Cadeneta de declaraciones de amor cinéfilas

El panadero sin brazo que le dice a la italiana que no tuvo nunca suerte en el amor, que la ama. Y le dice que el amor es imperfecto. Que nunca serán tan perfectos como los copos de nieve o como las estrellas. Ellos no lo son, no lo son. La gente rompe corazones, ama y se equivoca, la gente muere…, pero ahora, él quiere que ella suba las escaleras y haga el favor de meterse en su cama. Ay, y mientras tanto la luna es tan grande.

Un joven enamorado de la mujer de su mejor amigo. Y no sabe cómo decírselo, no sabe cómo alejarse. Y una noche de Navidad, cuando ella ha visto ya un vídeo de boda donde sólo sale su rostro… se decide a susurrárselo con carteles. Decirle que la ama para siempre. En silencio. Tan sólo con carteles, miradas y una sonrisa.

El hombre condenado a vivir el día de la marmota para siempre y por ello condenado a amar a la misma mujer. Y su afán cada día de conquistarla, una y otra vez. Y va aprendiendo del amor. Y es capaz de convertirse por fin en el hombre amado y en el hombre que ama.

“Creo que mejoro cuando se me conoce. Haré todo lo que esté en mi mano para hacerla feliz. Cualquier cosa”, dice un doctor enamorado sin un velo pintado en el rostro.

Hay un lejano pueblo donde en un lago hay un pez gigante que nadie puede cazar y un hombre de imaginación desbordante. Y ese hombre se enamora locamente, tan locamente que el tiempo se para. Y realiza todo tipo de proezas con tal de ser amado y correspondido. Y llena un campo de flores. Y hace lo inimaginable para obtener la dirección de la amada…, y no podía ser de otra manera, al final la alcanza.

Y la clásica, entre las clásica, ¿Qué quieres Mary?¿Quieres la luna? Dime sólo una palabra y entonces la cogeré con un lazo y la bajaré para ti.

Tortas de cine, inolvidables

Hoy he visto una divertida: la que arrea Doris Day a un Rock Hudson durmiente en la ingeniosa No me mandes flores (1964) de Norman Jewison.

¿Recuerdan la torta que pega el padre a una Judit (Natalie Wood) que también es rebelde sin causa?

¿O la más famosa torta: la que propina el personaje de Glenn Ford a una Gilda espectacular que  acaba de quitarse un guante con una sensualidad insuperable frente a mucho, mucho público?

Torta dolorosa la que daba la Hepburn a una Fonda que se desahoga e insulta porque no entiende a su padre Henry…, allá en el estanque dorado. Tortas de familia.

O qué me decís de esa torta que propina el dueño del bar a un Tony, que quiere reunirse con María y no escucha, no siente desgracia, no siente al destino. ¿Es éste el único lenguaje que entendéis?, dice un pobre Doc apenado, sólo tienes que acercarte al West Side…

Pero bueno, hoy prefiero quedarme con las tortas de broma. Con aquel género, el slapstick, que tan buenos momentos me hace pasar: tartas, tortas, resbalones y tortazos y después la cara de Chaplin, de Keaton…, y demás contrincantes.

Antes que el diablo sepa que has muerto (Before the Devil Knows You’re Dead, 2007) de Sydney Lumet

Un veterano del cine con ochenta y muchos años se pone detrás de las cámaras y deja un película de cine negro con ribetes de tragedia griega, melodrama familiar y un buen montaje a lo Tarantino, Anderson o a lo Fincher. 

Lo que demuestra Sydney Lumet es que sabe cómo enganchar a una historia y que maneja el lenguaje cinematográfico como quiere, para eso es un clásico. Lumet tiene buenas películas en su larga carrera y ésta, con título maravilloso, Antes que el diablo sepa que has muerto muestra a un director que sabe lo que hace y que conoce el arte cinematográfico y sus avances. Si además cuenta con unos buenos actores, te aseguro que te quedas en la butaca sin querer levantarte. 

