Judith Anderson

Gran dama de los escenarios visitó en contadas ocasiones la pantalla blanca pero en ambos mundos mostró su versatilidad. Con un rostro peculiar y extraño representó personajes femeninos complejos. No solía pasar desapercibida. Aunque la mayoría de sus papeles fueron secundarios, con los directores adecuados brilló con luz propia. En el cine le llegó la popularidad en su papel más recordado, la señora Danvers, en Rebeca, 1940. Su personaje eclipsa el universo de Manderley. Hitchcock, en su primera aventura americana, hizo que sus apariciones fueran similares a las de un fantasma y Anderson ofreció su lado más siniestro. La actriz construyó un personaje eterno.

Cuatro años más tarde volvió con un personaje secundario en película mítica. Esta vez en Laura de Otto Preminger. Ahí se muestra magnífica en papel de tía de la protagonista y a la vez amante del prometido de su sobrina (genial Vicent Price). Anderson resulta magnífica y compleja en su papel ambiguo de mujer que oculta información, que guarda las apariencias, que esconde un doble rostro…, y capaz de todo por ser mujer enamorada. Así Judith Anderson y Vicent Price forman una de las parejas de ficción más singulares.

Continúa realizando trabajos con directores como René Clair (Diez negritos), Jean Renoir (Diario de una camarera) o el guionista Ben Hecht (El espectro de la rosa)… hasta que vuelve a estar siniestra en la magnífica El extraño amor de Martha Ivers, 1946. Judith Anderson se transmuta en mujer amargada, poderosa, rica y castrante que será el detonante del conflicto que nublará la vida de los tres protagonistas en su más tierna infancia (luego de adultos tendrán los rostros de Barbara Stanwyck, Van Heflin y Kirk Douglas). Y un año más tarde será madre coraje y fuerte que oculta terrible pasado en olvidado y onírico  western de aires shakesperianos, Pursued.

Anderson continua paseando su rostro en películas de culto como La casa roja, 1947, o a reivindicar como Las Furias, 1950, o en grandes superproducciones como Los diez mandamientos de DeMille en 1956. Sorprende a todos en 1958 con su papel en La gata en el tejado de zinc donde se mimetiza en personaje sureño de Tennessee Williams. Alcanza una personalidad dramática extrema como mujer apocada, doblegada y desgraciada, esposa de un marido déspota.

A partir de las siguientes décadas sus papeles cinematográficos se irán espaciando cada vez más… y podemos perseguir su pista hasta 1984 que aparece en una de las películas de la saga de Stark Trek. No abandonó los escenarios teatrales y también se pudo contar con su presencia en la pequeña pantalla.

Judith Anderson sin embargo alcanza un puesto destacado en esos rostros representados en la sala oscura. Su señora Danvers siempre estará en el recuerdo… y se convierte en puerta abierta para descubrir a una actriz en otros registros mostrando su versatilidad en la construcción de personajes dramáticos.

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