Momentos inolvidables de cabellos pelirrojos

Sí, un cabello pelirrojo aporta momentos inolvidables en metros de celuloide. Cabellos pelirrojos que corresponden, sobre todo, a heroínas únicas que pasean sus historias por la pantalla de cine.

El otro día pude disfrutar de la adaptación cinematográfica de El perfume con un llamativo cartel de cabellera pelirroja. Ahí se puede ver dos apariciones de cabellos rojos. Dos damiselas poseedoras de un perfume especial que atrae la atención de un asesino-perfumista en serie que sólo quiere conseguir encerrar el olor esencial que le aporte un poder indestructible. Así a lo largo de la película disfrutamos con imágenes potentes que ganan cuando aparecen esas cabelleras rojas (Rachel Hurd-Wood y Karoline Herfurth) al viento…

Y siguiendo con películas de una estética visual especial que brinda barroquismo y glamour no podemos olvidar Drácula de Coppola donde la amiga pelirroja de Mina (Sadie Frost), con su cabello rojo al viento, ofrece escenas hipnóticas y de fuerte erotismo.

Pero también son pelirrojas grandes damas del cine contemporáneo americano que han realzado la peculiaridad de sus melenas en diversas películas de calado en el imaginario colectivo. ¿Alguien olvida las primeras apariciones de la pelirroja de pelo rizado con cara de Nicole Kidman (—quién olvida Calma total—) llegando al paroxismo de su pelo rojo en Satine en la multicoloreada Moulin Rouge?¿O acaso se olvida el impacto de una pelirroja como Julianne Moore en Vidas cruzadas o la hermosa Vania en la calle 42?

Las melenas pelirrojas siempre han ocultado a mujeres-volcán, mujeres aventureras o mujeres fatales de poderío infinito que en metros de películas, incluso en blanco y negro, incendiaban los fotogramas. Todas tenían un toque de distinción, un toque distinto y atípico. Dentro de la galería de actrices clásicas, que brillaron con sus melenas rojas, nadie olvida el impacto de una Rita Hayworth que brilló con su melena pelirroja…, en blanco y negro, en esa Gilda que la convirtió en icono. Sin embargo el color de su melena es visible en producciones Las modelos, Los amores de Carmen o Salomé.

Al maestro John Ford le gustaban las pelirrojas. Una popular pelirroja en blanco y negro fue sin duda Katharine Hepburn, dicen que enamoró al director, y la dirigió en María Estuardo. Pero una de sus más populares heroínas pelirrojas, mujer de armas tomar y amante ideal para el Duque, fue una de las cabelleras rojas más amadas, Maureen O’Hara, que se quedó en el imaginario colectivo entre otras, en esa melena al viento que exhibía en la deliciosa El hombre tranquilo. Allí es arrastrada por los pelos por el hombre amado en una lucha de sexos divertidísima donde ambos no dejan de gritarse, besarse y darse diversas zurras…, en igualdad de condiciones, ambos reaccionan con la misma fuerza, con el mismo arrobamiento y enamoramiento.

Mujeres fuego, mujeres pelirrojas, mujeres sexo…, nadie olvida los litros de glamour y sensualidad de una pelirroja de oro, Eleanor Parker, que sobre todo en Scaramouche daba todo su juego a una cabellera roja que desplegaba todos los encantos. Con menos popularidad pero sí un recuerdo intachable encontramos a Arlene Dahl que protagonizó con su melena roja películas de aventuras y western. Otra dama intachable de la interpretación que lució, a veces, melena roja, fue Deborah Kerr, entre sus papeles de rubia y sus papeles de pelirroja siempre dejó los mejores momentos.

Las nuevas generaciones siguen aportando pelirrojas fuego que se comen la pantalla a bocados. Entre ellas nos encontramos a una dulce y sensual Bryce Dallas Howard que ya deja escenas para el recuerdo con su cabello fuego. 

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Orgullo y prejuicio (Pride and prejudice, 2004) de Joe Wright

¿Qué es una película bonita? No lo expreso en un sentido peyorativo. No. Existen las películas bonitas. Existen las películas bonitas de calidad. Películas bonitas de calidad cuidadas en cada uno de sus aspectos. Un ejemplo de película bonita de calidad es sin duda Orgullo y prejuicio de Joe Wright.

