Tres películas que no te dejarán indiferente en cartelera…

Pues sí señor no llevo mala racha en la sala de cine. Primero fue con una película que me daba una pereza tremenda pero me dije, venga, Hildy, entra. Y me alegré de haber entrado. Se trata de La red social de David Fincher. No me atraía nada el tema y menos facebook (debo ser una de las pocas personas que aún no me he enganchado a ninguna red, creo que ya estamos tan suficientemente localizados que otra vía más…, uff, qué pereza). Pero, oh sorpresa, Fincher tras una narración cinematográfica a lo clásico y una buena estructura de guión, ambos aspectos a lo Ciudadano Kane, logra atraparme con una historia de adolescentes inadaptados, éxito y nuevas tecnologías. Ahora el cuarto poder que ostentaban las páginas de periódicos, radios y televisores se ha trasladado a las redes sociales y nuevas tecnologías. Y también hay sus peculiares magnates y protagonistas.

Después fue un documental Exit though the gift shop que parece ser está dirigido por el artista callejero Bansky y parece que va a ser una reflexión sobre el arte en la calle… pero de pronto todo se centra en la figura de un tío surrealista, hiperactivo y desternillante que se llama Therry Guetta. Todo aderezado con mucho humor y mala baba. Y la verdad es que es un documental genial para hacerte a la salida un montón de preguntas sobre qué es arte o cómo funciona el ‘mercado’ del arte. Qué es provocación y qué es creatividad. ¿El arte en la calle, la provocación, la protesta y la subversión terminan su forma de expresión y su fuerza cuando son absorbidos por el mercado y el marketing y vendidas sus obras y artistas a precios desorbitantes? Te ríes y además reflexionas muy seriamente. Una mezcla explosiva.

Y, por último, estoy absolutamente entusiasmada con la brutal pero maravillosa Pan negro de Agustí Villaronga. Me atrapó totalmente este relato de posguerra desgarrador a través de los ojos de un niño que se da cuenta de que no tiene que creer en fantasmas, en el hombre de la cueva, en monstruos que habitan los bosques que le rodean, en los relatos orales de terror de la abuela… sino que vive rodeado de ellos en el pueblo donde vive en un ambiente opresivo que rompe y desgarra a todos. Un retrato impresionante de una familia que ya eran vencidos antes de la guerra, derrotados por una miseria injusta, y lo siguen siendo después de ella con mucho peso y dolor… Porque en Pan negro lo escalofriante es como dice un maestro con el alma rasgada los vencedores sólo tienen mérito porque han sabido ganar. Y el niño según va recibiendo golpes en sus descubrimientos y miradas… va decidiendo que para salir de la asfixia y de ese ambiente —que devora a todos— de secretos, silencios y mentiras quizá deba saber ganar… Villaronga con su universo visual te atrapa desde su primera, brutal y violenta, escena.

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Ocho divas francesas en 8 mujeres de François Ozon

8 mujeres es un cóctel explosivo de película policiaca, melodrama de los años cincuenta y cine musical que es puro artificio con alma. Película odiada y amada (por mí es más amada, sin duda) es protagonizada por un grupo de divas francesas que se bastan por sí solas sin necesidad de hombre alguno (al final el único hombre es el único obstáculo para su desmelene, su asesinato será el principio de la farsa) que se ven encerradas en una mansión y en una jornada atareada gritan, cantan, confiesan sus secretos más profundos y van quitándose máscaras en esa mansión sofisticada y elegante que las contiene a todas juntas.

Ocho divas de cine francés que cada una de ellas cuenta una parte de la historia del cine galo. De todas las generaciones. Ozon las junta, las relaciona, las viste, las peina, las maquilla, las convierte en bellas musas a las que regala cada x minutos una canción que ejecutan con la máxima de las elegancias (me quedo con la canción e interpretación de Isabelle Huppert y con la última canción interpretada por la mítica Danielle Darrieux). Ozon se permite también un homenaje a una diva entre las divas, a la austriaca hermosa que adoptó el cine francés, la gran señora trágica con rostro de Romy Schneider. Ella es la dama de la fotografía que se encuentra en el bolsillo del delantal de la doncella sexi con cara de Enmanuelle Béart. Así confiesa que Romy era la señora que ella sirvió y que ella admiraba.

Por eso me ha parecido buena idea jugar con ocho mujeres para crear y recordar ocho rostros en la oscuridad que son mujeres-divas imprescindibles del cine francés. Todas además en activo.

Vayamos por orden. La abuela de esta inclasificable película inmersa en varios géneros a la vez posee el rostro de Danielle Darrieux. Esta mujer empezó su carrera en los años treinta cuando protagonizó el increíble relato de Irene Nemirovsky llevado al cine, El baile. Siempre será recordada en el particular olimpo de rostros en la oscuridad por ser musa y diva de las películas del realizador Max Ophüls.

La esposa burguesa que se casa con hombre rico pero se encuentra insatisfecha a pesar de estar rodeada de buena vida cuenta con el rostro frío y virtuoso de la mítica Catherine Deneuve. Icono del cine francés que todavía sigue y sigue ofreciendo papeles en películas destacables de la historia del cine. No sólo ha trabajado con los mejores directores del cine francés sino que también su figura se proyectó internacionalmente trabajando junto a Polanski, Buñuel, Manoel Oliveira, Lars Von Trier, Robert Aldrich, Marco Ferreri… El musical no le es ajeno ya que sus primeros éxitos tuvieron relación con el género y su reinterpretación por parte del director Jacques Demy que la hizo protagonista del drama musical Los paraguas de Cherburgo y de la comedia musical Las señoritas de Rochefort. Ambas películas de los años sesenta. Deneuve es un rostro que ha paseado por el celuloide de películas de Truffaut, André Techiné, Leo Carax, Raoul Ruiz, Agnés Vardá o Jean Pierre Melvilla.

Por orden de edad nos cruzamos con la niñera negra y mujer de confianza de las damas de la mansión que también oculta secretos inesperados. Porque al final todas las mujeres aman en exceso y son complejas y por ello especiales. Ella, la que parece tiene la cabeza más en su sitio y más sentido común, tiene el rostro de Firmine Richard, quizá el menos conocido, pero que guarda un hueco en mi memoria por ser la protagonista de una bonita comedia francesa, Mamá hay un hombre blanco en tu cama.

