Robert Mitchum

Robert Mitchum juega con su cara al desengaño. Es uno de los actores de hoyuelo que cautiva. Mirada cansada con ojos claros. Pelo rebelde y cuerpo enorme y masculino.

Empezó en el mundo del cine en los años cuarenta y ya no dejó carrera larga que llevó con profesionalidad hasta el final. Nunca ejerció de estrella ni falta que le hizo. Trabajó con los mejores directores y tuvo en sus brazos a las mujeres más bellas.

Dominó todos los géneros (el que más se le rebeló fue el mundo de la comedia), sin embargo, es recordado en el mejor cine negro. También estuvo magnífico en el mundo del western, como hombre de melodrama o vestido de uniforme en película de guerra.

Mitchum tiene un magnetismo animal que le hizo hombre deseado. También, como digo al principio, es el desengaño en persona. Personaje que está de vuelta de todo. Y, sin embargo, capaz de ser el hombre más tierno o de provocar el mayor de los terrores.

Ya se le intuía grande como uno de los tres veteranos de guerra que regresan tras la batalla y se encuentran con un mundo en el que no pueden defenderse. Un mundo lleno de problemas de salud y trabajo además de los traumas que arrastran de la guerra. Un mundo que avanza hacia el desencanto… La película era de Edward Dmytryk y se titulaba Hasta el fin del tiempo (1946).

Un año después se mete en el mundo pesimista del cine negro y siente en sus carnes el poder de la mujer fatal. Él, como nadie para mostrarse desencantado. Un ambiente de luces y sombras, onírico, un viaje al pasado inolvidable y un gran director, Jacques Tourneur sirvió en bandeja al enorme Mitchum, Retorno al pasado.

Dmytryk antes de ser perseguido y señalado en La Caza de Brujas, le regala otro papel poderoso en drama bélico, con asesinato y antisemitismo. Llega título mítico: Encrucijada de odios (1947).

En los cincuenta Mitchum amplía su carrera y registros, además de estar en los brazos de damas como Jane Russell o Susan Hayward o la mismísima Marilyn Monroe, protagoniza películas grandes. El cine negro le regala otro papel carismático al lado de mujer fatal, cautivador y cautivadora película, Cara de ángel de Otto Preminger. Dos años después con el mismo director hace de vaquero con niño, rostro dulce y una Monroe que le cambia la vida en Río sin retorno (1954).

Al año siguiente recrea uno de sus personajes más terroríficos en la maravillosa ópera prima como director del actor Charles Laughton: La noche del cazador. Su papel como el falso reverendo Powell y esos tatuajes de love y hate en los nudillos de sus manos se han quedado en la memoria cinéfila. La maldad y lo siniestro se mezclan en el rostro de un Mitchum increíble.

Después de drama de hospital y médicos en la irregular pero interesante No serás un extraño de Stanley Kramer, Mitchum regala otro papel maravilloso esta vez vestido de uniforme, soldado de vida dura pero mirada tierna y capaz de infinita ternura que por avatares de la guerra termina en una isla con una bella monja con el rostro de Deborah Kerr. Y es tal la química que se establece entre ambos actores que regalan unas interpretaciones llenas de matices y una relación imposible… Estoy hablando de Sólo Dios lo sabe (1957) de John Huston.

Los sesenta empiezan con melodrama clásico a lo Minnelli y una comedia demasiado British pero que no carece de encanto. Melodrama familiar con un Mitchum más chulo que un ocho y con personalidad arrolladora y odiosa que se lleva a todos de calle en intensa película de uno de los magos del género. Me refiero a Con él llegó el escándalo. La comedia es Página en blanco, correcta y curiosa, de nuevo junto a Kerr y también con Simmons (Cara de ángel), Mitchum se ríe de sí mismo en personaje chulesco, llano y mujeriego millonario americano que se deja encandilar por la vieja Inglaterra y sus mujeres.

Pasan dos años y de nuevo su rostro se convierte en el mal. Y es que Mitchum está impresionante como ese preso que quiere vengarse del abogado que le llevó a la cárcel y que sumerge a toda la familia en el miedo, la angustia y la inseguridad. No se pierdan, si tienen oportunidad, El cabo del terror de J. Lee Thompson. Años más tarde, en los noventa, Scorsese en también su interesante remake le ofrece papel homenaje. Y ese mismo año deleita en papel de hombre normal, solitario, triste y desencantado en la maravillosa Cualquier día en cualquier esquina junto a Shirley McLaine. Ambos protagonizan una triste y hermosa historia de amor de seres que se unen ante la soledad y el futuro incierto.

Ya he dicho que también el western fue un género que visitó Mitchum, cowboy de los duros, y demostró toda su valía en una del Oeste crepuscular, El dorado (1967) del maestro Howard Hawks. Tres años más tarde, un Mitchum ya maduro deja triste papel en melodrama británico de David Lean, sus ojos tristes se hacen dueño de La hija de Ryan.

Los años setenta le devuelven al cine negro y de intriga para con su poderosa presencia dejar interesantes interpretaciones en películas del recuerdo: El confidente (1973), Adiós muñeca (1975) o Yakuza (1975). Incansable Mitchum sigue como leyenda protagonizando películas de directores de la talla de Elia Kazan o Jim Jarmusch. Deja su rostro cansado y carismático en Los amantes de María (1984) o Dead man (1995) antes de desaparecer, en silencio, con elegancia y rostro canalla de este mundo. Y quedarse como uno de los reyes de las salas oscuras para devolvernos una y otra vez la belleza del desencanto.