Momento inolvidable Gringo viejo (1989) de Luis Puenzo

Hay películas que con una sola escena pasan a mi colección particular de momentos inolvidables. Una sola escena que me emociona intensamente. A finales de los años ochenta, el director y guionista argentino Luis Puenzo (poco prolífico) realizó una adaptación de la novela de Carlos Fuentes titulada Gringo viejo. En ella especulaba sobre cuál había podido ser el posible fin del periodista Ambrose Bierce, un norteamericano que cuando ya tenía más de setenta años y con muy pocas ganas de morir de anciano en una cama, se fue a México lindo a vivir la revolución… y desapareció para siempre.

En la película hay tres personajes centrales en la trama. El viejo gringo con cara de Gregory Peck. La solterona norteamericana que quiere dejar atrás su vida gris con el rostro de Jane Fonda y el joven general mexicano que no puede romper con el pasado que le daña por dentro con la sensualidad de Jimmy Smits. Los tres unirán sus destinos, miedos e intimidades para formar un interesante e intenso triángulo.

En la película hay una escena que me hace suspirar cada vez que la veo. Ésa es su finalidad. Es un maravilloso monólogo que regala Ambrose Bierce a Harriet, la solterona en un momento límite. Porque es una película llena de momentos límites que permite vivir a los personajes sus historias intensamente. Ya saben los que pasean por este blog que además de coleccionar momentos inolvidables me encanta atrapar momentos románticos bien realizados. Éste es uno de esos momentos. Gregory Peck hablando y Fonda escuchando y pasando por su rostro todas las sensaciones posibles ante un interlocutor de oro y un contador de historias maravilloso.

Os regalo ese momento. Pero por favor no pierdan la oportunidad de verlo y sentirlo.

Gringo viejo: … pero alguna vez las mujeres respiraban, se las henchían los pechos. ¡Qué hermosas eran! Pensé que siempre estarían ahí suspirando por mi bigote. Admirando mi mirada. Aguardando que les hiciera una seña. Pero se fueron todas. No esperaron. Supongo que no inspiré suficiente amor en ninguna de ellas.

Harriet: ¿Qué era?

Gringo viejo: ¿Qué?¿Qué era qué?

Harriet: ¿Qué hacía para que suspiraran? Jamás suspiré por un hombre.

Gringo viejo: Pues cuando era poco más que un niño, soñaba que haría cosas para cambiar el mundo. Una noche, cuando tenía 16 años le prometí a una muchacha que haría algo importante. Algo realmente importante que haría imposible que no me amara y que después regresaría a buscarla. “¿Qué es lo que harás?” Escribiría el poema más hermoso que se haya escrito jamás. Un poema que haría a la gente llorar de felicidad, amar con desesperación. Que les haría comprender su existencia en la tierra. “Oh, no, no puede escribir un poema así. Nadie puede”. Y le contesté “Espera”. “¿Cuánto tiempo?”, me respondió…, y dado que era niño y cada hora parecía tener posibilidades ilimitadas, le decía que faltaba poco.

Escribí durante cincuenta años. Escribí todos los días de mi vida… sin excepción. Escribí y escribí. Escribí en largas noches de insomnio, en el extranjero, en salas de redacciones llenas de enemigos. Escribí mientras mi juventud quedaba atrás. Y mientras el amor me traicionaba. Hace muchos años, olvidé su rostro. El color de sus ojos, las líneas de sus labios. Pero hoy, con mi espalda contra esa pared… la vi a usted. Y supe que usted era ella y que el único lugar donde podría haber escrito ese poema habría sido en sus brazos. Dios mío, no sabe cuánto ansío besarla…

Y entonces el Gringo viejo se acerca a Harriet y la besa. Y ella suspira.

Gringo viejo: Eso fue lo que hice. Acaba de suspirar…

Y ambos sonríen.

¿Ya habéis suspirado vosotros?

Gringo viejo, novela y película, realiza también una reflexión sobre la vejez en la figura de Ambrose Bierce que desapareció sin dejar rastro en la revolución mexicana. Una de las últimas pistas fue una de sus cartas (con fecha de 1 de octubre de 1913) en la cuál decía, con su estilo entre sabio, amargo y cínico:

“Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que ésa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!”.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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