La siguiente es la elegante, libre, rebelde, escandalosa y hermosa hermana del protagonista asesinado con rostro de Fanny Ardant otra actriz musa del cine francés que también logró su proyección internacional gracias a convertirse en la última musa del cine de Truffaut en los años ochenta. Ha trabajado junto a Alain Resnais o Patrice Leconte. También ha trabajado en cine americano, italiano y español. Pero la tengo especial cariño por dos películas, la deliciosa comedia francesa (imposible de encontrar) Todas están locas y esa película italiana de Scola que se llama La familia que es, particularmente, para mí emotiva y maravillosa.

Seguimos con la siguiente generación y nos encontramos con el enigmático rostro de Isabelle Huppert sublime en 8 mujeres como la hermana de la Deneuve: solterona, pobre, hipocondriaca e histérica, la Huppert borda el papel porque detrás de esta neurótica insufrible la Huppert le imprime un alma triste y sensible. Otro rostro imprescindible de cine francés que ha sido musa del desaparecido recientemente Claude Chabrol. Conquistó las pantallas en los años setenta y ha trabajado con Tavernier, Preminger, Cimino, Techiné, Godard, Losey, Ferreri… y una lista interminable. Jamás, sin embargo, me he sentido tan inquieta e incómoda ante un personaje femenino como el que realizó para el director Haneke en la durísima La pianista.

Ahora vamos con la sensualidad con cara de actriz parisina, Emmanuelle Béart. Como la doncella compleja que se relaciona siempre con sus jefes y señoras de manera muy especial para conseguir su particular ascenso. Tiene miradas y palabras maliciosas para todas y todos. La Béart es una sex symbol con gotas de intelectualidad. Quizá por eso su carrera es difícil de clasificar. Sin embargo a partir de los años 80 su aparición fue un brillo fresco en las pantallas que sigue aún hoy alumbrando. En los noventa se consagró con las películas de Claude Sauset: Un corazón de invierno y Nelly y el señor Arnaud. Un pequeño salto al cine de EEUU que finalmente no la interesó la llevó a Misión imposible de Brian de Palma. Continúa con carrera imparable y versátil. También ha sido protagonista de los medios por sus continuas implicaciones en luchas sociales.

Las hijas del matrimonio burgués. La bastarda reconocida por el esposo burgués enamorado de su rubia esposa. Él pronto descubrirá que su mujer nunca le amó. La niña pija que parece que no ha roto un plato en su vida pero que pronto se descubrirá que tiene varias capas que descubrir tiene rostro de Virginie Ledoyen. Rostro presente desde los años noventa que ha trabajado también en España y EEUU (La playa). Chabrol, Ivory, Rappeneau, Assayas, Guediguian han querido tener presente su bella cara con ángel. Sigue aumentando su nómina de títulos pero no ha llegado a estallar. Es promesa eterna.

Y por último la hermana pequeña que lee libros policiacos y quiere dejar de ser considerada una niña. Para ello pone en marcha su mente creativa para poner al descubierto a todas las personas a las que ama. Y ella tiene el rostro camaleónico de Ludivine Sagnier. La niña rubia del siglo XXI que es lolita, niña inocente o inquietante presente en Gotas de agua sobre piedras calientes o Swimming Pool, el trío de películas donde es musa de Ozon. Pero que sigue trabajando en carrera que quizá la convierta en nueva diva de esta generación del siglo XXI.

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New York, New York (New York, New York, 1977) de Martin Scorsese

Ya lo he escrito otras veces: amo el trabajo cinematográfico de Martin Scorsese y eso me hace que incluso en sus trabajos más criticados, yo siempre vea algo que me permite seguir adorándolo y tenerle en un pedestal que nada logra romper.

New York, New York es un musical emocionante que además refleja los conocimientos cinéfilos de un hombre que además de dirigir ama el cine sobre todas las cosas y posee una capacidad de análisis y visión de la historia del cine muy interesante.

New York, New York es una delicia para todos los sentidos. Además de crear una canción mítica (que como ya sabe todo el mundo fue posteriormente inmortalizada con un éxito estratosférico por Frank Sinatra), la película es un canto de amor apasionado al género musical y a su mejor periodo durante los años cincuenta y esas producciones inolvidables de la MGM en el departamento de Arthur Freed.

Lo interesante de la propuesta de Scorsese, que él mismo ha confesado una y otra vez, es plantear y construir un musical clásico absolutamente cinematográfico con todos los elementos que le convierten en un género único pero con una mentalidad y una forma de ver la vida realista y acorde con el tiempo en que el director filmaba (años setenta del convulso siglo XX). Así New York, New York es un musical de estudio con decorados luminosos, de cuidada estética tanto de ambiente como de caracterización de cada uno de los personajes donde todo es artificio pero donde se desarrolla la crónica realista de una historia de amor entre dos seres muy diferentes que se aman pero que debido a diferencias creativas y artísticas fracasarán en su relación sentimental.

Los protagonistas de este romance en clave musical son: el actor fetiche de Scorsese en aquellos años, Robert de Niro, y una espectacular figura del musical ya tardío, Liza Minnelli (hija de Vincente Minnelli y Judy Garland). Y ocurre que Minnelli está absolutamente mágica, y Scorsese la mima y la adora con la cámara, y ocurre el milagro: a veces la Minnelli parece estar protagonizando un musical de los que elevaron a su madre al Olimpo de las actrices con ángel. La Minnelli emociona y desgarra como la Garland con su voz potente y su interpretación de mujer fuerte y a la vez de una sensibilidad extrema. Esos enormes ojos marrones de pestañas impresionantes que nos miran… Y la cámara adora a la Minnelli porque la filma un hombre, en esos momentos, enamorado de su estrella. Tal y como le pasó a Minnelli con la Garland. Así madre e hija se muestran con un brillo especial en sus rostros.

Robert de Niro ofrece el papel de artista atormentado y maldito, hombre complicado pero con carisma y encanto especial que se transforma con su música, el jazz y el saxo (otra de las pasiones de Scorsese) y que ama a la Minnelli pero también su libertad de artista y claro esto trae múltiples complicaciones que construyen el drama sentimental.

Scorsese tira la casa por la ventana y revive todo el equipo humano necesario para poner en pie un mastodóntico musical como en los viejos tiempos, como si reviviera al equipo de especialistas de Arthur Freed, dejando momentos musicales inolvidables. Construye decorados impresionantes, emplea cientos de extras, cuida la estética, el vestuario, la peluquería, crea coreografías, canciones y melodías para regalarnos un canto de amor además a New York, New York (ciudad siempre escuchada pero siempre recreada artificialmente, sin embargo, se convierte en uno de los homenajes más hermosos al espíritu de esta ciudad en periodo de posguerra).