Orgullo y prejuicio es una buena adaptación de una novela del mismo título de la autora Jane Austen (esta escritora, que vivió entre la época georgiana y victoriana —1775-1817—, tiene una larga y fructífera relación con el séptimo arte). Todos los personajes, secundarios incluidos (algo que en el cine americano contemporáneo cada vez es más complicado), están perfilados y cumplen su función dentro de la narración. Hay personajes que con sólo dos apariciones ya nos imaginamos todo su historial (dígase de Judi Dench como la insoportable Lady Catherine. Es curioso pero esta actriz es especialista en apariciones de escasa duración pero con una contundencia y unos matices que no pasan desapercibidos, por ejemplo, en Una habitación con vistas o Shakespeare enamorado —ilustres ejemplos de películas bonitas—).

Sigamos con el apartado de actores. Los padres Bennett con unos efectivos, en sus caracteres distintos, Brenda Blethyn, genial, y un correctísimo veterano, Donald Shuterland son los desencadenantes de la acción con esa madre atacada de los nervios que sólo piensa en unas buenas bodas para sus hijas que eleve su precaria situación económica, sea como sea. Y ese padre comprensivo pero lejano y atrapado por las normas sociales. La protagonista absoluta es una Keira Knightley que borda el papel de heroína de época, de heroína romántica con sus dosis de inteligencia, encanto, frescura y cierta rebeldía dentro de sus circunstancias sociales. En el papel de galán nos encontramos con un serio y correcto Matthew Macfadyen que presenta a ese Darcy que tiene una cara de caballero arrogante y se va transformando en un caballero sensible y tímido que trata de enmendar sus errores y transgredir en lo poco que puede los encorsetamientos sociales de la época al igual que la amada.

Como película de época cuida la ambientación, el vestuario, las localizaciones y los peinados al máximo. Nos creemos que viajamos a otra época, a otras costumbres, a otros ritos…, las casas, las mansiones, los vestidos de diario, los vestidos de fiesta, los carruajes, las cenas en casa, los bailes como lugares de encuentro y de establecimiento de nuevas relaciones… Una delicia para la vista.

También, Orgullo y prejuicio como película bonita cuida su banda sonora. Una preciosa banda sonora que recorre toda esta historia romántica de Jane Austen con predominio del piano. Una obra delicada del compositor Dario Marianelli.

Pero además Orgullo y prejuicio es bonita porque no es sólo un ejercicio correcto de adaptación literaria, sino que Joe Wright piensa en imágenes, se sirve del lenguaje cinematográfico para contar esta historia. Así que es más que correcto y crea una bonita película llena de hallazgos y matices y con una buena fotografía por parte de Roman Osin.

Por todo lo anterior, Orgullo y prejuicio no se queda como una mera película de época, fría y correcta. Sino que consigue emocionar y está llena de vida y de un romanticismo extremo que engancha (por lo menos a esta Hildy que ya sabéis que a veces tiene sus arranques de romanticismo exacerbado). Así Wright nos cuenta esta historia a través de puertas y ventanas, que se abren y se cierran. Que presenta a personajes, que los hace grandes o pequeños, seguros e inseguros. Que rueda esas escenas de baile —sobre todo la segunda— en plano-secuencia como nadie mientras vamos descubriendo las anécdotas de cada personaje. Que se contiene en las escenas de amor haciéndolas por ello más emocionantes con unos personajes bajo la lluvia, bajo la niebla o en un amanecer. Porque sabe rodar comidas y cenas que ya se sabe que no es cosa fácil…, porque un columpio no para de dar vueltas o un piano escupe música o también nos cuenta cosas al igual que las miradas de cada uno de los personajes. Porque es una película que encierra otras historias y nos las cuenta veladamente como la de ese primo pequeño e insignificante que busca esposa y la encuentra finalmente en la mejor amiga de la protagonista que se sabe poco agraciada y no puede esperar romanticismos sino alguien que le ofrezca un techo y una seguridad económica de por vida. Porque está perfectamente trazado cuáles eran las formas y costumbres de la época victoriana, las presiones sociales, la situación de las mujeres, las hipocresías, la separación entre distintas clases sociales… Y porque es una hermosa historia de amor con sus obstáculos, sus baches y sus logros finales. Una puerta se cierra y sabemos que la historia ha terminado. Es una película bonita, sí sin duda.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (118)

Hermanos y hermanas (I): el mundo de los hermanos y hermanas está presente delante y detrás de las cámaras. Hermanos y hermanas directores o actores que siempre han trabajado juntos o que siempre han competido —incluso sus relaciones no han sido muy buenas—. Los hermanos y hermanas en la ficción también han dejado un reguero de películas inolvidables tratando diversos temas sobre todo haciendo hincapié en las personalidades distintas.

