Berlanga sonríe en paz

Berlanga sonríe en paz.

Siempre lo hizo.

Junto a Azcona, ambos echaron unas gotas de humor negro,

y así o bien en El verdugo o bien en Plácido nos reímos de temas muy serios,

tomamos cariño a personajes con luces y sombras, pura humanidad

y nos enganchamos a obras bien hechas.

Y es que Berlanga desde siempre creía en la ironía, la sátira, lo sarcástico, lo erótico, lo…, lo…, para dar su particular visión del mundo que lo rodeaba. Y con cariño trataba las miserias de todo ser humano. Por eso nos identificamos con lo berlanguiano…, todos sabemos de qué van las miserias del vecino… y ellos saben cuáles son las nuestras. Ja.

Así reímos en las calles de ese pueblo transformado en andaluz para recibir al amigo americano que pasa como un suspiro. O a esos otros mandamases que se les ocurre que para salir de la penuria, el jueves va a haber un milagro para que acuda la gente con devoción y de paso dejen unas pesetas.

Y es que Berlanga miraba el mundo con ojos de cineasta. Y veía a un tipo celoso de una muñeca hinchable. O a la familia Leguineche, de una alta sociedad esperpéntica, la hace protagonista de una trilogía delirante. O también mira a la guerra civil con ironía, humor, dolor y respeto con una vaquilla que no se deja cazar…, o de pronto lleva todos a la cárcel o nos deja huir a Tombuctú…

Pero algo estaba claro, Berlanga amaba la vida y sus placeres. Y disfrutaba de ellos. Era filósofo cotidiano que sabía reírse de los defectos siempre tan humanos.

Y en su labor de amante de los placeres a Berlanga le interesaba también el acercamiento a lo erótico y fetichista, a lo sexual. Así como las posibilidades que ofrece el sexo en la mente creativa del autor literario. Por eso provoca una sonrisa vertical que escupe páginas de literatura erótica.

Berlanga era directo. No cerraba su boca. Le encantaba inventar historias y contarlas. A pesar del dolor, siempre trataba de buscar la sonrisa e ironía que esconde la vida.

Hasta el final.

Porque era hombre apasionado.

Y hasta el final nos dejó frase profética:

«El dolor me jode, pero morirme me jode más…»

Y sin duda, Berlanga, no has muerto. Tu visión y humor queda para siempre en la retina del espectador que te disfrute. Seguro que cada día en el mundo, alguien está viendo una película tuya.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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