En este mundo de artificios regala incluso número final musical largo (independiente de la trama general), trabajado y maravilloso simulando esas piezas magistrales independientes de la trama que nos dejaron los grandes. Números inolvidables para recordar como el que interpreta Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia sobre un artista que quiere triunfar en Broadway pero se cruza en su camino una mujer fatal o Fred Astaire en la maravillosa Melodías de Broadway 1955 donde asistimos a un número que recoge todos los ingredientes del cine negro… En este caso Scorsese pone a Liza en un número musical atrayente donde de nuevo el director canta su amor al cine y a su poder de creación de sueños con la historia de una acomodadora de una gran sala que al ayudar a un desconocido a encontrar su guante en la sala oscura cambia su vida radicalmente…

Y así  con una ciudad recreada, con canciones y coreografías espectaculares y un mundo de artificio que hace soñar a los espectadores, Scorsese coloca con un realismo que sorprende la historia de amor entre la cantante Francine Evans y el saxofonista Jimmy Doyle que pueblan esta historia de momentos íntimos y personales, que disecciona una relación sentimental que se rompe a pedazos de un hombre y mujer que no dejan, a pesar de su fracaso, de amarse.

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Momento inolvidable Gringo viejo (1989) de Luis Puenzo

Hay películas que con una sola escena pasan a mi colección particular de momentos inolvidables. Una sola escena que me emociona intensamente. A finales de los años ochenta, el director y guionista argentino Luis Puenzo (poco prolífico) realizó una adaptación de la novela de Carlos Fuentes titulada Gringo viejo. En ella especulaba sobre cuál había podido ser el posible fin del periodista Ambrose Bierce, un norteamericano que cuando ya tenía más de setenta años y con muy pocas ganas de morir de anciano en una cama, se fue a México lindo a vivir la revolución… y desapareció para siempre.

En la película hay tres personajes centrales en la trama. El viejo gringo con cara de Gregory Peck. La solterona norteamericana que quiere dejar atrás su vida gris con el rostro de Jane Fonda y el joven general mexicano que no puede romper con el pasado que le daña por dentro con la sensualidad de Jimmy Smits. Los tres unirán sus destinos, miedos e intimidades para formar un interesante e intenso triángulo.

En la película hay una escena que me hace suspirar cada vez que la veo. Ésa es su finalidad. Es un maravilloso monólogo que regala Ambrose Bierce a Harriet, la solterona en un momento límite. Porque es una película llena de momentos límites que permite vivir a los personajes sus historias intensamente. Ya saben los que pasean por este blog que además de coleccionar momentos inolvidables me encanta atrapar momentos románticos bien realizados. Éste es uno de esos momentos. Gregory Peck hablando y Fonda escuchando y pasando por su rostro todas las sensaciones posibles ante un interlocutor de oro y un contador de historias maravilloso.

Os regalo ese momento. Pero por favor no pierdan la oportunidad de verlo y sentirlo.

Gringo viejo: … pero alguna vez las mujeres respiraban, se las henchían los pechos. ¡Qué hermosas eran! Pensé que siempre estarían ahí suspirando por mi bigote. Admirando mi mirada. Aguardando que les hiciera una seña. Pero se fueron todas. No esperaron. Supongo que no inspiré suficiente amor en ninguna de ellas.

Harriet: ¿Qué era?

Gringo viejo: ¿Qué?¿Qué era qué?

Harriet: ¿Qué hacía para que suspiraran? Jamás suspiré por un hombre.

Gringo viejo: Pues cuando era poco más que un niño, soñaba que haría cosas para cambiar el mundo. Una noche, cuando tenía 16 años le prometí a una muchacha que haría algo importante. Algo realmente importante que haría imposible que no me amara y que después regresaría a buscarla. “¿Qué es lo que harás?” Escribiría el poema más hermoso que se haya escrito jamás. Un poema que haría a la gente llorar de felicidad, amar con desesperación. Que les haría comprender su existencia en la tierra. “Oh, no, no puede escribir un poema así. Nadie puede”. Y le contesté “Espera”. “¿Cuánto tiempo?”, me respondió…, y dado que era niño y cada hora parecía tener posibilidades ilimitadas, le decía que faltaba poco.

Escribí durante cincuenta años. Escribí todos los días de mi vida… sin excepción. Escribí y escribí. Escribí en largas noches de insomnio, en el extranjero, en salas de redacciones llenas de enemigos. Escribí mientras mi juventud quedaba atrás. Y mientras el amor me traicionaba. Hace muchos años, olvidé su rostro. El color de sus ojos, las líneas de sus labios. Pero hoy, con mi espalda contra esa pared… la vi a usted. Y supe que usted era ella y que el único lugar donde podría haber escrito ese poema habría sido en sus brazos. Dios mío, no sabe cuánto ansío besarla…

Y entonces el Gringo viejo se acerca a Harriet y la besa. Y ella suspira.

Gringo viejo: Eso fue lo que hice. Acaba de suspirar…

Y ambos sonríen.

¿Ya habéis suspirado vosotros?

Gringo viejo, novela y película, realiza también una reflexión sobre la vejez en la figura de Ambrose Bierce que desapareció sin dejar rastro en la revolución mexicana. Una de las últimas pistas fue una de sus cartas (con fecha de 1 de octubre de 1913) en la cuál decía, con su estilo entre sabio, amargo y cínico:

“Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que ésa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!”.

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Diccionario cinematográfico (143)

Periodistas (2ª parte): los periodistas que descubren una conspiración y se hunden en ella o la denuncian. Ahí está Warren Beatty hundido hasta el fondo en su investigación de conspiración política que le engulle en thriller olvidado de Pakula,  El último testigo. Y es que a Pakula le parecían los periodistas personajes muy cinematográficos para sus tramas así también cuenta con Redford y Hoffman para dar vida a los dos periodistas que desnudaron para todos los públicos el caso Watergate en Todos los hombres del presidente.  También Pakula dejó en la irregular El informe pelícano que fuera un periodista quién ayudase a la joven abogada que escribe informes sobre conspiraciones en las altas esferas.

Nos vamos a películas más recientes y de nuevo las conspiraciones y el trabajo de los periodistas se unen en la efectiva La sombra del poder con un Russell Crowe como periodista de los de toda la vida.

