¿Ha nacido un intérprete? (segunda parte)

Lo prometido es deuda. El otro día me dije en este mismo blog que quizá debería ver La joven Jane Austen con James McAvoy de protagonista. Y en efecto, tenía razón en mi comentario él es lo mejor de una película correcta.

Es lo malo de las películas correctas. Que te dejan fría. Recuerdo con más cariño y emoción Sentido y sensibilidad, por ejemplo. En La joven Jane Austen todo es correcto. La ambientación es correcta, el vestuario es correcto, el guión es correcto, la fotografía es correcta, la música es correcta, las interpretaciones son algunas correctas… tanta corrección devuelve frialdad y poca muy poca emoción.

El único que a veces se sale de la corrección y es vivo como un volcán. Y vital. Y que puedes llegar a imaginar su amor frustrado, sus miedos, sus ironías, sus seducciones es el bueno de McAvoy…, que le toca frente a frente una Jane Austen tan correcta que, a veces, aburre un poco (mérito de Anne Hathaway).

En este tipo de películas correctas es cuando funciona la máxima que ayer dejé de Mankiewicz. Sólo en esos casos. Incluso, hay algunas películas que son tan rematadamente malas que es imposible que caigan en el olvido.

Mankiewicz se equivocó

«Para escribir el guion de una buena pelicula hacen falta dos años, para rodarla dos meses, para efectuar el montaje dos semanas, para dar los ultimos retoques dos dias, para verla dos horas, y para olvidarla dos minutos.»

Joseph Leo Mankiewicz

 

He encontrado esta frase buscando curiosidades cinematográficas por la Red. No he investigado si esta frase la dijo el bueno de Joseph en una entrevista, en un libro o no sé, a su vecino de al lado. Pero Mankiewicz estaba muy equivocado. Sólo hay que mirar su filmografía. A mí me es imposible olvidar a la señora Muir y su amor hacia el fantasma, me abrocho el cinturón porque esta noche va a haber tormenta con Bette Davis como Margo Channing; no olvido un rayo de luz donde Sydnie Poitier aparece por primera vez en papel estelar en una dura película sobre cómo una sociedad intolerante y racista es una sociedad enferma y triste; no puedo olvidar al hermoso Brandon recitando a Shakespeare o como vividor y jugador que seduce a golpe de canción a dama del ejército de salvación; lloro con la triste historia de María Vargas que se convierte en estrella pero nunca en mujer feliz; me emociono con una Taylor aterrorizada en el último verano o como bella Cleopatra en tres horas de metraje y vio con cara de estupor y escalofrío sus últimos juegos de hombre travieso y desencantado en Mujeres en Venecia o esa joya que es La Huella.

Sin duda, Mankiewicz se equivocó. 

 

Robert de Niro

Las cosas como las vivo, Robert de Niro tiene cara de antipático y, a veces, con un pequeño esfuerzo puede convertirse en un ser tierno. Ésa es la magia del actor. De Niro es ideal para papeles y personalidades complejas. En los últimos tiempos se cansó de complicaciones y sufrimientos y está dando rienda suelta a su vis cómica o a reírse de sí mismo. Y, milagro de generación, ¡¡¡también le funciona!!! Es uno de esos actores camaleones con filmografía gloriosa por los años de los años y los siglos de los siglos. 

De Niro ha sabido evolucionar y llevar a cabo una gran carrera. Actor imprescindible en los setenta. Su rictus, su lunar especial, su sonrisa entre salvaje y tierna le ha hecho ser protagonista de grandes producciones. Ha evolucionado con los tiempos y todavía sigue muy pero que muy activo. 

Ha sido y sigue siendo el actor fetiche de Martin Scorsese (con permiso de Leonardo Di Caprio, nuevo relevo generacional). Sólo con las películas de Martin hubiera conseguido su hueco en el Olimpo de los actores y mantenerse rey en la salas oscuras…, pero su carrera ha dado para mucho más. 

