Un cortometraje que remueve. 7:35 de la mañana (2003) de Nacho Vigalondo

Me he comprado hace poco el dvd de Los cronocrímenes de Nacho Vigalondo para conocer su primer largometraje. Nunca había visto nada de él hasta el año pasado que entré a una sala de cine para ‘mirar’ Extraterreste y me sorprendió bastante porque no esperaba nada en concreto (que es como mejor te puede sorprender algo, sobre todo una película… cuando entras de incógnito).

La sorpresa del dvd no ha sido tan sólo que me hayan parecido interesantes las andanzas de Héctor 1, Héctor 2 y Héctor 3 en ese breve bucle temporal en el que están inmersos. El espectador ve cómo se desbarata la vida del protagonista y descubre además su parte más oscura. Un hombre de clase media-alta trabajador y enamorado de su esposa con una vida normal y esperable… que según se va liando más en su ‘recuperación de la normalidad’  se convierte en un ser humano más y más siniestro. Se van revelando en un breve intervalo de tiempos simultáneos los aspectos más negativos de su personalidad. Y sobre todo me ha interesado el ‘papel’ de la chica de la bicicleta que casualmente pasaba por ahí. Y en esa casualidad esa chica ya está condenada a ser víctima. No puede escapar de esa condición. El bucle temporal no sólo no evita su condena sino que la va retorciendo cada vez más…

Pero como digo la sorpresa no ha sido únicamente descubrir Los cronocrímenes y analizarla sino que en esta edición especial del dvd estuviese también un cortometraje que me ha removido (este cortometraje fue uno de los nominados al Oscar en la ceremonia de 2004): 7:35 de la mañana. Tanto es así que lo vi y lo volví a ver y otra vez de nuevo… Mi rostro se queda igual de congelado, entre confeti y blanco y negro, que el de esa chica que entra como todos los días a su bar habitual a desayunar… pero no es un día más. Algo rompe la rutina. La cotidianidad no va a ser la misma.

El corto transcurre en un bar, de los de toda la vida, con camareros con sus pantalones negros y sus camisas blancas, la barra de bar y las mesas correspondientes con sus clientes habituales… Yo que suelo desayunar siempre fuera sé de lo que hablo (me encanta este ‘ritual’… aunque procuro ir rotando bares).

Y en ese ambiente rutinario… algo varía. La chica ve que hay unos chicos, muy serios, con una guitarra y un piano, al lado del baño de caballeros… Y que todo está rodeado de un silencio que no es normal. Un silencio tenso. Y la chica del bar se va inquietando porque no entiende. Como el espectador que no sabe qué es lo que va a ver…

De pronto un chico de la barra… empieza a cantar y todos los clientes le acompañan en su canto y coreografía. Pero aun así la inquietud no se nos quita. Vivimos esa inquietud como la vive la protagonista que sigue sin entender. Queremos reír pero se nos congela la carcajada porque sabemos que hay algo dentro de esta ‘situación’ que no es sano, no es normal.

El tipo que canta parece feliz … todo indica que ha preparado esta escena para sorprender a una desconocida que le gusta. El tipo no canta bien, no baila bien… pero tiene encanto, un encanto que desgarra. La escena se va empapando de patetismo y lo ridículo y cutre (esas tarjetas mecanografiadas en las manos de los clientes para seguir la canción) se vuelve trágico.

De pronto en un momento de la ‘actuación’ cuando un cliente se atasca (o no quiere continuar con la farsa) descubrimos una verdad que borra la sonrisa. Y el patetismo del ‘cantante’ improvisado cala en el espectador que empieza a sentir una empatía hacia él. Conmueve su particular acto de rebelión en un día de furia, de quererlo mandar todo a la mismísima mierda (¿quién no conoce esa sensación?)… y de dejarnos a todos con el rostro desencajado. Y él decide ‘crear’ en un día de furia y rebelión, y canta su estado de ánimo a la chica del desayuno con la que no se atreve hablar, esa chica que le ofrece un aliciente mínimo pero no suficiente… para continuar una rutinaria vida. El cantante improvisado lleva a cabo un acto radical para acabar con la rutina, con lo cotidiano, con lo normal… de un desayuno a las 7:35 de la mañana.

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