Cumbres borrascosas (Wuthering Heights, 1939) de William Wyler

Siempre he hablado de mi amor incontrolado por la carrera cinematográfica de William Wyler. No puedo evitarlo. Cada una de sus películas me descubre un hombre de cine con un dominio del lenguaje brutal. Cumbres borrascosas es una de esas películas para analizar con cuidado pues posee un montón de matices.

Primero es la adaptación de una novela universalmente conocida y mil veces estudiada (a la que tengo gran cariño). La única novela de Emily Brönte…, una de esas hermanas que vivían encerradas y vomitaron lo que guardaban sus cabezas en páginas inolvidables. Cumbres borrascosas se la ha definido a veces como una de las mejores historias que reflejan un amor loco. Y con eso se quedaron y eso fue lo rescataron de una novela con un montón de personajes, pensamientos, reflexiones e historias secundarias los guionistas Ben Hetch y Arthur MacArthur. Se centraron en ese amor irracional entre Cathy y Heathcliff.

La maquinaria del sistema de estudios se puso en marcha. Cumbres borrascosas es de esas películas que tienen una larga historia detrás de cámara que constituiría una novela entera donde los protagonistas principales serían el director perfeccionista y cabezota, Wyler; un productor que estaba hasta en la sopa y que quería innumerables cambios y el control absoluto de la producción; un actor británico, niño bonito de los escenarios que vomitaba todo su desprecio hacia un medio que consideraba menor, Laurence Olivier; y una actriz impuesta por el productor con cara de estrella bella, Merle Oberon, que sufría —a pesar de ser mujer de carácter— las imposiciones del productor (que sin embargo la mimaba en exceso), el perfeccionismo del director que se hartaba de hacerle repetir escenas y todo el odio de su compañero de reparto…

De todo este anecdotario, batiburrillo de sucesos y decisiones queda como fruto final la versión que conocemos de Cumbres borrascosas con la fotografía del experto Greg Toland y la música arrebatadoramente romántica de Alfred Newman así como un trabajo de puesta en escena brillante que nos traslada esta historia de amor fou y de pasión más allá de la muerte a un ambiente salvaje y libre con gotas de terror gótico. Una historia donde los contradictorios, bipolares e irracionales Cathy y Heathcliff dan rienda suelta a un amor sin ataduras pero que ellos mismos se empeñan con cada encuentro en romperse el corazón y ponerse mil y un obstáculos para no estar nunca juntos… en vida.

Como es de esperar los protagonistas cuentan con la compañía de actores secundarios solventes. Todos británicos. Y si una destaca entre todos sin duda es la olvidada pero llena de talento Geraldine Fitzgerald como la cuñada de Cathy, Isabella. La joven que se enamorará de verdad de Heathcliff sin darse cuenta de que ella no significa nada para él… y que se apagará en una casa donde sólo sentirá vibraciones de odio. También el rival en el caprichoso corazón de Cathy será un correcto e impecable David Niven, de señorito aristocrático que no puede entender cómo alguien tan despreciable, un mozo de cuadras, puede influir en el carácter de su señora esposa. O también destacamos la ama de llaves fiel y la narradora y testigo de este amor loco, Flora Robson. Su personaje es clave, es la que narra en flash back esta historia apasionada a un alucinado viajero que no comprende la oscuridad de la casa que le acoge en un día de tormenta y la oscuridad de los personajes que la habitan.

Mientras Wyler nos deja una historia romántica y pasional de amor más allá de la muerte en las manos de dos personajes complejos que igual se odian mortalmente en una escena como se aman desesperadamente en otra. El mozo de cuadras, sucio y soñador y hombre enamorado con cara de Olivier, que humillado se va a las Américas para volver como caballero elegante y vengantivo para saldar cuentas con todos los que lo humillaron de joven. A todos estos señoritos ricos que sobre todo le arrebataron a su único amor. Olivier está al borde de la exageración, pero sólo al borde, logrando así personaje intenso de una inocencia dolorida a un caballero oscuro y elegante que se desarma tan sólo con el nombre de Cathy. Merle Oberon es bella como una estatua que igual ama apasionadamente que golpea con sus aires de señora… y capaz de morir como nadie en brazos del hombre que realmente siempre ha amado. Aquel mozo de cuadras con el que se iba a su montaña donde ambos construyen su propio castillo aislados del mundo que les rodeaba, aislados de reglas, apariencias, clases y muros…

Así Wyler junto a Toland dan un tono fantasmagórico a la obra ayudados por el salvajismo del paisaje y lo siniestro en la casa de los protagonistas. Así logran dar el tono adecuado en los dos bailes que suceden en la narración puesto que ambos son claves para entender la psicología de los personajes y momentos importantes en el clímax de la historia. Así deámbula por las luces apacibles de la mansión del aristócrata que supone un mundo que Cathy quiere alcanzar pero que no le da la felicidad y el mundo oscuro y de sombras que supone su hogar con hermano lleno de odio y alcoholizado y con su caballero con pies de barro, el mozo de cuadra. Wyler pasea con su cámara por sus queridas escaleras, mira a través de las ventanas y de los espejos y logra un cierto ambiente poético y romántico que va más allá de la razón de los personajes…

Para visionar Cumbres borrascosas y dejarse todavía arrastrar por esta tenebrosa historia del siglo XIX hay que entornar los ojos y no dejar paso alguno a la razón…, si se puede ver con el corazón desbocado, mejor.

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Berlanga sonríe en paz

Berlanga sonríe en paz.

Siempre lo hizo.

Junto a Azcona, ambos echaron unas gotas de humor negro,

y así o bien en El verdugo o bien en Plácido nos reímos de temas muy serios,

tomamos cariño a personajes con luces y sombras, pura humanidad

y nos enganchamos a obras bien hechas.

Y es que Berlanga desde siempre creía en la ironía, la sátira, lo sarcástico, lo erótico, lo…, lo…, para dar su particular visión del mundo que lo rodeaba. Y con cariño trataba las miserias de todo ser humano. Por eso nos identificamos con lo berlanguiano…, todos sabemos de qué van las miserias del vecino… y ellos saben cuáles son las nuestras. Ja.

Así reímos en las calles de ese pueblo transformado en andaluz para recibir al amigo americano que pasa como un suspiro. O a esos otros mandamases que se les ocurre que para salir de la penuria, el jueves va a haber un milagro para que acuda la gente con devoción y de paso dejen unas pesetas.