Con Scorsese ha visitado Malas Calles (1973), ha sido ese taxista que viaja a la locura y se convierte en héroe justiciero (Taxi Driver, 1976), nos ha hecho amar el musical una y otra vez y cantar entusiasmados New York, New York (1977), hemos vivido los tiempos de gloria y fracaso hasta el esperpento de un boxeador en blanco y negro (Toro salvaje, 1980) o se ha convertido en un triste Rey de la comedia (1982), nos asusta con su cara de asesino vengativo en un remake de El cabo del miedo (1991) (¿quién nos aterra más Robert Mitchum o él?); las mafias le sientan bien, él es el más duro entre los duros, así lo vemos en Uno de los nuestros (1990) o Casino (1995). ¿Nos deparan estos dos genios alguna sorpresa más en el siglo XXI? 

Robert de Niro se ha sabido cuidar y ha elegido sus papeles para trabajar con grandes directores. Así en los setenta se hace grande al lado de Coppola, Bertolucci, Elia Kazan (El último magnate) o Michael Cimino. ¿Alguien hubiera podido emocionar más como un joven Vito Corleone en El padrino II? Ese inmigrante que se niega a vivir las humillaciones de la tierra prometida y para mantener a su familia sin someterse se convierte en el cabeza visible de familia mafiosa con su propio código de honor. ¿Quién otro podría haber dado replica a Gerard Depardieu para contar ochenta años de Italia, de las dos italias en ese fresco histórico que se llama Novecento? O, quién olvida las consecuencias de Vietnam sin recordar el rostro de uno de los tres amigos, un Robert de Niro, grande en El cazador. 

Los ochenta siguen devolviéndole magnífico. Tanto en películas pequeñas donde De Niro se transforma en hombre normal y romántico…, ¡¡¡y lo borda!!! junto a compañeras de nivel como Meryl Streep (Enamorarse, 1984) o Jane Fonda (Cartas a Iris, 1989). Hasta en grandes películas épicas. Yo le adoré por los siglos de los siglos en su complejo papel de gángster en ese canto de Sergio Leone que se llama Érase una vez en América (1984). Es Noodles y a su personaje le amas y le odias, le amas y le odias, le amas y le odias…, hasta que quizá, lo comprendes. Otra película épica fue La misión (1986). Sólo él podía hacer creíble ese papel de mercenario violento y pecador hasta convertirse en profundo religioso luchador y defensor del derecho e independencia de los indios. 

En esta década, él sigue siendo inquietante como el rey de los malos malísimos en el Corazón del ángel o destaca como el mismísimo Al Capone que trae de cabeza a  Los intocables de Eliot Ness. Ya empieza a experimentar en un terreno hasta ahora vedado, la comedia, se mete en remake clásico y junto a Sean Penn trata de hacer reír en Nunca fuimos ángeles. El público decide no reírle todavía las gracias. Pero él ya entrena. 

La década de los noventa siguen siendo de carrera imparable a sus éxitos en cine de acción, películas de Scorsese y algún equívoco menor nos topamos con el Robert de Niro director, el Robert de Niro comediante y el Robert de Niro de películas de acción. Él es un profesional que evoluciona con los años y nunca decepciona. 

Así nos enternece en dos papeles, ese melodrama de los noventa que a todos los que lo vimos nos hizo derrama lágrima, Despertares (1990), o esa comedia triste que se llamó La chica del gángster (1993). Apareció gris en película interesante y en otro remake fallido de nuevo director Irwin Winkler (Caza de brujas y La noche y la ciudad). Demostró que seguía siendo el más malo entre los malos como padrastro maltratado en Vida de este chico. Nada que ver con su sensible rol de padre en su opera prima como director, Una historia del Bronx, el papel de mafioso se lo dejó a Palminteri. Se pegó pequeño batacazo con película de terror en Frankenstein (1994). 

Pronto se mostró hombre de acción, nunca es tarde, y nos dejó sin respiración en Heat, Fanático, Jackie Brown o Ronin. Por supuesto sacó jugo a sus papeles secundarios con mucha tela en Sleepers (1996) o La cortina de humo (1997). Y, de pronto, sorpresa…, se ríe de sí mismo y el público ríe con él en Una terapia peligrosa (1999) y secuela. Ese gángster con problemas psicológicos le trajo suerte, ¿alguna vez le faltó? 

Robert de Niro sigue sin poder pararse en el siglo XXI. Nos hace de reír en su papel de antipático padre en Los padres de ella (2000) y secuela. Sigue saltando de película de acción en película de acción (15 minutos o El golpe maestro). Vuelve a ponerse tras la cámara para contarnos el nacimiento de la CIA en El buen pastor. Sigue jugando a ser inquietante en película de terror menor, El escondite (2005). Y, por supuesto, esperamos estrenos de más películas con De Niro protagonista. De momento, puede volver a sorprendernos en sus últimas películas todavía no estrenadas: una de Barry Levinson (sobre el mundo de Hollywood) o con otra película de acción firmada por director de filmografía curiosa, Jon Avnet. 