A Lumet se le dan bien las películas corales, el cine negro o el thriller, el policiaco, los dramas familiares…, basta con echar una mirada atrás. Pasamos por su magnífica 12 hombres sin piedad —ya se le ve maestro en dirigir un reparto coral—, recorremos buenas adaptaciones de obras teatrales sobre dramas descarnados y familias problemáticas: Piel de serpiente o Larga jornada hacia la noche. Se lanza al mejor policiaco de la mano de un Al Pacino en su salsa con Serpico y Tarde de perros (donde también se da un atraco cutre) o sigue los senderos del poder, de la corrupción y del papel de los medios en Network. Continua con la corrupción en El príncipe de la ciudad, se mete de nuevo en drama judicial y regala papel bombón a Paul Newman en Veredicto final. Le obsesionan los robos pensados y llevados a cabo por miembros de una misma familia, ahí está comedia fallida Negocios de familia o la familia en sí en situaciones extremas en otro film con buen título Un lugar en ninguna parte…, y así hasta llegar a un thriller duro con familia problemática, coral, dura, que habla de la corrupción del ser humano, con atraco cutre incluido y con un destino negro. La tragedia está servida en Antes que el diablo sepa que has muerto. 

Destaco la forma de contar esta historia —sí, sí ya sé que ese tipo de montaje ahora no tiene nada de original pero no obstante hay que saber hacerlo bien y aquí está muy bien hecho—, un guión que engancha de Kelly Masterson y una serie de actores que funcionan perfectamente en esta historia nihilista. 

Los hermanos protagonistas son Andy (Phillip Seymour Hoffman) y Hank (Ethan Hawke).  Ambos acuciados por problemas económicos. El ejecutivo heroínomano y corrupto y el joven que iba a llegar a ser algo y toda su vida ha ido de hijo pródigo al que todo se le permite y que ahora choca con su imagen de fracasado que apenas le llega para final de mes y poder mantener a su hija —a la que quiere hacer vivir en un mundo de comodidades al que no llega— y a una ex mujer que siempre le exige y que le conoce demasiado. Ambos con relación complicada, de amores, envidias y respaldos. Con una relación a hombros, como cepo o peso. Ambos inmersos en un atraco fallido, y que cambiará sus destinos, a la joyería de sus padres. Seymour Hoffman, pone los pelos de punta con una recreación brillante del ejecutivo que se le descabala por momentos su vida artificial. Su bonito puesto, su bonita adicción, su bonita mujer (una Marisa Tomei intensa como mujer objeto sexual que se sabe objeto a la que sólo se le exige permanecer hermosa e ignorante…, el personaje tiene una bonita, triste y tranquila ¿rebelión?), su bonita familia… Hank, correcto Ethan Hawke (que cariño le tengo, a pesar de los tropezones, desde que apareció para mí por primera vez en El club de los poetas muertos), es el hermano inseguro, al que ya se le ha caído todo, perp que el azar le depara alguna que otra sorpresa, siempre ha sido el oveja negra con suerte. 

Y esta familia bonita no es tal. Se esconden poderosos y fuertes secretos que estallan en el personaje de un padre duro. Ahí esta Albert Finney para calibrar como nadie las dosis de sufrimiento, impotencia, amor y odio. Para erguirse como rey Lear shakesperiano, como Dios vengativo de tragedia griega incapaz de cambiar el destino.  

Antes que el diablo sepa que has muerto es obra de Sydney Lumet que sigue demostrando sus dotes en ese arte que se llama cine. Lumet atrapa… ¿no es eso una lección de la que se olvidan muchas películas? Atrapar con la historia, los personajes, la trama…

Diccionario cinematográfico (90)

Charlot: patadita al aire y sigo por el camino. Con bastón y bombín, con zapatones amplios, que a veces incluso me pueden quitar el hambre, con pantalones y una cuerda alrededor para que no caigan. Sí, puedo llevar una vida de perro callejero pero a veces sueño. Puedo hacer alguna que otra maldad, o mejor dicho travesura, pero al final camino solo por un largo camino que no tiene fin. La ternura me puede. Nunca pierdo una esperanza. Me sé uno y mil trucos para la supervivencia. Tengo ingenio. No hay duda. Puedo ser payaso eventual, boxeador al que vencen, buscador de oro, músico ambulante, padre adoptivo, inmigrante e incluso policía con los conocimientos de la perra vida. A veces, duermo a la intemperie, soy un sin hogar. Mas siempre hombre enamorado de una dama. Capaz de ofrecer una flor o una lágrima. Capaz de conseguir que corra a brazos de su otro amado. Capaz de, seguro, dar mi vida por ella, mi vista, mi olfato… Capaz de mirar, tristemente, a través de un cristal, solo, cómo se divierte. Sin molestarla o inquietarla, jamás.

