Robert de Niro

Las cosas como las vivo, Robert de Niro tiene cara de antipático y, a veces, con un pequeño esfuerzo puede convertirse en un ser tierno. Ésa es la magia del actor. De Niro es ideal para papeles y personalidades complejas. En los últimos tiempos se cansó de complicaciones y sufrimientos y está dando rienda suelta a su vis cómica o a reírse de sí mismo. Y, milagro de generación, ¡¡¡también le funciona!!! Es uno de esos actores camaleones con filmografía gloriosa por los años de los años y los siglos de los siglos. 

De Niro ha sabido evolucionar y llevar a cabo una gran carrera. Actor imprescindible en los setenta. Su rictus, su lunar especial, su sonrisa entre salvaje y tierna le ha hecho ser protagonista de grandes producciones. Ha evolucionado con los tiempos y todavía sigue muy pero que muy activo. 

Ha sido y sigue siendo el actor fetiche de Martin Scorsese (con permiso de Leonardo Di Caprio, nuevo relevo generacional). Sólo con las películas de Martin hubiera conseguido su hueco en el Olimpo de los actores y mantenerse rey en la salas oscuras…, pero su carrera ha dado para mucho más. 

Con Scorsese ha visitado Malas Calles (1973), ha sido ese taxista que viaja a la locura y se convierte en héroe justiciero (Taxi Driver, 1976), nos ha hecho amar el musical una y otra vez y cantar entusiasmados New York, New York (1977), hemos vivido los tiempos de gloria y fracaso hasta el esperpento de un boxeador en blanco y negro (Toro salvaje, 1980) o se ha convertido en un triste Rey de la comedia (1982), nos asusta con su cara de asesino vengativo en un remake de El cabo del miedo (1991) (¿quién nos aterra más Robert Mitchum o él?); las mafias le sientan bien, él es el más duro entre los duros, así lo vemos en Uno de los nuestros (1990) o Casino (1995). ¿Nos deparan estos dos genios alguna sorpresa más en el siglo XXI? 

Robert de Niro se ha sabido cuidar y ha elegido sus papeles para trabajar con grandes directores. Así en los setenta se hace grande al lado de Coppola, Bertolucci, Elia Kazan (El último magnate) o Michael Cimino. ¿Alguien hubiera podido emocionar más como un joven Vito Corleone en El padrino II? Ese inmigrante que se niega a vivir las humillaciones de la tierra prometida y para mantener a su familia sin someterse se convierte en el cabeza visible de familia mafiosa con su propio código de honor. ¿Quién otro podría haber dado replica a Gerard Depardieu para contar ochenta años de Italia, de las dos italias en ese fresco histórico que se llama Novecento? O, quién olvida las consecuencias de Vietnam sin recordar el rostro de uno de los tres amigos, un Robert de Niro, grande en El cazador. 

Los ochenta siguen devolviéndole magnífico. Tanto en películas pequeñas donde De Niro se transforma en hombre normal y romántico…, ¡¡¡y lo borda!!! junto a compañeras de nivel como Meryl Streep (Enamorarse, 1984) o Jane Fonda (Cartas a Iris, 1989). Hasta en grandes películas épicas. Yo le adoré por los siglos de los siglos en su complejo papel de gángster en ese canto de Sergio Leone que se llama Érase una vez en América (1984). Es Noodles y a su personaje le amas y le odias, le amas y le odias, le amas y le odias…, hasta que quizá, lo comprendes. Otra película épica fue La misión (1986). Sólo él podía hacer creíble ese papel de mercenario violento y pecador hasta convertirse en profundo religioso luchador y defensor del derecho e independencia de los indios. 

En esta década, él sigue siendo inquietante como el rey de los malos malísimos en el Corazón del ángel o destaca como el mismísimo Al Capone que trae de cabeza a  Los intocables de Eliot Ness. Ya empieza a experimentar en un terreno hasta ahora vedado, la comedia, se mete en remake clásico y junto a Sean Penn trata de hacer reír en Nunca fuimos ángeles. El público decide no reírle todavía las gracias. Pero él ya entrena. 

La década de los noventa siguen siendo de carrera imparable a sus éxitos en cine de acción, películas de Scorsese y algún equívoco menor nos topamos con el Robert de Niro director, el Robert de Niro comediante y el Robert de Niro de películas de acción. Él es un profesional que evoluciona con los años y nunca decepciona. 

Así nos enternece en dos papeles, ese melodrama de los noventa que a todos los que lo vimos nos hizo derrama lágrima, Despertares (1990), o esa comedia triste que se llamó La chica del gángster (1993). Apareció gris en película interesante y en otro remake fallido de nuevo director Irwin Winkler (Caza de brujas y La noche y la ciudad). Demostró que seguía siendo el más malo entre los malos como padrastro maltratado en Vida de este chico. Nada que ver con su sensible rol de padre en su opera prima como director, Una historia del Bronx, el papel de mafioso se lo dejó a Palminteri. Se pegó pequeño batacazo con película de terror en Frankenstein (1994). 

Pronto se mostró hombre de acción, nunca es tarde, y nos dejó sin respiración en Heat, Fanático, Jackie Brown o Ronin. Por supuesto sacó jugo a sus papeles secundarios con mucha tela en Sleepers (1996) o La cortina de humo (1997). Y, de pronto, sorpresa…, se ríe de sí mismo y el público ríe con él en Una terapia peligrosa (1999) y secuela. Ese gángster con problemas psicológicos le trajo suerte, ¿alguna vez le faltó? 

Robert de Niro sigue sin poder pararse en el siglo XXI. Nos hace de reír en su papel de antipático padre en Los padres de ella (2000) y secuela. Sigue saltando de película de acción en película de acción (15 minutos o El golpe maestro). Vuelve a ponerse tras la cámara para contarnos el nacimiento de la CIA en El buen pastor. Sigue jugando a ser inquietante en película de terror menor, El escondite (2005). Y, por supuesto, esperamos estrenos de más películas con De Niro protagonista. De momento, puede volver a sorprendernos en sus últimas películas todavía no estrenadas: una de Barry Levinson (sobre el mundo de Hollywood) o con otra película de acción firmada por director de filmografía curiosa, Jon Avnet. 

Robert de Niro, el camaleón de la pantalla, ya tiene su sitio en ese Olimpo particular que estamos creando día a día en el blog.

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