Robert de Niro, el camaleón de la pantalla, ya tiene su sitio en ese Olimpo particular que estamos creando día a día en el blog.

La mejor juventud (La meglio gioventú, 2003) de Marco Tullio Giordana

 

Sólo puedo decir que mi corazón durante 360 minutos no dejaba de latir, que mis ojos estaban en muchas ocasiones al borde de la lágrima, y que mis labios sonreían tenuemente en varias ocasiones. 

La mejor juventud (concebida como serie para la televisión italiana, por eso, su duración) es una emoción continua a través de la historia de la familia Carati desde 1965 hasta el 2003. 

Marco Tullio Giordana ofrece una crónica familiar en la que mima a cada uno de sus personajes que se ven además afectados por la historia de Italia a lo largo de casi cuatro décadas. 

Unos rostros que llegan por la mirada, por la sonrisa, por sus expresiones, por las vivencias…, hombres y mujeres, niños, ancianos, jóvenes…, épocas distintas. Sueños, ilusiones, ganas de cambio, sueños rotos, ilusiones rotas, y las ganas de cambio cansan. Esperanzas. Lágrimas…, pero al final, aunque cueste afirmarlo, todo es hermoso (como dice uno de los personajes). 

Momentos históricos de la historia italiana: las inundaciones de Florencia en 1966, las revueltas estudiantiles, las brigadas rojas, los mundiales, los éxitos musicales, la corrupción política y financiera, el paro, las crisis económicas, la lucha contra la mafia, el asesinato de Giovanni Falconi, la apertura y el cambio de tratamiento en las instituciones psiquiátricas, la educación, los hermosos paisajes… una generación que luchaba por el cambio hacia un mundo mejor. Sus intentos, sus caídas, sus fracasos, sus pequeños logros… 

La historia funciona no sólo por estar rodada con una sensibilidad máxima sino por un guión que resuelve situaciones, que construye personajes, que te arrastra…, los artífices junto al director son Steffano Rulli y Sandro Petraglia. Dos guionistas que trabajan en equipo y han construido historias con realizadores como Gianni Amelio (la sensible y realista Niños robados o Las llaves de casa), Daniele Luchetti (Mi hermano es hijo único) o el mismo Marco Tullio Giordana (Cuando naces… ya no puedes esconderte). 

Y es que La mejor juventud (fue distribuida en dos partes, la segunda en algunos sitios la llamaron Los años soñados) va enganchando según van pasando las horas hasta que al final no puedes apartar la mirada y ya, magia, ni miras el reloj. En su momento, me la perdí en pantalla grande y la he visto en dvd…, me he acostado a horas intempestivas entre semana porque no podía pararla. 

La historia se centra sobre todo en dos hermanos con personalidades diferentes que en un momento dado, un viaje, cambian el rumbo de sus vidas. Son Nicola y Matteo Carati. Los dos son descritos en un momento de la película de manera que se descubre su personalidad. A Nicola se lo dice un profesor en un examen. A Matteo le describe de manera hermosa, Nicola, su hermano. Uno, Nicola, tiene siempre un encanto especial, un plus de simpatía, que siempre transmite. Que a pesar de los golpes siempre cree en las personas a las que más quiere y que a pesar de que el mundo no es cómo el hubiera querido apuesta por ir cambiándolo en lo que puede. Se convierte en un psiquiatra que trata de mejorar el tratamiento a las personas con problemas de salud mental. Y, Matteo, el raro o distinto, tremendamente hermoso, que nunca llega a gustarse a él mismo y no soporta el mundo en el que le ha tocado vivir, es una especie de Aquiles (siempre triste, siempre guerrero, siempre duro, siempre autodestructivo…, pero con demasiado corazón). Matteo decide ante una vida horrible dejarse llevar por normas férreas para no perderse más de lo que está. Se vuelve policía y con lo único que se siente feliz es con la lectura de libros. Su único amor, una joven de Stromboli, pero con la que no se decide a dar el paso, no se decide a hacer una llamada de socorro de que se hunde del todo, fotografía su alma compleja. 

