Delicatessen francés (II). Las relaciones peligrosas (Les Liaisons dangereuses, 1959) de Roger Vadim/Los felinos (Les Félins, 1964) de René Clément

A Sally, mi gatita fiel, que ha sido mi compañerita del alma durante dieciséis años

Las relaciones peligrosas (Les Liaisons dangereuses, 1959) de Roger Vadim

Las relaciones peligrosas

La novela-epistolario de Pierre Choderlos de Laclos, Las amistades peligrosas, ha tenido dos adaptaciones cinematográficas muy recordadas: Las amistades peligrosas (1988) de Stephen Frears y Valmont (1989) de Milos Forman. Pero muchos años antes Roger Vadim la llevó a la pantalla y no hizo una película de época, sino que la convirtió en una historia contemporánea, donde un matrimonio de la alta burguesía francesa miman una relación abierta consentida por ambos, donde juegan continuamente a cortejar y abandonar a sus conquistas. Los dos se tienen máxima confianza y sus juegos frívolos construyen su peculiar intimidad. Ambos viajan y se cuentan sus andanzas por carta. El conflicto se hace presente cuando el juego se les escapa de las manos y no pueden dominar los sentimientos… Entonces su intimidad salta por los aires y se declaran la guerra.

Roger Vadim, rey del erotismo francés y que empezó su andadura en 1956 con la eclosión de un mito erótico, Brigitte Bardot en Y Dios creó a la mujer, encontró en las cartas entre el vizconde de Valmont y la marquesa de Merteuil un material jugoso para una película. Así la convirtió en un juguete elegante y erótico en blanco y negro, donde Valmont y Merteuil recobran la vida en una pareja con todo el glamour, la exquisitez y la elegancia del cine francés: el hermoso Gérard Philipe y la enigmática Jeanne Moreau. Y sus víctimas también tendrían unos rostros especiales del cine francés. El joven Danceny cuenta con el rostro de Jean-Louis Trintignant, que se convierte en un responsable estudiante, y la madame de Tourvel de Vadim sería su esposa en aquellos momentos, una actriz danesa, Annette Vadim. Para la adolescente Cecile, que quieren corromper tanto Valmont como Merteuil en uno de sus juegos, contaría con la presencia de un fugaz mito erótico, Jeanne Valérie.

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360. Juego de destinos (360, 2011) de Fernando Meirelles

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La nueva obra cinematográfica de Fernando Meirelles está pasando con indiferencia y frialdad tanto en el mundo de la crítica como en el universo de los espectadores. Yo no quería dejarla escapar pues tengo cierta querencia por la mirada de Meirelles (y por su forma de rodar así como el empleo de la narración cinematográfica) y me ha resultado una experiencia muy interesante enfrentarme a su análisis. 360 me ha sorprendido más de lo que esperaba y creo que en el futuro, en retrospectiva, ganará más cinéfilos a su causa.

Ciudad de Dios supuso su reconocimiento, El jardinero fiel significó su consagración, A ciegas fue una prueba de fuego y supuso su primer enfrentamiento a críticas muy negativas… Y 360 ha sido relegada sin darle oportunidad alguna.

Si hay una especie de género que me fascina es el que reúne varias historias en una misma trama. A veces todas esas historias confluyen en un fin determinado u otras son una cadena de historias diferentes que se unen porque ocurren en un mismo escenario, un mismo día, una misma hora, en un mismo acontecimiento o las unifica un objeto, una prenda… Algunas películas de vidas cruzadas (como suele denominarse a partir de la película de Robert Altman… aunque el fenómeno ya se daba desde el cine silente) son fallidas y otras son verdaderos monumentos cinematográficos. 360 se sitúa en el justo medio.

Desde Griffith (Intolerancia) pasando por Fritz Lang (Las tres luces), merodeando por la maravillosa película de Duvivier, Seis destinos, hasta llegar a las Vidas cruzadas de Robert Altman, Nueve vidas de Rodrigo García o Magnolia de Paul Thomas Anderson y aterrizando en un ejemplo de cine nacional como Una pistola en cada mano de Cesc Gay… las películas que encadenan una historia tras otra gozan de buena salud.