Y es que Berlanga miraba el mundo con ojos de cineasta. Y veía a un tipo celoso de una muñeca hinchable. O a la familia Leguineche, de una alta sociedad esperpéntica, la hace protagonista de una trilogía delirante. O también mira a la guerra civil con ironía, humor, dolor y respeto con una vaquilla que no se deja cazar…, o de pronto lleva todos a la cárcel o nos deja huir a Tombuctú…

Pero algo estaba claro, Berlanga amaba la vida y sus placeres. Y disfrutaba de ellos. Era filósofo cotidiano que sabía reírse de los defectos siempre tan humanos.

Y en su labor de amante de los placeres a Berlanga le interesaba también el acercamiento a lo erótico y fetichista, a lo sexual. Así como las posibilidades que ofrece el sexo en la mente creativa del autor literario. Por eso provoca una sonrisa vertical que escupe páginas de literatura erótica.

Berlanga era directo. No cerraba su boca. Le encantaba inventar historias y contarlas. A pesar del dolor, siempre trataba de buscar la sonrisa e ironía que esconde la vida.

Hasta el final.

Porque era hombre apasionado.

Y hasta el final nos dejó frase profética:

«El dolor me jode, pero morirme me jode más…»

Y sin duda, Berlanga, no has muerto. Tu visión y humor queda para siempre en la retina del espectador que te disfrute. Seguro que cada día en el mundo, alguien está viendo una película tuya.

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Más rostros olvidados…

El otro día lei la noticia de que había fallecido Jill Clayburgh que fue un rostro de los setenta aunque no se prodigó mucho en la pantalla de cine. Clayburgh alcanzó la cima con su nominación en Una mujer descasada de Paul Mazursky y trabajó con Pakula, Bertolucci o Costa-Gravas. Valgan estas líneas para traer de nuevo a un rostro olvidado y recuperar su filmografía (yo estoy bastante pez y también la recuerdo como uno de los amores —estuvieron conviviendo cinco años— de uno de los actores que más me gustan, Al Pacino).

Así viendo su filmografía me doy cuenta de otros rostros olvidados como, por ejemplo, Alan Bates, uno de los rostros que surgió del free cinema británico. Bates era un hombre cuya cara y cuerpo estaban unidos a una sensualidad masculina que pobló diversas películas de los sesenta y setenta, rostro de cine británico que dio su salto al cine americano y combinó ambas carreras. Bates es el protagonista de películas como Zorba el Griego, Lejos del mundanal ruido, Mujeres enamoradas o El mensajero. Como curiosidad señalar que en 1974 protagonizó una película (que no he visto) que dirigió el dramaturgo (también a veces ha sido guionista) Harold Pinter, Butley.

Barbara Hershey es otro rostro olvidado que empezó en el cine a finales de la década de los sesenta y continua aún hoy en activo. En su carrera hay papeles importantes e interesantes en películas como Elegidos para la gloria, El mejor, Hannah y sus hermanas o La última tentación de Cristo donde era Maria Magdalena. También cuenta con su rostro Un día de furia o la interesante El ojo público. Pronto la veremos en la nueva película de Darren Aronofsky, Black Swan.

Otro rostro que sigue en activo pero forma parte de la galeria de rostros olvidados es (o más bien que siempre están ahí y nunca se queman pero si se dicen sus nombres se provoca la cara de asombro y si se ven sus caras se dice: ah, sí hombre, claro, es conocida) Martha Plimpton. Adolescente-actriz que ha saltado a mujer-actriz que tuvo su momento de gloria en los ochenta con producciones cinematográficas como Los Goonies, La costa de los mosquitos o Un lugar en ninguna parte. Nunca ha desaparecido como actriz secundaria en distintas películas bien de corte independiente (Pecker, 200 cigarrillos) o comercial (Recuérdame).

Un rostro al que tengo gran cariño y simpatía alcanzó su cumbre en los años setenta con una serie de televisión que fue la continuación de una de las cumbres de la nueva época de oro de Hollywood, MASH (que dirigió en el cine Robert Altman). La serie alcanzó un eco y una popularidad espectacular y Alda era uno de esos doctores imprescindibles que provocaban el humor dentro del drama más absoluto. Se trata de Alan Alda. Alda también ha ido participando en la gran pantalla y ha ido elaborando una carrera cinematográfica (como actor y director) con titulos como  Dulce libertad (que también dirigió), Delitos y faltas,  Misterioso asesinato en Manhattan o Mad City. Aunque gran parte de su carrera también la ha dedicado a series de televisión de éxito.

En los años noventa de carrera imparable surge Annabella Sciorra. No tiene nombre de estrella que suene a todas horas pero sí presencia (es uno de los personajes de una de las series de televisión más míticas del siglo XXI, Los Soprano). Así a la Sciorra la vemos en El misterio Von Bülow, Fiebre Salvaje, La mano que mece la cuna… También forma parte del elenco de películas de Ferrara como The adicction o El funeral. Su carrera en televisión sigue prosperando…

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The Town. Ciudad de ladrones de Ben Affleck

Sí, señor. Película de género: ladrones de banco para el nuevo trabajo como realizador y guionista del actor Ben Affleck. Así como en su carrera como actor Affleck no encuentra su sitio, mete la pata y no saca provecho a sus registros (que no son muchos pero actores con menos han completado carreras interesantes), cuando se pone en plan chico creativo logra resultados. Así deja The Town donde no sólo escribe un guión y dirige con brío sino que se regala el papel protagonista y logra una película bien hecha y muy pero que muy entretenida, sobre todo para la espectadora que esto escribe.

Y es que Affleck no opta por ofrecer una obra cinematográfica original e innovadora sino que toma un género con todos sus ingredientes y ofrece una obra bien hecha con un estilo clásico pero con pulso. Así nos encontramos al chico de barrio de vida dura, atracador de bancos por tradición familiar e inmerso en este mundo por todo su entorno, pero harto de delinquir y deseoso de salir de las fronteras del barrio y afrontar una nueva vida. El chico duro con sensibilidad, honesto y de buen corazón pero que el entorno le ha hecho así, chico malote, se da cuenta de que está atrapado en su propio mundo. El chico duro está ya harto, y atisba otra vida cuando empieza a relacionarse con una chica sensible, que es directora de un banco al que han atracado y a ella misma tomaron como rehén. Esa relación es el resorte para decidirle definitivamente al cambio… lleno de obstáculos.