Todos los personajes nos envuelven y de todos queremos saber más. Una madre de mirada maravillosa, la profesora, que sufre y sonríe junto a los que más ama; un padre lleno de vida y comprensión hacia sus hijos incluso hacia el que no comprende; unas hermanas fuertes y luchadoras; unos amigos fieles en los momentos felices y complicados; unos hijos y nietos que son la fuerza de los adultos y la mirada limpia hacia un futuro quizá esperanzador; dos mujeres, la una autodestructiva porque no puede con un mundo que la aplasta (que entierra su pasión por el piano y la música clásica) y otra que es dulce y que decide descubrir el alma de las personas a través de su cámara. Y, por último, una joven con problemas de salud mental que será el punto de partida para el distinto rumbo que toman las vidas de los dos hermanos. Todo acompañado por unas canciones inolvidables que se convierten en la banda sonora de sus vidas. 

La mejor juventud es un regalo de 360 minutos para ver sin prisas, solo o en compañía de personas queridas.

Diccionario cinematográfico (62)

Libertad de prensa: o la libertad de ejercer la profesión de periodismo, libremente. O la libertad de expresarse e informar de los hechos acaecidos en cualquier parte del mundo. O la libertad de poder contar, profesionalmente, unos hechos… sin que te cueste la vida o la supresión de libertad… El 3 de mayo fue el día de la libertad de prensa. Valga un pequeño homenaje para todos aquellos a los que callan a la fuerza. 

Al joven periodista idealista le cierran, de manera brutal, la boca en Chile durante dura dictadura. Demasiados intereses. ¿Qué importa una vida menos?¿Qué importa más brutalidad impune? Un viaje al horror. Missing sigue ahí. 

Nos vamos a situación política más reciente, en Un corazón invencible donde también tapan la boca para siempre del periodista Danny Pearl en Pakistán. 

O a tiempos algo más lejanos, pero recientes, en Camboya o Indochina… El año que vivimos peligrosamente o Los gritos del silencio o cómo mostrar a periodistas al límite. 

O retratos crudos en la guerra de Sarajevo con periodistas o fotógrafos a los que callan como Las Flores de Harrison o Antes de la lluvia.

La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint your Wagon, 1969) de Joshua Logan

No sé si será el cansancio o qué pero no dejo de dar vueltas a un asunto con esta película. Quizá sea algo delirante lo que voy a decir pero creo que esta especie de western, musical y comedia no hubiera sido lo mismo sin el mayo del 68. Sí, han leído bien y muy bien. 

El mayo del 68, es decir, lo que significó en muchos lugares del mundo este acontecimiento tuvo repercusiones en muchas expresiones artísticas y entre ellas como no, el cine. 

No hubo un triunfo político pero sí una pequeña apertura en el sistema imperante en algunas partes del planeta (en otras no). De pronto se pusieron en duda algunas instituciones inamovibles como el matrimonio, la familia, la educación, la religión, la sexualidad, las costumbres tradicionales…,¡¡¡pum!!! De golpe y porrazo podías cuestionarte todas estas cosas y más. 

Y así claro se entiende el nacimiento de este musical maravilloso a la par que irreverente sobre una ciudad sin nombre, sin ley, sin costumbres…, son unos buscadores de oro quienes van construyéndola a su antojo. Pero como buscadores de oro son errantes y pronto se hartarán de la propia “civilización” que van creando. Así que pintarán sus carretas y viajarán a otro lugar para seguir tras el oro que sólo es una excusa para estar libre de ataduras. 

Y en este musical que crea un barroco creador de historias de amor atípicas como Joshua Logan (Pic nic, Bus Stop, Sayonara, Camelot…) no podía faltar ese espíritu del tiempo. Del 68. Coge a un borrachín, que nació bajo una estrella errante, todo un vividor con cara de Lee Marvin con una de las peores voces de la historia del musical pero no por ello llena de encanto y personalidad. Agarra a un joven tranquilo, Socio, y ambos se crean su propio código de amistad inquebrantable, sin apenas conocerse, con el rostro de Clint Eastwood que abandona su papel de duro para convertirse en muchacho sensible que sólo pide una vida tranquila al lado de amada alguna. Y, por último, nos deja a la tercera en discordia, una bellísima Jean Seberg (diez años antes de su trágica muerte)…, símbolo de mujer moderna (no olvidemos su paso por Al final de la escapada) que nos muestra a una real hembra que ama a dos hombres y que no ve ningún problema en convivir y estar casada con los dos. Ella es quien lo decide. 

