Argo (Argo, 2012) de Ben Affleck

Argo es una película interesante porque en ella pueden ‘leerse’ varios niveles o podemos ir quitando distintas capas a la cebolla. Argo tanto en lo bueno como en lo malo no deja indiferente y genera debate. Es una película para analizar y profundizar en ella. Lo que no hay duda alguna es que cuando te sientas en la butaca, el relato cinematográfico de Ben Affleck te atrapa. El actor-director siempre sabe poner en marcha argumentos interesantes y en sus tres obras cinematográficas (Adiós pequeña, adiós, The town y la que nos ocupa) detrás de la cámara muestra un pulso narrativo y un ritmo que engancha al espectador.

Argo plantea la apasionante dicotomía entre lo verosímil y lo realista tanto en su argumento como en la forma de ‘contarnos’ esa historia. Nos narra un ‘hecho real’ que ocurrió en 1979 cuando la embajada de Estados Unidos en Teherán fue ocupada por un grupo de estudiantes iraníes (tras la revolución) y tomaron como rehenes a diplomáticos, funcionarios y ciudadanos norteamericanos para pedir el regreso del Sha de Nueva York (el Sha impuso un reinado de terror cuando dio un golpe de estado, apoyado por Estados Unidos, para terminar con la reciente democracia iraní. Esta democracia no era ‘adecuada’ para los intereses de Estados Unidos en Irán) para que fuera juzgado y condenado. De este hecho Affleck se centra en seis funcionarios que se escaparon en el momento del asalto y se ocultaron en casa del embajador canadiense y en cómo fue su rescate por parte de la CIA, el gobierno de Estados Unidos en cooperación con el canadiense. Este ‘rescate’ fue clasificado y salió a la luz en 1997 y permite a Ben Affleck desarrollar una trama sobre cine dentro del cine (o mejor dicho sobre la representación y el disfraz, ‘el construir una ilusión o una mentira’ para poder huir de una situación de peligro o de reclusión o de ocultación… vayámonos a argumentos tan míticos como Ser o no ser de Ernst Lubitchs o lleguemos a la sátira política La cortina de humo de Barry Levinson).

¿Y qué pinta el cine dentro del cine o la representación en un rescate de seis funcionarios ocultos en el hogar del embajador canadiense? Porque el plan más verosímil que desarrolla un experto en rescates de la CIA, Tony Méndez (con el rostro de Ben Affleck), es el de ‘simular’ que se va a llevar a cabo una película canadiense de ciencia ficción, Argo, y que todo un equipo (guionista, directora artística, director, productor…, cada uno de los seis funcionarios) va a Irán para buscar los exteriores adecuados para esta producción… y después toman el avión para regresar a su país… Y para que toda esta simulación sea creíble para las autoridades iraníes cuenta con la ayuda de dos ‘personajes’ de Hollywood, que conocen bien las entrañas de un mundo de ilusiones, engaños y apariencias: un maquillador (John Goodman) y un productor (Alan Arkin).

Y este nivel es lo más interesante y original de la película de Affleck. Lo que te mantiene en un estado de tensión continúo que no decae ni un segundo (y eso que son dos horas de película que pasan como un suspiro, por lo menos para servidora).

Así Ben Affleck se mueve en la sátira política, el thriller y la intriga… pero si tomamos otro nivel o capa de cebolla Argo muestra sus debilidades así salgas de la sala de cine y empieces a pensar un poco. Y por lo que ya apuntábamos al principo: la forma de contarnos esta historia también navega entre lo verosímil y lo realista. La mirada americana de Ben Affleck que si bien en un principio muestra una crítica a la política exterior estadounidense en Irán se queda en la superficie convirtiendo después en héroes a los americanos que intervinieron en este rescate y mostrando a unos iraníes malos muy malos… y quedando el gobierno estadounidense con esta operación conjunta con los canadienses como adalides del pacifismo (¿?)…

Lo que en un principio parece que va a ser una interesante denuncia política se transforma en una intriga política donde se construyen los estereotipos (el agente de la CIA es un héroe solitario y valiente, los rehenes inocentes y víctimas son rescatados de las garras de los tremendos iraníes malvados y extremistas) del género salpimentado con ingredientes valiosos de sátira. Así Ben Affleck ‘mira’ con un estilo cinematográfico que nos recuerda a las películas de cariz político de los años setenta de realizadores como Alan J. Pakula, Sydney Pollack, Sidney Lumet o Costa-Gavras pero ‘representa’ otra cosa. Así el prólogo para situar a los espectadores que desconocen lo que se va a narrar y el asalto a la embajada denota el tono de estas obras cinematográficas… de las que pronto se aleja y se ‘transforma’ en otra cosa. Ben Affleck no cuenta desde el escepticismo ni llega a mostrar una crítica demoledora de las altas instancias (y de la política tanto exterior como interior…), tampoco refleja un espíritu de denunca como puede verse en Missing, Los tres días del Cóndor, El último testigo o Todos los hombres del presidente. Ben Affleck ‘representa’ una historia verosímil digna de análisis que no realista. Tira más hacia la sátira (y a la crítica con matices de un mundo que conoce bien, el de Hollywood), emplea los códigos de los géneros… pero no muestra una historia realista y de denuncia política (quizá porque ésa no era su intención).

… Ben Affleck sigue prometiendo sorpresas como realizador y seguiré yendo a la sala oscura para disfrutar de sus creaciones cinematográficas. En Argo muestra su arte e ingenio a la hora de narrar y su sabiduría a la hora de enganchar al espectador en historias de ritmo trepidante. Ofrece siempre una ‘mirada’ especial que no deja indiferente y que puede provocar interesantes debates y reflexiones.

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