Cuatro proyectos cinematográficos que encontraron su autor

Un remake de una película americana de los años 70. Una adaptación de una novela de Don DeLillo de 2003. Un guion de un joven que entusiasma a una amiga que se convierte en una productora-actriz con muchas ganas de llevar el proyecto adelante. Un guion de un actor que cuenta sus experiencias juveniles como estríper… Cuatro proyectos en busca de un autor… Y los cuatro lo consiguieron. Así salieron cuatro películas que para servidora se convierten en obras cinematográficas de interés aunque reconoce que son cuatro obras que no buscan ninguna empatía con el público que las ve. No buscan arrasar en las salas. Son imperfectas pero llenas de posibilidades y lecturas. Los cuatro proyectos los llevan a cabo cuatro autores que realizan sus obras libres de ataduras en el campo creativo. Los cuatro proyectos tienen sentido dentro de sus trayectorias cinematográficas. Detrás de cada proyecto hay un lenguaje cinematográfico, una manera de apropiarse de una historia, una puesta en escena y una decisión de cómo contarlo. Los cuatro proyectos pueden ser analizados y diseccionados pero también causar una especie de emoción o de incomodidad.

De latir mi corazón se ha parado (De battre mon coeur s’est arrêté, 2005) de Jacques Audiard

Un productor ofrece la oportunidad al prometedor Audiard (del que esperamos pronto el estreno De Óxido y hueso su siguiente trabajo después de su consagración con Un profeta) de realizar un remake. El realizador elige una película americana de los años setenta, un thriller con Harvey Kietel, Melodía para un asesinato (Fingers) y lo convierte en De latir mi corazón se ha parado (me acerqué a la película porque me chiflaba el título).

Vemos a un joven atrapado en un mundo canallesco del mercado inmobiliario al que se ha visto arrastrado a través de su padre, al que ama y protege. Un mundo de ratas (como también comprobaremos en Cosmópolis). Vemos la historia de un hijo de puta capaz de todo por especular con los inmuebles (y cuya escuela ha sido otro hijo puta que le tiene atado de pies y manos, su propio padre)… Ese joven tiene el rostro de Romain Duris (al que descubrí en la maravillosa El extranjero loco) y arrastra junto a sus compañeros de trabajo su concepción de devorador a toda costa. De arrasar y llevarse lo que sea por delante con tal de que el negocio aporte los dividendos deseados.

Pero de pronto este personaje tiene un encuentro casual. Aquel que trabajó con su madre que falleció, una concertista de piano. Y en ese encuentro este hombre le ofrece una audición. Y nos encontramos con Tom, el hijo puta que en realidad se sentía atrapado en un mundo de ratas y que ve en el piano y en la música la posibilidad de una salida a su enfermizo mundo y a su enfermiza relación con su padre. Y esa salida se la ofrece el recuerdo de su madre muerta.

Y entonces Audiard, experto en diseccionar almas complejas y en presentar su evolución como personajes en historias que atrapan y que siguen la senda del thriller, nos hace seguir el particular camino de Tom para salir de ese mundo que le tiene atado de pies y manos y que le hace descender siempre a la violencia y frialdad más absoluta. Tom empieza a prepararse para la audición con una joven china recién llegada y que no tiene ni idea de francés y en la casa de ella se va creando otro universo posible para Tom donde no hay sitio para la violencia y para el mundo oscuro. Acompañamos a Tom en su particular redención a través de una sensibilidad que tenía enterrada… aunque los caminos de la violencia y la venganza sean casi imposibles de domar…

No conozco la obra cinematográfica original de 1978 pero sí que su remake tiene las huellas del director de Un profeta.

