Farley Granger, la despedida de un extraño

La desaparición de Liz Taylor ha hecho que pocos recuerden o pocos se hayan despedido de Farley Granger que murió el pasado 27 de marzo a los 85 años. A Granger pocos le recuerdan…, y siempre sobre su trabajo como actor se han vertido los siguientes calificativos: soso, aburrido o mediocre…, reconociéndole que era tan sólo un bonito rostro que tuvo su momento de gloria durante los años cuarenta y cincuenta. Quizá su valoración como actor también se deba al propio Granger el cual nunca se lanzó piropos y él mismo se desprestigiaba en distintas declaraciones. Yo no opino como él. Farley Granger tenía una personalidad que le hizo no encajar en el mundo de Hollywood de los años cuarenta y cincuenta. Además durante esos años ya se sabe que la ciudad del celuloide se dejó llevar por una ‘doble moral’ de cara al público y Granger nunca entró en el juego. El bello de Farley nunca ocultó su bisexualidad, amaba a hombres y mujeres por igual y no hizo nada por esconderlo ni permitió que la maquinaria publicitaria se inventara historias, amores y rumores que no sentía. Por otra parte tampoco le ofrecieron muchos papeles en los que pudiera mostrarse versátil… pero sí pudo entrar en el Olimpo por cuatro películas que hacen que nunca se le olvide. Y en ninguna de las cuatro valoro que Granger sea soso, aburrido o mediocre.

Desde la primera vez que vi el rostro de Granger me enamoré de él. Siempre me llamó la atención. Farley protagonizó dos películas del maestro del suspense y en el momento y edad mi mirada no fue consciente de los matices de sus personajes en La soga o en Extraños en un tren. Sólo observé a un hombre bello, delicado, arrepentido y débil que pedía a gritos una pizca de compresión y cariño. Según iba creciendo me iba dando cuenta de otras complejidades ocultas tras estos personajes aparte claro está de una homosexualidad latente (pero sin ser nombrada) de ambos personajes.

Después me quedé absolutamente noqueada con Los amantes de la noche de Nicholas Ray. Ahí era el joven Bowie abocado a un destino trágico, a la mala suerte, un joven delincuente al que se le tuerce la vida sin quererlo y que no puede tener una tranquila y bonita relación con la chica que ama, Keechie. Así el poeta Ray ofrece una historia de amor fou y dramático desenlace donde Granger se muestra sensible y perdedor junto a su compañera Cathy O’Donnell. Ambos volverían a encontrarse en otra historia de cine melancólico y negro de la mano de Anthony Mann, Side Street (que todavía no he podido ver).

En otro papel que no puedo olvidarle donde el bello Granger es además perverso (y depravado) y te lo crees es en una producción italiana de Luchino Visconti, la maravillosa (para la que esto escribe) Senso. Visconti crea la historia de Livia, una aristócrata italiana que se enamora perdidamente de un oficial del ejército austriaco con rostro de Granger. Que la embauca, la enamora, la abandona, se burla de ella…, pero él no espera las trágicas consecuencias ni cómo reaccionará la Livia despechada que ha sido capaz de dejar todo y de traicionar a muchos por amor.

El debú de Granger fue como un joven adolescente ruso en la interesante, no por su calidad artística sino por su valor histórico, (ya hablé ayer de ella) La estrella del norte, película no bien recibida por la cadena de periódicos de Hearst que ya era acérrimo anticomunista y no concebía que se presentara a los rusos como pueblo amable y sufridor con una banda sonora con La internacional de fondo… aunque los rusos fueran aliados en la Segunda Guerra Mundial en la lucha contra el nazismo.

Su carrera cinematográfica no fue mucho más larga ni prolífica en el mundo del cine. Él mismo veía que no protagonizaba grandes películas así pasea correcto por Vida de mi vida o por las películas con varias historias como Cuatro páginas de la vida y Tres amores o por curiosidades como El fabuloso Andersen o La muchacha del trapecio rojo.

Fue un hombre que amó y fue amado. Sus distintas relaciones con hombres y mujeres fueron bastantes, siempre fue fiel a sus amigos y conservó la amistad con aquellos con los que vivió una historia de amor. Quizá su historia más conocida fue con una actriz que a mí me parece magnífica y siempre a reivindicar Shelley Winters.

El que fue una estrella extraña que nunca se creyó actor se marchó hace unos días pero ahí sigue en la gran pantalla con ese rostro bello que oculta una personalidad compleja y unas interpretaciones que estaré encantada de volver a ver…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.  

