Cóctel de cine

Su seguro servidor, Orson Welles

Ayer fui al teatro de Bellas Artes para ver a José María Pou y su transmutación en Orson Welles. La obra es un monólogo donde nos encontramos con la personalidad compleja de Welles. Monólogo escrito por Richard France. Transcurre en un estudio de radio donde el realizador al final de su vida se ganaba el sustento grabando cuñas publicitarias. Espera una llamada de Spielberg para ver si le financia el Quijote… entre cuña y cuña surgen los recuerdos de su vida y como de genio fue cuesta abajo hasta convertirse en un hombre fracasado y olvidado que sin embargo sigue moviendo montañas para terminar sus proyectos. Así el monólogo está lleno de referencias, personajes históricos y anécdotas que repasan la vida de un hombre polifacético que tuvo su hueco inmortal en la radio, en el teatro, en el cine, en el mundo de la magia, y que no era sólo excesivo en su tamaño sino en cada uno de los aspectos de su vida. El testigo de su verborrea no es sólo el espectador de la sala sino un técnico de radio que le escucha pero también tiene claro que tiene que terminar su trabajo… a pesar de las batallitas… (¡Benditas batallitas!). Aunque he de confesar que iba tan ilusionada y dispuesta a la emoción que me quedé un poco fría aunque muy interesada… La obra es Pou, sin él y su transformación poco sentido tiene.

Más reflexiones sobre la risa después de El nombre de la Rosa

Hacia años, vamos desde su estreno, que no veía El nombre de la Rosa y he de decir que volví a disfrutarla y a entenderla más. La mayor carencia que tengo es que no he leído el libro de Eco pero fijándome sólo en la película me sorprendió sobre todo en su reflexión sobre la risa (después de que últimamente estoy pensado mucho en ella). La risa como poder subversivo, como puerta de conocimiento y libertad, como terapia de alejamiento del miedo… Todos los misterios de esa agobiante Abadía y sus asesinatos tienen mucho que ver con impedir la risa en un mundo negro habitado por la ignorancia en la etapa oscura de la Edad Media. Otro de los aspectos que me encantó al volver a verla es ese continuo hincapié en una sensualidad oscura y agobiante en un ambiente castrante. Durante todo el metraje lo sexual está presente de manera brutal.

Marilyn Monroe, más presente que nunca

Ahora mismo resulta que hay varios proyectos cinematográficos para llevar a la pantalla la vida de la venus rubia del cine. Quizá el que más llama mi atención es la adaptación cinematográfica de la novela de Joyce Carol Oates, Blonde. Y es que adoro a esta novelista. La novela todavía no la he leído, espero hacerlo antes de que se estrene la película.

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La condesa descalza (The barefoot contesta, 1954) de Joseph L. Mankiewicz

A Mankiewicz lo de contar una historia a varias voces le gustaba. Lo de presentar distintos puntos de vista según el personaje que narre la historia. Lo hizo, por ejemplo, en Eva al desnudo y volvió de nuevo a las distintas voces en La condesa descalza. Mankiewicz fue un buen director que a veces rozaba la realización perfecta con un uso inteligente del lenguaje cinematográfico y que se volcaba con sus guiones.

En La condesa descalza asistimos a un entierro en un día de lluvia donde muchos hombres grises rodean una bella estatua blanca de una mujer… la cámara se detiene en Humphrey Bogart que empieza a narrarnos la historia de María Vargas. Son tres hombres (su mejor amigo y director de cine —Bogart—, el relaciones públicas —Edmond O’Brian— y su esposo un conde italiano de la vieja aristocracia europea –Rossano Brazzi—) quienes nos van ayudar a construir el puzzle para conocer a esa mujer española y humilde que un día sacaron de un café madrileño cuando se buscaba una cara nueva para Hollywood. Una historia a golpe de flash back.

Si en Eva al desnudo diseccionaba con tiento el mundo del teatro con un guión redondo lleno de frases para recordar y con personajes memorables, en La condesa descalza intenta lo mismo con el mundo de Hollywood aunque con veneno y cinismo dosificado y no se dedica sólo a un Hollywood que no aparece físicamente (casi toda la película transcurre en Europa) sino también a una jet set europea trasnochada y una artistocracia europea vacía y carente de sentido (castrada, nunca mejor dicho). Mientras que en Eva al desnudo todas las piezas están bien situadas y encajadas, los diálogos son creíbles y la historia está perfectamente contada, La condesa descalza alcanza puntos de cinismo, buenas frases junto a otros diálogos menos creíbles, personajes bien construidos junto a otros que no lo están tanto… no es la obra cumbre de Mankiewicz ni como director ni como guionista.

La condesa descalza es un batiburrillo extraño lleno de defectos pero que en su conjunto engancha hasta el delirio y entonces entramos en campos donde la razón no existe. La condesa descalza es un cuento de hadas trágico con unas gotas de veneno y un envoltorio de melodrama pasional donde todos se empeñan en alcanzar a la mujer inalcanzable e intocable. A la mujer libre que se bebe la vida. Una mujer que sin quererlo enloquece y trastoca la vida de los hombres que están a su alrededor… y que a ella tanto le desagradan porque ninguno es su príncipe soñado. Prefiere irse con sus ‘primos’ que al menos los elige ella cuando le da la gana o acurrucarse en los brazos del amigo, Bogart, que nunca será su amante pero sí el único que siempre será sincero con ella.

Y ahí entramos en terreno interesante que es lo que ha hecho que esta película se convierta en mítica y objeto de culto. Y es la identificación total y los paralelismos que se han ido forjando entre la María Vargas ficticia y la Ava Gardner actriz de carne y hueso. Porque con el paso de los años se ha pintado o nos hemos imaginado a una Ava que a pesar de ser una estrella, toda belleza y con una carrera de éxito (sus orígenes también fueron humildes), siempre fue una mujer desgraciada e inalcanzable que trató de ser pájaro libre y beberse la vida (como tituló magníficamente su libro sobre la actriz en España, Marcos Ordóñez). Que prefirió Europa a Hollywood, siempre le fascinó España, y que tuvo una vida sentimental agitada y nunca estable. Un rostro bello que se fue marchitando y que escondía una mujer triste. Una mujer que se convirtió en estrella pero pronto dejó de interesarle el significado de ser estrella y que odiaba Hollywood y sus servilismos. Nunca estuvo plenamente satisfecha de su trabajo como actriz ni de los papeles que le ofrecían.

Probablemente si se hiciera una encuesta en el que se destacaran trabajos de Ava, seguro que siempre aparecería su María Vargas (y eso que creo que leí alguna vez que lo pasó fatal en el rodaje y que no se entendió con Mankiewick). Sin embargo la película es un delirio continúo en los detalles. Ese Madrid nocturno de decorado, por otra parte bello, con esa cantina y esos madrileños gritando emocionados ante el baile que no vemos (¡¡¡y menos mal!!!) de la futura estrella, mujer ya distante y misteriosa de personalidad subyugante. Esos dos hermanos pobres que vivieron en la miseria y el horror de la Guerra Civil (esto por supuesto fue quitado por la censura española en el momento de su estreno) hablando un español rarísimo y un perfecto inglés. Lo más kitsch de la película es ese momento en el campamento de gitanos donde Ava baila con uno de ellos un baile extraño que quiere ser algo parecido al flamenco pero denota más una especie de mambo lento con levantamiento de brazos y caras de pasión de la artista que deja hipnotizado a un Brazzi que no puede con tanto arte. O el mismo Brazzi, ese conde presentado como todo un príncipe varonil y héroe romántico que logra enamorar a la inalcanzable pero de pronto se convierte en un personaje siniestro y oscuro que no solamente es impotente por heridas de guerra sino que es un enfermo emocional y mental, celoso patológico que arruinará la vida ‘loca’ de la insatisfecha María…

Pero es todo este delirio continuo con algunos personajes perfectos y algunos diálogos agudos que muestran y critican el mundo de Hollywood lo que engancha y convierte su visión en un espectáculo que siempre me agrada ver. Porque como digo todo va más allá de la razón y en el delirio alcanza momentos álgidos. Y hablando de personajes en esta última visión me he quedado absolutamente prendada y engancha del personaje del relaciones públicas, ese hombre siempre con la cara sudorosa y entregado a un trabajo de apariencias y humillaciones continuas pero que conoce los entresijos y se mueve en ellos como pez en el agua y eliminando totalmente los sentimientos. Se trata de Edmund O’Brien, que forma parte de esos secundarios con algún personaje protagonista que nunca llegaron a estrellas pero siempre nos suenan sus rostros. Y a veces con sus apariciones superan a las estrellas inalcanzables porque son buenos actores, de profesión y vocación.

