Tierras de ningún lugar. Utopía y cine, de Antonio Santos (Cátedra —Signo e imagen—, 2017)

Shangri-La, un espacio utópico de Frank Capra, de su película Horizontes perdidos. El ensayo de Antonio Santos propone un viaje a través de utopía y cine

¿Qué tienen en común películas tan dispares como El show de Truman, Horizontes perdidos, Brigadoon, La Misión, La taberna del irlandés, Almas de metal o Un lugar en el mundo? Todas tienen su lugar en este interesante ensayo de Antonio Santos, porque con cada una de ellas puede analizarse y tocarse un matiz de un término infinito en sus posibilidades: la utopía.

Hay una cita que siempre me ha perseguido y que recoge también esta obra. Su autor es el uruguayo Eduardo Galeano y dejó las siguientes palabras: “¿Para qué sirve la utopía? Sirve para esto: para caminar”. Y ahí está el quid de la cuestión, la humanidad siempre ha tratado de idear un “mundo feliz”. Y en ese espacio solucionar todos los males que nos aquejan. Esos mundos felices se han escrito e imaginado, y algunos incluso se han intentado formalizar, convertirlos en reales. En estos “experimentos utópicos” se ha visto la fina línea entre el “mundo feliz” y el paso a la distopía (fruto también de un ensayo del mismo autor, al que dedicaré, una vez finalizada su lectura, también unas líneas). El secreto de la validez de la utopía es la capacidad del ser humano para soñar y para querer mejorar, avanzar hacia un mejor mundo posible. La utopía permite al hombre pensar y buscar soluciones para una sociedad armónica, capaz de solucionar y lidiar problemas y conflictos, así como de crear espacios adecuados para la felicidad de todos los seres vivos. Un lugar donde exista la armonía entre el ser humano y la Naturaleza… entre las personas y el mundo que les rodea.

Los espacios utópicos, sean fruto de la imaginación o sean reales (esos intentos de formalizarlos), son lugares aislados y únicos. Y finalmente reflejan la sombra o parte oscura de ese mundo perfecto y feliz, el sacrificio para mantener la armonía es no poder dar una nota discordante. La uniformidad puede ser la nueva cárcel.

Antonio Santos (doctor en Historia del Arte, y también especialista en cine) realiza un itinerario apasionante por esas tierras de ningún lugar, dibujando un mapa imposible con paradas soñadas a lugares imaginarios, experiencias prometedoras y fallidas y al entendimiento de diferentes conceptos utópicos, que también han trazado una original manera de analizar la Historia. Utopía y cine, dos conceptos que se dan la mano.

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Diccionario cinematográfico (228). Mary Poppins

El regreso de Mary Poppins

Mary Poppins regresa con la familia Banks.

¿Es posible? Pronto será realidad El regreso de Mary Poppins… De la mano de Rob Marshall, que está convirtiendo el cine musical en su género de referencia. Y me muero de ganas por volver a reencontrarme con Mary, esta vez con el rostro de Emily Blunt. De nuevo regresa al hogar de los Banks. Son otros tiempos y otras las circunstancias, pero ahí está. Mary Poppins, amiga de deshollinadores y de faroleros, profesiones hoy obsoletas, vuelve a nuestras vidas. Y los guiños a la versión de 1964, la de Julie Andrews… dirigida por Robert Stevenson, ya se intuyen en detalles con mirar los fotogramas o los tráileres. Una vieja cometa; un espejo; un bolso maravilloso; un paraguas; mezclar indistintamente un mundo real y otro animado, como si fuera algo natural; fenómenos extraños como no poder parar de reír, un mundo al revés u ordenar mágicamente un hogar…, incluso la presencia de un actor (¿cómo olvidar a Dick van Dyke?).

Yo sueño ya con mi reencuentro con un personaje literario que vivió (y vive) entre un montón de páginas que surgieron de la mente de una mujer triste y atormentada, Pamela Lyndon Travers. También el cine recreó su complicada relación con Disney, que tampoco tenía una personalidad fácil…, pero que tuvieron una conexión a través del personaje de ficción, Mary Poppins. Quizá porque esta les hacía huir de infancias complejas que crearon traumas. La película en cuestión es Al encuentro de Mr. Banks, de John Lee Hancock.

Así que miro el cielo nublado… y entre las nubes una mujer elegante, seria, sin perder la dignidad ni la compostura baja con un paraguas abierto… con ella parece más fácil solucionar los problemas del día a día. No es tarde para esperar a Mary Poppins…

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Zapatilla de cristal, cenizas, un hada especial… y felices fiestas

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… Estos días por distintos motivos he visitado varias veces los fotogramas de dos Cenicientas. Por una parte La Cenicienta de Walt Disney y por otro La zapatilla de cristal de Charles Walters. Y varios asuntos han venido a mi cabeza y por eso quería con este cuento (y estas dos versiones cinematográficas) acompañar mis felicitaciones.

