Creo que uno de los libros que voy a leer este verano va a ser la autobiografía de Woody Allen, A propósito de nada. Me apetece mucho. Lo que es cierto es que llevo un tiempo que estoy repasando de nuevo películas de su filmografía que tenía muy olvidadas y que a lo mejor solo había visto cuando se estrenaron o en algún pase televisivo. Algo tiene su cine y su forma de contar historias que me engancha. Algunos diálogos son un deleite escucharlos. Sus personajes suelen mostrar sus luces y sus sombras, y algunos se desnudan emocionalmente frente al espectador, sin pudor alguno. Una de esas películas que tenía totalmente olvidada era Septiembre. La rodó entre Hannah y sus hermanas y Días de radio, y frente ese binomio quedó algo enterrada, y olvidada. No me ha decepcionado.
Todo empieza en las habitaciones vacías de una casa de campo aislada. De pronto, oímos voces en francés, hasta que nos topamos con un hombre y una mujer dando una clase de dicho idioma. Ahí empieza el periplode varios personajes en un corto periodo de tiempo. Y durante unas horas todos vivirán una catarsis para que poco después todo vuelva a la calma. Septiembre cuenta una historia con el espíritu de una obra de Chejov, a lo tío Vania, mezclado con una película de Bergman, tipo Sonata de Otoño, y arrastrando los miedos, las obsesiones y las neuras de Woody Allen. No faltarán amores no correspondidos y otros imposibles, con notas musicales especiales de Art Tatum, Irving Berlin o Rudy Vallee. Y estará el publicista que quiere ser escritor junto a la fotógrafa desgraciada o la esposa en crisis con el profesor de francés enamorado. Y se mezclarán unos con otros. Los personajes que despertarán de su sueño veraniego a los cuatro anteriores serán una anciana modelo y actriz y su pareja, un científico. Ella tiene una personalidad arrolladora y un pasado muy parecido al de Lana Turner (con asesinato incluido). De alguna manera es como si el viejo y glamuroso Hollywood se codeara con los tristes personajes de Chejov, los intelectuales del mundo de Allen y los sesudos personajes bergmanianos. Y este cóctel especial funciona.