Sus ojos violetas se cerraron…

Últimamente al rostro de ojos violetas la tenía muy presente.

El 4 de febrero escribí su rostro en la oscuridad.

El 7 de enero escribí una reseña sobre el libro El amor y la furia.

El 12 de diciembre de 2010 escribí en El viejo baúl de películas sobre Castillos en la arena.

El 7 de julio de 2010 visitó también El viejo baúl de películas con Un lugar en el sol.

Ayer sus ojos violetas se cerraron…

Y hoy miro el fragmento de una obra de teatro que adoro donde Liz Taylor realizó una interpretación de quitarse el sombrero.

Así lo transcribo. Mi particular homenaje. Ella, Liz, se convierte en Martha en ¿Quién teme a Virginia Woolf? de Edward Albee.

¡Va por tu vida de amor y de furia!

«Martha.- Todos sois unos fracasos. Yo soy la Madre Tierra, y todos sois unos petardos. Me doy asco. Me paso la vida con mezquinas infidelidades sin pies ni cabeza… o casi-infidelidades. ¿Montar a la Anfitriona? Menuda risa. Un atajo de cerebros de mosquito como una cuba… impotentes todos. Martha hace chiribitas con los ojos y todos los cerebros de mosquito hacen un mohín y también lanzan miraditas con sus ojos tan tan hermosos, y otro mohín, y Martha les lame las cachas, y los cerebro-de-mosquito echan un trotecito hasta el bar para armarse de valor, y se arman de valor, y luego, de rebote, a por la vieja Martha, que les baila un poquito, que los calienta a todos… mentalmente… y ellos otra vez de cabeza al bar, se arman de más valor y sus esposas y sus novias ponen las narices en alto… a veces hasta el techo… y de nuevo los cerebro-de-mosquito vuelven al surtidor de soda donde se recargan un poco más, mientras que Martha-chán se queda sentadita, con las faldas levantadas hasta la nariz, casi ahogada -no te imaginas lo asfixiante que es estar con el vestido por encima de la cabeza-, ¡asfixiante!, a esperar a los cerebro-de-mosquito; ahora ya parece que por fin se han armado de valor… ¡pero eso es todo, monada! Cielos, es verdad que de vez en cuando hay un hermoso potencial, pero, ¡cielos! Cielos, cielos, cielos. Pero así son las cosas en la sociedad civilizada. Todos esos guapísimos cerebro-de-mosquito. Pobrecitos. En toda mi vida, sólo un hombre… me ha hecho feliz. ¿Lo sabías? ¡Uno!

(…)… me refería a George, por supuesto. Eh… George; mi marido.

(…)… George, que anda por ahí, en la oscuridad… George, que es bueno conmigo, y a quien trato a patadas; que me comprende y a quien rechazo; que sabe hacerme reír pero me contengo; que me abraza, por la noche, para darme calor, y a quien muerdo hasta hacer sangrar; el que siempre aprende nuestros juegos tan deprisa como yo cambio las reglas; George que quiere hacerme feliz, y yo no quiero ser feliz; y también sí, quiero ser feliz. Pobre George, pobre Martha, triste.

(…)… a quien no perdonaré haber echado el ancla; que después de verme dijera: sí; aquí me quedo, que ha hecho el odioso, lacerante, insultante error de amarme y ha de ser castigado por eso. Pobre George y pobre Martha.

(…)… que soporta, por insoportable que parezca; que es tierno, que es cruel; que comprende, por incomprensible que parezca…

(…)… Un día de éstos… ¡Ja!… una noche, una noche tonta, empadada de alcohol… me pasaré de la raya… y acabaré por descalabrarlo… o lo echaré para siempre.. y eso es lo que me merezco.»

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.  

Lana Turner

Quizá mirando ahora una fotografía de Lana Turner no se entienda el influjo sexual que supuso su figura en los años cuarenta y cómo en los cincuenta y sesenta fue la mujer tipo del melodrama desatado. Sólo leyendo su vida y cómo se mezcla con las películas que protagonizó podamos entender a la Turner como icono. La rubia glamurosa siempre peinada (incluso cuando tiene que estar desaliñada) e impecablemente vestida que va yendo de brazos en brazos de hombres de distinta calaña que o destrozan su vida o vuelven a levantarla. Y ella como mujer hielo ejerce de mujer-fatal-objeto sexual o de mujer que del arroyo salta a las altas esferas pero siempre con componente melodramático va pisando los caminos que depara la vida.