Lo demás: diversión, diálogos chispeantes rozando el surrealismo, buscadores de oro, secuestro de mujeres de vida alegre, joven granjero totalmente seducido por lo que sus padres consideran vicios, amor, alcohol, canciones bellas, predicador loco de remate, construcción, destrucción, túneles, celebraciones y entierros, hogar soñado, osos y toros, polvo de oro…, y viaje mucho viaje…, pinta tu caravana, y ven con nosotros.

Sean Penn

Ayer tuve la oportunidad de ver en dvd El asesinato de Richard Nixon y me quedé triste y cautivada a la vez con una historia dura. Un excelente Sean Penn recrea un viaje a la locura como un hombre, al que le van quitando a golpes cada uno de sus sueños y rasgos de personalidad, decide tomar una medida desesperada y suicida. Envía una carta al compositor Leonard Bernstein y le confiesa sus propósitos y por qué se comporta como se comporta. 

Sean Penn deja un retrato de un buen hombre que sólo quiere ser honesto y no mentir, que quiere participar como dice del sueño americano, y sólo se ve humillado una y otra vez por todo aquel que le rodea. Nadie entiende su desesperación, ni las personas más cercanas, su gran amigo, su hermano, su ex-mujer…, el protagonista vive cómo sólo el que mejor miente, el menos honesto y el menos honrado, el que más humilla, es el que alcanza mejor posición, el más respetado y seguido. Y, todo esto lo representa, en ese momento de desesperación, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon. 

Y después de su visionado (una visita más al empleado-esclavo que toma las riendas y se rebela con violencia contra un sistema que le destroza: otros ejemplos, Taxi Driver o Un día de furia) me vinieron ganas de escribir sobre Sean Penn en mil rostros en la oscuridad. 

Sean empezó su carrera en los años ochenta, fue cuidando la elección de papeles en los noventa y el siglo XXI ha sido su consagración definitiva como actor. Con rostro peculiar, y camaleónico, le van los grandes caracteres variados. Se levanta de los tropezones, con películas que nos hacen recordar que el niño rebelde, progresista e impertinente, ya maduro, de Hollywood, es además un actor de carácter. 

El joven Penn empieza a despuntar con películas –que ya muestran su personalidad y esos papeles de antihéroes contra sistema que aplasta– en Taps, más allá del honor, en 1981 junto a Timothy Hutton y Tom Cruise o esa melancólica fábula, Adiós a la inocencia junto a Nicolas Cage en 1984. Sin embargo, va yendo de un papel a otro donde se va curtiendo como actor pero en películas poco redondas y, va construyendo su fama de joven intratable y rebelde de vida loca (fueron sus años de relación con Madonna). Por ahí, sin pena ni gloria, aparece en Colors, Shanghai Surprise, Corazones de hierro o Nunca fuimos ángeles. 

La década de los noventa es la década de su consagración gracias también a un mayor cuidado en la elección de papeles, siempre variado (es la década en la que conoce a Robin Wright Penn tras su reciente ruptura parece que hay rumores de reconciliación) y que le convierten en actor camaleónico. De El clan de los irlandeses (1990) salta a esa maravilla (nunca me canso de decirlo) que se llama Atrapado por su pasado en papel de abogado que va cayendo en la violencia, locura, poder y drogodependencias. En 1995 llega el papel que le consagra definitivamente en el Olimpo de los grandes, Pena de muerte le permite la recreación de un asesino al que se le aplica la pena capital y le acompañamos en sus últimos momentos en el corredor de la muerte. Penn muestra un retrato de un hombre complejo pero humano muy humano y a través de su retrato denuncia la pena de muerte. La película trata de ponerse en la piel de todos: el resentimiento y el odio de los familiares de las víctimas, la crispación de un asesino que nunca ha tenido oportunidades en el sistema que vende sueños, el dolor de su propia familia y sobre todo el reflejo de que la pena de muerte no soluciona ni arregla un montón de vidas ya destrozadas. La película trata de mostrar que matar es un acto igual de horrible lo haga un ser humano o el Estado y trata de hacer ver que sólo puede verse un poco de luz a través de la comprensión y mirada del otro, que es lo que más cuesta. Comprender por qué se ha hecho o cometido ese mal por cada una de las partes y, quizá, así encontrar un camino. 