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Una risa nueva. Posthumor, parodias y otras mutaciones de la comedia. Editor: Jordi Costa. Autores varios (Nausícaä, 2010)

Siempre recibo con gran cariño y alegría libros exclusivamente de cine en el mercado editorial. Ahora está en las librerías una aventura editorial muy interesante. Se trata de Una risa nueva. Posthumor, parodias y otras mutaciones de la comedia, publicación coordinada por el crítico cinematográfico Jordi Costa con textos de diferentes autores (críticos e historiadores cinematográficos, periodistas, blogueros, escritores y también cómicos) y con la aportación gráfica (guinda-regalo para el lector) de varios historietistas que nos dejan su firma en historietas (valga la redundancia) y que aportan también su impronta sobre qué es lo cómico o qué provoca la risa. Este libro nació después de dos ciclos de nueva comedia que se programaron en 2009 y 2010 en el festival Abycine (Festival Internacional de Cine de Albacete) sobre Nueva Comedia Americana y Nueva Comedia Global.


Ésa es la clave del libro: qué provoca la risa o cuáles son las mutaciones de lo cómico en el mundo audiovisual contemporáneo (haciendo hincapié en el séptimo arte pero no dejando de lado un canal de expresión y experimentación del humor como es la televisión… o la Red). Pocas veces se trata de analizar o se trata de entender qué es la risa y qué la provoca…es un campo filosófico poco visitado y sin embargo apasionante. Ahí queda ese lejano pero a la vez todavía válido (e instrumento fundamental para analizar lo cómico en el cine —aunque el autor lo sustentó más en la literatura y el teatro—) ensayo de Henri Bergson, La risa. Ahora Una risa nueva es una nueva aportación al pensamiento, una nueva fuente de reflexión. Porque si algo evidencia este estudio formado por varios ‘estudios’ es que lo cómico es algo en continuo desarrollo y mutación. Lo cómico está irremediablemente unido a lo humano y en continuo avance. Nunca muere. Por eso aunque a veces en el terreno cinematográfico se habla de género es un concepto mucho más amplio, como lo trágico, e irremediablemente unido a los sentidos de la vida.

Son varios los valores que provocan una lectura apasionante y que atrapa (Hildy adquirió el libro el miércoles por la noche y lo ha terminado hoy cuando además tenía varios libros y frentes abiertos): primero, como ya he apuntado, el valor que lo convierte en un nuevo ensayo sobre la risa. El segundo que proporciona una interesante radiografía sobre la historia de lo cómico en el mundo audiovisual contemporáneo (sin dejar de lado los antecedentes históricos —con lo que consiguen ‘dibujar’ perfectamente la evolución de lo cómico sobre todo en el cine—). Y además delimita perfectamente el espacio temporal que abarca Una risa nueva o el posthumor: lo cómico después de Woody Allen, Jacques Tati y los Monty Python. Lo tercero que cada uno de los mini ensayos proporcionan una visión o un interés que pueden leerse de manera independiente (pero el complicado milagro es que juntos forman un conjunto, perdonen por el fácil juego de palabras). Lo cuarto, que da nombres y apellidos a los posibles protagonistas del nuevo panorama de lo cómico, aquellos que logran el continuo movimiento, transformación y vitalidad de lo cómico, aquellos que hacen posible que se provoque la risa y los sitúan en el contexto sociopolítico actual. Lo quinto apunta una teoría cinematográfica, una lectura, Una risa nueva trata de dejar clara su tesis: a qué se refiere cuando habla de posthumor y aporta todas sus posibilidades. Lo sexto abre su visión de lo considerado cómico más allá del cine americano (que ocupa la primera parte del libro) y pasea por otras cinematografías (las europeas: haciendo hincapié en la italiana y británica y paseándose por Holanda, España, Grecia, Finlandia, Suecia, Francia…y no dejando de lado una visión cómica oriental que nos lleva ni más ni menos que a Corea del Sur, Hong Kong o Japón…). Lo séptimo y para mí fundamental abre el apetito de adentrarse en esos modelos posibles y ofrece otras miradas que pintan Una risa nueva y aporta interesantes lecturas sobre obras cinematográficas que quizá muchos apasionados al cine habíamos dejado de lado (Hildy incluida e incluso confieso, sí confieso, que tenía en mi cabeza —y eso que como siempre reconozco no me gusta nada— ciertos prejuicios. Muchas obras cinematográficas que se nombran sólo guardaba ciertos recuerdos de escenas que provocaron mi risa y entretenimiento. Otras me negué en redondo a comprarme una entrada y en otras, confieso, que me atreví y salí profundamente cabreada…, ahora continuo cabreada pero entiendo otro punto de vista). Y, octavo y último, en su guinda-regalo, a través de historietas visuales breves logra aportar otros puntos de vista profundos que aportan más significados y lecturas a la pregunta fundamental: qué provoca la risa hoy en día.

Y es que hay otro campo interesante en la nueva risa, otra reflexión llena de interesantes lecturas. Qué significa lo política y políticamente correcto e incorrecto…, la risa y lo cómico, como vuelvo a repetir algo indiscutiblemente unido a lo humano (somos los únicos seres vivos que poseemos el don de la risa y también y fundamental de hacer reír), se mueve en un espacio creativo y libre y por tanto carente de muros, fronteras y prohibiciones… provocar la risa entra así en el espacio de la provocación y trasgresión que puede rozar y roza lo molesto e incómodo. ¿Hay límites en lo que puede provocar risa?¿Hay límites de lo que podemos reírnos y de lo que no, de quién podemos reírnos y de quién no podemos reírnos? Hay algunos protagonistas que no creen en límites o mejor dicho se mueven sin límites y crean espacios de nueva risa que incomodan. Pero a la vez funciona como momento catártico (recordemos que la catarsis siempre está más vinculada a la tragedia) que provoca la reflexión y el desaire que es también una manera de motivar una reacción. Esto me hace pensar que los ‘límites’ se encuentran en las sensibilidades de cada espectador. Como espectadora pondré varios ejemplos: a mí no me motivaron la risa y sí un cabreo e incomodidad y un motivo de discusión pero también de reflexión (lo cual me parece un aspecto positivo pues lo que está claro es que no me dejaron indiferente) la visión de dos películas-comedias de nueva risa: Torrente, el brazo tonto de la ley (universo del personaje que encarna Santiago Segura y que hizo que no volviera a ver ninguna de la serie) y Borat (universo para gloria de Sacha Baron Cohen y que motivó una antipatía total ante los demás trabajos de Cohen, vamos que no he vuelto a ver nada). Como espectadora me sentía desconcertada que ante lo que a mí me provocaba grima o me indignaba o dañaba mi ‘sensibilidad’ y en momentos donde no me sentía cómoda sufría las risas tronchantes de la mayoría del público que me acompañaba en la sala. Pero también reconozco que ante escenas, que también me hacían sentirme incómoda no podía reprimir la risa (no sé si nerviosa, divertida o desesperada ante lo que estaba viendo) y luego a la salida pensaba de qué me había reído y nacía un sentimiento a veces culpable (¡por favor, de lo que me he reído!): y esto ocurría en Canino, Celebration o Los idiotas. Mi ‘sensibilidad’ (es que no sé si es la palabra adecuada) me había permitido la risa pero era consciente de que me reía de lo trágico…, uff vaya empanada mental.