Así Affleck recrea una historia intimista pero a la vez llena de acción (repleta de atracos que te tienen sentada y nerviosa en la butaca de la sala oscura). Y con todos los ingredientes que hacían emocionante una película de gansters con aires de cine negro pero en el siglo XXI. Absolutamente todos. Y el que más me llama la atención es el siguiente: en los años treinta surgió con fuerza ese cine de delincuentes que presentaban a Paul Muni, James Cagney,  Clark Gable, el primer Bogart, Robinson… etcétera como hombres duros que ejercían la delincuencia a diestro y siniestro, sin embargo, el efecto que provocaron en el público estas películas fue uno de los focos de ataque de la futura censura de Hays: el público no se identificaba con los polis o con el lado bueno de las ciudades sino que se identificaban y convertían en héroes a los chicos malos y a la chicas malas (los buenos y las buenas eran seres aburridos e insulsos). Cuando se instaló el código Hays, uno de los requisitos era que estas películas tuvieran un fin moral: que se mostrara que estos hombres tenían que recibir castigo…, sin embargo, de nada sirvió, seguían teniendo más éxito los malotes. Además estos personajes permitían también el retrato del hombre o la mujer que sale de la miseria, triunfa y cae…, y claro tenían unas vidas de lo más interesantes nada lineales. Ben Affleck con The Town trabaja ese mismo concepto así el héroe que representa recibe todas los afectos del público, toda la comprensión (su amada, la chica buena, también le comprende), es un tío duro por las circunstancias pero tiene un buen fondo increíble… y sin embargo los representantes de la ley, los policias y los miembros del FBI (sobre todo Jon Hamm) reciben toda la antipatía del espectador y sus métodos nos resultan desagradables.

Por supuesto otros ingredientes que no podían faltar en este tipo de películas, además de buenas escenas de acción, son los personajes del mejor amigo del protagonista y la chica fatal así como una serie de secundarios de oro, que aparecen apenas unos minutos pero ya construyen un personaje. El mejor amigo, el otro duro, ese amigo al que se le va la cabeza pero tiene un sentido de la fidelidad al otro inalterable cuenta con el rostro de Jeremy Renner que con permiso de Affleck le roba escenas cada vez que aparece. Para él es el final espectacular entre disparos, él sí que está para siempre atrapado en el barrio y lo sabe. La chica de mala vida pero por las circunstancias de una vida siempre dura te rompe el corazón porque nadie de un lado y de otro se porta bien con ella (Blake Lively). El padre del protagonista nos basta verle una vez para reconstruir su vida, más lo que oímos de él a otros personajes, cuenta con la presencia de Chris Cooper. Y luego el mafioso malo malísimo, el que realmente da miedo, que tras su profesión legal de florista, esconde una personalidad terrorífica representado por Pete Postlethwaite.

A algunos les molesta la historia de amor. A mí no. Me parece fundamental para articular el resorte que necesita el héroe de la película para querer cambiar absolutamente de vida. Así la chica buena con cara de Rebeca Hall es el motivo para el deseo de cambio de vida para el personaje principal. Sin embargo, sí que es cierto que este héroe ve cómo el destino le depara la manera de saltar todos los obstáculos que se le ponen por delante para conseguir el cambio, así como en el cine negro al héroe el destino le pone zancadillas continuas, a Affleck el destino se lo pone a huevo para sin problemas de conciencia poder ir eliminando todos aquellos obstáculos que le impiden cambiar de vida.

Otro elemento que me gusta es el personaje ausente: la madre del protagonista cuya desaparición del hogar cuando él era niño y la reacción del padre construye mucho la personalidad futura del héroe. La fuerza y la presencia del papel de la madre (que también está siempre reflejado en esas historias de gansters de los años treinta).

A mí The Town me ha supuesto pasar una buena tarde llena de emociones con una película de género bien hecha (quizá lo que menos me convence es el final pero no puedo desvelarlo).

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Cóctel de cine

Su seguro servidor, Orson Welles

Ayer fui al teatro de Bellas Artes para ver a José María Pou y su transmutación en Orson Welles. La obra es un monólogo donde nos encontramos con la personalidad compleja de Welles. Monólogo escrito por Richard France. Transcurre en un estudio de radio donde el realizador al final de su vida se ganaba el sustento grabando cuñas publicitarias. Espera una llamada de Spielberg para ver si le financia el Quijote… entre cuña y cuña surgen los recuerdos de su vida y como de genio fue cuesta abajo hasta convertirse en un hombre fracasado y olvidado que sin embargo sigue moviendo montañas para terminar sus proyectos. Así el monólogo está lleno de referencias, personajes históricos y anécdotas que repasan la vida de un hombre polifacético que tuvo su hueco inmortal en la radio, en el teatro, en el cine, en el mundo de la magia, y que no era sólo excesivo en su tamaño sino en cada uno de los aspectos de su vida. El testigo de su verborrea no es sólo el espectador de la sala sino un técnico de radio que le escucha pero también tiene claro que tiene que terminar su trabajo… a pesar de las batallitas… (¡Benditas batallitas!). Aunque he de confesar que iba tan ilusionada y dispuesta a la emoción que me quedé un poco fría aunque muy interesada… La obra es Pou, sin él y su transformación poco sentido tiene.

Más reflexiones sobre la risa después de El nombre de la Rosa

Hacia años, vamos desde su estreno, que no veía El nombre de la Rosa y he de decir que volví a disfrutarla y a entenderla más. La mayor carencia que tengo es que no he leído el libro de Eco pero fijándome sólo en la película me sorprendió sobre todo en su reflexión sobre la risa (después de que últimamente estoy pensado mucho en ella). La risa como poder subversivo, como puerta de conocimiento y libertad, como terapia de alejamiento del miedo… Todos los misterios de esa agobiante Abadía y sus asesinatos tienen mucho que ver con impedir la risa en un mundo negro habitado por la ignorancia en la etapa oscura de la Edad Media. Otro de los aspectos que me encantó al volver a verla es ese continuo hincapié en una sensualidad oscura y agobiante en un ambiente castrante. Durante todo el metraje lo sexual está presente de manera brutal.

Marilyn Monroe, más presente que nunca

Ahora mismo resulta que hay varios proyectos cinematográficos para llevar a la pantalla la vida de la venus rubia del cine. Quizá el que más llama mi atención es la adaptación cinematográfica de la novela de Joyce Carol Oates, Blonde. Y es que adoro a esta novelista. La novela todavía no la he leído, espero hacerlo antes de que se estrene la película.