Todos conocemos las ilustres carreras de hermanos unidos en la vida familiar y profesional: los hermanos Lumiére, los hermanos Coen, los hermanos Taviani, los hermanos Wachowski, los hermanos Barrymore (Ethel, Johh y Lionel), las hermanas Bennett (Constance, Joan y Barbara), los hermanos Marx, las hermanas Gish (Lilliam y Dorothy), los hermanos Bardem, los hermanos Cruz (con mayor o peor fortuna), los hermanos Huston, los hermanos Fonda, los hermanos Phoenix o las hermanas Catherine Denueve y Françoise Dorlèac —prometedora actriz que murió trágicamente— e incluso Charles Chaplin y su hermano Sydney Chaplin… Y también conocemos las disputas o las carreras dispares entre Joan Fontaine y Olivia de Havilland o la relación indiferente entre Shirley McLaine y Warren Beatty. Todas estas relaciones entre hermanos llenan páginas y páginas de la historia del cine.

En el mundo de la ficción hay argumentos maravillosos cuyo tema central es la relación entre los hermanos…, dejando películas inolvidables. Coppola, en su filmografía como director, siempre ha dado importancia a las relaciones de hermanos. Desde su impresionante Trilogía El padrino donde nos deja unas relaciones de hermanos inolvidables (Sonny, Fredo, Michael y Constanzia más el hermano adoptivo Tom). O esas historias de hermanos protectores y míticos, hermanos mayores al que se los admira, como en La ley de la calle, Rebeldes o en su última película Tetro.

Siguiendo por el mundo de la mafia es imposible olvidar esa relación casi incestuosa y fuerte entre hermanos reflejada en las dos versiones de Scarface. En la de Howard Hawks los hermanos eran George Raft y Ann Dvorak y en la de Brian de Palma tenían los rostros de Al Pacino y  Maria Elizabeth Mastrantonio.

Historias de hermanos que son tragedia por sus distintos enfoques de la vida o sus distintas suertes como la impresionante Américan history X o la interesante El río de la vida. Historias de hermanos que compiten, que se aman y se odian, que se reconcilian y se hacen daño, que caen y se levantan, que se golpean, que jamás arreglan sus diferencias o se reconcilian como la mítica Al este del edén o esa tragedia que firma Sofia Coppola, Las vírgenes suicidas pasando por ese drama bélico, que está esperando su remake norteamericano (Jim Sheridan), de la danesa Susanne Bier, Brothers. Esas trágicas familias o esas comedias sociales donde los hermanos siguen distintos caminos para huir de la exclusión como Guerreros de Antaño o Billy Elliot.

El cine italiano también ha viajado por historias increíbles de hermanos con distintos destinos como Rocco y sus hermanos, Cosi Ridevano (Así reían), Mi hermano es hijo único  o la impresionante La mejor juventud.

La tragicomedia también deja sus frutos en películas como La familia Savages, A casa por vacaciones, Hannah y sus hermanas o  Margot y la boda.

El cine clásico también nos ha dejado historias impresionantes sobre hermanos, no sólo los Karamazov, sino que también en el género musical dio Siete hermanos para siete novias o las distintas versiones de Mujercitas. Un género rico en hermanos que delinquen o cumplen la ley juntos o que toman caminos diferentes es el western, ahí nos encontramos con joyas como Los que no perdonan, Duelo al sol o La verdadera historia de Jesse James.

Pronto la segunda parte…, porque historias de hermanos nunca faltan.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Agnes Moorehead

También llegó al cine, como Joseph Cotten, de la mano de Orson Welles que la incluyó en pequeño papel pero de carácter en Ciudadano Kane. Imposible olvidar sus cinco minutos o menos de aparición donde se convierte en la inflexible y dura madre de Kane que decide su destino y su ruptura con su infancia. Agnes Moorehead llevaba a cuestas una larga carrera teatral y pertenecía al elenco del Mercury Theatre. Debutó tarde como Cotten, con treinta y seis años…, y a partir de ese momento se convirtió en una secundaria de oro y una robaescenas consagrada.