Paseo por una risa nueva

Así el libro permite un viaje apasionante lleno de descubrimientos y sobre todo ‘nuevas visiones’ y lecturas. Así la primera parada la realizamos con Jordi Costa que prologa este trabajo conjunto en La (im)posibilidad de una risa. Donde la comedia pierde su nombre para a partir de la ópera prima de Mel Brook, Los productores adentrarnos en el concepto de Nueva Comedia y desarrollarnos el sentido de este libro. La primera parte del libro nos adentra en las mutaciones de la Nueva Comedia Americana de la mano de Miqui Otero y su Spoof movies. Esto no es otro estúpido ensayo sobre la comedia americana donde analiza el nacimiento, la cima, decadencia, muerte y posibles transformaciones de ese universo cinematográfico que es cine dentro del cine en clave de parodia y homenaje, las spoof movies. La pareja cómica que conforman Venga Monjas realizan un original texto (Apártate tío, soy científico) sobre Bill Murray en la ceremonia de los Oscars cuando estuvo nominado por su trabajo de actor cara de palo (con aires keatonianos del siglo XXI) en Lost in translation. Así surge una radiografía de esa generación de cómicos americanos del Saturday Night Live. Después Eduardo Galán nos descubre (vamos, me descubre porque mi ignorancia era absoluta) This is (not) Spinal Tap. Los mockumentales de Christopher Guest. Así puedo entender lo que quizá encuentre en los largometrajes de Guest gracias a que Galán habla de referentes que sí he podido disfrutar. Además también ofrece el legado de Guest en obras que han podido tener a este realizador como referente. Eduardo Galán me ha ofrecido la oportunidad de conocer a un nuevo realizador para mí, claro está. El crítico cinematográfico Carlos Losilla en Historia de una deriva realiza un minucioso análisis de qué significado tiene el cine de realizadores como Ben Stiller, Todd Phillips, hermanos Farrelly o Apatow dentro de la evolución histórica de la comedia americana. Y terminamos este paseo por la Nueva Comedia en EEUU de la mano de Jordi Costa y un original ensayo sobre los límites o fronteras que se salta la nueva risa. Ese límite desdibujado pero apasionante entre lo política o políticamente correcto e incorrecto y sus artífices.

La segunda parte de esta publicación nos posibilita un paseo por el panorama de la risa nueva en otras cinematografías. Así Alvy Singer nos pinta en Bajo el influjo de los Python un completo panorama de la comedia británica y su evolución después de los Monty Python, con sus cimas, cumbres, pozos, valles y sombras. Así entre sus páginas podemos atisbar los caminos trazados en la comedia británica tanto en cine como en televisión. Juan Agustín Mancebo Roca analiza la importancia de Roberto Begnini como protagonista importante dentro del posthumor por sus aportaciones anteriores a sus éxitos internacionales que tienen sentido dentro de su evolución y su discurso cinematográfico en el ensayo En defensa de Roberto Begnini. El bloguero Señor Ausente nos lleva de la mano a través de Risas y llantos de la vieja Europa por un mapa de lo cómico y sus mutaciones en distintos países europeos así viajamos por España, Francia, Dinamarca, Alemania, Bélgica, Holanda, Finlandia, Suecia o Grecia. John Tones nos pone en la onda de Stephen Chow. Comedia radical hongkonesa para así iniciar los últimos capítulos del libro que ponen en conocimiento del lector todas las variantes de la risa nueva en el cine oriental y en los posibles extrañamientos que puede provocar en un público occidental. Tones nos da las claves para adentrarnos en el cine de un cómico oriental como Chow y dándonos la pista de que para entenderlo hay que buscar un antecedente: Jackie Chan. Roberto Cueto nos pone en contacto con la forma de hacer comedia en Corea del Sur o Sufrir es divertido (o las cosas que le hacen gracia a un coreano y maldita la gracia que tienen) dejando en evidencia la riqueza de matices cómicos o de asuntos que provocan la risa en cinematografías más inaccesibles para los públicos occidentales. Y por último Jordi Costa en Kitano y Matsumoto: fracturas de la comedia bajo el Sol Naciente aporta la visión de lo cómico de dos realizadores japones. De Kitano aporta la fractura (poco entendida) en su obra cinematográfica pero con todo el sentido dentro de su evolución y discurso como cineasta. Así es muy interesante la comparación que realiza Costa de esta ruptura y su forma de humor o de provocar la risa con un momento en la carrera cinematográfica del cómico Jerry Lewis (que también sufrió fractura…). Y también descubre (mejor dicho me descubre) la figura del realizador y cómico Matsumoto.

Como guinda final se puede disfrutar de las reflexiones que aportan sobre la risa y sobre el concepto de lo cómico los historietistas Scalerandi-Souto, Jorge Riera, Juarma López, Albert Monteys, Darío Avanti, Guillem Dols, Jonathan Millán y Miguel Noguera, Bárbara Perdiguera y Joaquín Reyes.

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En busca del guionista desconocido, Paddy Chayefsky

Contaros que estoy disfrutando un montón con la lectura de Un oficio del siglo XX de Guillermo Cabrera Infante (Alfaguara) donde el escritor cubano recopila toda una serie de críticas que firmaba bajo el pseudónimo G. Caín. A pesar del número de críticas y miradas intensas e interesantes me he encontrado con las reseñas de varias películas cuyo guionista es el mismo Paddy Chayefsky…, y el bueno de Chayefsky y la manera que tiene Cabrera Infante de leer sus películas me ha encendido el piloto rojo en mi cabeza: ¡¡¡tengo que ver esas películas!!!

La única que he visto ha sido Marty, una película donde los protagonistas eran Ernest Borgnine y Betsy Blair que encandilaban con su reencarnación de un carnicero y una maestra que unen sus corazones solitarios a pesar de las diversas dificultades que encuentran en su entorno. La película la dirige Delbert Mann y llamó en su momento la atención por el realismo de una historia cotidiana y porque sus protagonistas eran personas sencillas que sobreviven en la gran ciudad y no grandes héroes que pretenden vivir una vida normal.

Sin embargo Cabrera Infante habla de otras películas con guión de Chayefsky que me han alimentado unas ganas terribles de revisar su filmografía. Por ejemplo La noche de los maridos o The Goddess. Al guionista le preocupa los hombres y mujeres insatisfechos y finalmente solitarios o con problemas emocionales. La primera narra una larga noche de varios compañeros de trabajo que se reúnen para celebrar una despedida de solteros y van desnudando sus frustraciones y problemas emocionales. Y la segunda cuenta la historia de una actriz que nunca ha podido ni ha sabido lo que es amar.

Tratando de buscar más películas con sus guiones me he encontrado con otras dos películas que no me importaría alguna vez poder revisar como Banquete de bodas que esta vez es una adaptación de una de sus novelas donde se narra los esfuerzos de una madre humilde  (Bette Davis) para dar a su hija una boda digna. Y también otra protagonizada por Kim Novak, de nuevo sobre hombres y mujeres solitarios, que se llama En mitad de la noche.