Los periodistas denuncian como le ocurre a Jane Fonda y a Michael Douglas que van a hacer un rutinario reportaje sobre una central nuclear y descubren irregularidades que ponen no sólo en peligro a los trabajadores de la planta sino a todo una comunidad de ciudadanos en El síndrome de China. O también desenmascaran el rostro de un hombre o mujer con una entrevista como, por ejemplo, se muestra eficazmente en El desafío. Frost contra Nixon.  El periodista o la periodista también puede denunciar y desenmascarar una situación injusta como ocurre en Buenas noches, buena suerte donde el periodista televisivo Edward R. Murrow lucha contra la caza de brujas y el senador McCarthy. También denuncia situaciones injustas en otros países y se ven sobrepasados por las circunstancias y los descubrimientos que realizan como le ocurre a Jennife Connelly cuando además se enamora de su fuente, un mercenario con cara de Leonardo DiCaprio en Diamante de sangre.

El periodista también tiene miedo y ve pisada su libertad y cuando logra cruzar el umbral del miedo puede terminar todo en desgracia pero rescatar su libertad de pensamiento como en Sostiene Pereira. O también puede emplear sus fuentes y conexiones para no realizar buenas ‘labores morales’ como la interesante El americano impasible. Aquí los periodistas tienen los rostros increíbles de Marcelo Mastronianni y Michael Caine.

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Cuatro éxitos de los años ochenta con moralina…

Para aquella generación que nació en los años setenta hay varias películas que supusieron un hito en los ochenta. Éxitos de sala grande, bocatas y coca-colas. Películas de buena factura contemporáneas a la época con bandas sonoras que aún forman parte de la memoria cinéfila.

Los ochenta, como toda década, estuvieron trufados de éxitos que nadie dejaba de ver. Así hoy recuerdo —porque las he vuelto a ver hace poco, es que con esto de que soy inmortal hago un ejercicio de nacer de nuevo en cada década y luego en otras volver a recordar— cuatro películas americanas que fueron hitos en su momento porque llenaron las salas comerciales.

Hoy se dejan ver bien porque eran productos cuidados y bien rodados con los intérpretes de moda del momento. Sin embargo si rascas un poco vienen con mensaje y moralina porque reflejan el momento que se vivía en un EEUU conservador bajo el dominio de un presidente que fue actor de cine Ronald Reagan (1981-1989) que era la voz cantante de la libre empresa y de Dios todopoderoso.

Las cuatro películas que han servido para remover mi nostalgia han sido: Flashdance y Atracción fatal ambas de Adrian Lyne de 1983 y 1987 respectivamente. American gigoló que dirigió el guionista Paul Schrader en 1980. Y por último Footloose que dirigió el artesano Herbert Ross en 1983.

Lo primero es descubrir cómo las películas han creado referentes y escenas inolvidables así como intérpretes unidos a esa década. Algunos hoy en activo, otros olvidados. Flashdance supuso el nacimiento (pero pronto caída en olvido) de una estrella con rostro de Jennifer Beals. La Beals se convirtió en icono y todas las niñas del instituto en clase de gimnasia bailaban al son de su música (aunque curioso la Beals sólo puso el rostro, no sabía bailar). De su paternaire Michael Nouri nada se volvió a saber (parece ser que lo acogió la televisión). En Atracción fatal eran protagonistas dos estrellas en la cima del éxito en aquellos momentos: Michael Douglas y Glenn Close, ambos siguen en activo. Y una secundaria que vivió sus añitos de gloria Anne Archer y de vez en cuando la recordamos cuando aparece como secundaria. American Gigoló supuso el despegue definitivo de un nuevo sex symbol masculino, Richard Gere. También aparece un secundario imprescindible desde los años setenta Hector Elizondo y una modelo actriz olvidada Lauren Hutton. Por último la película de Ross ofrece una galería de jóvenes rostros del momento donde nos encontramos con Kevin Bacon, Lori Singer (que prefirió seguir su carrera como concertista de violín), Sarah Jessica Parker cuando no era icono de la moda y el desaparecido Chris Penn junto a los veteranos John Lithgow y Diane Wiest.

Primero recordaremos los dos éxitos de Adrian Lyne que también dejó en los ochenta otra campanada erótico festivo con estrellas sex symbols (Kim Basinger y Mickey Rourke): Nueve semanas y media. Y es que a Lyne eso de la infidelidad o de las relaciones que se salen del sistema familiar tradicional no lo lleva nada bien y es el leit motiv de su carrera cinematográfica (siendo la mejor su última película hasta la fecha, Infiel). Siempre reviste sus películas con una atmósfera erótica que es el secreto de su éxito pero rascas y surge su moralina. Las infidelidades nunca salen bien y generan dramas y destruyen parejas y familias. Toma ya.

Así en Flashdance nos presenta a una especie de cenicienta soldadora de día, bailarina de striptease de noche con la cara angelical pero el cuerpo de infarto de Jennifer Beals. Pero esta jovencinta que trata de abrirse camino y sueña con ingresar en una prestigiosa escuela de danza es muy pero que muy buena chica y sigue por el camino recto para conseguir su sueño a pesar que día a día lucha contra las tentaciones que la conducen a la mala vida. Ella además vela porque sus amigas también se aparten del mal camino. Además puntualmente acude a la iglesia y confiesa entre lágrimas sus pecados y dudas al amable confesor. Y así la Beals no sólo consigue ingresar en la escuela en su recto camino sino que además logra al amor de su vida, un hombre bueno que además es el jefe de la empresa donde trabaja como soldadora.

Por su parte en Atracción fatal un sólido y entretenido film de terror con psicópata de turno y con escenas tórridas y calientes, Lyne nos dice en alto: ‘cuidado marido puedes pagar caro una infidelidad’. Así nos presenta a Michael Douglas, un joven marido con todo lo que un hombre puede desear: un buen trabajo, un agradable grupo de amigos, una hermosa mujer, una casa de ensueño y una niña encantadora como hija. Pero todo esto puede perderse y derrumbarse cuando nuestro Michael tiene en un fin de semana un momento de debilidad: se lía con una atractiva compañera de trabajo con el rostro de Glenn Close. Pero resulta que la Close no está muy bien de la cabeza y se convierte en acosadora de Michael y en una fuerza del mal capaz de hacer pagar caro a nuestro protagonista su infidelidad, de destrozar su modelo de familia feliz que él cuida con mimo. Pero la familia unida jamás será vencida y entonces, a pesar de que su mujer sufre mucho porque el marido infiel, ambos se unirán para hacer desaparecer la pieza que destroza sus cimientos, es decir, a la pobre psicópata que está como las maracas de Machín. Y es curioso porque Lyne apuesta por el modelo de familia tradicional, ése es el buen modelo, y la mujer ejecutiva atractiva que ha elegido no formar una familia la presenta como un ser con inestabilidad emocional, un ser herido y solitario y con graves problemas de salud mental.