Me encanta este cuento porque el elemento ‘extraño’…, el zapatito de cristal, es fruto de una errata. Los zapatitos de Cenicienta eran de cuero, un material mucho más normal para un calzado. Pero una errata hizo que el significado de la palabra cambiara… y se convirtiera en un material extraño, mágico. Hermoso. Unos zapatitos de cristal.

… Así espero que un año que quizá no ha podido ser el mejor de los años (no hace falta más que escuchar a gente muy cercana o mirarse uno mismo o ver todos los días el telediario…)… pase al siguiente… y con una cualidad mágica, una errata de la que todos seamos responsables… que de pronto vivamos un año extraño y mágico. Extraño porque decidamos mirar, escuchar, quitarnos los miedos, echar una mano o dos (dejar que también nos la echen a nosotros), encontrar significado a palabras pasadas de moda o con mala fama (solidaridad, justicia, oportunidad, derechos, deberes, sueños, esperanza, análisis, crítica constructiva, mejora, pensamiento, cultura…). Y mágico porque de pronto deseemos, de corazón, otro mundo mejor y posible… (aunque el camino es largo y arduo, aunque sea fruto del esfuerzo y del trabajo, aunque no sea fácil porque somos muchos y todos muy diferentes…).

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De la película de Charles Walters me quedo con un personaje maravilloso. De nuevo nos encontramos frente a un hada madrina muy especial. No es un hada de cuento. Es una mujer anciana, ‘la loca’ del lugar donde vive nuestra Cenicienta. Una anciana que ha perdido la cordura, es otra marginada, como la joven cubierta de cenizas. Una anciana excéntrica que además es cleptómana, ella todo lo toma prestado y a todo le saca una utilidad. De lo inútil consigue lo hermoso. Nuestra hada madrina se llama Madame Toquet (magnífica Estelle Winwood) y le gustan las palabras bonitas como alféizar o tarta de manzana. Y solo cuando lo necesitas te deleita con filosofía casera. Ella, así como si nada y sin pedir nada a cambio…, consigue, de manera práctica, que Cenicienta logre su sueño.

Así que ¿por qué no? Convertirnos todos uno poco en Madame Toquet. Ser hadas y hados madrinos en lo que podamos y con quien podamos. Tener la suficiente locura como para intentar no sólo cumplir nuestros sueños sino ir un poco más allá. Aunque nos miremos a un espejo (que en Cenicienta hay varios) y digamos… pero ¿qué pretendo hacer? ¿Qué puedo hacer? ¿No tengo suficiente con lo que arrastro…? Compartir palabras bonitas y cuidarlas. Transmitirlas. Contar lo bueno que hayamos descubierto: un cuadro, un libro, un alimento, una charla, una canción, una película… Y tratar de buscar en un mundo gris, triste y oscuro, lo bello y hermoso. Y no solo buscarlo sino tratar de que salga a la superficie. No está mal ‘imitar’ un poco a Madame Toquet.

Y por último siempre me fascinó de La Cenicienta de Walt Disney, que fueran los ratones y los pájaros más pequeños los colaboradores de la protagonista a la hora de soportar el día a día. Que fueran ellos, los más insignificantes, los que quisieran ayudar más a Cenicienta para que lograra sus sueños. Que en una cadena lograran hacer grandes cosas. Como coser un bonito vestido para una fiesta.

Pues eso, aunque a veces nos veamos pequeños e insignificantes… hay ciertas cadenas (u ondas) posibles. Igual que hay cadenas para la corrupción o para transmitir todo lo malo… se pueden crear cadenas inversas de las cosas bien hechas, de poner toda la carne en el asador para que un buen proyecto salga adelante (aunque un grupo de personas sea muy distinto puede existir un buen objetivo común y quizá cada uno aportar el grano suficiente para que pueda llevarse a cabo… ¿así ha avanzado el mundo, no?).

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Bueno… he desbarrado un poco con Cenicienta de fondo. En realidad mi única intención era desearos una Feliz Navidad… con unas gotitas de magia.

Voy a quitarme la ceniza del rostro (como lo hace Leslie Caron).

Y busco dos ratones y una calabaza…

A las doce puede que empiece un nuevo día… o un nuevo año.

… Puede que aparezca una máquina de escribir… y continúe tecleando… sin descanso.

Besos a todos.

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