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La condesa descalza (The barefoot contesta, 1954) de Joseph L. Mankiewicz

A Mankiewicz lo de contar una historia a varias voces le gustaba. Lo de presentar distintos puntos de vista según el personaje que narre la historia. Lo hizo, por ejemplo, en Eva al desnudo y volvió de nuevo a las distintas voces en La condesa descalza. Mankiewicz fue un buen director que a veces rozaba la realización perfecta con un uso inteligente del lenguaje cinematográfico y que se volcaba con sus guiones.

En La condesa descalza asistimos a un entierro en un día de lluvia donde muchos hombres grises rodean una bella estatua blanca de una mujer… la cámara se detiene en Humphrey Bogart que empieza a narrarnos la historia de María Vargas. Son tres hombres (su mejor amigo y director de cine —Bogart—, el relaciones públicas —Edmond O’Brian— y su esposo un conde italiano de la vieja aristocracia europea –Rossano Brazzi—) quienes nos van ayudar a construir el puzzle para conocer a esa mujer española y humilde que un día sacaron de un café madrileño cuando se buscaba una cara nueva para Hollywood. Una historia a golpe de flash back.

Si en Eva al desnudo diseccionaba con tiento el mundo del teatro con un guión redondo lleno de frases para recordar y con personajes memorables, en La condesa descalza intenta lo mismo con el mundo de Hollywood aunque con veneno y cinismo dosificado y no se dedica sólo a un Hollywood que no aparece físicamente (casi toda la película transcurre en Europa) sino también a una jet set europea trasnochada y una artistocracia europea vacía y carente de sentido (castrada, nunca mejor dicho). Mientras que en Eva al desnudo todas las piezas están bien situadas y encajadas, los diálogos son creíbles y la historia está perfectamente contada, La condesa descalza alcanza puntos de cinismo, buenas frases junto a otros diálogos menos creíbles, personajes bien construidos junto a otros que no lo están tanto… no es la obra cumbre de Mankiewicz ni como director ni como guionista.

La condesa descalza es un batiburrillo extraño lleno de defectos pero que en su conjunto engancha hasta el delirio y entonces entramos en campos donde la razón no existe. La condesa descalza es un cuento de hadas trágico con unas gotas de veneno y un envoltorio de melodrama pasional donde todos se empeñan en alcanzar a la mujer inalcanzable e intocable. A la mujer libre que se bebe la vida. Una mujer que sin quererlo enloquece y trastoca la vida de los hombres que están a su alrededor… y que a ella tanto le desagradan porque ninguno es su príncipe soñado. Prefiere irse con sus ‘primos’ que al menos los elige ella cuando le da la gana o acurrucarse en los brazos del amigo, Bogart, que nunca será su amante pero sí el único que siempre será sincero con ella.

Y ahí entramos en terreno interesante que es lo que ha hecho que esta película se convierta en mítica y objeto de culto. Y es la identificación total y los paralelismos que se han ido forjando entre la María Vargas ficticia y la Ava Gardner actriz de carne y hueso. Porque con el paso de los años se ha pintado o nos hemos imaginado a una Ava que a pesar de ser una estrella, toda belleza y con una carrera de éxito (sus orígenes también fueron humildes), siempre fue una mujer desgraciada e inalcanzable que trató de ser pájaro libre y beberse la vida (como tituló magníficamente su libro sobre la actriz en España, Marcos Ordóñez). Que prefirió Europa a Hollywood, siempre le fascinó España, y que tuvo una vida sentimental agitada y nunca estable. Un rostro bello que se fue marchitando y que escondía una mujer triste. Una mujer que se convirtió en estrella pero pronto dejó de interesarle el significado de ser estrella y que odiaba Hollywood y sus servilismos. Nunca estuvo plenamente satisfecha de su trabajo como actriz ni de los papeles que le ofrecían.

Probablemente si se hiciera una encuesta en el que se destacaran trabajos de Ava, seguro que siempre aparecería su María Vargas (y eso que creo que leí alguna vez que lo pasó fatal en el rodaje y que no se entendió con Mankiewick). Sin embargo la película es un delirio continúo en los detalles. Ese Madrid nocturno de decorado, por otra parte bello, con esa cantina y esos madrileños gritando emocionados ante el baile que no vemos (¡¡¡y menos mal!!!) de la futura estrella, mujer ya distante y misteriosa de personalidad subyugante. Esos dos hermanos pobres que vivieron en la miseria y el horror de la Guerra Civil (esto por supuesto fue quitado por la censura española en el momento de su estreno) hablando un español rarísimo y un perfecto inglés. Lo más kitsch de la película es ese momento en el campamento de gitanos donde Ava baila con uno de ellos un baile extraño que quiere ser algo parecido al flamenco pero denota más una especie de mambo lento con levantamiento de brazos y caras de pasión de la artista que deja hipnotizado a un Brazzi que no puede con tanto arte. O el mismo Brazzi, ese conde presentado como todo un príncipe varonil y héroe romántico que logra enamorar a la inalcanzable pero de pronto se convierte en un personaje siniestro y oscuro que no solamente es impotente por heridas de guerra sino que es un enfermo emocional y mental, celoso patológico que arruinará la vida ‘loca’ de la insatisfecha María…

Pero es todo este delirio continuo con algunos personajes perfectos y algunos diálogos agudos que muestran y critican el mundo de Hollywood lo que engancha y convierte su visión en un espectáculo que siempre me agrada ver. Porque como digo todo va más allá de la razón y en el delirio alcanza momentos álgidos. Y hablando de personajes en esta última visión me he quedado absolutamente prendada y engancha del personaje del relaciones públicas, ese hombre siempre con la cara sudorosa y entregado a un trabajo de apariencias y humillaciones continuas pero que conoce los entresijos y se mueve en ellos como pez en el agua y eliminando totalmente los sentimientos. Se trata de Edmund O’Brien, que forma parte de esos secundarios con algún personaje protagonista que nunca llegaron a estrellas pero siempre nos suenan sus rostros. Y a veces con sus apariciones superan a las estrellas inalcanzables porque son buenos actores, de profesión y vocación.

