El artista y la modelo de Fernando Trueba en tres momentos y un instante

A mí El artista y la modelo me atrapó sobre todo por tres momentos y un instante. Y antes de cualquier análisis los describo.

Primer momento. Sus dos protagonistas, Marc Cros (Jean Rochefort), el escultor y Mercè (Aida Folch), su joven modelo ante una postal donde se reproduce un dibujo a mano de Rembrandt. Y de pronto esos trazos cobran vida a través de las palabras del artista que va introduciendo a una cada vez más emocionada Mercè en el ‘alma’ del dibujo, construyendo ambos una pequeña historia. Así el anciano escultor logra que su modelo entienda a lo que se refiere cuando él dice que necesita atrapar la idea adecuada para poder llevar a cabo la creación artística.

Segundo momento. Una conversación de ambos en el patio de ese maravilloso estudio en las montañas mientras almuerzan. De nuevo el anciano escultor le cuenta una historia a su modelo. Le cuenta cuáles son las dos pruebas sobre la existencia de Dios… la primera es el cuerpo desnudo de una mujer. Y entonces relata su versión particular (y más entendible) del pecado original… y el origen de Adán. La segunda… me guardo el secreto.

Tercer momento. Cuando ya se ha producido la máxima comunicación y unión entre artista y modelo. Cuando ya ambos han alcanzado la idea, la creación artística… El escultor va hasta la cama donde la modelo duerme y se sienta junto a ella. Cuando Mercè abre los ojos se encuentra con el rostro de Marc. Y entonces alza sus manos, y en silencio, va recorriendo y acariciando su rostro.

El instante. Ante la obra ya terminada sentado frente a la naturaleza, en las montañas, al lado de una mesa, el escultor disfruta de uno de los mayores placeres, un pequeño placer (que son los mejores), corta un trozo de buen pan y le echa un chorrillo de aceite de oliva… y lo come intensamente…

Pequeño análisis. Más desnudez todavía y creo que entonces el propio Fernando Trueba hubiera alcanzado en su totalidad esa idea para la creación artística que sigue el anciano escultor… El artista y la modelo podría haber llegado a ser la obra totalmente desnuda que transmite la máxima emoción. A veces se intuye de manera demasiado evidente ese afán de Trueba por alcanzar la belleza.

Más desnudez y más confianza en la imaginación del espectador para el entendimiento de la historia (como confía el escultor en su modelo ante la visión de la postal con el dibujo de Rembrandt). Por eso me hubiera gustado prescindir de todas las tramas secundarias y sus personajes (sólo intuirlas, intuirlos). Me hubiera bastado con asistir al universo, en ese estudio, del artista y la modelo. Un universo que me llenaba una y otra vez, encerrada en ese habitáculo maravilloso. Quizá el único personaje secundario del que no hubiera prescindido (porque se intuye una historia preciosa y también emocionante) y que me parece que aporta a esa ‘esencia’ de la idea: es el de Léa, la esposa del escultor (una Claudia Cardinale ajada y bella con su voz áspera). Las risas de Mercè (aunque entiendo su función) me sacaban de la trama…

… No obstante contuve en todo momento una emoción en los ojos, un nudo en la garganta. Y en la mayoría de las escenas estaba a punto de tocar la idea… el secreto que hace de la creación artística un universo emocional que está por encima de todo…

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