El guion de Peter Morgan se inspira muy lejanamente en un referente literario (del que más bien toma el tema principal y un acercamiento a la estructura): La ronda de Arthur Schnitzler (que la tengo pendiente de lectura). En su momento fue una obra muy polémica pues Schnitzler a principios del siglo XX planteaba historias encadenadas sobre la pareja y la sexualidad. El dramaturgo fue admirado por un contemporáneo suyo que estaba elaborando el psicoanálisis, descubría el subconsciente y la importancia de la sexualidad en el ser humano: Sigmund Freud. La ronda consistía en diez escenas protagonizadas cada una por una pareja de amantes. Siempre uno de los integrantes de la pareja aparecía en la siguiente historia… de tal manera que quedaban las diez historias encadenadas. Esta obra dramática sí ha tenido reflejos fílmicos más similares al original en la pantalla blanca, la más recordada es la de Max Ophüls que se titula igual (y que se encuentra en mi baúl de películas pendientes) pero también la adaptó Roger Vadim en Juegos de amor a la francesa (La ronde).

360 trata el tema del amor, la sexualidad y las relaciones humanas y va encadenando todas las historias creando una ronda circular (empieza y termina con tres personajes: una prostituta eslovaca, su hermana y el proxeneta austriaco). Lo que nos dice el monólogo interior de uno de los personajes es que los seres humanos siempre nos encontramos en un bifurcación y tenemos que decidir qué camino elegir. Depende del camino la vida nos lleva a un sitio o a otro. Somos lo que decidimos. Pero da un paso más… nuestra decisión afecta a otros y encadena otra ristra de bifurcaciones. En una entrevista Morgan, el guionista, explica que quería mostrar cómo en un mundo globalizado todas las acciones tienen consecuencias y se propagan (como ha ocurrido con la crisis económica).

De este modo son las decisiones de cada uno de los personajes lo que va unificando una historia con la otra en 360 y así van tomándose el relevo. Un personaje secundario en una trama se convierte en protagonista en la siguiente… quedando finalmente un mosaico de relaciones humanas y decisiones.

360. Juego de destinos cuenta además con un magnífico trabajo de actores. Un reparto coral donde desconocidos y estrellas de la talla de Anthony Hopkins, Jude Law y Rachel Weisz desarrollan y construyen personajes. Los personajes son de distintas procedencias: americanos, británicos, eslovacos, rusos, brasileños, austriacos, franceses… y de diferentes grupos sociales. Y también las historias se desarrollan en distintos escenarios: París, Austria, Berlin…, un hogar familiar, un avión, un aeropuerto, un hotel, un coche…

En este cruce de historias hay algunas que pasan más desapercibidas (aunque todas son interesantes y están bien construidas) y otras que se muestran más efectivas dentro del conjunto. La que esto escribe se queda con la impresionante historia, con mucho suspense bien dosificado, en un aeropuerto americano entre una joven brasileña que acaba de  abandonar a su novio por las infidelidades y la relación que establece con un joven (un sorprendente Ben Foster) que acaba de cumplir una condena por agresión sexual y se encuentra en un programa de inserción. Y la otra es la historia que une a la hermana de la prostituta eslovaca con el chofer de un mafioso ruso.

Como acostumbra Fernando Meirelles 360 tiene una impecable factura visual (además de un uso adecuado y cuidado de la banda sonora) y muestra cómo sabe contar historias a través del lenguaje cinematográfico que como ya se reflejaba en El jardinero fiel cada vez emplea de forma más elegante y pausada. Cómo juega con la arquitectura de la casa, los espejos, las puertas y la posición de los personajes en la historia de Jude Law y Rachel Weisz. La forma que tiene de rodar el matrimonio roto entre la ayudante del dentista y el chofer ruso durante un desayuno conyugal frente una ventana luminosa. La angustia continua en la manera de rodar y presentar al personaje de Ben Foster…

Pienso que 360. Juego de destinos no es una obra fallida dentro de la filmografía de Meirelles sino una obra cinematográfica (que aunque sea de encargo vuelve a dejar su rúbrica) que le confirma como un director con una trayectoria interesante para seguir y analizar.

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