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Una risa nueva. Posthumor, parodias y otras mutaciones de la comedia. Editor: Jordi Costa. Autores varios (Nausícaä, 2010)

Siempre recibo con gran cariño y alegría libros exclusivamente de cine en el mercado editorial. Ahora está en las librerías una aventura editorial muy interesante. Se trata de Una risa nueva. Posthumor, parodias y otras mutaciones de la comedia, publicación coordinada por el crítico cinematográfico Jordi Costa con textos de diferentes autores (críticos e historiadores cinematográficos, periodistas, blogueros, escritores y también cómicos) y con la aportación gráfica (guinda-regalo para el lector) de varios historietistas que nos dejan su firma en historietas (valga la redundancia) y que aportan también su impronta sobre qué es lo cómico o qué provoca la risa. Este libro nació después de dos ciclos de nueva comedia que se programaron en 2009 y 2010 en el festival Abycine (Festival Internacional de Cine de Albacete) sobre Nueva Comedia Americana y Nueva Comedia Global.


Ésa es la clave del libro: qué provoca la risa o cuáles son las mutaciones de lo cómico en el mundo audiovisual contemporáneo (haciendo hincapié en el séptimo arte pero no dejando de lado un canal de expresión y experimentación del humor como es la televisión… o la Red). Pocas veces se trata de analizar o se trata de entender qué es la risa y qué la provoca…es un campo filosófico poco visitado y sin embargo apasionante. Ahí queda ese lejano pero a la vez todavía válido (e instrumento fundamental para analizar lo cómico en el cine —aunque el autor lo sustentó más en la literatura y el teatro—) ensayo de Henri Bergson, La risa. Ahora Una risa nueva es una nueva aportación al pensamiento, una nueva fuente de reflexión. Porque si algo evidencia este estudio formado por varios ‘estudios’ es que lo cómico es algo en continuo desarrollo y mutación. Lo cómico está irremediablemente unido a lo humano y en continuo avance. Nunca muere. Por eso aunque a veces en el terreno cinematográfico se habla de género es un concepto mucho más amplio, como lo trágico, e irremediablemente unido a los sentidos de la vida.

Son varios los valores que provocan una lectura apasionante y que atrapa (Hildy adquirió el libro el miércoles por la noche y lo ha terminado hoy cuando además tenía varios libros y frentes abiertos): primero, como ya he apuntado, el valor que lo convierte en un nuevo ensayo sobre la risa. El segundo que proporciona una interesante radiografía sobre la historia de lo cómico en el mundo audiovisual contemporáneo (sin dejar de lado los antecedentes históricos —con lo que consiguen ‘dibujar’ perfectamente la evolución de lo cómico sobre todo en el cine—). Y además delimita perfectamente el espacio temporal que abarca Una risa nueva o el posthumor: lo cómico después de Woody Allen, Jacques Tati y los Monty Python. Lo tercero que cada uno de los mini ensayos proporcionan una visión o un interés que pueden leerse de manera independiente (pero el complicado milagro es que juntos forman un conjunto, perdonen por el fácil juego de palabras). Lo cuarto, que da nombres y apellidos a los posibles protagonistas del nuevo panorama de lo cómico, aquellos que logran el continuo movimiento, transformación y vitalidad de lo cómico, aquellos que hacen posible que se provoque la risa y los sitúan en el contexto sociopolítico actual. Lo quinto apunta una teoría cinematográfica, una lectura, Una risa nueva trata de dejar clara su tesis: a qué se refiere cuando habla de posthumor y aporta todas sus posibilidades. Lo sexto abre su visión de lo considerado cómico más allá del cine americano (que ocupa la primera parte del libro) y pasea por otras cinematografías (las europeas: haciendo hincapié en la italiana y británica y paseándose por Holanda, España, Grecia, Finlandia, Suecia, Francia…y no dejando de lado una visión cómica oriental que nos lleva ni más ni menos que a Corea del Sur, Hong Kong o Japón…). Lo séptimo y para mí fundamental abre el apetito de adentrarse en esos modelos posibles y ofrece otras miradas que pintan Una risa nueva y aporta interesantes lecturas sobre obras cinematográficas que quizá muchos apasionados al cine habíamos dejado de lado (Hildy incluida e incluso confieso, sí confieso, que tenía en mi cabeza —y eso que como siempre reconozco no me gusta nada— ciertos prejuicios. Muchas obras cinematográficas que se nombran sólo guardaba ciertos recuerdos de escenas que provocaron mi risa y entretenimiento. Otras me negué en redondo a comprarme una entrada y en otras, confieso, que me atreví y salí profundamente cabreada…, ahora continuo cabreada pero entiendo otro punto de vista). Y, octavo y último, en su guinda-regalo, a través de historietas visuales breves logra aportar otros puntos de vista profundos que aportan más significados y lecturas a la pregunta fundamental: qué provoca la risa hoy en día.

Y es que hay otro campo interesante en la nueva risa, otra reflexión llena de interesantes lecturas. Qué significa lo política y políticamente correcto e incorrecto…, la risa y lo cómico, como vuelvo a repetir algo indiscutiblemente unido a lo humano (somos los únicos seres vivos que poseemos el don de la risa y también y fundamental de hacer reír), se mueve en un espacio creativo y libre y por tanto carente de muros, fronteras y prohibiciones… provocar la risa entra así en el espacio de la provocación y trasgresión que puede rozar y roza lo molesto e incómodo. ¿Hay límites en lo que puede provocar risa?¿Hay límites de lo que podemos reírnos y de lo que no, de quién podemos reírnos y de quién no podemos reírnos? Hay algunos protagonistas que no creen en límites o mejor dicho se mueven sin límites y crean espacios de nueva risa que incomodan. Pero a la vez funciona como momento catártico (recordemos que la catarsis siempre está más vinculada a la tragedia) que provoca la reflexión y el desaire que es también una manera de motivar una reacción. Esto me hace pensar que los ‘límites’ se encuentran en las sensibilidades de cada espectador. Como espectadora pondré varios ejemplos: a mí no me motivaron la risa y sí un cabreo e incomodidad y un motivo de discusión pero también de reflexión (lo cual me parece un aspecto positivo pues lo que está claro es que no me dejaron indiferente) la visión de dos películas-comedias de nueva risa: Torrente, el brazo tonto de la ley (universo del personaje que encarna Santiago Segura y que hizo que no volviera a ver ninguna de la serie) y Borat (universo para gloria de Sacha Baron Cohen y que motivó una antipatía total ante los demás trabajos de Cohen, vamos que no he vuelto a ver nada). Como espectadora me sentía desconcertada que ante lo que a mí me provocaba grima o me indignaba o dañaba mi ‘sensibilidad’ y en momentos donde no me sentía cómoda sufría las risas tronchantes de la mayoría del público que me acompañaba en la sala. Pero también reconozco que ante escenas, que también me hacían sentirme incómoda no podía reprimir la risa (no sé si nerviosa, divertida o desesperada ante lo que estaba viendo) y luego a la salida pensaba de qué me había reído y nacía un sentimiento a veces culpable (¡por favor, de lo que me he reído!): y esto ocurría en Canino, Celebration o Los idiotas. Mi ‘sensibilidad’ (es que no sé si es la palabra adecuada) me había permitido la risa pero era consciente de que me reía de lo trágico…, uff vaya empanada mental.

