Liz Taylor

Liz Taylor fue la niña prodigio de Hollywood, la adolescente que llenaba las arcas; la joven más hermosa de ojos violetas que vivía con glamour, llenaba cines y llenaba arcas y de paso se convertía en actriz intuitiva y buena empresaria… Daba noticias para el mundo del corazón si parar, era musa de paparazzis, y apenas se distinguía entre vida ficticia y vida real, entre vida privada y vida pública. Liz Taylor es y fue un icono. Una mujer leyenda ya inmortal. Liz Taylor nunca supo lo que era vivir sin éxito por eso su caída, convertida en una has been cuando apenas tenía cuarenta años, tuvo que ser triste, triste, triste. Fue la reina de los excesos: en belleza, en el amor, en la amistad, en sus joyas, en su éxito, en las comilonas, en el alcohol, en las enfermedades que siempre minaron su salud pero nunca pudieron con ella… Su camino fue trazado desde que nació, poca elección tuvo. Su madre la llevó por estudios para que hiciera pequeños papeles (tenía claro cuál iba a ser el futuro de la pequeña de ojos violetas) desde niña hasta que se convirtió en estrella de estudio, mimada, porque llenaba las arcas. Y aún Liz es una superviviente. Y aún Liz dejó un buen puñado de películas donde no sólo hay que exaltar su belleza sino reconocer que la cámara la devoraba y desprendía una luz especial, y reconocer que bajo una buena dirección y un buen papel la Taylor era una actriz que podía crear un personaje.

Primero fue niña adorable que acompaña a la perra Lassie en sus aventuras. Después se convirtió en la inseparable de un caballo en National Velvet. Otra vez persiguió a Lassie y por fin se convirtió en niña mimada y cursi, a la que quitaron su flamante cabellera negra para teñirla de rubio, que se convierte en toda una damita en Mujercitas. Así inmortaliza a una de las hermanitas de la novela de Louise May Alcott.

Llegamos a los años cincuenta y ya es un linda adolescente que protagoniza a la niña bonita de una familia ya en edad casadera y Minnelli crea dos comedias familiares (que no han dejado de tener múltiples secuelas… que le pregunten a Ben Stiller), El padre de la novia y El padre es abuelo.

La niña mimada Liz está en esa edad peligrosa que pasa de niña a mujer que suele ser el descalabro de las niñas prodigios en el cine. Pero la Taylor no se descalabra y empieza a protagonizar películas de prestigio y películas taquilleras donde su especial tono de voz y su belleza son un reclamo… y ella sigue construyéndose como actriz con matices que sobre todo tiene un dominio espectacular del objetivo de la cámara. Así la primera película en la que es reconocida como actriz adulta y algo más que un rostro bonito la protagoniza con diecinueve años y se trata del maravilloso drama Un lugar en el sol de George Stevens donde le toca el papel de la niña rica enamorada de un Montgomery Clift enamorado pero marcado por querer adquirir un puesto en el escalafón social. Ella muestra más madurez que todo su entorno al demostrar que su enamoramiento es verdadero. Y la desgraciada pareja, aunque cae en destino trágico, muestra el daño de la lucha de clases. Ella, y las circunstancias sociales, destruye, sin darse cuenta con su amor hacia Clift, a una Shelley Winters que nos pega puñetazos de dolor a los espectadores.

Después la Taylor ‘adorna’ una película mítica de aventuras en la que sólo debe mostrarse bellísima. Y ser más bella que la fría Joan Fontaine (con otro tipo de belleza en el rostro) no es complicado en Ivanhoe. Sigue así su ascenso entre galanes de los cincuenta protagonizando películas de aventuras como La senda de los elefantes o melodramas tristes como La última vez que te vi en París hasta que George Stevens la da otro papel bombón en 1956 con el que vuelve a recibir críticas no sólo como mujer bella sino como actriz. Así en esa película río-familiar Gigante la Taylor construye un personaje, Leslie, una mujer con una historia a cuestas a la que vemos como una joven esposa ilusionada a un mujer madura y con experiencia con pelo canoso (… pero sin una sola arruga).

