganas de lucha de la mano de la silenciosa viuda y su lucha desesperada. Son los David que luchan contra muchos Goliats (no sólo contra el Estado de Israel sino también contra los prejuicios de su propio pueblo).

Me quedo con ese árabe maravilloso que lleva cincuenta años trabajando los limoneros, primero con el padre de la protagonista y ahora con ella. Una cara de buena persona que te echa para atrás. Una persona que cuando habla es porque tiene algo que decir. Y que tiene una mirada…

Me quedo con esa transformación de la mujer del ministro. Una mujer que sólo quiere llevar una relación normal y ser una buena vecina. Que se da cuenta de que la situación es injusta, que quiere acercarse a la vecina, conocerla, darla su apoyo, hablar con ella…, pero se encuentra con impedimentos. Sin embargo, las dos mujeres se encuentra, se entienden, se miran…

Los limoneros es emoción pura.

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Punto de mira (One of the Hollywood ten, 2000) de Karl Francis

Me gusta comentar esta película la cual he tardado bastante en atraparla y verla. El otro día paseaba por una sección de dvd en oferta y ahí estaba. No dudé un segundo. Punto de mira no es una película excelente, no es una obra de arte, es una obra correcta pero lleva a la pantalla una historia fascinante. Y es una de las películas más interesantes sobre el periodo de La Caza de Brujas. Su problema es que de correcta y clásica es excesivamente fría…, una historia que está llena de emoción. Sin embargo, es de esas películas que deben verse porque sí que sirven bien para atrapar un pedazo de la Historia del Cine.

Un pedazo de la Historia del Cine que aquí a Hildy Johnson le apasiona. Sin embargo, todavía no he visto la gran película sobre el tema. Ha habido varios intentos pero todas se han quedado en la categoría de interesantes. Excepto quizá Abajo el telón de Tim Robbins pero que más bien vaticina el futuro. La película recrea la riqueza cultural estadounidense en el periodo de entreguerras y cuenta, entre otras cosas, la puesta en escena de una obra teatral por Orson Welles, The Cradle Will Rock. En la película vemos la puesta en marcha de las citaciones del Comité de Actividades Antiamericanas en el mundo del teatro, que posteriormente (después de la II Guerra Mundial) se cebaría con Hollywood. Así vemos como Hallie Flanagan, la cara más conocida del Federal Theater Project acude a una citación. Otros intentos han sido La tapadera de Martin Ritt, Tal como éramos de Sydney Pollack, Caza de brujas de Irwin Winkler, The Majestic de Frank Darabont o Buenas noches, y buena suerte de George Clooney. No puedo dejar de mencionar una obra de teatro (también afectado por la Caza de Brujas) de Arthur Miller que refleja de manera maravillosa este periodo, Después de la caída.

En la película que nos ocupa, coproducción británica y española, se centra en la historia de un rodaje La sal de la tierra (interesante película y muy recomendable) que rodó uno de los 10 de Hollywood en 1954, Herbert J. Biberman. La Caza de Brujas llegó a tales extremos que Biberman ingresó en prisión y encontró serías dificultades para volver a trabajar en el mundo del cine. Sin embargo, llevó adelante una película independiente con un tema político y social: la huelga de unos mineros latinoamericanos en Nuevo México. Todos los actores eran no profesionales, los propios mineros y sus esposas, excepto la protagonista la actriz mexicana Rosaura Revueltas que vio su carrera cinematográfica afectada por ser inmediatamente incorporada en la lista negra y boicoteada su participación en el film con su detención y deportación. Cuando el comité y los estudios se enteraron de su filmación realizaron todo tipo de acciones para que la película no pudiera terminarse ni fuera distribuida. Por eso, siempre se muestra como un canto a la libertad de expresión. La película es interesante porque no sólo muestra una huelga de la clase trabajadora, no sólo habla de sus derechos laborales, sino que también habla de la igualdad entre hombres y mujeres y también de temas raciales.