La Turner desnuda sus emociones bajo su apariencia de glamour… y muestra cómo si rascas surge la mujer vulnerable que vencida, muchas veces, por el alcohol sólo busca una estabilidad emocional que no encuentra o llenar una vida vacía que la destroza.

La Turner mujer de carne y hueso, la Turner actriz se entremezcla y surge una personalidad apasionante. Lana, de vida tormentosa supo ofrecer las dosis de sufrimiento suficiente a sus papeles melodramáticos y el glamour necesario a películas insípidas. Sus peinados de señorona, sus vestidos soñados, sus escándalos ficticios y reales… construyen un mito especial. Todavía recuerdo sus últimas imágenes de gran señora con mucha vida a cuestas en esa visita que realizó a Donosti con ese traje rojo…

Son varias películas las que la definen. El nacimiento de un mito erótico en la película donde Lana es más carnal y real, sin el glamour artificioso del futuro, en esa especie de neorrealismo americano que supuso El cartero siempre llama dos veces en 1946. Entre víctima y mujer fatal, entre vulgaridad y glamour, entre mujer mármol y vulnerabilidad latente su Cora supuso el nacimiento de una personalidad con carácter de mito.

Después el artificio y la aventura de una mujer glamurosa y objeto, pérfida que se lleva todos los claveles del público, que seduce a todas horas y ejerce de mala inolvidable en Los tres mosqueteros como una Lady de Winter inolvidable. Ay, ese lunar negro.

Actriz insegura que surge de las cenizas, del alcohol que la corroe, del amor que la destruye… pero que finalmente ahí resurge una y otra vez en un Hollywood que mina pero construye mitos aunque sean dolorosos. Actriz con glamour y con vulnerabilidad a cuestas así es Lana Turner en Cautivos del mal.

… Llegan los melodramas que la convierten en mito inolvidable. Mujeres inestables emocionalmente que hacen sufrir a los espectadores llevándoles a estados de paroxismo con altas dosis de glamour pero con una autenticidad en el fondo de sus ojos. Así nos dejamos arrastrar por la Lana de Vidas borrascosas que presenta toda la violencia emocional y sexual de una pequeña localidad americana en los años cincuenta. Llegamos a las lágrimas extremas en una de las obras cumbres del melodrama desatado en Imitación a la vida. Y nos ‘deleitamos’ con el ascenso y caída de una mujer en el exagerado pero por eso mismo contundente melodrama cisne, La mujer X. Todavía me queda por descubrir pero pronto será desterrado del cajón de pendientes el melodrama más oscuro que construye completamente el mito de Lana, Retrato en negro.

Y la vida de sus heroínas no supera o iguala la vida de la Turner mujer de carne y hueso con amistades y amores peligrosos que la hicieron siempre tambalearse de un lado a otro. Una vida demasiado intensa con traiciones, sexo, tragedia, alcoholismo, asesinato, chulos, también algún hombre bueno, playboys y gánsters que fueron construyendo una máscara glamurosa que a veces se caía a pedazos de vulnerabilidad…, la historia de una mujer con cabello rubio impoluto que huía de una soledad que la aterrorizaba…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.  

Momentos inolvidables de James Dean

El otro día me entero de que James Dean hubiera cumplido ya 80 años. Pero se fue con 24. Dean se convirtió pronto en mito. Tan sólo dejó tres películas y sin embargo su icono permanece en textos, en fotografías, en biografías… Es un filón que nunca se acaba. Algo parecido a su compañera Marilyn que desapareció con 36 años y sigue siendo una leyenda viva.

Nunca se termina de hablar sobre él. Siempre hay alguien que le revisita (aunque últimamente está un poco dormido). Una filmografía mínima pero que se conserva por los siglos de los siglos y le ha hecho inmortal. Ni siquiera se sabe qué hubiera pasado con su carrera si no hubiera tenido un accidente de coche.

El fenómeno James Dean crece. O por lo menos no desaparece. Se puede analizar de mil y una maneras. Es curioso es el único personaje que tuve durante años, durante aquello que llamamos adolescencia, en el techo de mi habitación en póster gigante en el techo. Algunos ven sus interpretaciones como una repetición de tics interminables. Otros le consideran fresco y que en su momento volvió a todos locos con el arte de la improvisación ante las cámaras… Eran los tiempos en que se imponía el Actor Studio. Un método que ponía al actor en el centro de la película. El actor dejaba de ser un receptor de órdenes, y se convertía en creador. Aportaba a la creación del personaje e imponía su rebeldía a la figura del director.