Patadita al aire y sigo por el camino.

Ah, se me olvidaba, mi bigote siempre en su sitio.

El bazar de las sorpresas (The shop around the corner, 1940) de Ernst Lubitsch

¿En qué consiste la magia de los clásicos?¿Qué les hace perdurables a lo largo de los años? ¿Por qué nos emocionamos una y otra vez al verlos? Son varias preguntas aparentemente con difícil respuesta. Sin embargo, todos los interrogantes se vuelven absurdos cuando se puede ver uno. Y uno de ellos es sin duda El bazar de las sorpresas del gran Lubitsch.

Lubitsch fue uno de tantos cineastas europeos que tuvieron que exiliarse a Hollywood y desarrollaron una escuela maravillosa de cómo hacer cine además de continuar sus prestigiosas carreras como realizadores ya iniciadas en sus países de origen (Alemania).

Lubitsch con unos pocos ingredientes realiza una película de estudio inolvidable. Tan sólo necesita: un decorado de una tienda en un lejano país del viejo continente. Una tienda de las de toda la vida de bolsos, maletas y complementos. Ocho empleados, incluido el dueño de la tienda, un tierno e inolvidable Hugo Matuschek, que se ocupan del funcionamiento del establecimiento y una sencilla historia de gente sencilla. Una historia que sale de la pluma del guionista clásico Samson Raphaelson que trabajó numerosas veces con el realizador.Así pasamos una hora y unos cuantos minutos acompañados de unos personajes absolutamente encantadores y humanos. No ocurren grandes acontecimientos, ni siquiera reíremos a carcajadas…, pero saldremos transformados ante una historia cotidiana. Y, además, siempre conseguirá emocionarnos cada vez que la veamos.

Otro secreto de esta pequeña gran película es sin duda el reparto. Con una serie de actores memorables y que vuelve a ser un canto a esos increíbles secundarios del Hollywood de oro capaces de crear breves personajes que convertían a las películas en irrepetibles en una época en que se sabía la importancia de un buen personaje, aunque apareciera tan sólo unos minutos.

Sólo nombraré a algunos de ellos por su nombre y apellidos. Los más conocidos son un joven James Stewart, que ya muestra sus increíbles recursos como actor, como el joven empleado pero veterano, Alfred Kralik. Una encantadora, chispeante y divertida Margaret Sullavan (totalmente olvidada) como Klara Novak. Después nos encontramos con una composición emocionante por parte de Frank Morgan como el jefe del establecimiento, Matuschek, o ese vendedor de bigote, tímido y buena persona, al que te encantaría encontrarte de vez en cuando con el rostro de ese actor secundario inolvidable Felix Brassart. Pero no son los únicos (traten de acordarse de otras películas donde hayan visto sus rostros. Siempre se llevarán una sorpresa) imposible olvidar las interpretaciones y los rostros de los dos chicos de los recados, o de las dos dependientas de la tienda o del vendedor pelota, chismoso y engreido… ¡Qué repartos!