Paseo por una risa nueva

Así el libro permite un viaje apasionante lleno de descubrimientos y sobre todo ‘nuevas visiones’ y lecturas. Así la primera parada la realizamos con Jordi Costa que prologa este trabajo conjunto en La (im)posibilidad de una risa. Donde la comedia pierde su nombre para a partir de la ópera prima de Mel Brook, Los productores adentrarnos en el concepto de Nueva Comedia y desarrollarnos el sentido de este libro. La primera parte del libro nos adentra en las mutaciones de la Nueva Comedia Americana de la mano de Miqui Otero y su Spoof movies. Esto no es otro estúpido ensayo sobre la comedia americana donde analiza el nacimiento, la cima, decadencia, muerte y posibles transformaciones de ese universo cinematográfico que es cine dentro del cine en clave de parodia y homenaje, las spoof movies. La pareja cómica que conforman Venga Monjas realizan un original texto (Apártate tío, soy científico) sobre Bill Murray en la ceremonia de los Oscars cuando estuvo nominado por su trabajo de actor cara de palo (con aires keatonianos del siglo XXI) en Lost in translation. Así surge una radiografía de esa generación de cómicos americanos del Saturday Night Live. Después Eduardo Galán nos descubre (vamos, me descubre porque mi ignorancia era absoluta) This is (not) Spinal Tap. Los mockumentales de Christopher Guest. Así puedo entender lo que quizá encuentre en los largometrajes de Guest gracias a que Galán habla de referentes que sí he podido disfrutar. Además también ofrece el legado de Guest en obras que han podido tener a este realizador como referente. Eduardo Galán me ha ofrecido la oportunidad de conocer a un nuevo realizador para mí, claro está. El crítico cinematográfico Carlos Losilla en Historia de una deriva realiza un minucioso análisis de qué significado tiene el cine de realizadores como Ben Stiller, Todd Phillips, hermanos Farrelly o Apatow dentro de la evolución histórica de la comedia americana. Y terminamos este paseo por la Nueva Comedia en EEUU de la mano de Jordi Costa y un original ensayo sobre los límites o fronteras que se salta la nueva risa. Ese límite desdibujado pero apasionante entre lo política o políticamente correcto e incorrecto y sus artífices.

La segunda parte de esta publicación nos posibilita un paseo por el panorama de la risa nueva en otras cinematografías. Así Alvy Singer nos pinta en Bajo el influjo de los Python un completo panorama de la comedia británica y su evolución después de los Monty Python, con sus cimas, cumbres, pozos, valles y sombras. Así entre sus páginas podemos atisbar los caminos trazados en la comedia británica tanto en cine como en televisión. Juan Agustín Mancebo Roca analiza la importancia de Roberto Begnini como protagonista importante dentro del posthumor por sus aportaciones anteriores a sus éxitos internacionales que tienen sentido dentro de su evolución y su discurso cinematográfico en el ensayo En defensa de Roberto Begnini. El bloguero Señor Ausente nos lleva de la mano a través de Risas y llantos de la vieja Europa por un mapa de lo cómico y sus mutaciones en distintos países europeos así viajamos por España, Francia, Dinamarca, Alemania, Bélgica, Holanda, Finlandia, Suecia o Grecia. John Tones nos pone en la onda de Stephen Chow. Comedia radical hongkonesa para así iniciar los últimos capítulos del libro que ponen en conocimiento del lector todas las variantes de la risa nueva en el cine oriental y en los posibles extrañamientos que puede provocar en un público occidental. Tones nos da las claves para adentrarnos en el cine de un cómico oriental como Chow y dándonos la pista de que para entenderlo hay que buscar un antecedente: Jackie Chan. Roberto Cueto nos pone en contacto con la forma de hacer comedia en Corea del Sur o Sufrir es divertido (o las cosas que le hacen gracia a un coreano y maldita la gracia que tienen) dejando en evidencia la riqueza de matices cómicos o de asuntos que provocan la risa en cinematografías más inaccesibles para los públicos occidentales. Y por último Jordi Costa en Kitano y Matsumoto: fracturas de la comedia bajo el Sol Naciente aporta la visión de lo cómico de dos realizadores japones. De Kitano aporta la fractura (poco entendida) en su obra cinematográfica pero con todo el sentido dentro de su evolución y discurso como cineasta. Así es muy interesante la comparación que realiza Costa de esta ruptura y su forma de humor o de provocar la risa con un momento en la carrera cinematográfica del cómico Jerry Lewis (que también sufrió fractura…). Y también descubre (mejor dicho me descubre) la figura del realizador y cómico Matsumoto.

Como guinda final se puede disfrutar de las reflexiones que aportan sobre la risa y sobre el concepto de lo cómico los historietistas Scalerandi-Souto, Jorge Riera, Juarma López, Albert Monteys, Darío Avanti, Guillem Dols, Jonathan Millán y Miguel Noguera, Bárbara Perdiguera y Joaquín Reyes.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

En busca del guionista desconocido, Paddy Chayefsky

Contaros que estoy disfrutando un montón con la lectura de Un oficio del siglo XX de Guillermo Cabrera Infante (Alfaguara) donde el escritor cubano recopila toda una serie de críticas que firmaba bajo el pseudónimo G. Caín. A pesar del número de críticas y miradas intensas e interesantes me he encontrado con las reseñas de varias películas cuyo guionista es el mismo Paddy Chayefsky…, y el bueno de Chayefsky y la manera que tiene Cabrera Infante de leer sus películas me ha encendido el piloto rojo en mi cabeza: ¡¡¡tengo que ver esas películas!!!

La única que he visto ha sido Marty, una película donde los protagonistas eran Ernest Borgnine y Betsy Blair que encandilaban con su reencarnación de un carnicero y una maestra que unen sus corazones solitarios a pesar de las diversas dificultades que encuentran en su entorno. La película la dirige Delbert Mann y llamó en su momento la atención por el realismo de una historia cotidiana y porque sus protagonistas eran personas sencillas que sobreviven en la gran ciudad y no grandes héroes que pretenden vivir una vida normal.