Punto de mira arranca con la gala de los oscar de 1937 cuando la esposa de Biberman, famosa actriz de teatro, se encuentra ante una prometedora carrera cinematográfica al recibir el oscar como mejor actriz secundaria por su participación en El caballero Adverse. En la ceremonia compite contra Alice Brady por Al servicio de las damas, Maria Ouspenskaya por Desengaño, Bonita Granville por Esos tres (con guión de Lilliam Hellman, otra mujer que sería señalada por el comité) y, por último, Beulah Bondi por The Gorgeous Hussy. Durante su discurso no sólo se lo dedica a su esposo sino que además habla sobre La liga anti nazi de Hollywood que avisa sobre los avances del fascismo en Europa.

Después pasan unos años, después de la Segunda Guerra Mundial, y se va viendo cómo se gesta la persecución a guionistas, directores, actores, actrices y otros profesionales del medio por parte del comité de actividades antiamericanas cuando la guerra fría y la lucha enfermiza contra el comunismo está en alza. Biberman y su mujer no sólo son acosados sino que van perdiendo relevancia y trabajo en Hollywood junto a otros compañeros de profesión. Biberman tras no dejarle realizar su declaración en su citación frente al comité de actividades antiamericanas en octubre de 1947, no querer firmar declaraciones anti-comunistas ni dar nombres, es acusado de desacato y encarcelado junto a otros compañeros (los conocidos como los 10 de Hollywood) como Edward Dmytryk. Éste posteriormente (también sale reflejado en la película) reconsideraría su postura pues temía, como muchos, la pérdida de trabajo, de propiedades y la imposibilidad de volver a filmar. Dmytryk firmaría y daría nombres entre ellos el de Biberman. Estaba ocurriendo lo que Biberman trató de denunciar durante su declaración: “Se hace muy evidente para mí que el verdadero propósito de esta investigación es abrir una brecha entre las partes componentes de la industria cinematográfica”. O como dijo Orson Welles en su famosa frase que ocurrió lo que ocurrió porque muchos trataron de salvar tan sólo sus piscinas.

En este clima donde el matrimonio trata de seguir adelante y de trabajar en lo que saben, surge el proyecto de La sal de la tierra cuyo rodaje y dificultades pero así como el ambiente mágico que se generó y el resultado final es otra apasionante historia que es la que trata de reflejar Punto de mira.

Como he dicho antes todo es correcto en la película hasta los intérpretes…, pero el clasicismo y la contención da como resultado una frialdad que no beneficia la película. Ahí vemos a Jeff Goldblum como Biberman, Greta Scacchi es Sondergaard, una apasionada Ángela Molina se mete en la piel de Rosaura Revueltas y Antonio Valero es Juan Chacón, el líder de la huelga y protagonista de La Sal de la Tierra.

Biberman (también sale reflejado en la película) no fue nunca uno de los grandes. Desempeñó varios trabajos en los estudios como director o guionista —antes se había dedicado plenamente al teatro—, de hecho era más un intelectual y activista político. Sin embargo, es recordado por esta atípica y única película, La sal de la tierra. No así su esposa que sí era una popular actriz en los años treinta y cuarenta que cayó en olvido.

¿Qué supuso la Caza de Brujas además de interrumpir la carrera de varios profesionales? Muy resumidamente, que aún hoy estas carreras y sus trabajos hayan caído en olvido y que ciertas películas y el tratamiento de ciertos temas fueran modificados de alguna manera ante los problemas con la censura o que las películas que mostraban otro tipo de mirada (tal y como se estaba dando en distintos países europeos) no salieran a la luz de la misma manera que otro tipo de producciones.