Después, Penn pasa a una de las obras más sorprendentes y barrocas de un Stone pirado que descubre a una Jennifer López en el esplendor de su belleza en una historia paranoica donde Sean sorprende hasta sin dientes: Giro al infierno. Demoledora. 

Ese mismo año junto a su mujer Robin y un Travolta desconocido protagoniza puro cine independiente de la mano del hijo de Cassavettes y ofrece Atrapada entre dos hombres, una historia delicada y bella visualmente que se estrenó el mismo año que esa maravilla llamada La buena estrella.  Fue algo coincidente y mágico: ambas partían de una premisa de argumento similar. 

Después, sigue construyendo papeles para películas comerciales o del más puro cine independiente en The Game, La delgada línea roja o Hurlyburly. Hasta que le llega otro papel de oro en 1999 en película ni más ni menos que de Woody Allen: Acuerdos y desacuerdos. Un canto al jazz donde Sean es un buen músico pero mediocre en su vida diaria. Película delicada y hermosa donde se narra una triste historia de amor entre muchacha tímida y muda y músico con melodía en las venas pero con poca sensibilidad ante la vida hasta que alguien se la despierta. 

Y empieza el siglo XXI y empieza con papeles secundarios (Antes de que anochezca), melodrama de corte televisivo (Yo soy Sam), película mediocre (El peso del agua) o remake fracasado (Todos los hombres del rey) para volver a sorprender con papeles fuertes: desde su caracterización de profesor de matemáticas al borde de la muerte pero que descubre el amor a través del sufrimiento en 21 gramos o ese personaje que sólo conoce el lenguaje de la venganza para poder redimirse del dolor que siente en Mystic river pasando por el papel de un solitario del FBI en una bella y poco valorada cinta de Pollack, La intérprete. Y nos deja con la boca abierta con ese descenso a la locura que es El asesinato de Richard Nixon. 

Al rebelde, sensible y malhumorado Sean Penn le queda mucho que expresar a través de la pantalla blanca. Espero.

Elegy

Me gusta el mundo visual y de imágenes que ofrece siempre Isabel Coixet en cada una de sus películas. Me gustan sus historias extremadamente románticas. Y, Elegy, personalmente, no me ha decepcionado en absoluto. 

Isabel Coixet consigue que en ciertas escenas me emocione. Lo de Coixet es extraño. Es cierto que a veces sus guiones son demasiado etéreos y poco realistas…, pero me llegan. Que sus imágenes, a veces, son imagen sobre imagen y sólo imagen, pero me llega. Sus personajes, también entre irreales y etéreos, pero me llegan… 

Así que no puedo convertirme en detractora de su obra porque de alguna manera, y no sé explicar por qué exactamente, el cine de la Coixet me llega y conecta conmigo. Luego, la veo en sus apariciones públicas, en sus entrevistas u otros menesteres y no puedo creer que sea la misma persona que me emociona a través de la imagen. Isabel Coixet se convierte en alguien dual. Y no es que me parezca negativo pero me extraña. ¿La Coixet pública, una especie de showman extraño, es la misma que me conmueve en pantalla? Sí. Sólo hubo una aparición suya que me dejó intuir su amor al cine. Que me acercó más a ella. Y fue durante su programa en Carta Blanca de La 2. 

En Elegy la Coixet se introduce a su manera en el mundo literario de Philip Roth. Y que quede claro que es a su manera. Así construye una, para mí, preciosa historia de amor…, que me llega. No he leído El animal moribundo pero no creo que se acerque a la sensibilidad de la Coixet, sin embargo, ella lo lleva a su terreno. Algunos achacan, que claro, que como era una película de encargo, y el guión no era de Isabel, que esta película no es de las suyas. Pues yo pienso que es película Coixet 100 por 100 para amarla u odiarla. Elegy es para seguir amándola, su cine, sólo su cine. 