Nos vamos al nacimiento de un mito erótico, Richard Gere, y su reencarnación de un gigoló que mima a sus clientas millonarias. Un hombre frío que va tras sus objetivos: vivir bien en casa de lujo, tener un físico de infarto, cuidar su estética y rodearse de personas que le sirven para conseguir su ascenso social. Gere se mueve como pez en el agua en un mundo en que prima lo material, la consecución del placer y las apariencias sociales. Hasta que tiene un problema y su mundo se derrumba porque todo es superficial. El atormentado y conflictivo guionista y director Paul Schrader ofrece en American Gigoló una película interesante pero envuelta en su peculiar y atormentado mundo. El guionista marcado por su férrea educación en religión cristiana vomita en sus películas personajes autodestructivos, difíciles relaciones familiares y de pareja, un mundo sexual sórdido y unos bajos fondos que tratan de emerger… De las cuatro películas que aparecen en este post me parece la propuesta más sincera y más inteligente aunque Schrader no deja de reflejar su compleja moral en el personaje de Gere. El gigoló de pronto, cuando cae en una trampa y es acusado de un asesinato violento con tintes sexuales, se da cuenta de ese mundo superficial en el que vive donde sus relaciones no sirven de nada, todo el mundo le deja solo y arrinconado. Donde es consciente de que ya no es un hombre joven y que pronto vendrá la soledad y la caída en el tobogan…, que de pronto ve que pierde todo lo que ha construido y donde una buena apariencia y sus trucos sociales no sirven de nada. Finalmente será redimido por amor en una escena preciosa, la que cierra la película. Cuando todo lo tiene perdido sólo responde una mujer casada con un prestigioso político que ve más allá de lo superficial en el gigoló y que lo ama a pesar de que haya perdido todo. Lo redime porque él también responde a ese amor. Es la única que le echa una mano y él respira feliz…

Por último un musical generacional fue lo que supuso Footloose donde jóvenes estrellas hicieron las delicias de los fans. Sobre todo el joven rebelde de ciudad Kevin Bacon que va a una localidad rural donde los jóvenes no pueden escuchar música ni bailar. En esta comunidad están bajo el dominio del pastor de la iglesia que cree en la mala influencia de los nuevos grupos musicales y sus ritmos. Pero no sabe que está incubando una juventud rebelde malsana y reprimida donde la primera perjudicada es su hija. Esta extraña ley no es más que el dolor de un padre ante la violenta muerte de un hijo mayor cuando regresaba de un concierto. Así los jóvenes viven en un ambiente de prohibición y sermones de iglesia que luego combinan con un ‘equivocado y peligroso’ sentido de la libertad. Así hace falta que llegue el bueno de Kevin y convenza a todos sobre las virtudes de la música y la danza que sólo genera buenos sentimientos y buen rollo. Bacon lucha por conseguir el permiso para organizar un baile festivo y además enamora a la guapa hija del predicador que es algo ligera de cascos y también se siente continuamente frustrada. Kevin consigue convertirse en líder y enseña a la guapa chica el respeto a la pareja, al compromiso, vamos que la convierte en una novia ideal de la muerte. Y el baile final sólo tiene buen rollo que nos hace a todos bailar a lo loco. Vamos, que por bailar bailan hasta el predicador y su comprensiva mujer.

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Diccionario cinematográfico (142)

Tríos: ¿Dónde caben dos, caben tres? La historia del cine ha reflejado tríos inolvidables de tres personas que se aman. A veces los tres, por mutuo acuerdo, lo saben. Otras veces estas relaciones se saben pero finalmente no pueden sostenerse y uno sale malparado o dos o quizá los tres. Son siempre relaciones complejas. Unas veces tienen final feliz, otra se ofrece una solución en la cual uno de los tres se termina sacrificando (o los tres) y otras es una tragedia. Alguna vez uno de los personajes no se entera de que está en un trío y lo va descubriendo poco a poco… Otras no lo descubre nunca, para el dúo sobra el tercero… y entonces, uff, cine negro en estado puro. Algunos tríos son muy pero que muy inocentes. No carnales (uno ama en silencio).

Hay tríos inocentes como el que se forma en Sabrina. Wilder hace un cuento de hadas donde la hija del chofer enamora a dos hermanos millonarios muy diferentes, el juerguista con cara de William Holden y el hombre gris con rostro de Bogart. Y ambos dos compiten por la linda Hepburn. Y es que el cine nos ha dejado muchas historias de hermanos que se enamoran de la misma mujer. Me vienen a la cabeza Duelo al sol melodrama del Oeste donde Perla Chávez, la mestiza, bebe los vientos por el pistolero de turno con cara de Peck y el hermano que quiere ser hombre de negocios con cara de Cotten. Y ambos aman a Perla aunque de maneras muy diferentes. Sólo puede acabar en tragedia. Como tragedia es también la historia de Leyendas de pasión donde una dama ni más ni menos es la enamorada de tres hermanos, ¡¡¡tres!!! El inocente, el realista y el idealista. Y la pobre no da pie con bola. Luego están dos hermanos juguetones y perversos en la Francia del 68 que admiten en sus juegos sexuales a un estudiante americano que pasaba por ahí en Soñadores. También podemos recordar la tierna y dura a la vez Wilbur se quiere suicidar donde hay un hermano que se quiere quitar continuamente y su hermano mayor que ama la vida. En la existencia de ambos entra en juego una tímida mujer que les trastocará el corazón. Y los tres se aman. Pero llega una tragedia que no pueden cambiar y el trío se convertirá en dúo.

Otros tríos no son nada pero que nada inocentes como el que se forma en tiempos de la depresión en la maravillosa Días del Cielo de Terrence Malick. Donde está la joven descarriada que tiene hambre, su chico, un joven rebelde que no quiere ser siempre pobre y el desprevenido granjero millonario y enfermo que se enamora de verdad de la joven y entra en un triángulo que no esperaba. La violencia estalla sin remedio.

Y volvemos a Francia donde hay dos mejores amigos, Jules y Jim que se enamoran de la misma mujer, Catherine. Y Truffaut hace que los tres se lo pasen muy bien pero tras la comedia lo tiñe todo de tragedia irremediable. También empieza como comedia y termina como drama la relación entre la española madura que inicia en el sexo a dos adolescentes mexicanos que aprenden a amar en Y tú mamá también. Aquí todos nos enganchamos a Maribel Verdú, Gael García Bernal y Diego Luna.