Chayefsky en los años cincuenta permitió u ofreció argumentos para realizar películas alejadas del glamour americano y más cercanas a la realidad diaria de un montón de ciudadanos. Historias sencillas y duras de los supervivientes de las ciudades que tratan de vivir su día a día entre el aburrimiento, la insatisfacción y las carencias emocionales.

Pero como digo sigue siendo un desconocido para mí… aunque creo que pronto va a dejar de serlo. Tendré que poner remedio.

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La noche de los gigantes (The stalking moon, 1969) de Robert Mulligan/El juez de la horca (The life and times of judge Roy Bean, 1972) de John Huston

¿Por qué pongo estos dos westerns que nada tienen que ver juntos? Porque los considero dos westerns atípicos en una época (es curioso pero siempre se dice que es el ocaso del género) donde el género ya no era tan popular como en décadas anteriores aunque aún le quedaba y le queda vida eterna. Porque ambos están realizados por dos directores que no solían visitar el género…, bueno, John Huston hizo algún que otro intento (en la maravillosa y atípica también Los que no perdonan). Y porque ambos tienen momentos de puro cine y escenas para no olvidar. Porque los dos muestran planteamientos interesantes y porque los dos sin ser obras maestras son sin embargo obras redondas. Porque ambos están caídos un poco en olvido. Son dos westerns para rescatar y ambos cuentan con estrella de lujo en momento maduro: Gregory Peck y Paul Newman, ambos con sobrada experiencia en el género.

La noche de los gigantes

Sus personajes apenas hablan y si hablan dicen lo justo. Importan los gestos y las miradas. Es un western intimista y a la vez intenso. Inspira momentos de angustia e incertidumbre que inquietan. El argumento no puede ser más sencillo, Sam (Gregory Peck), un explorador del ejército retirado, protege a una mujer blanca con un hijo mestizo de un indio apache (padre del niño) apodado Salvaje. Existen dos personajes secundarios fundamentales: el viejo que ha cuidado las tierras del explorador hasta su retirada y el amigo del ejército, mestizo, al que le une un lazo especial de amistad.

Salvaje sólo será un personaje ausente pero siempre presente por el rastro de sangre que deja en su camino hacia un único objetivo recuperar al hijo. Una vez que llega al rancho de Sam, Salvaje se convierte en la sombra que acecha y destruye. Sólo le intuimos. En la sombra inteligente que hará todo lo posible por llevarse lo que considera suyo.

El Oeste que se presenta es una tierra de hombres duros y silenciosos que sobreviven. Hombres blancos que ya se ve cómo quieren quitarse de en medio a sus habitantes de siempre, los indios, también hombres duros que tratan de preservar su territorio. El enfrentamiento violento está servido.

Y en este enfrentamiento tienen un protagonismo especial los mestizos, mezcla de dos sangres que se odian. O se posicionan al lado de unos o al lado de los otros. Su corazón siempre dividido. Los mestizos en la película son el niño silencioso que va tras la madre pero siente también el deseo de regresar con el padre y al modo de vida que conoce… y el amigo del héroe que finalmente se decantó por el hombre blanco y es el que sirve de puente de comunicación entre el hombre blanco y los indios que serán sometidos.

De la madre blanca (Eva Marie Saint) apenas se nos cuenta qué ocurrió pero unas cuantas pinceladas resumen su historia. A la madre que ha vivido durante diez años entre los indios junto a Salvaje. La joven que vio cómo moría toda su familia a manos de los indios y cómo por sobrevivir elige vivir junto a ellos y tener un hijo con Salvaje. La mujer que para sobrevivir elige el silencio y el olvido y una vez rescatada las palabras y expresar los sentimientos le cuestan un mundo. La mujer que nunca se integró con los indios, a pesar del silencio, pero que se intuye ahora será rechazada por los blancos… sobre todo cuando cuestionen sus diez años de vida y a su hijo mestizo…

Pero en su camino se cruza Sam, el explorador del ejército silencioso y sencillo pero también buen hombre (aunque entra de lleno en el enfrentamiento hombre blanco-hombre indio) que de pronto siente la necesidad de no estar solo y para ello toma bajo su protección a la mujer que será repudiada menos en su hogar y a su hijo mestizo. Y así trata de forjar la familia que nunca ha tenido con cariño, esfuerzo y tesón. Quiere que ambos confíen en él. Además siempre contará con el amigo fiel que velará y se sacrificará porque Sam consiga su sueño o el abuelo tan solitario que sólo se derrumba cuando le tocan al compañero fiel de tantos años, su perro.

Así Robert Mulligan presenta un Oeste intimista y a la vez inquietante (con ese Salvaje que siempre se siente pero no vemos) lleno de silencios y miradas. De luz tenúe en una pequeña casa de madera y unos paisajes salvajes que la rodean.

El juez de la horca

O la reconstrucción satírica y esperpéntica con rastros de genialidad de un personaje histórico y mítico del salvaje Oeste, el juez Bean y su pandilla de alguaciles. Ese juez con rostro de Paul Newman que reconstruye a un hombre extremo en su salvajismo, su código de honor, su manera de impartir una ley que siempre infringió…, pero que es amigo de sus amigos, que cuando ama ama de verdad (con esa compañera fiel, el ángel mexicano, que le salva la vida al principio de la historia) y que atesora un amor idílico e ideal hacia la diosa inalcanzable una actriz a la que venera (y todos los que la rodean deben venerarla también), Lilly Langtry. El que sufre cuando tiene que sufrir, se emborracha como el que más y es un tipo muy peculiar pero que fuera del mundo que se crea no es más que un fantoche y hombre fracasado… que finalmente huirá herido del corazón y traicionado por los que ama de su particular paraíso creado. Como siempre Huston no desaprovecha para hablar del hombre fracasado.

Sin embargo tras el fracaso y la desaparición se reconstruye la leyenda. Siempre recordado por sus amigos alguaciles y por su hija que admira todo lo que le cuentan del padre y cuida su memoria. Él sólo vuelve a un mundo moderno y modernizado, donde ya no hay sitio para los caballos, las horcas y los héroes del salvaje oeste, para dar un final glorioso a su vida y a la de sus amigos alguaciles, ahora convertidos en hombres en descenso social y sin orgullo, sin un sitio en una sociedad que se llena de violencia, coches, dinero y torres de petróleo. Vuelven a impartir justicia a lo bruto montados a caballo, con mucho disparo y pirotecnia.

Todas sus andanzas son recordadas por distintos personajes que tuvieron algo que ver con él. Primero por un cura estrambótico que vive el comienzo de la leyenda, por uno de los hombres a los que llevó a la horca, por uno de sus eternos enémigos y socio y finalmente por el amigo fiel (que cuidará de su hija Rose). Todo es una recopilación de nostalgias: viejas fotografías y largas cartas de amor a su amor ideal.

John Huston y el controvertido guionista John Milius (recordado por su participación en Apocalipsis Now) ofrecen así una obra extrema, políticamente incorrecta y extravagante pero llena de momentos poéticos sobre todo los relacionados con el peculiar triángulo que se forma entre el juez, su amada terrenal, la mexicana María Elena y un enorme oso al que le encanta la cerveza. También juega a la aparición de rostros del momento y viejas glorias que conforman el universo personal de Bean: Ava Gardner como la mítica actriz y mujer ideal, Anthony Perkins como el esperpéntico cura, Victoria Principal como la mexicana amada, Jacqueline Bisset es la hija que guarda la memoria (la aparición más fugaz es la de Michael Sarrazin, popular en esos momentos hoy olvidado, en una fotografía), el guapo oficial del pasado Tab Hunter…, y hasta el propio director. Y ofrece momentos que son puro cómic como la aparición de ese malvado Bob El Malo, un albino caricaturesco, que quiere cargarse al juez. La película llama la atención por su tono extraño que combina momentos esperpénticos, con otros intimistas y de gran ternura junto a otros salvajes y extremos. Y en todo el metraje la presencia genial de Paul Newman en la reconstrucción de una peculiar leyenda.

