10 razones para amar Noche en la ciudad (Night and the City, 1950) de Jules Dassin

Harry Fabian corre en una carrera sin retorno en Noche en la ciudad.

Razón número 1: Cine negro en estado puro

Noche en la ciudad es cine negro en estado puro. No solo el increíble uso del blanco y negro, la importancia de la atmósfera conseguida, el espíritu pesimista que rodea la historia, el destino del personaje principal tatuado en su frente, la peculiaridad de la ciudad y sus bajos fondos, la presencia del antihéroe como protagonista, las cuestiones sociales siempre en primer plano, el realismo mostrado con veracidad, el romanticismo trágico o la redención final como ingredientes indispensables revelan su adscripción al género, sino también porque los implicados sabían bien cómo realizar este tipo de películas, además de que el momento en el que se realizó y las circunstancias que la rodearon eran tan oscuras, tensas y pesimistas como el alma de la película.

Jules Dassin estaba encadenando a finales de la década de los cuarenta (década que fue la etapa de oro del cine negro estadounidense) una serie de largometrajes del género que culminaron fuera de EEUU con Noche en la ciudad en Londres y Rififi (Du rififi chez les hommes, 1955) en París. Dassin es una de las figuras claves del film noir con historias tan características como las reflejadas en Fuerza Bruta (Brute Force, 1947), La ciudad desnuda (The Naked City, 1948) y Mercado de ladrones (Thieves’ Highway, 1949).

La novela que servía como material de partida, con el mismo título que la película, de Gerald Kersh, contaba con ambientes que bien conocía su autor por moverse entre pubs nocturnos y haber tenido empleo en el ámbito de la lucha libre en Londres. Por otra parte, Dassin contó con la profesionalidad del director de fotografía Mutz Greenbaum, que ya había realizado dos películas de cine negro victoriano notables como So Evil My Love y Gritos en la noche y con la labor del guionista Jo Eisinger, que abordó uno de sus mejores trabajos, aunque fue una de las plumas también presentes en el guion de otra obra mítica del cine negro estadounidense, Gilda.

Razón número 2: Al borde del exilio

Las circunstancias extracinematográficas de Noche en la ciudad son muy especiales, pero hacen entender mucho mejor el alma que subyace en cada uno de los fotogramas. Ese pesimismo y poca fe en el mundo, pero también una mirada de compresión hacia el personaje del perdedor. Se respira el pesimismo, el desencanto hacia el ser humano, la traición, el dolor de la delación. Se siente la tensión. La incertidumbre y el desequilibrio.

Jules Dassin se encontraba en un momento extremadamente delicado, pues la caza de brujas estaba en su apogeo y el director se hallaba en el punto de mira. El productor de la Fox, Darryl F. Zanuck, decidió alejarle de EEUU, y el rodaje de Noche en la ciudad se trasladó a Londres. Aunque después del rodaje regresó a EEUU, sufrió inmediatamente la presión del macartismo, su nombre fue dicho en varias declaraciones de distintos compañeros, formó parte de las tristes listas negras y no tuvo más remedio que exiliarse a Europa. De hecho, hasta cinco años después no consiguió los apoyos necesarios para realizar Rififi, cuyo éxito le permitió llevar a cabo una segunda carrera cinematográfica en Europa.

Así que Jules Dassin sabía que estaba en el punto de mira y se sentía tan presionado como Harry Fabian, el protagonista de su película. Así a ese timador de poca monta le envuelve una pátina de compasión y comprensión ante la encerrona que va sufriendo.

Razón número 3: Harry Fabian

Harry Fabian se carga todos sus sueños y una posible vida feliz junto a Mary.

El actor Richard Widmark se estaba convirtiendo en un actor imprescindible del género; de hecho debutó en la magnífica El beso de la muerte. Su presencia podía denotar la maldad más absoluta como en su debut o estar al lado de la ley y ser absolutamente creíble como en Pánico en las calles o Un rayo de luz. Solo que en Noche en la ciudad logra mostrar un personaje ambiguo, que si bien empieza transmitiendo rechazo, termina provocando la compasión del espectador.

En Noche en la ciudad, su carisma le permite dar matices fundamentales al personaje de Harry Fabian. Este perdedor y timador de poca monta que se mueve en los bajos fondos y tiene grandes sueños de grandeza y ambiciones, deseando dar el pelotazo que le permita vivir tranquilo, no tiene escrúpulos a la hora de engañar y enredar a los que le rodean. Es capaz de engañar a su novia o engatusar a un hombre mayor para que baile a su son. Solo desea una vida mejor, pero no le importa si tiene que pisar para lograr sus objetivos. Posee una energía sin igual y aunque fracase una y otra vez y deba dinero a todo el mundo y cada vez tenga menos credibilidad, enseguida vuelve a levantarse y a intentar dar otro palo.

Sin embargo, Harry Fabian muestra también su vulnerabilidad, sus sueños, su alma de perdedor, su desesperación por esa vida que no logra y, finalmente, el dolor que siente y el desencanto cuando descubre que toda su vida ha sido un error, que no ha hecho nada bien y que tal y como ha hecho él, todo el mundo a su alrededor le delata y le traiciona. Ni siquiera le permiten que le salga bien su redención final, cuando trata de compensar a la mujer que quiere, pero que nunca ha cuidado.

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Labios sellados (Time Limit, 1957) de Karl Malden

“Quien mata a un hombre, mata un mundo entero, ¿cuántos mundos habré matado yo?” es una frase que le escribe el mayor Harry Cargill (Richard Basehart) a su esposa en una carta. Pero no es la única cita que uno retiene cuando ve Labios sellados. Hay una que es clave para entender toda la trama: “Todo hombre tiene un límite, no es un crimen ser humano”. La única película que dirigió el actor Karl Malden, animado por el actor y también coproductor, Richard Widmark, tiene garra, tensión y fuerza. Plantea un dilema moral en tiempos de guerra, y la resolución no es fácil, porque como dice Cargill: “La verdad puede ser destructiva”.

La película cuenta las frenéticas horas y las presiones que vive el coronel William Edwards (Richard Widmark) en unas oficinas del Ejército de los EEUU para lograr averiguar qué ocurrió realmente en un barracón de un campo de concentración de Corea del Norte, pues dependiendo de su investigación se celebrará o no un consejo de guerra. El coronel debe descubrir si realmente el mayor Cargill fue un traidor y se pasó al bando enemigo durante su estancia en el campo.

Hay ciertas cosas que le hacen sospechar que algo ocurrió y que todos los soldados del barracón guardan silencio. La sucesión de los hechos, las declaraciones de los testigos, la muerte de dos compañeros y el poco interés que muestra el mayor en su defensa así como la amargura que arrastra son solo algunos de los motivos por los que cree que le faltan cabos importantes para concluir el informe sobre el caso, antes de que se decida si se celebra el consejo o no.

Pero a la vez recibe presiones para que acabe cuanto antes, pues no es de recibo hacer sufrir más a todos los afectados que ya lo pasaron lo suficientemente mal en el campo de concentración, cuando la mayoría tiene claro que el mayor fue un traidor. Además su superior, el teniente general Connors (Carl Benton Reid) quiere que acabe cuanto antes esta causa y se ocupe de otros asuntos que también son urgentes, que se cumpla estrictamente el código militar, que se guarde la memoria de su hijo, precisamente uno de los fallecidos en el campo, y que se deje en paz a sus compañeros.

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