¿Y la historia? Déjense llevar y entren a un establecimiento donde Klara Novak busca un puesto de trabajo en tiempos difíciles. Y lo consigue por hacer vendible lo invendible: unas horrorosas cajas de puros con musiquilla popular que se repite una y otra vez. También estará el vendedor jefe, un serio y encantador joven que se llama Alfred Kralik. Ambos huyen de la cotidianeidad de la vida a través de las cartas que escriben a un amiga/amigo desconocidos. Y se enamoran por las palabras y se ilusionan…, y los desconocidos son ellos mismos. Sólo que no lo saben. Y es encantador porque se aman a través de las cartas y se llevan fatal como compañeros de trabajo. Y está ese jefe, con cara de jefe y actitudes de jefe pero que en su interior esconde un hombre inseguro, frágil y buena persona que sólo busca no estar solo, enamorado de su amada esposa que gasta demasiado y además le engaña. Demasiado para él. Para Matuschek la historia más tierna cuando se encuentra que va a celebrar la Navidad en soledad y se cruza en su camino el nuevo chico de los recados, Rudy, un adolescente sin nadie con quien celebrar estas fechas…, y ambos deciden celebrarlo juntos. O ese vendedor con dos hijos y una esposa a los que ama que aspira a un vida tranquila, sin excesivos sobresaltos, que huye cada vez que el jefe pide una opinión sincera…, y gran amigo del joven Kralik. O el vendedor odiado por todos, presumido, pelota y chismoso. O las dos vendedoras tiernas, cariñosas y buenas compañeras. O ese chico listo que es chico de los recados pero que ya se ve que con su desparpajo y lengua va a llegar algo más lejos… Son historias de gente sencilla y nos cautivan.

De verdad, si tienen oportunidad, si tienen una tarde melancólica y necesitan un poco de ánimo, encienda su televisor, cojan su dvd y vean El bazar de las sorpresas. Es una medicina muy eficaz, lo aseguro.

Aidan Quinn

Hay actores de cine que lo intentan una y otra vez. Ahí están. Y nunca llegan. Son muchos factores, aparte de su valía en la interpretación o no (ya sabemos de muchos con pocas dotes de interpretación o limitados registros —pero cuando alguno lo encuentra hace magia— que se han hecho con filmografías y éxitos increíbles): el momento en que aparecieron, la elección de proyectos, los papeles conseguidos, los contactos, la respuesta del público, la distribución de sus proyectos, sus relaciones con la prensa, la buena o mala suerte, el ponerse de moda su rostro o estilo por algún motivo… Muchos de ellos desaparecen para siempre de las megapantallas y encuentran refugio en la televisión o, quizá en el teatro, o ni lo uno ni lo otro. Otros nunca desaparecen, siempre están ahí, en algún pequeño papel o de vez en cuando con un protagonista. Esperando el reconocimiento o el gran papel que les hará ser recordados, en una profesión que no abandonan. No se rinden. Poco a poco van haciéndose una carrera más o menos afortunada y siempre cuentan con un público que sigue sus pasos.

Y uno de ellos es Aidan Quinn. A mí siempre me conmueven sus enormes ojos azules. Y su rostro con sonrisa que llega. Casi siempre correcto y con mucha humanidad en su rostro, desde los años ochenta no ha dejado de pisar la pantalla una y otra vez. Su gran papel todavía no ha llegado —yo siempre le espero— pero suele ser secundario o partenaire agradecido.

Ha subido a escenarios de teatro, sigue en el mundo de la televisión y del cine. Y poco a poco ha ido adquiriendo una carrera que ha hecho que servidora ponga de vez en cuando sus ojos en él. En este hombre de origen irlandés que consiguió estar presente en papeles secundarios muy diferentes en dos películas de éxito de los años ochenta: Buscando a Susan desesperadamente y La misión. Antes le habían intentado lanzar como sex symbol rebelde junto a Daryl Hannah en Reckless (1984) en aquel momento nadie buscaba un nuevo sex symbol rebelde en el que fijarse.

Poco a poco fue afianzándose tanto en series y telefilms de la pequeña caja como en películas de la gran pantalla. Los años noventa fueron prolíficos y estuvo presente en varias películas que crearon muchas expectativas, algunas se desinflaron nada más llegar a cartelera y otras más o menos han conseguido mantenerse en la memoria. En sus papeles, normalmente secundarios, logra destacar o que nos fijemos, por algo será. No creo que sea sólo cuestión de ojos azules y sonrisa eterna. Es una cuestión de siempre ser correcto, de lograr llegar por un rostro cercano y humano que esconde sentimientos (Ay, el día que estalle más todavía. Ay, el día que se desnude emocionalmente ante las cámaras). También, se cuenta que quizá perdió una gran oportunidad al no poder hacerse con el papel de Jesucristo en La última tentación de Cristo de Scorsese.

