La rebelde (Inside Daisy Clover, 1965) de Robert Mulligan

La rebelde

Daisy Clover se desploma, se rompe, en la cabina de sonido…

Una escena concentra todo el drama de La rebelde. Transcurre casi al final de la película. Una pantalla gigante proyecta la imagen en blanco de la actriz adolescente Daisy Clover (Natalie Wood) moviendo los labios en su nueva película mientras canta “The circus is a wacky world”. Ella, de carne y hueso, se encierra en la cabina de sonido para grabar con calidad la canción en la banda sonora de la película. Y en lo alto, en otra cabina, están los técnicos de sonido y el todopoderoso productor que trata de controlar su imagen y su vida, Raymond Swan (Christopher Plummer). Se disponen a grabar y la canción no sale bien. El productor pide a Daisy que repita una y otra vez la toma. Cuando la cámara se desliza fuera de la cabina de la actriz no hay sonido, solo vemos el rostro de Daisy que trata de atinar y cantar correctamente. Y cuando vuelve dentro de la cabina, oímos insistente el sonido de los números que indican que entra de nuevo la escena que se repite y a la joven intentando cantar bien. Hay un momento que la secuencia es muda y solo oímos el sonido insistente de los números que pasan; 1, 2, 3, 4… y el rostro cada vez más roto de la actriz en la cabina. Contrasta la felicidad que desprende el personaje que representa en la pantalla, así como la letra de la canción sobre lo loco que es el mundo del circo (que puede cambiarse por el mundo del cine), con la angustia, la inquietud y el ataque de nervios que se va viendo que sufre en el interior de la cabina la actriz… hasta que tiene un colapso en el que grita desesperada que paren esa secuencia. El productor sale de su cabina, y se oyen ya sus gritos, va corriendo donde está la actriz y trata de calmarla. Es una secuencia terrorífica e inquietante.

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10 razones para amar Matar a un ruiseñor (To Kill a mockingbird, 1962) de Robert Mulligan

matar a un ruiseñor

Razón número 1: una caja de secretos

Porque desde los títulos de crédito de Matar a un ruiseñor te sumerge en una atmósfera especial; no solo es la melodía delicada de Elmer Bernstein, sino las imágenes y el sonido de fondo. Las manos de Scout Finch (estoy segura que son las de ella) abren una vieja caja, mientras tararea una canción. Esa caja que todos tuvimos en nuestra infancia con tesoros maravillosos. La cámara se acerca a los objetos ocultos, que las manos infantiles van tocando: primero coge una cera y va pintando en un folio el fondo, del cual va surgiendo el título de la película. Después la cámara sigue recorriendo los tesoros, un viejo reloj sin agujas, un imperdible, unas monedas, un portaminas, una canica… Después de nuevo vemos las manos de la niña que realiza un dibujo infantil, una especie de pájaro…, vuelta a la caja para coger más pinturas, y una de las canicas se desplaza, hasta chocar con otra. De nuevo volvemos a una panorámica de toda la caja, donde además claramente se ven unos muñequitos tallados de una niña y un niño. Y la niña sigue dibujando unas ondas, quizá una representación del cielo o una nube, y de vuelta a la caja, donde hay recambios de plumas estilográficas, la canica, el reloj, más canicas, puede que una especie de pequeña armónica, un silbato… Y la niña terminando su dibujo. Tira la cera a la caja y oímos su risa ante su creación terminada… y de pronto rasga el papel. ¿Hay manera más hermosa de introducirte en el universo infantil y en el punto de vista que se va a tomar?

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