Cuestión de sangre (Little Odessa, 1994) de James Gray

Ya he leído sobre su próximo trabajo Nightingale donde vuelve a trabajar con su actor fetiche Joaquin Phoenix junto a Marion Cotillard y Jeremy Renner… sigue los caminos de la tragedia y esta vez se va a los años 20. Me apetece escaparme por esta historia. De James Gray había visto La noche es nuestra y Two Lovers, en las dos me gusta el director que ‘mira’ (y cómo mira) y su uso de la narración cinematográfica pero sus tragedias no me hacían estallar de emoción. En las dos me podían finalmente más los peros… aunque reconozco que en algún momento me metía en la historia y sentía estar viendo buen cine. Así que es un director que sí me sigue atrayendo para acercarme a la sala oscura porque intuyo que tiene mucho que mirar y creo que su trayectoria está siendo interesante. Más cuando me he topado con Cuestión de sangre. James Gray tan sólo tenía 24 años y entregó un poderoso e íntimo drama familiar con gotas de cine de mafias de por medio. Y me ha gustado tanto lo que me he encontrado que quiero volver a mirar las dos anteriores películas y lograr ver la que me queda pendiente de su breve filmografía: La otra cara del crimen.

Gray logra meternos en un universo familiar intenso y desgarrado donde entra amor, odio y desgracia. Pero es muy conciso en su forma de contar la historia. Y esa concisión provoca fuerza. Gray deja muchas pistas para construir la historia. Hay mucho debajo de cada fotograma y ahí está el espectador para construir e intuir. Con los códigos del cine negro y la tragedia nos deja una historia que va directa a dejarte KO. Y toma el leitmotiv de sus siguientes películas: la familia como universo que atrapa, del que es muy difícil alejarse. La familia que marca. Y que tanto amor como odio construye y destruye a la vez. El oveja negra de la familia, la fábula del hijo pródigo… Busca en las raíces familiares propias (sus abuelos eran rusos y judíos) y muestra un tejido social concreto, el de la inmigración rusa en EEUU. Y en esta familia que arrastra secretos y tragedias, historias duras que desgarran, hay un hijo que se fue. El hijo mayor que se ha convertido en un matón profesional. La historia (y el conflicto) empieza porque ese hijo regresa al barrio de sus orígenes, del que fue expulsado, para realizar un trabajo. Y pronto se enteran aquellos que no desean su vuelta… y su hermano pequeño, un adolescente perdido que se aferra al amor que siente por su hermano mayor.

Inevitable. Las historias de hermanos a mí me pueden. Y si encima están interpretados por dos actores que construyen magníficamente sus personajes entonces… me atrapan y no me sueltan. Así James Gray contó en Cuestión de sangre con un Tim Roth enorme en su papel de frío asesino al que le vuelven destellos de humanidad (que se apagan continuamente) cuando regresa a su barrio natal y se encuentra con un hermano pequeño que le adora, una madre moribunda y una chica que le recuerda… En Cuestión de sangre hay mucho trabajo visual, pocas palabras. Gray nos sabe contar la historia con la cámara. Con contundencia. Y te desgarra cada vez que ves la mirada de ese adolescente que trata de no caer, que trata de sobrevivir, y que ama de manera incondicional (aunque le duela) a su hermano (que es un asesino), a su madre (que se muere), a su padre (que es un hombre resentido, que ha luchado por no quebrarse y sacar adelante a los suyos pero que sólo sabe perjudicar a los que ama)… Ahí está uno de los mejores actores adolescentes de los años noventa, Edward Furlog (¿dónde te has metido? ¿Qué te ha pasado?), que sabe expresar con su manera de andar, de fumar, de mirar, de hablar…

En Little Odessa Gray nos mete en el hogar familiar donde transcurren secretos, desgarros y tragedias tras las puertas. En las calles frías del extrarradio donde fácilmente puede desaparecer un cuerpo. En un acuario vacío, espacio de intimidad entre hermanos. En los locales donde hay negociaciones mafiosas o también celebraciones familiares… o habitaciones donde hay un hueco para un poco de ternura. Por lo menos dos veces los protagonistas se escapan del color gris y de lo oscuro de la vida en la sala de un cine de barrio. Pero la violencia siempre está presente, al acecho. En Little Odessa también salta la violencia de manera dura y seca. Tras unas sábanas blancas. Un disparo a bocajarro. Deshacerse de un cuerpo con frialdad absoluta. En Little Odessa los lazos familiares saltan por los aires y las relaciones son complejísimas. Y un padre (Maximilian Schell) que pega y hace daño es humillado violentamente por el hijo asesino que no soporta que maltrate a los que quiere (en esos destellos de humanidad que a veces le quedan)… Y de pronto sentimos lo que hay, el amor y el dolor que se esconde, en una imagen en que el hermano mayor y el hermano pequeño rodean a la madre (Vanessa Redgrave) que se muere en la cama, sin palabras. En Little Odessa hay una enorme telaraña que cada vez complica más las cosas y envuelve a sus personajes en una violencia sin salida que arrasa con aquellos que son inocentes y con quienes no lo son (condenando a una soledad absoluta a aquellos que sobreviven).

La verdad es que Little Odessa logró sorprenderme y algo que todavía no había sentido con Gray, emocionarme. Dentro de su concisión, dureza, aspereza… fluye un submundo de sentimientos enterrados que conmueven.

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