En los noventa nos regaló papel tierno de hermano preocupado por hermana con problema de salud mental en la siempre agradable (y por qué no reivindicable) comedia romántica Benny & Joon (1993). También fue el hermano serio y con otro concepto de la vida en la épica Leyendas de pasión (1994). Quinn actuaba en ambas películas con los ídolos de momento (y ahora también) por lo tanto había menos posibilidades de que alguien girara su mirada hacia sus ojos azules. El éxito era para Johnny Depp y Brad Pitt. Pero yo también suspiraba por Quinn. Participó como secundario en películas que pincharon pero para mí no dejan de tener cierto interés, la dura historia de Babenco y su oscura Jugando en los campos del señor o el biopic sobre personaje irlandés en Michael Collins (que tenía el rostro de Liam Neeson). También estuvo presente en historias interesantes como Avalon (1990) sobre inmigración o fue uno de los muchos que aparecieron en la experiencia shakesperiana de Al Pacino en Looking for Richard (1996). Pinchó como todos pincharon en el Frankenstein de Branagh.

Consiguió ejercer muy bien de pareja de la estrella, en este caso Madeleine Store en Sola en la penumbra (1994) o como contrapunto a la actuación de una Streep desatada por el melodrama de profesora que enseña música a niños en barrio deprimido en Música en el corazón (1999). Rozó el cine independiente junto a Jordan y su cuento de terror Dentro de mis sueños (1999).

Y llegó el siglo XXI y Quinn continúa. Dicen que está magnífico como protagonista de Los niños de San Judas (2003), una película que cuenta la dureza de un reformatorio católico en Irlanda. Nunca ha llegado a mis manos esta película. Yo me seguí enamorando de su ternura en su pequeño, triste y emocionante papel en Nueve vidas. También aparece en la última serie de TV que tuvo como uno de los protagonistas al recientemente fallecido Paul Newman, Empire Falls (sus trabajos televisivos apenas los conozco aunque el otro día pude ver telefilm de sobremesa que no estaba mal del todo sobre el autismo con un Quinn macarra, le reconocí por sus ojos). Y esperamos su último papel, de nuevo junto a Streep, en película que pinta interesante, Un asunto muy oscuro…,  ¿será ése su papel definitivo, el que le otorgue la gloria? Seguiremos esperándole.

El curioso caso de Benjamin Button

Benjamin Button nació anciano. Según pasaban los años, él rejuvenecía; y los seres que amaba y quería iban envejeciendo. Cuentan que todo pudo ser obra de un reloj que marcaba las horas al revés, la triste historia de un relojero que perdió a lo que más amaba en la Primera Guerra Mundial y decidió que el gran reloj que presidía la estación de tren debía contar el tiempo al revés. Para devolver a tantos jóvenes que faltaban de los hogares por una guerra cruel. 

De la película me quedó con todo lo relacionado con cuento y fábula. No sólo la historia del relojero sino también la anécdota del anciano y los rayos que recibió a lo largo de su vida o con los pormenores que hicieron que la amada Daisy, la enamorada de Button desde que la conoció con su rostro anciano y ella con su cara de niña, tuviera accidente infortunado.  

Me quedo con esos personajes que van pasando en la vida de Button, la anciana que canta a Wagner, la que le enseña a teclear el piano, su primera amante nadadora que le deja tan sólo una nota recordándole lo agradable que ha sido su compañía, la madre afroamericana que le ama sobre todas las cosas, el marino que esculpe a golpe de tatuaje su propia obra de arte o ese padre que tiene una fábrica de botones y que el dolor de la pérdida le hace abandonar a un pequeño de rostro abuelo…  

Me dejo acompañar por la eterna y bonita historia de amor de la bailarina que envejece y el Button que rejuvenece y cómo ambos se encuentran en la mitad de sus vidas cuando los rostros de ambos se acercan en edades. Me quedo con las reflexiones sobre la vida, la soledad, la muerte, la capacidad de cada uno para realizarse, sea cuando sea. Al final, todos vamos a lo mismo…, aunque hagamos un montón de cosas en la vida, la muerte siempre llega. 

