Jack Lemmon

Carrera de fondo…

… era de esos rostros que te acompañaban toda una vida. Una cara con la que te encontrabas con agrado. Lemmon fue un actor de los grandes que empezó su carrera sin estridencias, como buen comediante, y terminó siendo un coloso. Estuviese donde estuviese lograba dar credibilidad a la historia que se estuviera contando.

Empezó poco a poco al lado de una comediante nata, ahora bastante olvidada, Judy Holliday. Eran los primeros años de la década de los cincuenta. Jack Lemmon era el hombre simpático, la buena persona, el divertido… John Ford le dio uno de sus primeros éxitos con Escala en Hawai. Y empieza su relación (una de las que más desconozco pero parte importante de su carrera) con el director Richard Quine, que junto a Billy Wilder, fue con uno de los que más trabajó.

… Billy Wilder le eleva a los cielos

En 1959 Wilder le eleva a categoría de estrella y le eleva por los siglos de los siglos a los cielos. Ya nunca más se separaron. Y protagonizaron juntos una filmografía intensa. En Con faldas y a lo loco le transforma en un músico perdedor que para la supervivencia tiene que vestirse de mujer junto a su compañero Tony Curtis… y ya no podemos quitarnos la risa de la boca. Su baile con un multimillonario bajito y una rosa en la boca es la cumbre de la comedia desternillante.

Después un año más tarde llegó la joya donde Lemmon representa el hombre común y gris encerrado en una oficina. El hombre perdedor y sin ideales que sin embargo se da una oportunidad a sí mismo. Recupera la dignidad. Y de paso trata de llevar a lo más alto el amor de verdad con la ascensorista Kubelik, otro triste y encantador personaje. Estoy hablando de El apartamento.

Ambos se pasan tres años más tarde al cuento parisino de la puta de las medias verdes y el policía honrado que la ama y enloquece. Un cuento sin moraleja… porque eso es otra historia. Y así nos metemos en las apariencias y enredos que propone Irma La Dulce.

De nuevo en 1966 se unen y junto al dúo nos encontramos a Walter Matthau y todo el cinismo y la mala baba para crear de nuevo una historia de un perdedor con una segunda oportunidad para recuperar la dignidad. Ahí está En bandeja de plata, comedia triste como la vida misma.

En los años setenta deleitan con una comedia romántica de humor negro maravillosa. Un americano ejecutivo y gris, pragmático y amargado, va a recoger el cadáver de su padre a Italia… y después del desconcierto aprende los placeres de la vida. Una delicia reencontrarse una y otra vez con Avanti.

Otra vez se unen a Matthau para llevar un clásico del humor cínico a la pantalla de cine, Primera plana, un remake sobre el cuarto poder y la política. Donde ni prensa, ni políticos, ni costumbres sociales, ni matrimonio, ni amistad, ni familia… vamos donde no queda títere con cabeza… Otro placer verles de nuevo reunidos.

Su despedida fue en 1981 con Aquí, un amigo, acompañados de nuevo de Matthau… otra comedia de perdedores que se unen y sobreviven.

Richard Quine… ese gran desconocido

Quine fue el primero que le convirtió en actor fetiche y trabajó con él a lo largo de su filmografía con títulos desconocidos y otros más fáciles de poder acceder a ellos. Quine tiene un humor peculiar (y también es creador de dos buenos melodramas). O entras o no entras. Y ahí estaba Lemmon dando sentido a unos personajes difíciles de clasificar. Tengo pendiente una revisión a la filmografía de Lemmon con Quine. Porque la mayoría las he visto tan sólo una vez y vagan en el olvido.

Todo empezó en 1955 con la comedia musical Mi hermana Elena, continuó con otra comedia bélica Operation Mad Ball y otra olvidada historia junto a Doris Day, La indómita y el millonario, culminó con las películas junto a la mujer perfecta para Quine, Kim Novak, en Me enamoré de una bruja y La misteriosa dama de negro. Y terminó con Como matar a la propia esposa.

El hombre común con rostro dramático

Pero según nos iba acompañando una y otra vez se convertía en el hombre común al que le asediaba la tragedia… y Lemmon ofrecía humanidad a raudales. Así lo empezó a demostrar en 1962 cuando protagonizó a un alcohólico en Día de vino y rosas.

Pero en los años setenta fue el protagonista de tres dramas (uno de ellos dentro de la saga de cine catastrofista) que funcionaron en taquilla y le mostraron como actor versatil. Salvad al tigre la pesadilla de un ejecutivo durante un día y medio que le dio el oscar, película olvidada y sustentada por su interpretación. El síndrome de China de medios de comunicación y desastres nucleares, Lemmon es el trabajador de la central consciente del peligro. Y por último el éxito de cine de catástrofes, Aeropuerto 77, donde es el héroe humano que trata de minimizar los daños y salvar al mayor número de pasajeros.

Lo mismo ocurrió en los ochenta con la impresionante película sobre la dictadura chilena y la implicación de EEUU en Missing donde Lemmon es un padre patriota que va a Chile para buscar a su hijo desaparecido, un periodista idealista y activista. Poco a poco lo que va descubriendo le hace identificarse más con su hijo ausente y dudar sobre sus creencias patrióticas. Poco después emocionó a todos en la película italiana (maravillosa) Macarroni junto a Marcelo Mastroianni. De nuevo en su papel de cascarrabias hombre de negocios amargado que llega a Italia y recupera el pasado y el sentido de la amistad y el placer.

Jack Lemmon no se alejó nunca de la pantalla y en 1992 nos siguió dejando interpretaciones maravillosas como en la amarga Glengarry Glen Ross donde está espectacularmente brillante.

Entre la risa y el drama Lemmon era uno de los grandes. Su rostro siempre está ahí, cercano. Su humanidad sigue transitando. Hizo como nadie del fracasado con una segunda oportunidad para adquirir toda la dignidad posible.

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