Seguimos con los amigos enamorados de la misma mujer y nos adentramos en La decisión de Sophie donde el joven escritor y soñador queda cautivado por una mujer rota por el dolor que ama a su vez a un intelectual con problemas de salud mental. Los tres se quieren pero el trío no es posible y sólo hay una salida drástica. Mientras viven momentos de amistad memorables. O con aires de melodrama volamos a Escrito sobre el viento donde dos amigos de distintas clases sociales se enamoran de la sofisticada Lauren Bacall. El millonario es un hombre acomplejado, su amigo humilde pero con ambiciones y las ideas claras. La Bacall pasará de unos brazos a otros. Robert Stack tratará de ser feliz y Hudson siempre tendrá los pies en la tierra y mucha paciencia. Otro melodrama a tener en cuenta con trío consentido es El manantial donde las piezas fundamentales de las relaciones complejas son un arquitecto incomprendido, una elegante y extraña mujer y un amigo que se convierte en magnate de prensa. Ahí están Gary Cooper, Patricia Neal y Raymond Massey. Seguimos el complejo mundo del melodrama con novela de Fitzgerald llevada al cine y un triángulo triste entre el gran Gatsby, la etérea e inconsciente Daisy y su esposo Tom. Era la vuelta a los años veinte con Redford, Mia Farrow y Bruce Dern.

El cine negro con sus mujeres fatales nos deja siempre tríos memorables donde uno no suele darse cuenta (y será el elemento a eliminar) o sí se dará cuenta y entrará de lleno en el juego. Un juego siempre peligroso. Así tenemos ejemplos memorables de mujeres que quieren deshacerse de sus esposos o amantes y hacen entrar a un tercero en acción capaz de todo o cegado de amor. Así el drama y el destino oscuro y lleno de sombras está presente en obras maestras como Forajidos, El cartero siempre llama dos veces, Perdición, Perversidad… Dentro del cine negro también nos encontramos con tríos complejos y asfixiantes como el que se produce en la maravillosa El extraño amor de Martha Ivers.

A veces encontramos toques de comedia en tríos consensuados como los que ocurren en Vicky Cristina Barcelona donde Allen une al trío perfecto con caras de Penélope Cruz, Scarlett Johanson y Javier Bardem. A la española y entre fogones hay trío en Dieta Mediterránea con Olivia Molina, Paco León y Alfonso Bassave. Pero mucho antes y con gran maestría Lubitchs ya nos regala un trío de risa en Una mujer para dos con Miriam Hopkins que logra una convivencia feliz con Gary Cooper y Fredic March.

Y volvemos a tierras del Oeste para hablar de tríos silenciosos que no culminan porque uno de los implicados no lo quiere (o dos) pero están ahí evidentes. Que se lo pregunten al Wayne de Centauros del desierto enamorado de su cuñada o a ese pistolero que responde al nombre de Shane enamorado de la mujer de la familia de granjeros que le acoge durante una temporada en Raices profundas. O también en otro tipo de Oeste, esa tierra que deja de ser de ganaderos para empezar a implantarse pozos de petróleo, esa Texas que entierra pasiones y sentimientos como Gigante, esa película río donde dos enemigos el ganadero de toda la vida y el nuevo rico de petróleo suspiran por los mismos ojos azules. Ahí los protagonistas son Rock Hudson, el rebelde James Dean que nunca podrá consumar su amor y  Liz Taylor siempre fiel al marido ganadero.

Es curioso porque Dean en las únicas películas que dejó siempre protagonizó tríos. En Al este del Edén con su hermano odiado y amado a la vez. Él se enamora de la novia del hermano la insegura con rostro de Julie Harris. Y ella entra en el juego. O en Rebelde sin causa donde Dean es un joven inadaptado que se enamora de la popular del instituto pero lo que no se espera es que de él se enamore también el chico más impopular con cara dulce, Sal Mineo. Los tres formarán un trío muy peculiar.

Como también será peculiar el trío entre esas dos maestras calumniadas por una niña maleducada y el doctor del pueblo en Esos tres… que luego sería un trío muy distinto años después en La Calumnia ambas dirigidas por William Wyler con censura y sin censura… pero de tríos van las dos.

Y para terminar esta ristra de tríos interminable nos quedamos con Lo que el viento se llevó y esa Scarlata O’Hara que no sabe si acostarse con el caradura de Rhett o con el etéreo Ashley. Y los dos la desean alguna vez. Aunque Rhett es el más consciente del trío. O con el trío de Casablanca entre la hermosa Ilsa que se debate entre Rick, el duro del bar y su amor de París, y Victor, el marido que es héroe de la resistencia. Los tres saben lo que hay y lo solucionan de la manera mejor posible, provocando los menos daños posibles…, siempre hay un perdedor.

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Maureen O’Hara

Irlandesa de cabellera fuego. Pelirroja indómita que figuró como mujer pasional y con carácter en las películas de aventuras de Technicolor siendo compañera de héroes que la convertían en la mujer de sus sueños. Y de paso en la mujer de los sueños de un montón de espectadores. Ella fue Lady Godiva, con su larga cabellera, era la mujer más sexi, desnuda y montada en su caballo… lo único que se destaca de una olvidable película.

Maureen O’Hara, mito viviente, es de esas mujeres que dejan un bello recuerdo. Su cara hermosa pero a la vez tremendamente expresiva la hizo compañera ideal para los héroes fordianos normalmente con cara de John Wayne. O’Hara era del equipo masculino de Ford y compañía, era la camarada perfecta, la irlandesa de pura cepa.

Y O’Hara protagonizó una filmografía llena de recuerdos nostálgicos para aventureros en la sala de cine. Su cabello pelirrojo también la convirtió en heroína sensible y trabajó con los grandes Borzage, Ford, Jean Renoir, Hitchcock, Ray…

La primera persona que creyó en una joven pelirroja que quería a toda costa ser actriz fue un gran actor: Charles Laughton. De la mano del orondo y versátil actor tuvo la pelirroja indómita sus primeros papeles importantes y su salto a la meca del cine, Hollywood. Así con él viajó a La Posada Jamaica, obra británica del maestro del suspense y fue una hermosa gitana en Esmeralda, La Zíngara, una recreación del triste romanticismo de Victor Hugo y su Quasimodo. Corría el último año de la década de los treinta. Con Laughton volvería a estar magnífica en la sensible aventura americana de Jean Renoir, Esta tierra es mía.

Ya en la meca del cine los estudios la ven ideal como la compañera de aventuras. Siempre vital y viva. Así durante los años cuarenta y cincuenta su melena roja ondeó en historias de piratas, junto a caballeros de capa y espada, en mundos orientales y como no en el lejano Oeste. También supo ser la madre ideal y atribulada que siempre recupera el amor perdido con el esposo en comedias familiares con encanto.