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Diccionario cinematográfico (144)

Cuentacuentos: o contadores de historias. O dícese de persona que tiene facilidad para contar o leer un cuento o historia a un espectador u oyente o grupo de espectadores u oyentes y transmitir toda clase de sentimientos. Algunos lo son por naturaleza, saben transmitir historias orales con aires de leyendas, otros se preparan concienzudamente.

Primero doy permiso a las damas. Y nos vamos a la reciente Pan negro y la abuela que se rodea de niños que temen sus historias y leyendas de terror y monstruos. Que prepara a los niños para enfrentarse a los monstruos verdaderos. Ella, sin saberlo, es puerta a abismos oscuros. Y saltamos a dos damas románticas y aristocráticas que en el seno de África, cuna maravillosa de tradición oral, se convierten en cuentacuentos ante un público masculino que las escucha embelesados. Una es la Karen Blixen de Memorias de África, la otra es Katharine Clifton, la elegante dama que enamora al Paciente inglés.

Hay otros que su propia vida es puro cuento que transmite continuamente a los demás. Su vida dura de vendedor se convierte en pura fábula cuando cuenta sus historias para tapar una vida gris con una vida paralela llena de personajes fantásticos y narraciones inimaginables. Su hijo confuso, ya en edad adulta, trata de conocer al padre, de saber que hay detrás del cuentacuentos y se desespera porque su padre nunca descansa. Para el padre el motivo de vivir es contar historias fantásticas, embellecer la vida con la fábula… Adentrarse en la vida de un cuentacuentos es disfrutar de Big fish.

A veces la escena emocionante esconde a un hombre que cuenta a otro hombre una leyenda en medio de un parque, es de noche,  y ambos están tumbados. Y el cuento es el centro de la narración cinematográfica, es la idea principal de toda una película. Y es una maravilla dejarse arrastrar por la voz de Robin Williams que narra la leyenda del Rey Pescador a un Jeff Bridges que escucha.

Otra gozada es escuchar a una mujer enamorada recordar el cuento que le gustaba en su infancia, un cuento triste, y contárselo llena de ternura al hombre que quiere, que la lleva en una barca.  Y ese cuento es La cerillera y ellos son Valeria Bertuccelli y Eduardo Blanco en Luna de avellaneda. O partirse de risa cuando Santos, un parado de larga duración, se cabrea y da su particular versión a un niño del relato de La cigarra y la hormiga en Los lunes al sol.

A veces una bella escena familiar y cómo se cuenta un cuento a una inocente niña esconde una historia que altera a todos los mayores que escuchan el relato. Así transcurre una escena clave y emocionante, que golpea y asusta, en la maravillosa Quemado por el sol. Cuando el extraño visitante, que rompe la paz idílica de una familia rusa que encabeza un héroe de la revolución en los años treinta, narra una historia que parece lejana a la hija pequeña de los protagonistas con los nombres de los personajes al revés evidenciando una realidad muy distinta que sólo descubrirán los adultos que le escuchan y un pasado reciente y doloroso.

Otras veces lo que parece un cuento es una historia real que puede transformar a una mujer triste. Y eso es lo que le pasa a Evelyn cuando escucha las historias del pasado de Ninny, una anciana que narra las peripecias de una encantadora de abejas que atraía a todos con los cuentos que se sabe… que se los dejó en herencia un hermano que se fue demasiado pronto. Me refiero a Tomates verdes fritos.

O por ejemplo ese niño enfermo y aburrido que recibe la visita del abuelo y le dice que le va leer un cuento, y el niño no muy emocionado por la perspectiva escucha y poco a poco se deja envolver por el relato, La princesa prometida.

El cine siempre refleja, y ávidos estamos de descubrirlos, algún memorable cuentacuentos que nos atrapa con su narración…

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Tres películas rescatadas del viejo baúl

Bob, Carol, Ted y Alice (1969) de Paul Mazursky

Pues que quereis que os diga que me ha parecido una comedia genial y moderna (aunque dicen por ahí que se ha pasado de moda, más bien pienso que lo que pasa es que ahora no lo ves como comedia escandalosa) con mirada ácida pero con dosis de cariño hacia sus protagonistas. Me lo he pasado fenomenal. Moderna porque la veo mucho menos conservadora y más sincera que muchas películas romántico-sentimentales que se alzaron con la popularidad en años ochenta, noventa e incluso siglo XXI (ya me diréis que lo último ha sido el manual de autoayuda guay Comer, rezar, amar). Habla de la libertad sexual entre parejas en el ambiente de finales de los sesenta…, dejando a un lado todo el terremoto político y social, la película se centra en la revolución sexual y toma un grupo de amigos que son hippies ya de una posición social elevada —con todas las comodidades del mundo— y que tienen tiempo y dinero para preocuparse de las relaciones personales y darles una y mil vueltas y de paso fumar un poquillo de marihuana. Paul Mazursky en su primera película se sirve de un cuarteto de actores que funcionan y con mucha química, una manera de rodar dando importancia al ritmo y a los silencios con soluciones de cámara que funcionan… ese arranque desde el helicóptero con la música del Aleluya a tope y cómo la pareja protagonista llega como a una especie de Edén extraño donde personas (con posibles) con un guía (bastante gilipollas) exteriorizan sus sentimientos y miedos. Las situaciones que viven una hermosa y sexi Natalie Wood, la explosiva y recatada Dyan Cannon, un chuleta Robert Culp (que lleva estupendamente la libertad sexual cuando la practica él pero se sorprende y ofende cuando la practica su señora esposa) y un tierno pero lleno de energía (mucho nervio y tensión tiene él) Elliot Gould entretienen y te hacen pensar.

El cáliz de plata (1954) de Victor Saville

Muy conocida es la anécdota de un Paul Newman avergonzado suplicando en un anuncio que por Dios no emitieran El cáliz de plata, su debú como actor protagonista, en televisión… Bueno creo que en realidad pedía perdón al público por haber participado en dicho proyecto…Y le doy toda la razón del mundo. Pero también pongo de manifiesto que es tal el continuo despropósito de esta película, escena a escena, es tal el sinsentido del argumento que su visionado se vuelve agradable y provoca la sonrisa. Es maravilloso ese Paul Newman con cara de alucinado y su trajecillo que deja las patitas al aire y esos ojos azules…, ese escultor que hace caras como de plastilina que no puede tallar el rostro de Jesucristo, y bueno claro él es paganillo, pero de pronto de la noche a la mañana oye una voz divina y no sólo se convierte en cristiano fervoroso que logra plasmar el rostro de Cristo (a unas alturas de la película que ya a nadie le importa) sino que además se enamora profundamente de la bella damisela cristiana que había convertido en esposa por hacerla un favor (la estrella que se apagó pronto con carita de Pier Angeli) e importarle un bledo el destino cruel que se le depara al parece ser amor de su vida (una casquivana imposible con cara de Virginia Mayo, una actriz de agradable recuerdo). Pero sin duda lo que eleva al Olimpo esta película es esa escena genial de un Jack Palance convertido en Simón El Mago que ha perdido la cabeza por su subido ego y pretende demostrar, el pobre tonto, que puede volar y se sube a lo alto de una torre (muy cartón piedra todo) con un imposible traje de superhéroe, capa gris con una sexi malla roja con espermatozoides negros… Ah, también guarda un bello recuerdo y es un pequeño papel para Natalie Wood antes de su transición de niña a mujer (es la esclava rubia que huye que se convertirá en la futura Virginia Mayo, la ayudante de Simon El Mago y la amante del escultor pagano).