Otra visión de su figura es que Dean demostró que los tiempos estaban cambiando y ya no se pedía a jóvenes sanos, hermosos, sin problemas y defensores de la american way of life. Se quedaban fuera de juego las mujercitas y sus galanes, Sandra Dee y su pandilla… Ahora llegaba un nuevo adolescente complejo y con problemas que era un volcán de sentimientos. El adolescente huraño que se enfrenta a la autoridad y a la familia porque le acorralan y no logra ser feliz. El joven que tiene amores que le rompen el corazón… Y aún seguimos en esa etapa… El joven rebelde sigue deleitando. Y James Dean pudo ser el pionero más famoso.

Tres películas, tres momentos

Los únicos que pudieron dirigirle fueron Elia Kazan, Nicholas Ray y George Stevens. Y las tres historias: Al este del Edén, Rebelde sin causa y Gigante han dejado cientos de momentos inolvidables donde el icono Dean surge con fuerza.

Al este del Edén, adaptación (tan sólo de una parte) de novela de Steinbeck, nos presenta a Dean en el papel de Cal, un Caín que se enfrenta a todo lo que le rodea. A su padre, duro predicador, a su hermano (el que todo lo hace bien), a su madre (que siempre creyeron desaparecida y sin embargo es madame de un burdel)… y además todo aderezado con amor desgraciado e imposible, está enamorado de la novia del hermano… y ella corresponde. Es un Caín que continuamente quiere redimirse pero una y otra vez es golpeado y una y otra vez no puede contener su ira. Porque odia y ama con la misma intensidad. Si elijo escena me quedo con una de las últimas. Cuando Cal prepara ilusionado una fiesta a su padre en la que además quiere regalarle un dinero que ha ganado (no mirando muy bien los métodos de su negocio, capitalismo puro y duro en tiempos de guerra)… Pero su hermano Abel —que también compite— estropea su sorpresa cuando se adelanta anunciando a su padre su casamiento con la mujer amada por ambos. Sin embargo Cal sigue adelante con la sorpresa… pero su padre rechaza el dinero cuando se entera cómo lo ha ganado. El dolor de Cal, y el resentimiento, se hace evidente de manera dramática. Toma el dinero y se lo ofrece, y el padre no lo quiere. Cal trata de abrazarle llorando, mientras el padre quiere que se aleje de él y grita su nombre. Pero él no escucha sólo le abraza con el dinero y llora. Mientras el dinero va cayendo… y cuando ya no le queda nada deja de abrazar a su padre se gira y sale corriendo del cuarto.

Rebelde sin causa tiene varias escenas inolvidables. Con James Dean de protagonista. Mi escena favorita la he dicho varias veces. Es la de la piscina. Pero hoy en este post cambiaré de momento inolvidable. Y me voy a la impotencia del hijo que siente a su padre siempre vencido y humillado. Que nunca se rebela o pierde las formas. Es un hombre bueno y vencido. Y eso al protagonista le puede. Así sus escenas en las que se enfrenta al padre, en las benditas escaleras, siempre tienen un buen efecto dramático. Entendemos al padre y entendemos al hijo. No nos quedemos sólo en que Dean no soporta que su padre ceda siempre a los mandatos de una madre con carácter. Es algo mucho más hondo. El hijo rebelde quiere que su padre reaccione, vibre, y por eso en una escena de tensión dramática, le golpea.

Y por último Gigante en que su personaje va envejeciendo de joven huraño a multimillonario alcohólico, solitario e infeliz que siempre estará enamorado de mujer inalcanzable, esposa de su rival. Jimmy en papel más adulto. Seduce con su camisa vaquera, su pantalón y su rifle al hombro… en sus años de juventud. Resulta patético en su escena de tejano hortera alcohólico llorando por no ser amado. Fíjense siempre en las escenas en las que mira a la mujer de su vida con rostro de Liz Taylor.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.  

Liz Taylor

Liz Taylor fue la niña prodigio de Hollywood, la adolescente que llenaba las arcas; la joven más hermosa de ojos violetas que vivía con glamour, llenaba cines y llenaba arcas y de paso se convertía en actriz intuitiva y buena empresaria… Daba noticias para el mundo del corazón si parar, era musa de paparazzis, y apenas se distinguía entre vida ficticia y vida real, entre vida privada y vida pública. Liz Taylor es y fue un icono. Una mujer leyenda ya inmortal. Liz Taylor nunca supo lo que era vivir sin éxito por eso su caída, convertida en una has been cuando apenas tenía cuarenta años, tuvo que ser triste, triste, triste. Fue la reina de los excesos: en belleza, en el amor, en la amistad, en sus joyas, en su éxito, en las comilonas, en el alcohol, en las enfermedades que siempre minaron su salud pero nunca pudieron con ella… Su camino fue trazado desde que nació, poca elección tuvo. Su madre la llevó por estudios para que hiciera pequeños papeles (tenía claro cuál iba a ser el futuro de la pequeña de ojos violetas) desde niña hasta que se convirtió en estrella de estudio, mimada, porque llenaba las arcas. Y aún Liz es una superviviente. Y aún Liz dejó un buen puñado de películas donde no sólo hay que exaltar su belleza sino reconocer que la cámara la devoraba y desprendía una luz especial, y reconocer que bajo una buena dirección y un buen papel la Taylor era una actriz que podía crear un personaje.