Pero David Fincher (que sorprende con película reflexiva pero tremendamente romántica y muy poco oscura…, lejos queda El club de la lucha, Seven o Zodiac) no hace la película redonda que subsiste en el recuerdo. Demasiados altibajos. Momentos emocionantes, momentos divertidos, momentos surrealistas pero eso, momentos. No logra, a mi parecer unidad rítmica. ¿Por qué tres horas? Aquí no las veo justificadas. Me sobran escenas (sobre todo las de la Segunda Guerra Mundial) y me sobran sobre todo porque me restan emoción a la historia central. Por sobrarme (aunque no deja de ser bonito recurso), me sobran todas las escenas de Daisy agonizante e hija descubriendo (reaparecida Julia Ordmon) a través de diario la historia de amor y la personalidad extraña de Benjamin Button. 

Capítulo aparte, destaco también a los actores protagonistas. Me encanta volver a sentir la química entre dos actores. Y no hay duda (ya lo vimos en Babel), Brad Pitt y Cate Blanchett son pareja cinematográfica. A Pitt también le vemos bien acompañado por una fantástica y breve Tilda Swinton (hermoso paréntesis). Brad Pitt luce estupendo como estrella en papel caramelo que va de anciano con ayuda de interpretación, efectos especiales y maquillaje a hermoso, atrayente y joven. No hay duda de que es hombre bello. 

La película tan sólo está inspirada en la idea principal del relato del mismo título que escribió aquel de Generación Perdida, F. Scott Fitzgerald, el relato breve carece de fábula, romanticismo o de distintas moralejas. El relato original relata realmente, describe de manera minuciosa, el curioso caso de Benjamin, su vida al revés para terminar como todos. Cerrando los ojos, con olvido. Con nada. La muerte a todos nos llega. El guión es una mezcla de esa inspiración de Generación Perdida (sólo idea principal) con ingredientes del mejor guión firmado hasta el momento por Eric Roth (¿os acordáis de Forrest Gump? Ya me lo dijo mi hermano —que es muy sabio— al salir del cine, le recordaba en muchas cosas a Forrest) y  unas cuantas gotas de fábula o cuento romántico. 

El curioso caso de Benjamin Button me regaló momentos mágicos…, que a decir verdad no es poco.

¡¡¡Tantas películas que ver, tanto que comentar!!!

Aquí me teneis. Por motivos laborales, mi teclado no deja de ser pulsado una y otra vez. Tanto es así que he decidido dar un pequeño parón y dedicarme a escribir pequeño post… pero tecleando siempre tecleando. A veces pienso -aunque sea inmortal os lo juro que lo pienso porque aunque inmortal todavía necesito horas de sueño- que me encantaría que los días tuvieran más horas para que me diera tiempo a hacer todo lo que quiero.

En cartelera hay varias películas que muero por ver. Mañana por cosas que nos depara el destino, por mucho que digan siempre inesperado, voy a poder disfrutar del preestreno de El curioso caso de Benjamin Button. Os contaré. Por fin esta semana acudí a ver una película por la que suspiraba y miedo tenía de que me la retiraran de la cartelera, se trataba de la francesa La clase y confieso que cubrió todas mis expectativas y más. Estuve conteniendo emociones durante toda la proyección… qué buen cine social, sí social, no me da alergia el adjetivo.

Otra a la que estoy deseando acercarme es ni más ni menos que a La duda. Espero sacar tiempo este fin de semana. Mientras trato, en mi querido videoclub, sacarme aquellas que no vi. Ayer, por la noche, pude dejarme llevar entre el amanecer y el atardecer por la mexicana Luz silenciosa. Llena de momentos hermosos. Cine de riesgo. Cine intenso. Cine lento. Un cine para ver con tranquilidad, para sentir, para ver otras formas de expresión cinematográfica… No pude evitar acordarme una y otra vez de Ordet de Dreyer.

Los Premios Goya me despertaron la curiosidad por El truco del manco, espero que sus tres goya hagan que mañana no la retiren de los cines. ¡¡¡Por favor, por favor que quiero verla!!!