Así que dar un paseo por su filmografía supone vivir mil y una aventuras. El bueno de Ford, cuando ya estaba despuntando, le ofreció papel bombón en su mítica ¡Qué verde era mi valle! en 1941, historia nostálgica de una familia de mineros. A partir de este momento y en diversas películas sería la fuerte heroína fordiana. La vemos así en los cincuenta en Río Grande, Cuna de héroes o Escrito bajo el sol. Pero Ford la regaló el papel por la que se encuentra en el Olimpo y por la que tiene un puesto de oro del que nunca podrá bajarse. Es la irlandesa de pura cepa, indómita y salvaje, hermosa y viva que enamora en Innisfree al rudo boxeador que tiene miedo a pelear por si vuelve a matar innecesariamente al contrincante. Ella es la Mary Kate de El hombre tranquilo y forma junto a John Wayne una de esas parejas cinematográficas míticas. Otros directores la unirían con Wayne en obras menores pero agradables de ver como El gran Malintock.

Como madre de familia atribulada pero siempre bella fue protagonista de comedias que forman parte de la memoria colectiva y que siempre se ven con agrado. Protagonista de una de las comedias navideñas clásicas imprescindibles, De ilusión también se vive (1947), o madre de criaturas que traen por la calle de la amargura a un niñero muy especial, Mr Belvedere (Clifton Webb) en Niñera moderna o madre de unas gemelas que lucharán por ver a sus padres de nuevo juntos en un hito del cine para todos los públicos Tú a Boston y yo a California en 1961.

Películas de aventuras donde la O’Hara era la más valiente y la mejor compañera de Cornel Wilde, Errol Flynn, Tyrone Power… nos hacen viajar la imaginación en El cisne negro, Los piratas del mar Caribe, Simbad el marino, Los hijos de los mosqueteros o La isla de los corsarios.

La O’Hara además es recordada también por su batalla emprendida en los años cincuenta contra la prensa amarilla y de cotilleo que difamaba con las noticias más escandalosas de la esfera privada a grandes artistas. Noticias que eran mentira y hacían mella a sus protagonistas. Noticias siempre que implicaban a actores y actrices en fiestas que eran orgías o en escandalos sexuales que no eran ciertos. Así demandó a la revista Confidencial magazine y ganó el juicio.

También hay en su filmografía dos películas que me gustaría ver pronto porque despiertan mi curiosidad: O’Hara protagonizó una de las primeras obras de Nicholas Ray junto a su esposa Gloria Grahame, Un secreto de mujer (1949) y otra película en la que actuó junto a mi amado John Garfield, Perseguido (1943), donde el héroe es un ¡excombatiente de la Guerra Civil Española en las Brigadas Internacionales.

Los espectadores de la sala oscura siempre tendrán una sonrisa para la pelirroja indómita de sangre irlandesa.

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Un hombre soltero (A single man, 2009) de Tom Ford / I’m not there (I’m not there, 2007) de Todd Haynes

¿Por qué unir dos películas tan dispares entre sí? No, no es porque en las dos aparezca Julianne Moore. La única conexión que las une es la sensación que he tenido con ambas como espectadora. Las dos tratan a través de la forma y el estilo cinematográfico, la manera de contar una historia cinematográfica, crear dos obras de interés de dos temas tradicionales y clásicos. En la primera, una historia de redención y amor, en la segunda el biopic de un cantante mítico. Y ¿cuál es el resultado? Pues eso dos propuestas interesantes pero no redondas. En ambas muchas cosas que rescatar pero ambas fallaron en lo más importante: en el poder de fascinación de todo su conjunto. Consiguen alguna que otra imagen inolvidable y de considerable fuerza y cuentan con interpretaciones estelares…, sus fórmulas son apuestas originales pero no consiguen una obra creativa fascinante.

La primera, Un hombre soltero es el debú de un diseñador de moda que ama el cine. Por eso en su propuesta es importante el diseño y la estética de los personajes, las casas donde se mueven (los espacios), las ropas que llevan, la música que escuchan… Tom Ford se mete de lleno en los años sesenta para adaptar una obra literaria de Christopher Isherwood (encontrarán huellas del escritor y su historia en Cabaret). El espectador asiste a un día en la vida de un profesor universitario homosexual que decide suicidarse porque no supera la reciente muerte de su pareja. Y entonces el profesor se transforma y vive como no lo ha hecho en mucho tiempo porque ‘vive su último día’. Entonces todo, lo cotidiano, los encuentros, las discusiones, las conversaciones, los recuerdos se vuelven intensos…

Ford consigue imágenes bonitas y etéreas pero abusa de lo estético envolviendo su película en una frialdad que no merece la intensa interpretación de Colin Firth y de una desatada Julianne Moore, maduros que ven cómo sus sueños se han frustrado. Su propuesta podría haber funcionado si hubiera cuidado esa estética pero para recreación de unos años 60 a la manera de aquellas películas contemporáneas a la década o una estética similar a los grandes melodramas de los cincuenta. Una recuperación de la textura y forma de filmación de aquellos años y aquella época en EEUU. Ford, a veces, se va por su mundo de diseñador y elige a verdaderos modelos, demasiado bellos, demasiado fríos, para los personajes secundarios importantes para la trama creando un mundo en exceso artificial y por ello poco emocionante eso sí con buenos momentos visuales. Lo mismo le pasa con los espacios.

La manera en la que esta historia podría haber funcionado es, quizá, siguiendo el modelo que convirtió a nuestro siguiente director, Todd Haynes, en alguien a tener en cuenta. ¿Recordáis Lejos del cielo? Así me centro ahora en el último trabajo de este cineasta, I’m not there, su personal propuesta para presentar la figura de Bob Dylan en una película. Haynes huye del biopic clásico de cantante de vida agitada que canta canciones alucinantes y muestra una fórmula arriesgada de la que no sale totalmente victorioso. Se le agradece el esfuerzo de otras maneras de contar y te atrapa en diversos momentos con imágenes hermosas y siempre con una banda sonora enviadiable… pero el conjunto finalmente se resiente. Y es una pena porque la idea, sin duda, era muy pero que muy buena. Además cuenta para ello, para ese desarrollo, con actores y actrices carismáticos que se entregan totalmente a su rol. El principal fallo es que en ese original mosaico y montaje donde se construye la personalidad de Bob Dylan desdoblándolo en seis personajes ficticios diferentes no logran la sensación de obra única y milimétricamente pensada para que surja el rostro completo y complejo de Dylan. Consigue instantes perfectos, y atrapa muchos elementos de la personalidad del cantautor pero…también termina siendo una fórmula que puede dejar frío al espectador.