Sin embargo, Moorehead, de rostro anguloso, duro, efigie alta y delgada, cayó en olvido. Pocos recuerdan a la Moorehead. Tan sólo hay dos hechos donde a Agnes se la nombra de continuo. Su exitoso paso por la televisión en los años sesenta donde dio vida a la madre de una bruja, Endora, en la exitosa serie de Embrujada. Y el ser una de las actrices que figuraban en el casting de una película maldita, El conquistador de Mongolia (1956), alrededor de la figura de Gengis Khan. Película estrellada en muchos sentidos, fracaso rotundo de la RKO, de Howard Hughes como productor y también supuso la muerte de casi todos los que participaron actores y técnicos en ella al rodarse en una localización que se encontraba la lado de una zona de pruebas nucleares, zona altamente peligrosa por las radiaciones contaminantes. Prácticamente todo su reparto murió al cabo de los años de cáncer, Moorehead fue uno de ellos junto a John Wayne, Susan Hayward o Pedro Armendáriz.

Pero si echamos un vistazo a su carrera, la Moorehead aparece en diversas producciones donde ofreció, la mayoría de las veces con apariciones breves, un recital interpretativo. Junto a Welles estuvo de nuevo increíble como tía Fanny en El cuarto mandamiento, película de la desintegración y decadencia de una familia. Moorehead era la tía solterona de la historia, la mujer amargada y enamorada sin correspondencia que siembra el drama. También estaría presente como secundaria en esa película que escribieron a dos manos Cotten y Welles, Estambul.

En los años cuarenta trabajaría junto a grandes estrellas y directores, siempre en papeles secundarios, así podemos recordarla en Jane Eyre (donde también actuaba Welles), Estirpe de dragón (adaptación de novela de Pearl S. Buck con una Katharine Hepburn con rasgos chinos), La séptima cruz (una bélica de un joven Zinnemman o El gran pecador (junto a estrellas como Gadner y Peck).

Sin embargo, recordemos su paso por dos películas estos años que cimentaron su prestigio. Por una parte, cine negro con una de las parejas míticas, Bacall y Bogart, La senda tenebrosa, donde la Moorehead regala una interpretación de mujer mala malísima (aunque apenas recuerdo esta película). Y, por otra, su interpretación en Belinda, drama de 1948, sobre la vida de una joven sordomuda (Jane Wyman) en una pequeña localidad. Su vida transcurre de manera difícil entre su padre y su tía (la Moorehead) la crían como pueden pero no la educan ni ayudan a su desarrollo por pobreza e ignorancia, no consideran su discapacidad sino que la tratan como si fuera una deficiente mental.

Los cincuenta empiezan con una popular película ahora olvidada que se enmarca dentro del género carcelario, Sin remisión (película que todavía no he podido ver). La protagonizaba Eleanor Parker. La película transcurre en una cárcel de mujeres, la Parker ingresa allí y choca con diversos obstáculos, una mano amiga será la que ofrece una Moorehead como mandamás en la cárcel femenina, una mano humana. En estos años continua como secundaria de excepción en melodramas históricos, musicales, western…, Magnolia (versión Ava Gadner), Meet me Las Vegas (con las piernas interminables de Cyd Charisse), El cisne (última película de Grace Kelly antes de encerrarse en Mónaco), El árbol de la vida (la película que cambió para siempre la carrera de Clift tras trágico accidente y fracaso rotundo) o la interesante La verdadera historia de Jesse James (del no menos interesante Nicholas Ray).

Pero de esta década, recordaremos sus roles secundarios en dos películas de mi amadísimo Douglas Sirk, dos melodramas de gran popularidad en su momento y dos grandes películas que convirtieron en extraña pareja de éxito a Rock Hudson y Jane Wyman, Obsesión y Sólo el cielo lo sabe. En una es la enfermera amiga que acompaña a la sufrida protagonista por todos sus padecimientos, en la otra es la gran amiga de la Wyman pero también la representante de esa sociedad hipócrita que da la espalda a la protagonista cuando pretende ser feliz con un hombre más joven y de otra condición social.

Y así llegamos a los 60 donde además de su mítica participación en la serie televisiva Embrujada, participa en éxitos de la época como la edulcorada Pollyanna (pero muy popular en su momento por el éxito de su protagonista Hayley Mills) o en la comedia de Lewis, Lío en los grandes almacenes. Pero me quedaré con la interpretación escalofriante que realiza, cual muñeca histriónica de guiñol, de criada pasada de rosca pero fiel de una demente con cara de Bette Davis, en Canción de cuna para un cadáver (1964), donde también actuaba Joseph Cotten.