Sin embargo Cabrera Infante habla de otras películas con guión de Chayefsky que me han alimentado unas ganas terribles de revisar su filmografía. Por ejemplo La noche de los maridos o The Goddess. Al guionista le preocupa los hombres y mujeres insatisfechos y finalmente solitarios o con problemas emocionales. La primera narra una larga noche de varios compañeros de trabajo que se reúnen para celebrar una despedida de solteros y van desnudando sus frustraciones y problemas emocionales. Y la segunda cuenta la historia de una actriz que nunca ha podido ni ha sabido lo que es amar.

Tratando de buscar más películas con sus guiones me he encontrado con otras dos películas que no me importaría alguna vez poder revisar como Banquete de bodas que esta vez es una adaptación de una de sus novelas donde se narra los esfuerzos de una madre humilde  (Bette Davis) para dar a su hija una boda digna. Y también otra protagonizada por Kim Novak, de nuevo sobre hombres y mujeres solitarios, que se llama En mitad de la noche.

Chayefsky en los años cincuenta permitió u ofreció argumentos para realizar películas alejadas del glamour americano y más cercanas a la realidad diaria de un montón de ciudadanos. Historias sencillas y duras de los supervivientes de las ciudades que tratan de vivir su día a día entre el aburrimiento, la insatisfacción y las carencias emocionales.

Pero como digo sigue siendo un desconocido para mí… aunque creo que pronto va a dejar de serlo. Tendré que poner remedio.

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La noche de los gigantes (The stalking moon, 1969) de Robert Mulligan/El juez de la horca (The life and times of judge Roy Bean, 1972) de John Huston

¿Por qué pongo estos dos westerns que nada tienen que ver juntos? Porque los considero dos westerns atípicos en una época (es curioso pero siempre se dice que es el ocaso del género) donde el género ya no era tan popular como en décadas anteriores aunque aún le quedaba y le queda vida eterna. Porque ambos están realizados por dos directores que no solían visitar el género…, bueno, John Huston hizo algún que otro intento (en la maravillosa y atípica también Los que no perdonan). Y porque ambos tienen momentos de puro cine y escenas para no olvidar. Porque los dos muestran planteamientos interesantes y porque los dos sin ser obras maestras son sin embargo obras redondas. Porque ambos están caídos un poco en olvido. Son dos westerns para rescatar y ambos cuentan con estrella de lujo en momento maduro: Gregory Peck y Paul Newman, ambos con sobrada experiencia en el género.

La noche de los gigantes

Sus personajes apenas hablan y si hablan dicen lo justo. Importan los gestos y las miradas. Es un western intimista y a la vez intenso. Inspira momentos de angustia e incertidumbre que inquietan. El argumento no puede ser más sencillo, Sam (Gregory Peck), un explorador del ejército retirado, protege a una mujer blanca con un hijo mestizo de un indio apache (padre del niño) apodado Salvaje. Existen dos personajes secundarios fundamentales: el viejo que ha cuidado las tierras del explorador hasta su retirada y el amigo del ejército, mestizo, al que le une un lazo especial de amistad.

Salvaje sólo será un personaje ausente pero siempre presente por el rastro de sangre que deja en su camino hacia un único objetivo recuperar al hijo. Una vez que llega al rancho de Sam, Salvaje se convierte en la sombra que acecha y destruye. Sólo le intuimos. En la sombra inteligente que hará todo lo posible por llevarse lo que considera suyo.

El Oeste que se presenta es una tierra de hombres duros y silenciosos que sobreviven. Hombres blancos que ya se ve cómo quieren quitarse de en medio a sus habitantes de siempre, los indios, también hombres duros que tratan de preservar su territorio. El enfrentamiento violento está servido.

Y en este enfrentamiento tienen un protagonismo especial los mestizos, mezcla de dos sangres que se odian. O se posicionan al lado de unos o al lado de los otros. Su corazón siempre dividido. Los mestizos en la película son el niño silencioso que va tras la madre pero siente también el deseo de regresar con el padre y al modo de vida que conoce… y el amigo del héroe que finalmente se decantó por el hombre blanco y es el que sirve de puente de comunicación entre el hombre blanco y los indios que serán sometidos.

De la madre blanca (Eva Marie Saint) apenas se nos cuenta qué ocurrió pero unas cuantas pinceladas resumen su historia. A la madre que ha vivido durante diez años entre los indios junto a Salvaje. La joven que vio cómo moría toda su familia a manos de los indios y cómo por sobrevivir elige vivir junto a ellos y tener un hijo con Salvaje. La mujer que para sobrevivir elige el silencio y el olvido y una vez rescatada las palabras y expresar los sentimientos le cuestan un mundo. La mujer que nunca se integró con los indios, a pesar del silencio, pero que se intuye ahora será rechazada por los blancos… sobre todo cuando cuestionen sus diez años de vida y a su hijo mestizo…

Pero en su camino se cruza Sam, el explorador del ejército silencioso y sencillo pero también buen hombre (aunque entra de lleno en el enfrentamiento hombre blanco-hombre indio) que de pronto siente la necesidad de no estar solo y para ello toma bajo su protección a la mujer que será repudiada menos en su hogar y a su hijo mestizo. Y así trata de forjar la familia que nunca ha tenido con cariño, esfuerzo y tesón. Quiere que ambos confíen en él. Además siempre contará con el amigo fiel que velará y se sacrificará porque Sam consiga su sueño o el abuelo tan solitario que sólo se derrumba cuando le tocan al compañero fiel de tantos años, su perro.

Así Robert Mulligan presenta un Oeste intimista y a la vez inquietante (con ese Salvaje que siempre se siente pero no vemos) lleno de silencios y miradas. De luz tenúe en una pequeña casa de madera y unos paisajes salvajes que la rodean.

El juez de la horca

O la reconstrucción satírica y esperpéntica con rastros de genialidad de un personaje histórico y mítico del salvaje Oeste, el juez Bean y su pandilla de alguaciles. Ese juez con rostro de Paul Newman que reconstruye a un hombre extremo en su salvajismo, su código de honor, su manera de impartir una ley que siempre infringió…, pero que es amigo de sus amigos, que cuando ama ama de verdad (con esa compañera fiel, el ángel mexicano, que le salva la vida al principio de la historia) y que atesora un amor idílico e ideal hacia la diosa inalcanzable una actriz a la que venera (y todos los que la rodean deben venerarla también), Lilly Langtry. El que sufre cuando tiene que sufrir, se emborracha como el que más y es un tipo muy peculiar pero que fuera del mundo que se crea no es más que un fantoche y hombre fracasado… que finalmente huirá herido del corazón y traicionado por los que ama de su particular paraíso creado. Como siempre Huston no desaprovecha para hablar del hombre fracasado.