Primero fue niña adorable que acompaña a la perra Lassie en sus aventuras. Después se convirtió en la inseparable de un caballo en National Velvet. Otra vez persiguió a Lassie y por fin se convirtió en niña mimada y cursi, a la que quitaron su flamante cabellera negra para teñirla de rubio, que se convierte en toda una damita en Mujercitas. Así inmortaliza a una de las hermanitas de la novela de Louise May Alcott.

Llegamos a los años cincuenta y ya es un linda adolescente que protagoniza a la niña bonita de una familia ya en edad casadera y Minnelli crea dos comedias familiares (que no han dejado de tener múltiples secuelas… que le pregunten a Ben Stiller), El padre de la novia y El padre es abuelo.

La niña mimada Liz está en esa edad peligrosa que pasa de niña a mujer que suele ser el descalabro de las niñas prodigios en el cine. Pero la Taylor no se descalabra y empieza a protagonizar películas de prestigio y películas taquilleras donde su especial tono de voz y su belleza son un reclamo… y ella sigue construyéndose como actriz con matices que sobre todo tiene un dominio espectacular del objetivo de la cámara. Así la primera película en la que es reconocida como actriz adulta y algo más que un rostro bonito la protagoniza con diecinueve años y se trata del maravilloso drama Un lugar en el sol de George Stevens donde le toca el papel de la niña rica enamorada de un Montgomery Clift enamorado pero marcado por querer adquirir un puesto en el escalafón social. Ella muestra más madurez que todo su entorno al demostrar que su enamoramiento es verdadero. Y la desgraciada pareja, aunque cae en destino trágico, muestra el daño de la lucha de clases. Ella, y las circunstancias sociales, destruye, sin darse cuenta con su amor hacia Clift, a una Shelley Winters que nos pega puñetazos de dolor a los espectadores.

Después la Taylor ‘adorna’ una película mítica de aventuras en la que sólo debe mostrarse bellísima. Y ser más bella que la fría Joan Fontaine (con otro tipo de belleza en el rostro) no es complicado en Ivanhoe. Sigue así su ascenso entre galanes de los cincuenta protagonizando películas de aventuras como La senda de los elefantes o melodramas tristes como La última vez que te vi en París hasta que George Stevens la da otro papel bombón en 1956 con el que vuelve a recibir críticas no sólo como mujer bella sino como actriz. Así en esa película río-familiar Gigante la Taylor construye un personaje, Leslie, una mujer con una historia a cuestas a la que vemos como una joven esposa ilusionada a un mujer madura y con experiencia con pelo canoso (… pero sin una sola arruga).

Los años cincuenta siguen prolíficos y regalando a Liz papeles para el recuerdo. Se apunta a revisitación de mujer sureña caprichosa y sufridora a la vez a lo Jezabel o lo Scarlett pero esta vez con enajenación mental incluida en la fallida El árbol de la vida. Pero también comienza su fructífera relación con las adaptaciones cinematográficas del dramaturgo Tennessee Williams y se convierte en la sensual Maggie, con combinación blanca, en La gata sobre el tejado de zinc. Liz Taylor ya no es sólo una muñeca bella también es ahora objeto del deseo, mujer sensual. Ya no es mujer virginal e inocente… es mujer marcada con historias tórridas. Al año siguiente continua su escalada como mito erótico y cambia la combinación blanca por un seductor bañador blanco en otra tragedia de Williams, De repente, el último verano. La Taylor sigue arrasando en su ascenso al estrellato. Está en la cima. Y el estudio la mima.