Interludio de amor (1957) de Douglas Sirk

Otro maravilloso melodrama de Douglas Sirk pero al estar entre sus clásicos maravillosos de los años cincuenta (Obsesión, Sólo el cielo lo sabe, Escrito sobre el viento, Ángeles sin brillo e Imitación a la vida) y no contar con ninguno de sus actores fetiches cayó un poco en olvido. Sin embargo en Interludio de amor está el estilo Sirk al cien por cien y claro la emoción está asegurada. De nuevo el origen se encuentra en una película de los años treinta de John M Stahl con Irene Dunne y Charles Boyer (Huracán). De nuevo una tormenta de emociones y sentimientos aderezado de amores desgraciados. Otra vez esos colores magníficamente empleados, otra vez la importancia de la puesta en escena y la presencia de los espejos. De nuevo una banda sonora idílica que te enciende el corazón a sentimientos profundos, como un volcán. Y un destino trágico para sus protagonistas (cuidado lector… que te cuento el final): la rubia americana que va a trabajar a Europa y se topa con el amor pasional en los brazos de un famoso director de música clásica acaba sumida en el american way of life junto a un prestigioso cirujano que la promete bienestar y ser una mujer digna. Y el famoso director de música europeo pero de sangre latina desgraciado y muerto en vida durante años por sentirse responsable de la enfermedad mental de su esposa vive un nuevo amor junto a la rubia americana pero finalmente se queda para siempre al lado de la mujer que le hace día a día desgraciado… pero ése es su deber. Bajo el aparente happy end hay un final trágico. Douglas Sirk regala a June Allyson (atractiva voz) y a Rossano Brazzi escenas maravillosas bajo la fuerte lluvia, o esa carrera de la Allyson con vestido blanco a través de la noche siguiendo a la esposa de su amante que va directa al lago…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Copia certificada de Abbas Kiarostami

Aviso al lector: si no las has visto no leas el post… ¿o sí? Quizá tu mirada no sea la mía (o todas las miradas que me sugirió junto a la mirada especial de mi hermano que me dejó en el sitio pero no del todo incoherente) así que lo mismo no estropeo nada.

Empecemos con una declaración de sinceridad. La obra de Abbas Kiarostami no la controlo en absoluto. Es decir son pocas las películas que he disfrutado del realizador iraní, tan sólo y en el momento de su estreno, A través de los olivos, y de su universo filmico tengo referencias por todo lo que se escribe de él en prensa generalista y prensa cinematográfica.

Muchas críticas hablan de Copia certificada y su relación con la película de Roberto Rossellini, Te querré siempre, que narraba la crisis y descomposición de un matrimonio extranjero que viajaba por Italia. El matrimonio tenía las caras de Ingrid Bergman y George Sanders. Se habla de Copia certificada como una buena copia del original de Rossellini. Sin embargo también hace mucho que no he vuelto a visitar ese matrimonio que entre otras cosas visitaba las ruinas de Pompeya. Con lo cual mi comentario tampoco sería sincero que fuera por ahí.

¿Qué me queda? Todas las sensaciones y miradas que me provocó la visión de Copia certificada. Todas las reflexiones que me produjo. Estábamos en sala abarrotada (ya se sabe se ha hablado tanto en prensa de ella, se le han otorgado tantos premios, el último la espiga de oro en Seminci…) y mi hermano y yo salimos con mil y un comentarios que hacernos.

Copia certificada es una película ¿sencilla? Si observamos los recursos empleados y la naturaleza de la historia quizá prodríamos decir que sí. Dos protagonistas absolutos: un hombre y una mujer que se encuentran en la Toscana y durante un día están juntos. Rodada con un minimalismo absoluto a base de planos secuencia y primeros planos magistrales (qué planos tiene la Binoche) por unos exteriores preciosos de dos aldeas de la Toscana y los paisajes de alrededores. Pero Copia certificada como la vida no es tan sencilla y sirviéndose de elementos sencillos nos encontramos ante una estructura y una película ¿compleja?

Copia certificada te atrapa no sólo con la belleza de sus imágenes ¿sencillas? y su continua sensación de realismo —acompañamos parece prácticamente en tiempo real a una pareja y somos testigos de sus diálogos y cada uno de sus gestos— sino por la manera especial de su narración aparentemente lógica. Así se lanzan varias miradas racionales a la película pero es tan importante lo que vemos como lo que oímos. El libro que escribe el protagonista nos habla sobre si hay una diferencia racional en la manera que contemplamos una copia o un original. En los diálogos escuchamos cómo los objetos, las acciones, las personas varían según la manera que tenga el otro de mirarlos o percibirlos. Así Kiarostami nos va introduciendo en un juego cinematográfico donde el espectador juega las cartas que desea porque la película tiene un significado u otro según la mirada que posemos sobre ella.

En un principio estamos viendo una película de narración lineal donde existe el encuentro entre una mujer francesa, dueña de una galería de antigüedades, con un hijo de unos doce años, que se cita con el escritor británico de un libro de arte llamado Copia certificada. Ambos realizan una pequeña excursión en coche y van discutiendo y dialogando sobre lo divino y lo humano. Unas veces coinciden otras, no. Lo que es evidente es la química que existe entre ambos. En un momento de su excursión se meten en una pequeña cafetería para tomar precisamente un café y la dueña del bar se dirige a ellos como si fueran un matrimonio. Y ahí está el giro especial que enriquece la estructura ¿compleja? de esta película. De pronto los dos protagonistas parece que entran en el ¿juego? que propone la confusión de la dueña del bar y empiezan a comportarse como si fueran un matrimonio con una larga trayectoria emocional que están en plena crisis y sus discusiones y acercamientos toman otro cariz. Si seguimos la historia con mirada racional ésa puede ser la interpretación los dos terminan metiéndose en exceso en el juego de comportarse como una pareja en crisis…pero ¿es realmente un juego?

De pronto Kiarostami con ese giro ¿sencillo? y esa estructura ¿compleja? nos deja el testimonio en unas horas de toda una historia en común de una pareja. El conocimiento, la atracción mutua, los juegos de seducción, el hastío, las discusiones, las crisis, los intentos de acercamiento, la nostalgia… Quince años de matrimonio resumidas en unas horas. Los personajes no cambian ni de vestuario ni de localizaciones ni de tiempo sin embargo vamos viviendo su transformación (en todos los aspectos incluso el físico) en las prodigiosas actuaciones de sus intérpretes (la contención perfecta del cantante de ópera William Shimell y en la riqueza de matices de Juliette Binoche). Y Kiarostami continuamente nos aporta elementos que nos deja claro que a veces los que vemos cambia según la mirada que tengamos o el punto de vista que se nos pueda ofrecer. Además los protagonistas unen sus horas y destinos con personajes secundarios que representan los distintas fases de una pareja (los jóvenes recién casados, la pareja ya madura y el matrimonio anciano…).

Pero más difícil todavía si estamos atentos a todos los diálogos que se van elaborando a lo largo del film las interpretaciones y miradas se multiplican y nada queda a la deriva. Desde la conversación de la que somos testigos al principio de Binoche con su hijo, hasta la conversación en el coche, pasando por el diálogo entre los protagonistas antes de la confusión que se plantea en la cafetería hasta la discusión climática en el restaurante a la conversación nostálgica y final en la pensión… las posibilidades que se nos presentan son infinitas y todas podemos encadenarlas lógicamente. Depende de la mirada.

