Tortas de cine, inolvidables

Hoy he visto una divertida: la que arrea Doris Day a un Rock Hudson durmiente en la ingeniosa No me mandes flores (1964) de Norman Jewison.

¿Recuerdan la torta que pega el padre a una Judit (Natalie Wood) que también es rebelde sin causa?

¿O la más famosa torta: la que propina el personaje de Glenn Ford a una Gilda espectacular que  acaba de quitarse un guante con una sensualidad insuperable frente a mucho, mucho público?

Torta dolorosa la que daba la Hepburn a una Fonda que se desahoga e insulta porque no entiende a su padre Henry…, allá en el estanque dorado. Tortas de familia.

O qué me decís de esa torta que propina el dueño del bar a un Tony, que quiere reunirse con María y no escucha, no siente desgracia, no siente al destino. ¿Es éste el único lenguaje que entendéis?, dice un pobre Doc apenado, sólo tienes que acercarte al West Side…

Pero bueno, hoy prefiero quedarme con las tortas de broma. Con aquel género, el slapstick, que tan buenos momentos me hace pasar: tartas, tortas, resbalones y tortazos y después la cara de Chaplin, de Keaton…, y demás contrincantes.

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