Los años sesenta empiezan con un Oscar, no merecido (hubo películas y papeles mejores para Liz)… pero ella era la mujer mimada y amada. Las malas lenguas dicen que se lo dieron por haber superado una fuerte neumonía que casi les deja sin la gallina de los huevos de oro. Estoy hablando de Una mujer marcada, por lo demás un entretenido dramón donde Liz muestra sus artes de mujer sensual como modelo y prostituta de lujo. Y continúa con una de las mayores pesadillas para el sistema de estudios, un super espectáculo que termina en descalabro, la mastodóntica Cleopatra. El súmun de la actriz y su poder. Retrasó con sus enfermedades (además de muchos otros asuntos que también perjudicaron el resultado final) el rodaje de esta película-pesadilla. Y encontró al amor de su vida, Richard Burton… que procuró una publicidad escandálosa para la producción (y por qué no beneficiosa para que el descalabro en taquilla no fuese máximo) porque ambos estaban casados en esos momentos en los que vivieron su idilio y se hizo público. Cleopatra supuso un momento importante en la historia del cine y que hasta algo más tarde no advirtió Liz: el sistema de estudios estaba acabado. Ahora surgía un nuevo Hollywood, con fuerza, y una nueva fauna que expulsaría sin mucha pena a una de las divas.

Aun así la Taylor continuó con su estela de reinado, con sus escandalosa y excesiva vida junto a Burton, y sacando ganancias de ello… El público adoraba el glamour de la pareja y todavía pagaba por ir a verlos juntos. Así la gloria de la Taylor continuó intacta en varias películas que además siguieron cimentando su trayectoria como actriz. Tres taquillazos con su ya señor esposo y luego varias que intentaron repetir la magia y el prestigio y sólo dejaron ver la decadencia de una actriz aún joven pero que no superó el descalabro del sistema de estudios y que ya no conocía a los nuevos ‘dueños’ de Hollywood ni los nuevos aires y temas que quería ver el público.

Sin embargo fue en esta etapa cuando dejaría una de sus interpretaciones más inolvidables (de nuevo ganaría un merecidísimo oscar), ella era Martha, el trágico personaje de la maravillosa obra de Albee, ¿Quién teme a Virginia Woolf?. Él, Burton, era George. Y sus peleas dialécticas, sus litros de alcohol y cigarrillos… te dejan atado a la pantalla. Las otras dos películas con Burton que merece la pena nombrar es un melodrama que nació ya desfasado pero intenso y elegante, Castillos en la arena, sobre todo llevó a la gente al cine. Y cuando ambos decidieron participar en una adaptación de una obra del mismísimo William Shakespeare. Para Richard era algo habitual, era un reconocido actor de teatro que ya había interpretado varias veces personajes del bardo con éxito pero para la Taylor era terreno inexplorado… y no les salió mal la jugada con La mujer indomable. Otro éxito.

A partir de este momento, 1966, el declive. Taylor brillaba más en las portadas de papel couché que en la pantalla de cine. Ya no era la mimada de nadie. Y abandonada a su suerte y con poco olfato (parece mentira) para adaptarse a los nuevos tiempos fue rodando fracaso tras fracaso. Cuando había llegado a su máximo potencial como actriz fue desaprovechada absolutamente. Aunque ella, mujer de negocios supo diversificar sus actividades y estar siempre de alguna manera en el candelero. Todavía en 1967 apareció en un interesante trabajo de John Huston, pero no comprendido, junto a Marlon Brando en Reflejos en un ojo dorado… pero ya no hubo más taquillazos o papeles increíbles para la Taylor.

Ahora ella ejerce como leyenda. Como una auténtica superviviente. Sus ojos violetas envuelven la sala oscura…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.  

Star system femenino de cine silente en Hollywood

La primera persona con la que se creo el star system fue una mujer. Los productores pronto se dieron cuenta que el público quería saber sobre aquellos rostros que traspasaban la pantalla. Querían saber el nombre y apellido de esa actriz que sufría tanto o de aquella que les hacía reír. Todo empezó con Florence Lawrence.

Pero el star system silente nos dejó rostros que aún impactan en pantalla. Y nombres. Muchos nombres.

En el mundo de la risa la reina era Mabel Normand. También la enorme Marie Dressler. Y no olvidemos que era realmente divertida (pero sus trabajos han quedado sepultados bajo su historia con el millonario Hearts) Marion Davies. Y nunca hay que olvidar que Edna Purviance no sólo era tierna y dulce sino que tiene escenas junto a Charlot muy pero que muy graciosas.

El cine silente creo divas. Auténticas reinas que tomaron las riendas y adquirieron poder, mucho poder. Que les fue arrebatado en cuanto llegó el sonido. Y esas primeras reinas fueron: Mary Pickford, Lillian Gish y Gloria Swanson. Una era la reina, directamente. Su éxito y fama la convirtieron en la aristocracia de Hollywood y también en muñeca que llenaba los escaparates. La segunda fue la indiscutible virginal dama. Y Gloria era el glamour.