Quizá, no sólo sea gracias a su peculiar mirada y cuidado visual. Esas escenas en la playa, las escenas románticas (más que erótico festivas o sexuales), la recreación en los rostros, en una lágrima, en una sonrisa, la soledad de los personajes en las calles llenas de gente, unas manos tocando un piano, esa música siempre cuidadosamente elegida…, sino a la interpretación de cuatro actores que se sumergen en el universo de la directora y logran emocionar en cada transformación o en cada anécdota. 

Dennis Hopper, el amigo poeta vital que se va apagando sin darse cuenta y va dejando besos, besos que muestran lo que le gusta amar y reír bajo su cinismo siempre aparente. Patricia Clarkson, la amante madura y sexy, que es consciente de que su libertad no le ha dado la felicidad absoluta, y que siente cómo envejece y quizá, puede, que termine en soledad. Benditas sus lágrimas. O un Ben Kingsley grande, ese profesor universitario inmaduro, siempre, que se aleja del compromiso o de lo que pueda ser una atadura, que disfruta de la belleza y del sexo, pero que no se ata ni quiere amar a nadie pero, de pronto, indefenso se siente solo y viejo…, y con ganas de amar y ser amado aunque le cueste reconocerlo. Y, por último, otra de las sorpresas, una Penélope Cruz que juega con las lágrimas y la mirada, con un rostro limpio y bello, que hace de joven alumna cubana que trata de despertar al viejo profesor con algo llamado amor. Que quita la careta del cínico, duro y libre señor. 

Quizá también me llame la atención esa reflexión velada de temas de esta creadora como es el paso del tiempo, el dolor, la belleza, la vejez, el miedo, la soledad, la enfermedad y el amor, siempre, el amor. 

No sé explicar muy bien por qué pero el cine de Isabel Coixet…, me llega. 

Sueño dorado (Golden boy, 1939) de Rouben Mamoulian

A veces hay películas que sirven para encontrarnos con historias interesantes de sus creadores y sobre todo para entender la creación cinematográfica y teatral de un periodo histórico. 

Y eso ocurre con la película de la que hoy quiero hablar, Sueño dorado, una película de finales de los años treinta. Ésta es una película rescatada en una interesante colección de dvd sobre producciones de la productora Columbia (interesante por las películas elegidas y por el precio al que se puede adquirir cada dvd). 

Son varios los motivos que hacen interesante esta película, un melodrama de la época. Primero, rescatar la interesante obra de un director de cine olvidado pero en su época artesano creativo y capaz. Creativo en cuanto a técnicas cinematográficas. El director Rouben Mamoulian (director de origen ruso, Georgia) inició su capacidad creativa en el teatro y en la ópera pero también sintió la llamada del cine. Al principio de la década de los treinta innovó en los sistemas de sonido haciendo posible el milagro del cine sonoro. Estuvo delante de una de las primeras obras sonoras de calidad como Aplauso (1929). Consiguió un drama histórico de prestigio con una gran Greta Garbo, en La reina Cristina de Suecia (1933). Deslumbró con una cinta del mejor terror de los treinta, El hombre y el monstruo (1931). Convirtió en grandes éxitos obras ya olvidadas del cine mundo como El signo del zorro (1940) o Sangre y arena (1941). Mucho antes de Lo que el viento se llevó (1939) fue el primero que se atrevió con el Technicolor en La feria de la vanidad (1935). Y, así, podríamos enumerar mucho más aunque su producción cinematográfica no fue del todo extensa. Sobre todo porque su defensa de libertad creativa le hizo chocar con productores y estudios no pudiendo terminar o realizar las producciones que deseaba. 

Otro motivo que la hace interesante es saber que Golden boy es la traslación a la pantalla de un éxito teatral del dramaturgo Clifford Odets. Y aquí nos encontramos con personaje para detenernos, despacio. Odets tiene una importante, aunque vuelvo a repetir adjetivo, y olvidada obra teatral (yo aquí no he leído ninguna traducción al castellano de su producción teatral, teniendo en cuenta que cada vez es más complicado encontrar editoriales que se atrevan a editar y volver a publicar obras de teatro…, y hay un público lector que disfruta leyendo obras de teatro cuando a veces es la única manera de acercarse al teatro). Lo poco que conozco de su producción es, por supuesto, debido al cine. Odets también se acercó al mundo del cine no sólo escribiendo guiones (o incluso dirigiendo, su obra más recordada, todavía no la he visto, en la cuál dirigió y escribió el guión fue Un corazón en peligro de 1944 con Cary Grant y Ethel Barrymore) sino que sus obras teatrales fueron adaptadas a la pantalla, como el caso que nos ocupa. 