De los seis desdoblamientos que tratan de explicar distintas facetas y rasgos psicológicos de Dylan me quedo con el protagonizado por Cate Blanchett (el artista andrógino) que desconecta de su pasado de cantante folk y es odiado y amado a la vez. El de Christian Bale que habla, en forma documental, de ese cantante que atizaba conciencias y que se convirtió de leyenda del folk a hombre religioso retirado que convierte a sus seguidores a través de la canción. Y, por último, el de el desaparecido Heath Ledger, la estrella mediática que, sin embargo, tiene un entorno privado en el que no puede estar como él quisiera. Las otras recreaciones (siendo muy interesante e importantes para reflejar la personalidad del cantante) no se ensamblan fácilmente en el conjunto: ese forajido romántico del viejo oeste, el poeta maldito o el niño fugitivo que vive como en la depresión de los años treinta los convulsos años sesenta…

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Ossessione (Ossessione, 1942) de Luchino Visconti

Ossessione es sumergirse en una obra apasionante. Dejaremos a parte la discusión de cuál es la fecha de nacimiento del neorrealismo italiano que se fija en el año 1945 con la proyección de Roma, ciudad abierta de Roberto Rossellini…pero especifiquemos que sí es cierto que Ossessione es el principio de algo en el cine italiano y en la historia del cine moderno. Visconti, que ha trabajado codo con codo con Renoir y al que admira profundamente, se empapa de cine y quiere mostrar todas las posibilidades del medio para transmitir. Es el mismo Renoir quien le proporciona el material para su primera película que se convertirá en una adaptación del libro de El cartero siempre llama dos veces de J. M. Cain. No olvidemos que también se apunta como orígenes del neorrealismo la forma de plasmar la realidad de Renoir sobre todo en Toni (1935) y recordemos que Visconti trabajó al lado del maestro francés.

La ópera prima de Visconti es un retrato a la italiana de una historia pesimista propio del cine negro (los americanos también harían su versión de la novela inmerso dentro del más puro cine negro) donde sus personajes trágicos están sujetos y dominados por un destino aciago. Pero el aristócrata rojo lo puebla de un realismo de las calles reconocible y de un costumbrismo contemporáneo a la Italia que el espectador conocía así como a la situación pesimista e histórica que estaban viviendo. Así logra que el espectador del momento entienda y se sienta totalmente identificado con los personajes, su conflicto y la realidad que viven.

El trío protagonista cumple cada uno con la función designada dentro de la historia negra. Y aquí me atrevo a apuntar que si la revelación o estado de shock se produjo en la versión americana con la aparición de una Lana Turner como peculiar femme fatale (revestida del glamour propio del género), aquí sin duda llama poderosamente la atención el primer plano del vagabundo que arrastra su suerte por los caminos y que se queda enganchado a la esposa enterrada en su propio destino gris. El vagamundos, el sin hogar que  camina sin rumbo, posee el rostro bello y masculino —objeto del deseo— del actor italiano Massimo Girotti al cual acompañamos por su laberinto e infierno al conocer a aquellos que le atraparán en una jaula más siniestra.

La mujer que ha evitado la pobreza y su destino de prostituta casándose con un hombre mayor dueño de un hostal y una gasolinera pero que se siente atrapada en una jaula de la cual no quiere huir…, de la miseria huye despavorida, tiene el rostro interesante por serio y herido pero a la vez sensual de Clara Calamai, siempre de negro. La mujer que encuentra en el sin hogar una salida a su situación de ahogo aunque lo que finalmente parece que consigue es volver a encerrarse a una historia fatídica y negra como sus ropas. Ella no ve posibilidades de huida y libertad sino mejoría en su cárcel particular.

El tercero en discordia es el marido mayor, la víctima sin quererlo de la pasión de los amantes. El hombre simple y primitivo, instintivo, que ha sacado a la esposa del arrollo y es una más de sus posesiones. El que vive el día a día inconsciente de lo que se cuece en el hogar. La pieza prescindible del triángulo que se afianza. El hombre repudiado cuenta con el rostro de Juan de Landa, un actor de vida interesante que fue de esos españoles de primera hornada que dieron su salto a Hollywood en la época de la incorporación del sonoro para ser protagonista de esas producciones dobles que se realizaban en castellano (cuando todavía no se había descubierto el doblaje). Dicen que estuvo particularmente magnífico (aunque nunca he podido comprobarlo) en una versión que realizó de El presidio.

Visconti ya empieza con su dirección elegante y con el cuidado obsesivo en la ambientación y realización de sus obras. Así los personajes se mueven en escenarios bien reconocibles y cuidados. Con ellos vemos cómo es un hostal desarlatado que sirve también de hogar de los protagonistas y sentimos el calor de la zona. El bar con sus mesas y barras, cómo es el comedor o el dormitorio de la pareja —donde culmina la infidelidad—, cómo es un tren de tercera, cómo eran aquellas pensiones italianas donde se alquilaba un cuarto con cama, cómo era un recinto ferial o aquellos bares donde se celebraba todo tipo de concursos —en este caso uno de canto lírico aprovechando las dotes de Juan de Landa— o cómo podía ser un día en el campo o dejarnos pasar al interior del despacho de una comisaría. Aparecen también el medio de transporte por excelencia en los años cuarenta en esa Italia que se derrumba, la bicicleta o aparece el imprescindible cura como personaje de la trama.

El director ya permite vislumbrar esas soluciones cinematográficas y dominio del lenguaje visual que se fija en el detalle y ese amor que siente por sus protagonistas o cada uno de los personajes secundarios. Y sabe impregnar la película, de principio a fin, de un pesimismo agobiante. No deja un respiro de esperanza a los protagonistas a los que agobia siempre con sus obsesiones y malos pensamientos. El único respiro se lo da a los dos amantes en un espacio abierto, tumbados en la arena de la playa, cerca del mar, cuando por fin ambos ven una salida y un motivo que expíe sus pecados. El momento en que ambos deciden huír de esa cárcel metafórica en la que se encuentran angustiosamente encerrados. Sólo es un respiro. Pronto nos damos cuenta. A los amantes les espera un destino contra el que no pueden luchar que quiebra su redención.

Y dentro de ese realismo, Visconti enfrenta a sus personajes con momentos todos identificables, los bailes, los cantos, los momentos de juego y descanso…, una Italia que vive y que es reconocible por el que ve la película en el momento de su estreno. Ossessione es una película que atrapa tanto por cómo viven sus personajes como por la trama que cuenta. No tengan duda disfrutarán de este joya en bruto.

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