Y esto le ocurrió a mi hermano. Estábamos discutiendo y más o menos nuestras miradas habían coincidido hasta que mi hermano planteó que él en un momento dado sintió (y me dio una explicación absolutamente lógica a través de los distintos diálogos que había escuchado a lo largo de la película) que quizá uno de los dos personajes (él pensaba que era él y ahora yo reflexiono que quizá era ella) no existe. Es un fantasma, un recuerdo, una memoria y que vive por las vivencias y recuerdos del otro. Uno de los dos es una proyección. Y como digo no carece de lógica sobre todo en la discusión que tienen los personajes en el restaurante —que se puede unir con otros diálogos que tienen al principio de la película— cuando él de pronto le echa en cara a ella que hace cinco años qué la pasó en un coche, que cómo pudo quedarse dormida al volante yendo además en el asiento de atrás el hijo de ambos y que a saber además a la velocidad que iba…

Al final Copia certificada queda como un ¿complejo? juego cinematográfico donde las fronteras quedan desdibujadas y que ofrece mil y una posibilidades según las miradas que tengan los espectadores mientras transcurre la película. A mí me sugirió mil y una miradas y os lo digo enserio, me fascinó.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Regalo cinéfilo de Día de los Muertos…

No, no quiero ponerme macabra. Pero como sabéis el 1 de noviembre es el día de Todos los Santos y en México lindo el Día de los Muertos. Y esto me recuerda de qué manera nos tomamos cada uno la muerte o pensamos en ella. O cómo en distintas culturas la muerte tiene distintos rituales. Y claro me ha venido a la mente el reflejo de la muerte en la gran pantalla de cine. Así os digo que hay muertes de personajes que se me han quedado grabados en la mente…

Por decir una escena que me dejó en el sitio últimamente es de la para mí irregular a ratos y maravillosa en otros El secreto de sus ojos. Uno de los momentos maravillosos es cuando el funcionario desencantado, alcohólico y sabio (el mejor personaje con rostro de Guillermo Francella) se sacrifica por su gran amigo (con rostro de Ricardo Darín) y se prepara para morir a manos de unos asesinos…, la escena es delicada, sensible, donde Francella va preparando el escenario de la habitación donde sabe va a ser asesinado confundido por el amigo amado.

Así en la memoria me viene también otra escena similar. Lo que más me gustó de Donnie Brasco. Y es esa escena en la que el gran Al Pacino es consciente de que va a ser eliminado y con una minuciosidad y corrección absoluta va ordenando su cuarto y arreglándose para el futuro evento.

Esta vez encadeno con otra muerte, también un personaje de Al Pacino, Carlito Brigante… la película es cuando a punto de morir al personaje le pasa delante de sus ojos a punto de cerrarse parte de su vida como en una secuencia, maravillosa… porque el personaje está Atrapado por su pasado.

Ahora salto a esas muertes de perdedores que vemos en metros de celuloide sus últimos momentos. Personajes que corren y corren pero sabes que todo desencadena a un final, que su vida es la crónica de una muerte anunciada. Y viajo, no mentira corro, con Humphrey Bogart en El último refugio, con Richard Widmark en Noche en la ciudad, con James Cagney en Los violentos años veinte, con el bello Farley Granger en Los amantes de la noche

Entonces recuerdo las muertes en secuencias de celuloide inolvidables que reflejan las muertes de hombres relacionados con el mundo de los gánster o la mafia. Y me quedo con la muerte de Sonny, la muerte de Fredo y la muerte de la hija de Michael. Cada una de ellas corresponde a las distintas partes de la trilogía El padrino. O se me queda siempre en la retina la muerte de un niño pequeño, delincuente de la calle por necesidad, delante de su grupo de amigos —también niños y adolescentes— en la maravillosa Érase una vez en América y su última frase antes de morir: “Me resbalé…” genera la furia del amigo adolescente que pierde la cabeza y ataca con violencia a todo el que pilla por delante… Por último, siempre me quedo traumatizada cuando Terry Malone (Marlon Brando genial) escucha y después descubre la macabra muerte que provocan a su hermano mayor en La ley del silencio.

O me lanzo en tobogán de descenso hacia aquellos personajes que nunca tuvieron nada, ni siquiera una muerte tranquila, que su vida avanza como si fueran muertos en vida hasta que llega un final solitario o al lado de la única persona que les quiere o les compadece. Entonces mi mente se va con Jeff Bridges ese hombre con el Corazón roto que se pasa la vida huyendo y muere en un barco hacia su sueño, Alaska, al lado del hijo recuperado o ese sin hogar enfermo con rostro de Dustin Hoffman que pierde la vida en un asiento de un autocar junto al compañero, el cowboy gigoló, que ambos iban rumbo a cumplir un sueño en Miami… O me traslado a la noche que anuncia la muerte trágica de una niña que es La vendedora de rosas que sólo conoce las penurias de la calle o vuelo con dolor junto al Jaibo, un adolescente al que tiran a un vertedero porque tristemente a nadie le importa la muerte de Los olvidados. O me quedo en silencio al lado del joven sin hogar con problemas de salud mental que vive la violencia de la calle, solo e indefenso, sin la mano amiga. Y va a parar a la fosa común pero a su lado dejando fotografías de momentos felices va el amigo sin hogar que no pudo defenderle… en esa película olvidada pero tremenda que se llama Ángeles sin cielo. O si me voy muy lejos en el tiempo me quedo con Gypo Nolan, el gigante alcohólico y solitario delator de espíritu fordiano, que sólo quiere ser un poco feliz y tener una oportunidad de construir otra vida, que desciende solo a los infiernos y muere (El delator).

Después están las muertes esperadas. Aquellos personajes cinematográficos que mueren tras larga enfermedad y son tres ahora las que me vienen a la mente. Las invasiones bárbaras cuando el personaje principal decide tener una muerte digna y dar fin a su enfermedad y se despide de todos los seres queridos. Cuando el hermano optimista que no quiere molestar ni preocupar a nadie por su enfermedad decide retirarse del escenario en silencio y en soledad en Wilbur se quiere suicidar. Y cuando un hombre enfermo que no quiere aceptar su destino finalmente, en compañía, lo acepta en la película francesa La vida.

Luego están las muertes injustas bien en campo de batalla, en momentos inesperados por accidentes o asesinatos o porque se dan situaciones injustas o porque el personaje en cuestión decide quitarse la vida. Y el vacío que dejan a los seres queridos o a los espectadores golpeados. Me vienen a la mente la muerte del hermano pequeño de un ex neonazi porque le estalla la violencia racial en la cara, como terrible lección final del personaje que trata de redimirse, la violencia genera violencia en la tremenda American History X. O la muerte inesperada del héroe romántico como le ocurre siempre a Robert Redford sea en Memorias de África o en Íntimo y personal. O el suicidio del joven niño rico bien pero que no tiene la libertad para ser en su vida lo que realmente quiere y decide, con su sensibilidad extrema, quitarse de en medio en El club de los poetas muertos. O ese cine bélico que nos deja escenas espeluznantes de jóvenes soldados que encuentran la muerte en el campo de batalla de la manera más absurda ante unas guerras que no pidieron y me voy a los jóvenes de Sin novedad en el frente, Gallipolli o Tiempo de amar, tiempo de morir. O los héroes que creemos que nunca mueren pero sí mueren como todos así no esperamos los disparos que terminan con Elías en Platoon o los balazos que sabemos van a acribillar a dos héroes pillos, bandoleros románticos, con cara de Paul Newman y Robert Redford en Dos hombres y un destino.

Sí, a todos ellos que han muerto frente a nosotros y vuelven a morir cada vez que sus imágenes se proyectan en la gran pantalla… a todos ellos, les dedico este post para el Día de los Muertos.