La Moorehead nos dejó una galeria de personajes que merece la pena ser revisitados.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Quemar después de leer (Burn after reading, 2008) de Joel y Ethan Coen

¿Cómo definir esta película? Es la historia de un grupo de idiotas. Sí, un grupo de idiotas de mediana edad. Sí, la historia de un grupo de idiotas de mediana edad que se encuentran en crisis por distintos motivos y se ven enredados sin saberlo en una historia de espionaje de la CIA y dosis de sexo, que ni los de la propia CIA se enteran de lo que está ocurriendo pero es top secret.

Personalmente, los Coen crean unas películas que nunca me resultan redondas. Me gustan ciertos personajes. Situaciones. Escenas. Secuencias. Me meten en la primera parte de la historia pero no en la segunda o viceversa…, pero de alguna manera siempre hay algo que me resulta interesante. A los Coen les gusta el cine y conocen su lenguaje y sus géneros y juegan con ellos pero a mí nunca logran convencerme del todo. Me quedo siempre con ganas de más. Es como si empezaran con mucha energía sus historias y de pronto… pinchan. Otra cosa que me pasa con ellos es que me están encantando con una narrativa clásica y redonda, y de pronto, como yo digo, se les va la olla a fondos metafísicos, filosóficos paranoicos y a mí me desinflan toda la energía visual que me tenía atrapada (me pasó sobre todo con El hombre que nunca estuvo allí y No es país para viejos). No me parece que rompan con la narración o con el lenguaje cinematográfico, siento que deliran y que no sé que quieren terminar contando o que simplemente tienen ganas de reírse del personal, lo cual no me parece mal. A veces en sus comedias no logro meterme del todo en sus rayadas… Pero ya digo de alguna manera siempre termino viendo sus películas y siempre hay algún personaje que me cautiva. Así me pasa con todas Sangre fácil, Fargo, El gran Lebowski —sí, sí de acuerdo el Nota es inolvidable—, O’Brother, El hombre que nunca estuvo allí, No es país para viejos…, quizá la que más me gustó, por redonda, —pero tendría que volver a verla, hace siglos que no lo hago— fue Muerte entre las flores.

Quemar después de leer se me hace divertida e interesante pero finalmente se me plantea como un juego inacabado. Los Coen desarrollan una buena historia y unos personajes geniales pero no lo construyen del todo. Se me desinfla. Es de aquellas películas que pienso “joder, la sátira genial que podría haber sido”. “Lo corrosivos que podían haber sido”…, es como si los hermanos estuvieran siempre a punto de ser geniales pero cuando van a llegar a la cima se aburren y lo terminan como pueden.

Para mí sin duda alguna el personaje sorpresa en esta función satírica, el más idiota entre los idiotas, el más divertido y por ello encantador, es sin duda Brad Pitt. En algunos sitios plantean que aquí los Coen descubren su vena cómica pero yo no lo creo, ya he reído más veces con Pitt, bien en Cerdos o diamantes o en la maravillosa 12 monos… Aquí el musculitos tonto del culo, entrenador de gimnasio, cautiva con su forma de hablar, con su vestimenta, con sus bailes y sus sonrisas.

George Clooney sigue con su galería de personajes estúpidos que crean para él los Coen, que se divierten con el guaperas encantador y él se divierte con ellos (O’Brother tiene su encanto). Aquí es un tío gilipollas, obsesionado con el sexo y con las comidas que puedan afectarle además de cobarde enfermizo. Frances McDormand demuestra lo buena actriz que es y aquí realiza personaje patético, triste y tierno y por ello divertido de una mujer capaz de todo por pagarse cuatro operaciones de cirugía plástica y que desea ser deseada y amada y acabar con su soledad. No se da cuenta que tiene a su lado al hombre que la ama sin operaciones de por medio. John Malkovich es un hijo puta alcohólico que nunca ha triunfado en la CIA y tampoco en la vida personal y arrastra su destrucción y mala hostia allá por donde va. Su carisma siempre reluce, el de Malkovich quiero decir. Y él está casado con una tía desagradable y desencantada de la vida que va fríamente por el mundo y pone los cuernos al marido con otro gilipollas mayor si cabe. Ella es Tilda Swinton. Ah, por ahí, queda un tipo recto de cara triste y enamorado de su empleada, director de un gimnasio, que es el más tonto de todos…, y el único realmente enamorado (Richard Jenkins).