Cosmópolis (Cosmópolis, 2012) de David Cronenberg

En una entrevista a David Cronenberg dice que la novela de DeLillo es profética y su película cotemporánea… Y así es. Cosmópolis no es un resbalón en la carrera de David Cronenberg sino un interesante análisis de un mundo que se descompone con unas reflexiones devastadoras. “La rata se convirtió en unidad monetaria” en un mundo de ratas. ¿Quiénes son las ratas las monedas, los que están fuera de la limusina del multimillonario y joven Eric Parker, o los que están dentro? En un mundo abstracto, que dícese es Nueva York, deambula una limusina insonorizada que pretende cruzar una ciudad que se derrumba, un sistema que se cae. Un día en la vida de Eric Parker, un día de descenso a los infiernos, un día en la vida de un nihilista aislado que sin embargo maneja y predice información privilegiada importándole tres mierdas lo que hay fuera de su limusina. Un ser frío y sin empatía alguna que falla en su predicción y su mundo empieza a resquebrajarse. Ahí trata de salir de la apatía que le rodea, trata de comunicarse para ya es demasiado tarde. Trata de entablar una conversación y relación ‘normal’ con la que es su esposa, otro ser frío que deambula por otros mundos inalcanzables y vacíos. Y ninguno de los dos puede establecer un mínimo vínculo. Sus encuentros transcurren a las horas de las comidas, en el desayuno, la comida y la cena.

Cosmópolis es rica en reflexiones y lecturas. Eric Parker se nos muestra impecablemente vestido, acicalado y neutro al principio del día y se monta en su impoluta limusina blanca. Poco a poco esa apariencia impecable se va deteriorando. Primero le falta la corbata, después se le arruga la camisa, más tarde pierde la chaqueta, después le estampan una tarta de nata en la cara y el pelo, va adquiriendo olores de comida y sexo, más allá se deja el pelo sin cortar bien… Y su limusina va sufriendo el mismo deterioro.

Cosmópolis cuenta la burbuja perfecta que se construyen jóvenes tiburones-ratas que manejan la información privilegiada y dejan obsoletas cada segundo las nuevas tecnologías… y cómo obvian la asimetría, lo imperfecto, lo real y lo humano. Y como ese descubrimiento los hace descender a los infiernos donde sólo queda una única salida. El caos económico, social y moral que han provocado los tiburones-ratas tiene que ver con su absoluto aislamiento y su mundo encerrado en una brújula de seguridad. Impenetrable y destructiva. Todavía tengo en mi cabeza esa enigmática relación entre el joven millonario y su jefe de seguridad Torval que tiene una pistola que responde al nombre de Nancy Babich.

Así en este encargo del productor Paul Branco a Cronenberg sólo veo un resultado inquietante (y nada amable, no busca en ningún momento empatizar con el espectador) que tiene que ver con toda la trayectoria del director. Así Cronenberg sabe cómo contarnos esta historia y te arrastra en este viaje en limusina para observar la caída de un Ícaro impasible. No había mejor elección para Eric Parker que la fría máscara de un vampírico Robert Pattinson que se convierte en la sorpresa de la función (su Eric Parker lucha hasta el fracaso más devastador por parecer humano). Y esos diálogos (que leo son literales de la novela de DeLillo que no conozco) con cada uno de los personajes con rostros de Sarah Gadon, Juliet Binoche, Mathieu Amalric, Paul Giamatti o Samantha Morton pintan un mundo cotemporáneo de lo más caótico…

Restless (Restless, 2011) de Gus Van Sant

Gus Van Sant vuelve a su Portland para ofrecernos un cuento de amor y de muerte. Es lo que se dice una película de encargo que Van Sant lleva a su terreno. Le envían el guion de un joven (Jason Lew) avalado por una joven productora y buena amiga además de actriz, Bryce Dallas Howard, y él decide meterse de lleno en el proyecto y crear un pequeño poema visual.

En la historia se entretejen las relaciones entre una enferma terminal de cáncer, un joven que no asume la muerte de sus padres (y su propia supervivencia) y un fantasma que es un japonés aviador kamikaze de la Segunda Guerra Mundial. Es una historia de amor y de muerte que transcurre en tres meses. Tres meses en los que como dice Enoch, el joven protagonista, se puede aprender a tocar el xilófono, entre otras cosas. Tres meses que parecen una eternidad y luego se muestran escasos, porque al joven Enoch le hubiese gustado poder llevar a su amada a las Galápagos para disfrutar ambos del amor de ésta por Darwin o también haber podido cazar con un lazo la primavera. Pero en esos tres meses el fantasma japonés le susurra al joven Enoch que siempre tenemos que tener en cuenta que queda poco tiempo y por ello decir lo que se tiene que decir continuamente a las personas que amas. Y Annie sabe del valor de la eternidad de un instante. Eso aprende Enoch.