Los años cincuenta siguen prolíficos y regalando a Liz papeles para el recuerdo. Se apunta a revisitación de mujer sureña caprichosa y sufridora a la vez a lo Jezabel o lo Scarlett pero esta vez con enajenación mental incluida en la fallida El árbol de la vida. Pero también comienza su fructífera relación con las adaptaciones cinematográficas del dramaturgo Tennessee Williams y se convierte en la sensual Maggie, con combinación blanca, en La gata sobre el tejado de zinc. Liz Taylor ya no es sólo una muñeca bella también es ahora objeto del deseo, mujer sensual. Ya no es mujer virginal e inocente… es mujer marcada con historias tórridas. Al año siguiente continua su escalada como mito erótico y cambia la combinación blanca por un seductor bañador blanco en otra tragedia de Williams, De repente, el último verano. La Taylor sigue arrasando en su ascenso al estrellato. Está en la cima. Y el estudio la mima.

Los años sesenta empiezan con un Oscar, no merecido (hubo películas y papeles mejores para Liz)… pero ella era la mujer mimada y amada. Las malas lenguas dicen que se lo dieron por haber superado una fuerte neumonía que casi les deja sin la gallina de los huevos de oro. Estoy hablando de Una mujer marcada, por lo demás un entretenido dramón donde Liz muestra sus artes de mujer sensual como modelo y prostituta de lujo. Y continúa con una de las mayores pesadillas para el sistema de estudios, un super espectáculo que termina en descalabro, la mastodóntica Cleopatra. El súmun de la actriz y su poder. Retrasó con sus enfermedades (además de muchos otros asuntos que también perjudicaron el resultado final) el rodaje de esta película-pesadilla. Y encontró al amor de su vida, Richard Burton… que procuró una publicidad escandálosa para la producción (y por qué no beneficiosa para que el descalabro en taquilla no fuese máximo) porque ambos estaban casados en esos momentos en los que vivieron su idilio y se hizo público. Cleopatra supuso un momento importante en la historia del cine y que hasta algo más tarde no advirtió Liz: el sistema de estudios estaba acabado. Ahora surgía un nuevo Hollywood, con fuerza, y una nueva fauna que expulsaría sin mucha pena a una de las divas.

Aun así la Taylor continuó con su estela de reinado, con sus escandalosa y excesiva vida junto a Burton, y sacando ganancias de ello… El público adoraba el glamour de la pareja y todavía pagaba por ir a verlos juntos. Así la gloria de la Taylor continuó intacta en varias películas que además siguieron cimentando su trayectoria como actriz. Tres taquillazos con su ya señor esposo y luego varias que intentaron repetir la magia y el prestigio y sólo dejaron ver la decadencia de una actriz aún joven pero que no superó el descalabro del sistema de estudios y que ya no conocía a los nuevos ‘dueños’ de Hollywood ni los nuevos aires y temas que quería ver el público.

Sin embargo fue en esta etapa cuando dejaría una de sus interpretaciones más inolvidables (de nuevo ganaría un merecidísimo oscar), ella era Martha, el trágico personaje de la maravillosa obra de Albee, ¿Quién teme a Virginia Woolf?. Él, Burton, era George. Y sus peleas dialécticas, sus litros de alcohol y cigarrillos… te dejan atado a la pantalla. Las otras dos películas con Burton que merece la pena nombrar es un melodrama que nació ya desfasado pero intenso y elegante, Castillos en la arena, sobre todo llevó a la gente al cine. Y cuando ambos decidieron participar en una adaptación de una obra del mismísimo William Shakespeare. Para Richard era algo habitual, era un reconocido actor de teatro que ya había interpretado varias veces personajes del bardo con éxito pero para la Taylor era terreno inexplorado… y no les salió mal la jugada con La mujer indomable. Otro éxito.

A partir de este momento, 1966, el declive. Taylor brillaba más en las portadas de papel couché que en la pantalla de cine. Ya no era la mimada de nadie. Y abandonada a su suerte y con poco olfato (parece mentira) para adaptarse a los nuevos tiempos fue rodando fracaso tras fracaso. Cuando había llegado a su máximo potencial como actriz fue desaprovechada absolutamente. Aunque ella, mujer de negocios supo diversificar sus actividades y estar siempre de alguna manera en el candelero. Todavía en 1967 apareció en un interesante trabajo de John Huston, pero no comprendido, junto a Marlon Brando en Reflejos en un ojo dorado… pero ya no hubo más taquillazos o papeles increíbles para la Taylor.

Ahora ella ejerce como leyenda. Como una auténtica superviviente. Sus ojos violetas envuelven la sala oscura…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.  

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