Sin embargo tras el fracaso y la desaparición se reconstruye la leyenda. Siempre recordado por sus amigos alguaciles y por su hija que admira todo lo que le cuentan del padre y cuida su memoria. Él sólo vuelve a un mundo moderno y modernizado, donde ya no hay sitio para los caballos, las horcas y los héroes del salvaje oeste, para dar un final glorioso a su vida y a la de sus amigos alguaciles, ahora convertidos en hombres en descenso social y sin orgullo, sin un sitio en una sociedad que se llena de violencia, coches, dinero y torres de petróleo. Vuelven a impartir justicia a lo bruto montados a caballo, con mucho disparo y pirotecnia.

Todas sus andanzas son recordadas por distintos personajes que tuvieron algo que ver con él. Primero por un cura estrambótico que vive el comienzo de la leyenda, por uno de los hombres a los que llevó a la horca, por uno de sus eternos enémigos y socio y finalmente por el amigo fiel (que cuidará de su hija Rose). Todo es una recopilación de nostalgias: viejas fotografías y largas cartas de amor a su amor ideal.

John Huston y el controvertido guionista John Milius (recordado por su participación en Apocalipsis Now) ofrecen así una obra extrema, políticamente incorrecta y extravagante pero llena de momentos poéticos sobre todo los relacionados con el peculiar triángulo que se forma entre el juez, su amada terrenal, la mexicana María Elena y un enorme oso al que le encanta la cerveza. También juega a la aparición de rostros del momento y viejas glorias que conforman el universo personal de Bean: Ava Gardner como la mítica actriz y mujer ideal, Anthony Perkins como el esperpéntico cura, Victoria Principal como la mexicana amada, Jacqueline Bisset es la hija que guarda la memoria (la aparición más fugaz es la de Michael Sarrazin, popular en esos momentos hoy olvidado, en una fotografía), el guapo oficial del pasado Tab Hunter…, y hasta el propio director. Y ofrece momentos que son puro cómic como la aparición de ese malvado Bob El Malo, un albino caricaturesco, que quiere cargarse al juez. La película llama la atención por su tono extraño que combina momentos esperpénticos, con otros intimistas y de gran ternura junto a otros salvajes y extremos. Y en todo el metraje la presencia genial de Paul Newman en la reconstrucción de una peculiar leyenda.

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Diccionario cinematográfico (144)

Cuentacuentos: o contadores de historias. O dícese de persona que tiene facilidad para contar o leer un cuento o historia a un espectador u oyente o grupo de espectadores u oyentes y transmitir toda clase de sentimientos. Algunos lo son por naturaleza, saben transmitir historias orales con aires de leyendas, otros se preparan concienzudamente.

Primero doy permiso a las damas. Y nos vamos a la reciente Pan negro y la abuela que se rodea de niños que temen sus historias y leyendas de terror y monstruos. Que prepara a los niños para enfrentarse a los monstruos verdaderos. Ella, sin saberlo, es puerta a abismos oscuros. Y saltamos a dos damas románticas y aristocráticas que en el seno de África, cuna maravillosa de tradición oral, se convierten en cuentacuentos ante un público masculino que las escucha embelesados. Una es la Karen Blixen de Memorias de África, la otra es Katharine Clifton, la elegante dama que enamora al Paciente inglés.

Hay otros que su propia vida es puro cuento que transmite continuamente a los demás. Su vida dura de vendedor se convierte en pura fábula cuando cuenta sus historias para tapar una vida gris con una vida paralela llena de personajes fantásticos y narraciones inimaginables. Su hijo confuso, ya en edad adulta, trata de conocer al padre, de saber que hay detrás del cuentacuentos y se desespera porque su padre nunca descansa. Para el padre el motivo de vivir es contar historias fantásticas, embellecer la vida con la fábula… Adentrarse en la vida de un cuentacuentos es disfrutar de Big fish.

A veces la escena emocionante esconde a un hombre que cuenta a otro hombre una leyenda en medio de un parque, es de noche,  y ambos están tumbados. Y el cuento es el centro de la narración cinematográfica, es la idea principal de toda una película. Y es una maravilla dejarse arrastrar por la voz de Robin Williams que narra la leyenda del Rey Pescador a un Jeff Bridges que escucha.

Otra gozada es escuchar a una mujer enamorada recordar el cuento que le gustaba en su infancia, un cuento triste, y contárselo llena de ternura al hombre que quiere, que la lleva en una barca.  Y ese cuento es La cerillera y ellos son Valeria Bertuccelli y Eduardo Blanco en Luna de avellaneda. O partirse de risa cuando Santos, un parado de larga duración, se cabrea y da su particular versión a un niño del relato de La cigarra y la hormiga en Los lunes al sol.

A veces una bella escena familiar y cómo se cuenta un cuento a una inocente niña esconde una historia que altera a todos los mayores que escuchan el relato. Así transcurre una escena clave y emocionante, que golpea y asusta, en la maravillosa Quemado por el sol. Cuando el extraño visitante, que rompe la paz idílica de una familia rusa que encabeza un héroe de la revolución en los años treinta, narra una historia que parece lejana a la hija pequeña de los protagonistas con los nombres de los personajes al revés evidenciando una realidad muy distinta que sólo descubrirán los adultos que le escuchan y un pasado reciente y doloroso.

Otras veces lo que parece un cuento es una historia real que puede transformar a una mujer triste. Y eso es lo que le pasa a Evelyn cuando escucha las historias del pasado de Ninny, una anciana que narra las peripecias de una encantadora de abejas que atraía a todos con los cuentos que se sabe… que se los dejó en herencia un hermano que se fue demasiado pronto. Me refiero a Tomates verdes fritos.

O por ejemplo ese niño enfermo y aburrido que recibe la visita del abuelo y le dice que le va leer un cuento, y el niño no muy emocionado por la perspectiva escucha y poco a poco se deja envolver por el relato, La princesa prometida.

El cine siempre refleja, y ávidos estamos de descubrirlos, algún memorable cuentacuentos que nos atrapa con su narración…

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