Los limoneros (Etz Limon, 2007) de Eran Riklis

Hay películas de rostros, miradas y silencios. Películas que se sustentan bajo una sencilla historia y unos actores que la llevan a cabo. Películas sencillas pero de una profundidad y una universalidad que duelen de lo humanas que son. Y eso ocurre con Los limoneros.

Parte de una premisa simple: Una mujer árabe y viuda vive en su sencilla casa y sobrevive por sus limoneros, una herencia de su padre. Unos limoneros que guardan toda su vida y recuerdos, son más que un sustento. Su vida cambia cuando tiene como vecino al ministro de Defensa israelí junto con su esposa. Los agentes de seguridad de los nuevos vecinos deciden que los limoneros afectan a la seguridad del ministro y que lo mejor es talarlos y compensar económicamente a la vecina.

Los limoneros narra así, de manera sutil, el complejo conflicto palestino-israelí y te llega al alma. Habla de humillación, miedo, de lo absurdo de algunas situaciones en nombre de la seguridad, de la ignorancia y de la negación del otro pero también de sueños, de aferrarse a la lucha, de la posibilidad de caminos de encuentro y reconciliación…, todo con sutilidad y como símbolo unos limoneros.

Me entusiasmó esta película. Me entusiasmaron los rostros. Me entusiasmaron la trama principal y las tramas secundarias. Me entusiasmaron las relaciones humanas entre los distintos personajes. Me entusiasmaron los limoneros…

Me quedo con un montón de escenas. Con la preciosa historia intuida e imposible de esa palestina viuda y hermosa con rostro de la actriz Hiam Abbass (que también nos dejó papel tierno en El visitante como recordamos hace poco en un post anterior) y el joven letrado desesperanzado con cara agradable del actor Ali Suliman que recupera esperanza, fuerza y ganas de lucha de la mano de la silenciosa viuda y su lucha desesperada. Son los David que luchan contra muchos Goliats (no sólo contra el Estado de Israel sino también contra los prejuicios de su propio pueblo).

Me quedo con ese árabe maravilloso que lleva cincuenta años trabajando los limoneros, primero con el padre de la protagonista y ahora con ella. Una cara de buena persona que te echa para atrás. Una persona que cuando habla es porque tiene algo que decir. Y que tiene una mirada…

Me quedo con esa transformación de la mujer del ministro. Una mujer que sólo quiere llevar una relación normal y ser una buena vecina. Que se da cuenta de que la situación es injusta, que quiere acercarse a la vecina, conocerla, darla su apoyo, hablar con ella…, pero se encuentra con impedimentos. Sin embargo, las dos mujeres se encuentra, se entienden, se miran…

Los limoneros es emoción pura.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons 

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