Dejo de teclear porque me doy cuenta que efectivamente, me faltan horas.

Beso a todos.

Otra frase genial de Groucho Marx

… Y es que tiene puntos buenos Memorias de un amante sarnoso. Y buenas reflexiones surrealistas o absurdas. No sé qué término emplear. Me parto.

«Aburrido, nunca me había dado cuenta de lo insoportable que resulta mi compañía hasta que estuve allí sentado, solo.»

Las gafas de Groucho y el bigote de Marx al igual que el puro que andaba siempre echando humo…, tenían la inspiración súblime de no parar de decir chorradas con un fondo de inteligencia.

¡Groucho, Groucho, amante sarnoso, qué pensabas realmente de las mujeres! ¿No había nadie entre los personajes de Margaret Dumont o entre las coristas a lo Marilyn? Sí, sí ya sé que las romanticonas de la Metro fueron impuestas.

Premios Goya 2009

Dentro de un año de superproducciones históricas o producciones históricas, a secas, de coproducciones con más o menos suerte y de apuestas cinematográficas, sin mucha concordancia entre crítica y público, público y crítica, los Premios Goya 2009 no han deparado muchas sorpresas. Tampoco ha faltado la presencia de película de bajo presupuesto y distribución precaria que ha llamado la atención de los académicos.

Otro aspecto que me gustaría destacar es que se nota que muchos profesionales están realmente apasionados por el trabajo que realizan. Y eso es un punto maravilloso porque no olvidemos que el cine tiene una parte de industria y negocio pero que nunca debe olvidar la obra artística, una obra que produce sensaciones, sentimientos, reflexiones… El cine es un mundo maravilloso y mágico y cada película es posible gracias a un trabajo en equipo de gente apasionada y especializada en lo que hace. Que cree en lo que hace, que quiere contar una historia y transmitirla. Gente tocada por la varita de la creación artística (desde el guionista que crea o adapta una historia, hasta el director de fotografía que plasma en imágenes esa misma historia, hasta el director artístico que recrea una ficción, al director entusiasta que toma la batuta para narrar cinematográficamente lo que su mente vislumbra o los actores que se ven inmersos en personajes que sienten y actúan…). Y muchos de los que subieron a recoger el Premio, gritaron su pasión.

No faltaron referencias a la crisis, a las descargas ilegales a través de Internet y a las barreras arquitectónicas. Por su parte, la presidenta de la Academia, Ángeles González Sinde animó a seguir luchando por hacer cine. Recordó que siempre se ha dicho que el cine español ha estado en crisis y que en los peores momentos profesionales cómo Berlanga, Azcona, Bardem, Trueba…, han saltado obstáculos y han luchado por sacar adelante sus obras cinematográficas, esas comedias que hablan sobre cosas serias de la vida (Plácido, La vaquilla o Belle epoque).

Estaba clarísimo que las estrellas de Hollywood, el glamour de la sala, los dos serios, educados y formales (algo más espontáneo un Benicio del Toro, alucinado y divertido ante las tropecientas veces que fue mencionada su persona a lo largo de la Gala, frente a una Penélope Cruz elegante, seria, sobria y educada) recibirían premio por su participación en coproducciones de interés. Por una parte, Penélope por su divertido y espontáneo personaje en la última de Woody Allen (Vicky Cristina Barcelona), que como dije en su momento no es la mejor del cineasta pero sí con señas identificables y con momentos para sonreír y reflexionar. Y por otra, Benicio del Toro por su recreación de Che, El Argentino que todavía no he podido ver. Sin embargo, por lo que he podido leer y por las escenas que he podido vislumbrar su acercamiento a Guevara seguro que merece la pena.

También estaba claro el premio a mejor actriz revelación. Su nombre ya estaba en boca de todos antes del estreno de Camino. Su presencia, sus enormes ojos, su recreación del personaje…, sin sorpresa. Nerea Camacho recogió su premio entre lágrimas. He de decir y confesar que a pesar de que Camino de Javier Fesser fue la gran ganadora de la noche no he visto la película porque me ha envuelto cierta pereza. Lo que no se puede negar a Fesser es ese apasionamiento del que hablaba al principio. Sé que terminaré viéndola y os contaré. De momento, deciros que a mí Fesser me produjo gran ternura con su corto Binta y la gran idea. También, se había hablado mucho de la interpretación de Carmen Elías y su personaje complejo de madre de la protagonista. Era de esperar su Goya.