Van Sant rodea el universo de Enoch (Henry Hopper, hijo de Denis) y de Annie (Mia Wasikowska) de una fuerza visual poética que permite la ausencia de palabras. La historia recuerda y tiene ecos a la sensibilidad Hal Ashby… sobre todo de Harold y Maude pero también del universo de Van Sant. Un Van Sant que sigue indagando en el mundo de la adolescencia pero esta vez lo reviste de cuento poético sobre el significado de la muerte y la ausencia.

Magic Mike (Magic Mike, 2012) de Steven Soderbergh

Ver Magic Mike en una sala de cine fue toda una experiencia… porque sólo éramos mujeres (¿?). Me sorprendió el fenómeno. Y la película se iba desarrollando entre gritos y risas… El tráiler en los cines también muestra el lado lúdico-festivo del mundo estríper. Sólo que yo no lograba gritar o reírme a mí Magic Mike me iba provocando una tristeza enorme y ese mundo lúdico-festivo se iba transformando en un mundo cutre y decadente. Tras la risa la lágrima. No nos quiere contar una historia erótico festiva donde sólo disfrutaremos de tíos que mueven todos los músculos de su cuerpo a hembras ávidas de emociones sexuales  (vamos básicamente como se ha visto miles de veces en el cine pero con estríperes femeninas). Magic Mike se ha visto lastrada, a mi parecer, por una campaña de marketing equivocada.

Magic Mike no es un film barroco a lo Showgirls sino que se mueve en un registro realista casi documental pero no llega a ese realismo con destellos que alcanzó Mathieu Amalric en su interesante Tournée. Tampoco muestra el vacío y el mundo lleno de tópicos de Striptease. O se queda en la dimensión de musical con números para recordar a lo Flashdance.

No, Magic Mike, es uno de los lados oscuros del sueño americano en una sociedad que sigue hundida en la crisis económica y social. Aunque Steven Soderbergh no ha logrado redondear la historia ni explotar todas sus posibilidades (como ocurre con su extraña pero por otro lado interesante carrera cinematográfica entre el cine independiente y el más comercial pero con sello). Es de esas películas que piensas: “Lo que podría haber sido”. Contaba con los personajes y con la forma de contarla o expresarla, le falló la propia historia, su desarrollo.

Aun así cuenta con momentos interesantes, sus números musicales están muy bien insertados y logran ese aire entre lo ‘espectacular’ y lo ‘cutre y decadente’. Y cuenta con buenos personajes con alma a los que no les regalan una buena historia: así nos encontramos con el propio Mike (un Channing Tatum que muestra que sabe algo más que mover todos los músculos de su cuerpo), un estríper de 30 años, la estrella del espectáculo, que trata de ser ‘emprendedor’ en cientos de trabajos de día pero que le es imposible prosperar, y que ve siempre como se le escapan sus sueños de alejarse de su personaje creado, Magic Mike, que se convierte en una jaula (que además le da de comer pero le enfrenta con lo efímero de su profesión). Dallas, el dueño de la sala de estríperes, con el rostro y el torso de un Matthew McConaughey que se adueña del personaje con carisma pero poco aprovechado. Un maestro de ceromias con espíritu de empresario que tiene claro que lo que le interesa es ganar más, obtener beneficio de sus bailarines, aunque todo lo esconde bajo una careta de protector y amigo que ofrece sus alas a su ‘familia’ (mientras le sirvan para sus propósitos). El Niño (Alex Pettyfer), el adolescente que se deslumbra por un mundo que le permite salir adelante mientras se hundía en la apatía más absoluta en una sociedad que no le permitía trabajar o prosperar… El Niño, protegido de Magic Mike, es él hace diez años, que cae en el engaño. Y Mike fracasa de nuevo en tratar de avisarle. Y la hermana de El Niño, como la posibilidad de escape…, de huída de ese mundo frágil, efímero y cutre que tampoco tiene muchas salidas. o sorpresas.

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