Después estaban las chicas modernas. Que aún hoy cautivan con sus rostros. Una Louise Brooks atractiva o la chica it, signo de modernidad y liberación de los años veinte, años de locura y jazz: Clara Bow.

Sin embargo fue de Suecia donde llegó la diva de las divas, la mujer delirio, que hipnotizó en sus dramas con su rostro extraño y bello. Daba igual la película o su calidad. Se convirtió en mujer fenómeno: Greta Garbo.

Otro rostro que brilló y encandiló por el romanticismo exacerbado de sus películas fue Janet Gaynor.

Y es una gozada lograr ver los trabajos silentes de actrices como Joan Crawford o Carole Lombard.

La lista es muy larga. Esto es sólo un aperitivo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.    

Los actores y actrices que brillaron en el 2010… y brillarán en 2011

Leonardo DiCaprio como el héroe atormentado que se debate en la realidad, los sueños y la locura en Shutter Island y Origen.

Colin Firth, el actor británico por excelencia que pasea su rostro por película de diseño como homosexual que vive su último día con intensidad inesperada o el rey con problemas de dicción que trata de poner solución a un problema que le aqueja en Un hombre soltero y El discurso del rey (ahora mismo en cartelera).

El rostro frío, andrógino, en melodrama italiano con aires burgueses de Tilda Swinton en Yo soy el amor.

La australiana como dama práctica pero intensa y romántica en la película poema Bright Star, Abbie Cornish.

Ewan McGregor, él es el pelirrojo de oro, el pícaro escocés de sonrisa poderosa que se encuentra presente en la inquietante El escritor o protagoniza comedia extraña Philips Morris ¡Te quiero! Sigue arriesgando.

Rostro descubrimiento que desgarra con sus héroes duros, Jeremy Renner, que se come la pantalla en En tierra hostil o The town. Ciudad de ladrones.

Marisa Tomei que sigue creciendo como actriz en comedia dramática y extraña Cyrus.

Naomi Watts parece que sigue siendo la rubia con más proyectos, la actriz imprescindible en películas de acción o en películas más independientes. Ahí ha estado este año en cartelera en Madres e hijas, Caza a la espía, Conocerás al hombre de tus sueños

James Franco, el rubio bello que nos dejará sin aliento en 127 horas y su ‘ascenso’ a los infiernos o hermoso amante en película autoayuda Come, reza, ama.

Y seguimos con los James, James McAvoy que se vuelve el hombre más tierno en La última estación… pronto regresará convertido en el protagonista de la nueva película de Robert Redford.

Julia Roberts empeñada en no bajarse del pedestal ya empieza a cosechar premios por su trayectoria (premio Donosti) y se embolsa grandes cantidades por salir unos minutejos en Historias de San Valentín o da taquillazo con película de autoayuda, Come, reza, ama

La pareja del año ha sido sin duda Javier Bardem y Penélope Cruz. No sólo por su matrimonio y embarazo sino porque en el plano artístico siguen subiendo puntos… Bardem, taquillazo con Julia en Come, reza, ama. Además interpretación intensa en película que me desespera Biutiful. Ella en fallido musical pero con número sensual que se repite una y otra vez en Nine. Y también en candelero por su participación en lo que será un éxito en 2011, nueva adquisición de la saga Piratas del Caribe como la compañera de Jack Sparrow.

La actriz francesa de mayor proyección internacional Marion Cotillard sigue deslumbrando en Nine, Enémigos públicos, Origen… y nuevo rostro de película de Woody Allen.

El actor francés Romain Duris sigue robando corazones y taquillas. Ahora con Los seductores.

Y sigue incombustible con filmografía de directores que tienen mucho de autores la francesa Juliette Binoche que ha dado su campanada con Copia certificada.

El nuevo descubrimiento galo surge de Un profeta, el rostro moreno de Tahar Rahim ahora de carrera imparable.

Otro imprescindible del cine americano que va uniendo taquilla más taquilla es Robert Downey Junior. El niño malo ahora ya maduro campa en las pantallas. Lo mismo es Scherlock Holmes, que ya tiene secuela. O héroe de comic, Iron Man, segunda parte. O nos engatusa con comedia loca en Salidos de cuentas o en melodrama basado en un hecho real, El solista.

