Tres películas rescatadas del viejo baúl

Bob, Carol, Ted y Alice (1969) de Paul Mazursky

Pues que quereis que os diga que me ha parecido una comedia genial y moderna (aunque dicen por ahí que se ha pasado de moda, más bien pienso que lo que pasa es que ahora no lo ves como comedia escandalosa) con mirada ácida pero con dosis de cariño hacia sus protagonistas. Me lo he pasado fenomenal. Moderna porque la veo mucho menos conservadora y más sincera que muchas películas romántico-sentimentales que se alzaron con la popularidad en años ochenta, noventa e incluso siglo XXI (ya me diréis que lo último ha sido el manual de autoayuda guay Comer, rezar, amar). Habla de la libertad sexual entre parejas en el ambiente de finales de los sesenta…, dejando a un lado todo el terremoto político y social, la película se centra en la revolución sexual y toma un grupo de amigos que son hippies ya de una posición social elevada —con todas las comodidades del mundo— y que tienen tiempo y dinero para preocuparse de las relaciones personales y darles una y mil vueltas y de paso fumar un poquillo de marihuana. Paul Mazursky en su primera película se sirve de un cuarteto de actores que funcionan y con mucha química, una manera de rodar dando importancia al ritmo y a los silencios con soluciones de cámara que funcionan… ese arranque desde el helicóptero con la música del Aleluya a tope y cómo la pareja protagonista llega como a una especie de Edén extraño donde personas (con posibles) con un guía (bastante gilipollas) exteriorizan sus sentimientos y miedos. Las situaciones que viven una hermosa y sexi Natalie Wood, la explosiva y recatada Dyan Cannon, un chuleta Robert Culp (que lleva estupendamente la libertad sexual cuando la practica él pero se sorprende y ofende cuando la practica su señora esposa) y un tierno pero lleno de energía (mucho nervio y tensión tiene él) Elliot Gould entretienen y te hacen pensar.

El cáliz de plata (1954) de Victor Saville

Muy conocida es la anécdota de un Paul Newman avergonzado suplicando en un anuncio que por Dios no emitieran El cáliz de plata, su debú como actor protagonista, en televisión… Bueno creo que en realidad pedía perdón al público por haber participado en dicho proyecto…Y le doy toda la razón del mundo. Pero también pongo de manifiesto que es tal el continuo despropósito de esta película, escena a escena, es tal el sinsentido del argumento que su visionado se vuelve agradable y provoca la sonrisa. Es maravilloso ese Paul Newman con cara de alucinado y su trajecillo que deja las patitas al aire y esos ojos azules…, ese escultor que hace caras como de plastilina que no puede tallar el rostro de Jesucristo, y bueno claro él es paganillo, pero de pronto de la noche a la mañana oye una voz divina y no sólo se convierte en cristiano fervoroso que logra plasmar el rostro de Cristo (a unas alturas de la película que ya a nadie le importa) sino que además se enamora profundamente de la bella damisela cristiana que había convertido en esposa por hacerla un favor (la estrella que se apagó pronto con carita de Pier Angeli) e importarle un bledo el destino cruel que se le depara al parece ser amor de su vida (una casquivana imposible con cara de Virginia Mayo, una actriz de agradable recuerdo). Pero sin duda lo que eleva al Olimpo esta película es esa escena genial de un Jack Palance convertido en Simón El Mago que ha perdido la cabeza por su subido ego y pretende demostrar, el pobre tonto, que puede volar y se sube a lo alto de una torre (muy cartón piedra todo) con un imposible traje de superhéroe, capa gris con una sexi malla roja con espermatozoides negros… Ah, también guarda un bello recuerdo y es un pequeño papel para Natalie Wood antes de su transición de niña a mujer (es la esclava rubia que huye que se convertirá en la futura Virginia Mayo, la ayudante de Simon El Mago y la amante del escultor pagano).

Interludio de amor (1957) de Douglas Sirk

Otro maravilloso melodrama de Douglas Sirk pero al estar entre sus clásicos maravillosos de los años cincuenta (Obsesión, Sólo el cielo lo sabe, Escrito sobre el viento, Ángeles sin brillo e Imitación a la vida) y no contar con ninguno de sus actores fetiches cayó un poco en olvido. Sin embargo en Interludio de amor está el estilo Sirk al cien por cien y claro la emoción está asegurada. De nuevo el origen se encuentra en una película de los años treinta de John M Stahl con Irene Dunne y Charles Boyer (Huracán). De nuevo una tormenta de emociones y sentimientos aderezado de amores desgraciados. Otra vez esos colores magníficamente empleados, otra vez la importancia de la puesta en escena y la presencia de los espejos. De nuevo una banda sonora idílica que te enciende el corazón a sentimientos profundos, como un volcán. Y un destino trágico para sus protagonistas (cuidado lector… que te cuento el final): la rubia americana que va a trabajar a Europa y se topa con el amor pasional en los brazos de un famoso director de música clásica acaba sumida en el american way of life junto a un prestigioso cirujano que la promete bienestar y ser una mujer digna. Y el famoso director de música europeo pero de sangre latina desgraciado y muerto en vida durante años por sentirse responsable de la enfermedad mental de su esposa vive un nuevo amor junto a la rubia americana pero finalmente se queda para siempre al lado de la mujer que le hace día a día desgraciado… pero ése es su deber. Bajo el aparente happy end hay un final trágico. Douglas Sirk regala a June Allyson (atractiva voz) y a Rossano Brazzi escenas maravillosas bajo la fuerte lluvia, o esa carrera de la Allyson con vestido blanco a través de la noche siguiendo a la esposa de su amante que va directa al lago…

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