De Odets tuve noticia consciente cuando vi por primera vez en televisión hace muchos años la película de Jessica Lange, Frances. La película contaba la historia de la malograda actriz Frances Farmer, uno de los hombres que la rompió el corazón fue el dramaturgo Clifford Odets con el que mantuvo una relación mientras él continuaba casado con la también actriz Louise Rainer. 

Luego, cuando ya empecé a interesarme con adicción al cine (y esa otra pasión que tengo algo más abandonada pero que perdura que es el teatro) descubrí que durante los años treinta fue uno de los máximos representantes de un teatro comprometido y de ideología de izquierdas. Fue el creador en 1931 del mítico Group Theatre donde se encontraban Elia Kazan, Lee Strasberg o Stella Adler. El grupo se basaba en el modelo Stanislavski y en el Teatro del Arte de Moscú. Después del crack de 29, formó parte del Federal Theatre, el impulso que quiso dar Roosevelt para reavivar la vida teatral desde lo popular (magníficamente reflejada en esa película maravillosa de Tim Robbins, Abajo el telón). Navegando por la red descubro que Golden Boy fue llevada a los escenarios en 1937 y que el papel de Lorna (que en la película realiza bien, como siempre, Barbara Stanwyck) lo representó Frances Farmer. Y, no quiero acabar sin hablar de otras adaptaciones cinematográficas de las obras del dramaturgo como Clash by night de Lang o The big knife de Aldrich.  

Por supuesto, Clifford Odets tuvo que declarar, como muchos otros artistas, durante la Caza de Brujas ante la Comisión de Actividades Antiamericanas. El dramaturgo dijo que perteneció al Partido Comunista durante ocho meses en 1934 y que lo dejó porque limitaban su libertad creativa. Sin embargo, siempre sus obras mantuvieron un discurso comprometido, progresista y de izquierdas. 

Y, por último, Sueño dorado, con todos los ingredientes del melodrama cinematográfico de época, merece la pena por sus intérpretes. Barbara Stanwyck como Lorna, como siempre en su línea. Excelente intérprete y que representa como nadie los papeles de mujer dura pero en el fondo vulnerables y románticas. También, esta película fue el debut de un joven de 21 años, que después en los cincuenta se convertiría en grande y en todo un sex symbol, el maravilloso y ya hermoso William Holden. También, la oportunidad de ver en un rol muy distinto a un actor al que nunca dejaron ser joven, el gran actor de carácter, Lee J. Cobb (¿alguien le olvida en La ley del silencio o en 12 hombres sin piedad?). Lee aquí representa al padre de Holden, con una sensibilidad extrema. Lee también nació en el mundo del teatro y en concreto en el Group Theatre, por supuesto, también fue uno de los perjudicados en los interrogatorios de la caza de brujas. Y, también, fue uno de los actores que cedió al miedo y dio nombres de compañeros que habían militado en el partido comunista en 1953. La película cuenta con otros actores secundarios el conservador Adolphe Menjou u otro de los malos por excelencia del cine, Joseph Calleia. 

Sueño dorado presenta la historia de una joven que se debate, en tiempos de depresión, entre la riqueza y el éxito que le puede aportar el boxeo, o si abandonar para siempre su verdadera pasión y fuente de felicidad, ser un violinista de prestigio. En su camino se cruza Lorna, la chica de su desagradable manager; un padre que lucha porque alcance su sueño y una familia sencilla o un gangster que le abre las puertas a un mundo de corrupción, dinero y fama. La película habla de asuntos como ceder a la riqueza y el capitalismo más salvaje o dejarse llevar por el corazón, aunque se sea más pobre, y alimentar una pasión. O también deja ver la lucha de clases y sobre todo la situación de los afroamericanos en uno de los contrincantes del joven violinista, Chocolate Brown, que se convierte en la verdadera víctima de la película. Tampoco, debe obviarse el reflejo del mundo del boxeo, un tema siempre mimado en el séptimo arte. Siempre ha habido grandes películas que han reflejado este mundo y sus héroes o antihéroes (recuerdo Marcado por el odio, Luces de la ciudad, Toro Salvaje, Campeón, Rocky…)