Y otra actriz, de las que llevan también años de carrera, pero que sigue al pie del cañón y enamorando con su imagen e interpretaciones, Julianne Moore. Encandila en Un hombre soltero, es intensa en Chloe…

Seguimos con veteranos que no dejan de dar campanadas y ahí tenemos a Jeff Bridges que no sólo encandila con un oscar en Corazón rebelde y su héroe redimido sino que regresa desde la nostalgia en Tron y pronto le veremos en western de los Coen emulando clásico de John Wayne.

¿Me falta algún rostro? Seguro que sí. Pero estos son los que me vienen a la mente en fogonazos rápidos…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.    

Montgomery Clift

El hombre tormento. El chico de la bella cara que lo tuvo todo. El joven que no pudo mostrarse tal y como era. Monty Clift era actor hermoso, de método. Pero también niño autodestructivo porque no podía ser. Clift fue de esos seres humanos que vivieron haciendo caída libre. Hasta Marilyn Monroe le vio más solitario e infeliz que ella.

En la espiral perdió todo. El bello rostro fue destrozado en accidente automovilístico y la salud se fue minando. Poco a poco nada recordaba que tras el rostro atormentado existió un joven hermoso como ángel…

Sólo el cine. Sus películas, lo recuerdan.

Él fue el nuevo héroe atormentado.

Así todos quedaron sorprendidos con su debú en un western, Río Rojo en 1948. Clift no era el típico hombre duro, sino héroe sensible pero fuerte cuando hay que serlo. Ya ahí mostró delante de todos su vulnerabilidad.

En La heredera nos dejó ver que no era el príncipe azul a pesar del rostro hermoso sino un buscavidas que quiere vivir bien… y seduce a la solterona. Sin embargo, ella no perdona y se muestra mujer vengativa. Y le rompe. Porque nadie volverá a hacerla daño. Él se queda anonadado ante lo que no espera.

Un lugar en el sol nos muestra una tragedia americana. El chico pobre que sueña con subir de nivel social.Y en su ascenso mete la pata una y otra vez. Para conseguir a la niña rica tiene que destruir su pasado… y la jugada no le sale nada bien. El hermoso Clift se encontró ahí con la amiga del alma, la niña mimada del estudio que no le abandonó jamás, Liz Taylor.

Su ascenso continúa imparable. Es el joven héroe vulnerable que seduce con cada aparición en pantalla. Así fue el hombre que ama a la mujer casada en La Estación Termini. Así protagoniza una triste historia de amor en tiempo real…, una larga despedida.

Después el maestro del suspense se sirve de su tormento para que sea un sacerdote al que el secreto de confesión le juega una mala pasada en Yo confieso. Y, por fin, la cumbre. Como soldado desesperado que sufre en cada metro de celuloide en De aquí a la eternidad.

El árbol de la vida, melodrama sureño maldito, con su amada amiga Liz. Corre 1957 y sufre accidente de automóvil que le destroza la cara. Ya no será el bello joven vulnerable sino ahora hombre atormentado, dolorosamente bello, cara que cae en picado.

En El baile de los malditos de nuevo es un soldado acosado. Un judío en ejército americano que sufre continuamente rechazo. Y siguiendo con la tormenta del alma se mete de lleno en dramón de Williams. Se convierte en un doctor de almas que mira entre horrorizado y comprensivo cerebros y corazones rotos tras historia siniestra en De repente, el último verano. Clift es el psiquiatra testigo-confesor.

Elia Kazan no le dejó escapar. Su rostro atormentado protagoniza el drama de Río salvaje de personajes solitarios y desbocados que tratan de encontrar la calma. Y no lo consiguen. Mientras se admiran.

También deja sin palabras en papel secundario como una de las víctimas del horror nazi en ¿Vencedores o vencidos? donde deja testimonio que hace que tiembles.

Si su carrera empezó con un western clásico termina con uno crepuscular. Cuando los vaqueros ya no tienen praderas que conquistar ni territorios que descubrir. Cuando ya no son fuera de la ley sino reliquias del pasado aplastados por los tiempos presentes. Así Clift se convierte en un triste cowboy que se destroza el cuerpo en los rodeos. Y encuentra consuelo en otra mujer triste, la Monroe. Ambos sólo buscan un poco de ternura. Un poco de amistad.

Su última interpretación fue la del hombre que trataba de estudiar y comprender la mente humana. Nadie entendió la suya. Su último fotograma fue con rostro de Freud…

Y Monty Clift se apagó.

Sólo sobrevive en la pantalla blanca. Donde es el héroe vulnerable, el hombre atormentado… el de rostro bello…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.