Regalo cinéfilo de Día de los Muertos…

No, no quiero ponerme macabra. Pero como sabéis el 1 de noviembre es el día de Todos los Santos y en México lindo el Día de los Muertos. Y esto me recuerda de qué manera nos tomamos cada uno la muerte o pensamos en ella. O cómo en distintas culturas la muerte tiene distintos rituales. Y claro me ha venido a la mente el reflejo de la muerte en la gran pantalla de cine. Así os digo que hay muertes de personajes que se me han quedado grabados en la mente…

Por decir una escena que me dejó en el sitio últimamente es de la para mí irregular a ratos y maravillosa en otros El secreto de sus ojos. Uno de los momentos maravillosos es cuando el funcionario desencantado, alcohólico y sabio (el mejor personaje con rostro de Guillermo Francella) se sacrifica por su gran amigo (con rostro de Ricardo Darín) y se prepara para morir a manos de unos asesinos…, la escena es delicada, sensible, donde Francella va preparando el escenario de la habitación donde sabe va a ser asesinado confundido por el amigo amado.

Así en la memoria me viene también otra escena similar. Lo que más me gustó de Donnie Brasco. Y es esa escena en la que el gran Al Pacino es consciente de que va a ser eliminado y con una minuciosidad y corrección absoluta va ordenando su cuarto y arreglándose para el futuro evento.

Esta vez encadeno con otra muerte, también un personaje de Al Pacino, Carlito Brigante… la película es cuando a punto de morir al personaje le pasa delante de sus ojos a punto de cerrarse parte de su vida como en una secuencia, maravillosa… porque el personaje está Atrapado por su pasado.

Ahora salto a esas muertes de perdedores que vemos en metros de celuloide sus últimos momentos. Personajes que corren y corren pero sabes que todo desencadena a un final, que su vida es la crónica de una muerte anunciada. Y viajo, no mentira corro, con Humphrey Bogart en El último refugio, con Richard Widmark en Noche en la ciudad, con James Cagney en Los violentos años veinte, con el bello Farley Granger en Los amantes de la noche

Entonces recuerdo las muertes en secuencias de celuloide inolvidables que reflejan las muertes de hombres relacionados con el mundo de los gánster o la mafia. Y me quedo con la muerte de Sonny, la muerte de Fredo y la muerte de la hija de Michael. Cada una de ellas corresponde a las distintas partes de la trilogía El padrino. O se me queda siempre en la retina la muerte de un niño pequeño, delincuente de la calle por necesidad, delante de su grupo de amigos —también niños y adolescentes— en la maravillosa Érase una vez en América y su última frase antes de morir: “Me resbalé…” genera la furia del amigo adolescente que pierde la cabeza y ataca con violencia a todo el que pilla por delante… Por último, siempre me quedo traumatizada cuando Terry Malone (Marlon Brando genial) escucha y después descubre la macabra muerte que provocan a su hermano mayor en La ley del silencio.

O me lanzo en tobogán de descenso hacia aquellos personajes que nunca tuvieron nada, ni siquiera una muerte tranquila, que su vida avanza como si fueran muertos en vida hasta que llega un final solitario o al lado de la única persona que les quiere o les compadece. Entonces mi mente se va con Jeff Bridges ese hombre con el Corazón roto que se pasa la vida huyendo y muere en un barco hacia su sueño, Alaska, al lado del hijo recuperado o ese sin hogar enfermo con rostro de Dustin Hoffman que pierde la vida en un asiento de un autocar junto al compañero, el cowboy gigoló, que ambos iban rumbo a cumplir un sueño en Miami… O me traslado a la noche que anuncia la muerte trágica de una niña que es La vendedora de rosas que sólo conoce las penurias de la calle o vuelo con dolor junto al Jaibo, un adolescente al que tiran a un vertedero porque tristemente a nadie le importa la muerte de Los olvidados. O me quedo en silencio al lado del joven sin hogar con problemas de salud mental que vive la violencia de la calle, solo e indefenso, sin la mano amiga. Y va a parar a la fosa común pero a su lado dejando fotografías de momentos felices va el amigo sin hogar que no pudo defenderle… en esa película olvidada pero tremenda que se llama Ángeles sin cielo. O si me voy muy lejos en el tiempo me quedo con Gypo Nolan, el gigante alcohólico y solitario delator de espíritu fordiano, que sólo quiere ser un poco feliz y tener una oportunidad de construir otra vida, que desciende solo a los infiernos y muere (El delator).

Después están las muertes esperadas. Aquellos personajes cinematográficos que mueren tras larga enfermedad y son tres ahora las que me vienen a la mente. Las invasiones bárbaras cuando el personaje principal decide tener una muerte digna y dar fin a su enfermedad y se despide de todos los seres queridos. Cuando el hermano optimista que no quiere molestar ni preocupar a nadie por su enfermedad decide retirarse del escenario en silencio y en soledad en Wilbur se quiere suicidar. Y cuando un hombre enfermo que no quiere aceptar su destino finalmente, en compañía, lo acepta en la película francesa La vida.

Luego están las muertes injustas bien en campo de batalla, en momentos inesperados por accidentes o asesinatos o porque se dan situaciones injustas o porque el personaje en cuestión decide quitarse la vida. Y el vacío que dejan a los seres queridos o a los espectadores golpeados. Me vienen a la mente la muerte del hermano pequeño de un ex neonazi porque le estalla la violencia racial en la cara, como terrible lección final del personaje que trata de redimirse, la violencia genera violencia en la tremenda American History X. O la muerte inesperada del héroe romántico como le ocurre siempre a Robert Redford sea en Memorias de África o en Íntimo y personal. O el suicidio del joven niño rico bien pero que no tiene la libertad para ser en su vida lo que realmente quiere y decide, con su sensibilidad extrema, quitarse de en medio en El club de los poetas muertos. O ese cine bélico que nos deja escenas espeluznantes de jóvenes soldados que encuentran la muerte en el campo de batalla de la manera más absurda ante unas guerras que no pidieron y me voy a los jóvenes de Sin novedad en el frente, Gallipolli o Tiempo de amar, tiempo de morir. O los héroes que creemos que nunca mueren pero sí mueren como todos así no esperamos los disparos que terminan con Elías en Platoon o los balazos que sabemos van a acribillar a dos héroes pillos, bandoleros románticos, con cara de Paul Newman y Robert Redford en Dos hombres y un destino.

Sí, a todos ellos que han muerto frente a nosotros y vuelven a morir cada vez que sus imágenes se proyectan en la gran pantalla… a todos ellos, les dedico este post para el Día de los Muertos.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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