El curioso caso de Benjamin Button

Benjamin Button nació anciano. Según pasaban los años, él rejuvenecía; y los seres que amaba y quería iban envejeciendo. Cuentan que todo pudo ser obra de un reloj que marcaba las horas al revés, la triste historia de un relojero que perdió a lo que más amaba en la Primera Guerra Mundial y decidió que el gran reloj que presidía la estación de tren debía contar el tiempo al revés. Para devolver a tantos jóvenes que faltaban de los hogares por una guerra cruel. 

De la película me quedó con todo lo relacionado con cuento y fábula. No sólo la historia del relojero sino también la anécdota del anciano y los rayos que recibió a lo largo de su vida o con los pormenores que hicieron que la amada Daisy, la enamorada de Button desde que la conoció con su rostro anciano y ella con su cara de niña, tuviera accidente infortunado.  

Me quedo con esos personajes que van pasando en la vida de Button, la anciana que canta a Wagner, la que le enseña a teclear el piano, su primera amante nadadora que le deja tan sólo una nota recordándole lo agradable que ha sido su compañía, la madre afroamericana que le ama sobre todas las cosas, el marino que esculpe a golpe de tatuaje su propia obra de arte o ese padre que tiene una fábrica de botones y que el dolor de la pérdida le hace abandonar a un pequeño de rostro abuelo…  

Me dejo acompañar por la eterna y bonita historia de amor de la bailarina que envejece y el Button que rejuvenece y cómo ambos se encuentran en la mitad de sus vidas cuando los rostros de ambos se acercan en edades. Me quedo con las reflexiones sobre la vida, la soledad, la muerte, la capacidad de cada uno para realizarse, sea cuando sea. Al final, todos vamos a lo mismo…, aunque hagamos un montón de cosas en la vida, la muerte siempre llega. 

Pero David Fincher (que sorprende con película reflexiva pero tremendamente romántica y muy poco oscura…, lejos queda El club de la lucha, Seven o Zodiac) no hace la película redonda que subsiste en el recuerdo. Demasiados altibajos. Momentos emocionantes, momentos divertidos, momentos surrealistas pero eso, momentos. No logra, a mi parecer unidad rítmica. ¿Por qué tres horas? Aquí no las veo justificadas. Me sobran escenas (sobre todo las de la Segunda Guerra Mundial) y me sobran sobre todo porque me restan emoción a la historia central. Por sobrarme (aunque no deja de ser bonito recurso), me sobran todas las escenas de Daisy agonizante e hija descubriendo (reaparecida Julia Ordmon) a través de diario la historia de amor y la personalidad extraña de Benjamin Button. 

Capítulo aparte, destaco también a los actores protagonistas. Me encanta volver a sentir la química entre dos actores. Y no hay duda (ya lo vimos en Babel), Brad Pitt y Cate Blanchett son pareja cinematográfica. A Pitt también le vemos bien acompañado por una fantástica y breve Tilda Swinton (hermoso paréntesis). Brad Pitt luce estupendo como estrella en papel caramelo que va de anciano con ayuda de interpretación, efectos especiales y maquillaje a hermoso, atrayente y joven. No hay duda de que es hombre bello. 

La película tan sólo está inspirada en la idea principal del relato del mismo título que escribió aquel de Generación Perdida, F. Scott Fitzgerald, el relato breve carece de fábula, romanticismo o de distintas moralejas. El relato original relata realmente, describe de manera minuciosa, el curioso caso de Benjamin, su vida al revés para terminar como todos. Cerrando los ojos, con olvido. Con nada. La muerte a todos nos llega. El guión es una mezcla de esa inspiración de Generación Perdida (sólo idea principal) con ingredientes del mejor guión firmado hasta el momento por Eric Roth (¿os acordáis de Forrest Gump? Ya me lo dijo mi hermano —que es muy sabio— al salir del cine, le recordaba en muchas cosas a Forrest) y  unas cuantas gotas de fábula o cuento romántico. 

El curioso caso de Benjamin Button me regaló momentos mágicos…, que a decir verdad no es poco.

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