Carmen Elías pertenece a ese grupo de buenísimas actrices españolas, actrices de reparto que siempre regalan buenas interpretaciones. No se habla mucho de ellas pero son grandes profesionales y de vez en cuando en un protagonista o un secundario muestran que son grandes. En la Gala de este año había varias de esas actrices nominadas. Me refiero a mujeres como Rosana Pastor, Elvira Mínguez o la veterana Tina Sáinz (y sólo estoy nombrando a algunas).

Quizá la sorpresa de la noche fue una ópera prima que tenía tres nominaciones, y las tres las ganó. Me refiero a El truco del manco: mejor dirección novel a Santiago A. Zannou, mejor actor revelación a Juan Manuel Mantilla Langui y mejor canción original, A tientas. Una película que estaba teniendo poca vida en las salas de exhibición pero que sin duda los premios hará que aguante más en cartelera. La película presenta la otra Barcelona, la de los olvidados, los protagonistas son un joven que se busca la vida y que tiene una discapacidad física y su amigo, un mulato metido en el mundo de las drogas. Ambos lucharán por sacar adelante un estudio de música de hip hop.

La gran triunfadora de la noche, Camino, película inspirada en la vida de la niña Alexia González Barros que además muestra el papel del Opus Dei en su historia, ganó también los Goya a mejor película, dirección, guión adaptado y mejor actor de reparto a Jordi Dauder. Camino dejó fuera de competición a las otras favoritas por número de nominaciones: Los girasoles ciegos de José Luis Cuerda (sigo defendiendo esta película que a mí personalmente me encantó) y la película de acción —siguiendo la estela de su aclamada Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto— de Agustín Díaz Yañez, Sólo quiero caminar.

Mencionar que el único Goya que se llevó Los girasoles ciegos fue un merecido premio a mejor guión adaptado donde se encontraba la pluma siempre certera de uno de los grandes guionistas del cine español (y muy recordado y nombrado en la Gala debido a su reciente muerte), Rafael Azcona y del director, productor y guionista siempre interesante, José Luis Cuerda.

Otro momento a destacar fue el premio de honor al cineasta de Cine B por excelencia: Jesús Franco con una extensa filmografía de cine de terror, gore, erotismo, sexo, aventura…, quién hizo siempre lo que le apasionaba dentro y fuera de las fronteras saltando y riéndose de censuras, prejuicios y faltas de presupuesto. Tuvo palabras tiernas, humildes y cariñosas y echó una mano a todos aquellos cineastas que guardan un cortometraje en el bolsillo, preparados para empezar una carrera apasionante en el mundo del cine. Un cineasta siempre al margen que recordó emocionado a Juan Antonio Bardem con el que empezó su carrera como ayudante de dirección.

No me extrañó el Goya a mejor película europea a la poderosa, excelente y sencilla producción rumana, 4 meses, 3 semanas, 2 días y me quedo con ganas de ver la mejor película de habla hispana que correspondió a la prometedora película chilena La buena vida sobre cuatro personajes solitarios en busca de un sueño. También mención especial al documental Bucarest, la memoria perdida de Albert Solé que recupera la memoria de su padre aquejado de Alzheimer, el político Jordi Solé Tura.

La Gala de los Premios Goya sigue a mi pesar sin encontrar el tono adecuado. Este año fue presentada por Carmén Machi (con algunos buenos chistes) apoyada por los vídeos (algunos divertidos) de Muchachada Nui pero donde no logré encontrar un hilo conductor. El tono entre lo cómico y lo austero, entre el ritmo rápido y los intermedios amenos…, no consigue una Gala inolvidable. Es un tira y afloja que no consigue una entrega de premios fluída. Pero, sin embargo, no deja de haber momentos mágicos y reseñables.