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La noche del cazador (The night of the hunter, 1955) de Charles Laughton

Hay películas inclasificables, extrañas y de difícil análisis. Y una de ellas es sin duda La noche del cazador, única película dirigida por el actor Charles Laughton. En el momento de su estreno fue un verdadero fracaso de crítica y público hasta tal punto que dicen que ése fue uno de los motivos por los que el actor no volvió ponerse tras una cámara. Sin embargo con el paso del tiempo la percepción para ciertos espectadores fue distinta y poco a poco se ha ido convirtiendo en película de culto.

¿Cómo definirla?¿Qué es lo que hipnotiza?¿Qué la hace especial para muchos? ¿Cómo valorar esta película o analizarla? A mí me fascina, me inquietan todos los mensajes ocultos a lo largo del metraje, su carácter onírico, de ensueño, de cuento infantil con gotas de crueldad, su irrealidad o falta de coherencia como ocurre en los sueños o en las mentes infantiles o en las de los fanáticos.

No es una película fácil y cuenta con un montón de miradas y lecturas posibles. Además está rodada con un lenguaje cinematográfico que a ratos inquieta, en otras perturba y oprime, en otros momentos ofrece pura poesía aunque sea empapada de muerte, en otras te traslada a un mundo que no es posible que sea real, otras te sumerge en un mundo de cuento tenebroso donde dos niños a lo Hansel y Gretel emprenden la huida de un mundo adulto que los oprime y asusta donde en su camino se cruzan con diversos obstáculos que no les deja despertar de la pesadilla…

Tan sólo por ciertas imágenes merece la pena ver una vez La noche del cazador: una mujer muerta en el fondo de un lago con un pelo rubio y ondulante. Apariencia espectral, quieta, recta, con un etéreo camisón blanco y sentada en un viejo coche. Unos niños en un granero donde sólo se ven sus piernas y un paisaje iluminado por la luna. De pronto el niño despierta y mira. Oye una melodía que reconoce y al fondo un hombre montado en un caballo…su miedo acecha. Unos niños encerrados en su habitación contándose una historia de reyes y muertes y una pared blanca donde se proyectan sombras… de pronto aparece la sombra gigante de lo que será su amenaza y pesadilla… el hombre con sombrero que será el predicador que cambiará sus vidas. La opresión y represión en la habitación matrimonial que en un juego de sombras y posiciones de los actores parece una iglesia donde sin embargo se va a cometer un terrible asesinato. Una barca con dos niños adormilados que marcha por un río lleno de corrientes, ruidos y pequeños animales y plantas en su superficie y en las orillas. La abuela anciana que protege a los niños sentada en una mecedora con un rifle siempre apuntado se une al cántico que realiza fuera el asesino… Y así una lista interminable.

También nos puede atraer por la interpretación grotesca y genial (sí, sí puedo unir los dos adjetivos) de un actor que nos regala personaje inolvidable, el predicador Harry Powell con el rostro de un Robert Mitchum que se sale. Así resulta difícil no identificar al hombre vestido de negro con sombrero de ala y unas manos gigantescas donde se tatua en los nudillos dos palabras: HATE y LOVE. Porque así ve él la vida una lucha constante entre el ODIO y el AMOR. Su interpretación llega al esperpento, porque es el monstruo real pero también el ogro infantil, el lobo feroz que acecha en el bosque… Un hombre despiado, fanático y psicópata que regala escenas de quitarse el sombrero. Tanto en sus explicaciones de filosofía de vida como en las que evidencia un odio enfermizo hacia el cuerpo femenino (fruto de pecado pero atrayente…) como el perseguidor incansable de los dos niños capaz de convertirse en el ogro temible y exagerado, en el hombre del saco, en el lobo que se comporta de manera extrema…

O también por disfrutar del trabajo de una antigua musa del cine mudo, la heroína de Griffith, Lilian Gish, que ejerce su arquetipo alargado en el tiempo de la mujer pura, angelical e inmaculada poseedora de todas las virtudes femeninas de una mentalidad profundamente rígida, creyente y religiosa… aquí convertida en una especia de abuelita protectora que cuenta sus cuentos con una única fuente: La Biblia. O de nuevo sufrir con la encarnación de mujer trabajadora pero a la vez sensual que vive en un ambiente opresivo y que es vilipendiada y maltratada por los hombres, esa madre con cara de Shelley Winters (de nuevo estupenda actriz) que presionada a volver a casarse por el entorno que la rodea cae en las garras del ogro y se transforma en mujer fanática con tal de que ese hombre con el que se ha casado logre amarla.

La noche del cazador es película extraña pero llena de lecturas de interesantes y nos deja una visión crítica del ser humano pero todo envuelto en un extraño mundo onírico, con aires expresionistas, y con un fuerte contenido simbólico-religioso pero como fuente de un mundo asfixiante y terrorífico. Así pues la película transcurre en la dura etapa de la Depresión donde la miseria y la supervivencia hacía que seres humanos tomaran determinadas decisiones para poder sobrevivir ellos y sus familias. Así comienza con un padre de familia que realiza un atraco donde asesina a dos personas para conseguir diez mil dólares con las que mantener a su mujer y dos hijos pequeños. Sin embargo todo sale mal, es detenido y condenado a muerte pero antes le ha dado tiempo a que su hijo le prometa que no dirá dónde está escondido el botín y a que cuide a su hermana pequeña. A la niña también le hace prometer que no dirá dónde ha ocultado el dinero. Los niños con su madre ahora viuda viven en una pequeña localidad muy conservadora que empuja a la mujer a que encuentre un hombre que la cuide así como a los niños. Hasta allí llega el predicador, un hombre-asesino de mente enferma y represiva que ha estado con el padre en la cárcel y sabe que el dinero se encuentra en el entorno familiar y hará todo lo posible por conseguirlo…

La película es la adaptación al cine de una novela de Davis Grubb publicada en castellano por Anagrama y con el mismo título. Grubb no fue un escritor prolífico pero dejó algunas novelas y varios relatos en los que demostraba cómo crear ambientes y cómo conseguir suspense. La adaptación al cine fue llevada a cabo por el escritor (y también fue uno de los primeros críticos de cine norteamericanos) James Agee y supo trasladar el universo de Grubb con pinceladas de su mirada narrativa (y varios retoques, muchos dicen algunos, del propio Laughton también con una visión particular de la vida). Agee tenía los ingredientes que conformaban su universo literario: niños, la mirada infantil, la ausencia del padre, los miedos infantiles, los males de los adultos y también la recreación de la historia en la etapa de la Depresión (que él vivió junto a algunos que más lo padecieron y que reflejó en Elogiemos ahora a hombres famosos). Tanto Agee como Laughton se educaron bajo familias e instituciones muy religiosas, represivas y eso influyó en sus personalidades.

Así este relato (elegido y llevado por la mirada personal de Laughton que se puso esta única vez detrás de la cámara) con gotas de cuento de niños, dosis de inquietud y suspense, aderezado de un mundo onírico donde se mezclan los terrores y monstruos infantiles con los miedos y crueldades reales de la edad adulta deja una obra cinematográfica de difícil clasificación. Durante toda la película no faltan los pasajes biblicos y un aire de fanatismo religioso que da miedo, del que no se libra ni siquiera la dulce abuelita con cara de Gish que protege pero también adoctrina a los niños en una moral religiosa que ella viste de bondad y cara angelical… pero nos queda la duda de qué será de estos niños cuando dejen de serlo o cuando contrarien a la abuela transformada en hada. La película no deja de sobrecoger y nunca, nunca… tras su aparente final feliz respiras tranquilo… porque fuera los monstruos siguen acechando.

Mención especial a la fotografía de Stanley Cortez y a una banda sonora plagada de cánticos infantiles (algunas con letras crueles), nanas y cantos religiosos que erizan el cabello.

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