No me gustaría terminar este post sin recomendar varios libros que he disfrutado sobre el tema y que me han permitido descubrir gran cantidad de películas y profesionales. Dos de ellos son de Javier Coma, La Brigada de Hollywood (Flor del Viento, Barcelona, 2002) que se centra sobre todo en la repercusión de la guerra civil española en Hollywood y habla de la liga anti nazi entre otros asuntos; y Las películas de la Caza de Brujas (Notorius Ediciones, 2007), libro interesantísimo donde expone películas que se hicieron antes y durante este periodo y que sirvieron para que el comité realizara sus acusaciones. Este mismo autor también realizó Diccionario de la Caza de Brujas (Inédita, Barcelona, 2005). También el teórico e historiador de cine Roman Gubert ha publicado dos libros sobre el tema: McCarthy contra Hollywood: la caza de brujas (Anagrama) y La caza de brujas en Hollywood (Anagrama).

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Diccionario cinematográfico (123)

Niños (II): pero que transforman, que cambian la vida de los seres adultos que les rodean.

Y la primera que viene a la cabeza es Julia de Erick Zonca porque tuve el otro día la oportunidad de verla. No es el trabajo que más me ha gustado del director a pesar de que Tilda Swinton está espectacular. En esta historia de mujer alcohólica nos asomamos a una transformación. Y es que de alguna manera hace un parón en su caótica e irracional vida cuando se siente atrapada por un enorme sentido maternal y tierno por el niño que secuestra.

Entonces regreso a Gloria de John Cassavetes y el remake de Lumen con Sharon Stone.  La genuina es la de una Rowlands que debe proteger a un niño cuyos padres han sido asesinados y la relación que nace entre ellos.

A lo largo de la historia del cine muchos son los niños que han transformado, cambiado o redimido a sus mayores. Si nos vamos lejos, lejos de nuevo nos topamos con Charlot, ese sin hogar solitario que un día se encuentra a un bebé abandonado y se encuentra en padre improvisado. Y los dos crean una relación en la que uno depende del otro y viceversa. Una oportunidad para volver de nuevo a El chico.

Pero sigamos la estela en el cine contemporáneo. En dos películas un bebé cambia la existencia de jóvenes al margen. Historias duras y con mucho corazón. Una es la sudafricana Tsotsi como un jovencísimo delincuente y asesino que sólo es una víctima más de un sistema injusto, un joven que se quita de golpe los sentimientos para poder sobrevivir ve cómo su vida cambia y cómo la careta fría y asesina se le cae en pedazos al cuidar a un bebé que encuentra en uno de los coches que roba después de agredir brutalmente a la madre.

La otra película es argentina y tremendamente triste. Es Cielito, un joven sin hogar que deambula por un mundo marginal y decide sacar de la miseria como sea a un niñito, el Chango, al que conoce en una de las casas donde trabaja. Un niño rodeado de pobreza y violencia y un joven que decide que no hay derecho y trata de evitarlo.

Si nos vamos al terreno de la comedia, Bogdanovich nos regaló en los setenta Luna de papel donde un estafador de poca monta y una niña espabilada engañan a todo el que su cruza en sus caminos. Peron a ambos la relación les transforma… sobre todo al padre, claro.

Hay historias tristes y melodramáticas donde el niño a pesar de su influencia no puede evitar una historia triste para el progenitor. Así nos vamos al melodrama por excelencia con mil versiones, Campeón. Las más recordadas son la de los años 30, la primera, y la de los setenta, con un Voigh como padre. Historia de alcoholismo, ring, paso del tiempo y niño que sigue admirando al padre.

Si nos vamos a una versión española tenemos una pequeña y tierna película de las que protagonizó el niño Pablo Calvo.  Hablo ni más ni menos que de Mi tío Jacinto. Esta vez es tío y sobrino en un Madrid de neorrealismo puro. Un tío alcohólico, casi sin hogar, pero que vive día a día al lado de su sobrino, un niño que le quiere y admira con locura.

Y así sigue una estela inacabada de niños que transforman o cambian a sus mayores…

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