Y todo este grupo de idiotas se meten en comedia de enredos y espionajes sin comerlo ni beberlo. Y entre sonrisas y risas vamos viendo como avanzan hasta su destrucción absoluta ante la mirada de una CIA que actúa sin saber contra que actúa y que ni entiende ni le importa. Pero cuidado todo es top secret. Y cuidado todo termina siendo triste, muy triste. La estupidez de estos personajes es trágica, como la vida misma.

¿No me digan que no había buen material como para hacer una película redonda? Pero verán ustedes a mí no me convence del todo. No me parece redonda. La veo como juego inacabado.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

A las salas cerradas

Silencio, esta sala se cierra.

Se acabaron las risas.

Se acabaron los gritos.

Se acabaron los besos robados.

Se terminaron las lágrimas.

Se cierran las puertas.

La pantalla blanca se queda sin historias.

Las butacas vacías.

Se bajó el telón para no volver a levantarse.

Silencio, esta sala se cierra.

Ya no hay acomodador, ya no hay espectador.

Ya no hay bobina que proyectar.

No hay luces que apagar.

Silencio, esta sala se cierra.

Ya no hay más viajes.

Ni más intriga.

Ni fantasías compartidas.

Ni emociones que revolotean.

Sólo silencio.

Y cientos de butacas que ya no chirrían.

El templo se queda sin adoradores.

Ya no hay luces que se apagan.

Silencio, esta sala se cierra.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Julia (Julia, 1977) de Fred Zinnemann

Julia son pinceladas elegantes de recuerdos, sensaciones y sentimientos. La protagonista, Lilliam Hellman nos regala al principio unas palabras que explican la manera en que va a ser contada esta película compleja y bella. Una barca, un atardecer, y una mujer pescando, tranquilidad, esta mujer es Lilliam que recuerda y repasa algunos acontecimientos de su vida. Sobre todo las concernientes a dos personas que significaron mucho para ella como persona: su amiga de la infancia, Julia, y su pareja durante más de treinta años, el escritor de novela negra Dashiell Hammett.

Lilliam explica el significado de pentimento, un término pictórico, cuando se descubre en un cuadro que ha habido una alteración, es decir, cuando se manifiesta el cambio de idea que tuvo un pintor en la propia obra. Eso es pentimento. En algunos cuadros se ha ido descubriendo con el uso de tecnologías y radios x, obras en las cuales se denota que en un principio el artista iba a pintar un detalle determinado o iba a emplear un gesto concreto pero en un momento ‘se arrepiente’ y modifica la obra.

Así, por tanto, queda esta película. Es la biografía subjetiva de una mujer que va mostrando las distintas capas y variaciones de su historia con dos personas que la hicieron ser como es: Julia y Dashiell. Por eso, Julia da esa sensación de desconexión en la trama, esa sensación de que sólo nos muestra unos pocos aspectos, con esa sensación de que es más lo que se intuye que lo que se cuenta, con esa sensación de subjetivismo, donde Lilliam va construyendo su particular cuadro en el que da y quita pinceladas hasta dejarnos su concreta visión de una historia donde ella es protagonista y testigo.

Además, permite adentrarse en la personalidad de una pareja del siglo XX y en acontecimientos históricos que recorren los años treinta y desembocarían en la Segunda Guerra Mundial. La historia de Lilliam y Dashiell es interesante tanto por su compromiso político, ambos pertenecían a una generación progresista y de izquierdas norteamericana que se vio relegada al olvido sobre todo a finales de los cuarenta y durante los cincuenta cuando se desarrolló La Caza de Brujas que afectó a diversos sectores de la cultura, como por su contribución a la literatura y al cine (ya he analizado en algún que otro post más elementos de esta pareja). Hammett fue el creador de Sam Spader o de la pareja peculiar de detectives, el matrimonio Nick y Nora, unos excéntricos millonarios metidos a la investigación de casos (la saga del hombre delgado). Tuvo además una relación amor-odio con Hollywood que adaptó muchas de sus novelas pero donde Hammett no se adaptó en el sistema de estudios como guionista. Hammett estaba en la cumbre de su éxito como escritor y, de pronto, en 1934 dejó de escribir novelas y no volvió a publicar alguna otra obra. Lilliam Hellman fue dramaturga de éxito, guionista de prestigio (realizó varios guiones para su gran amigo William Wyler y algunas eran adaptaciones de sus propias obras —la más recordada quizá sea La calumnia—) y también dejó obras con retazos autobiográficos como Una mujer inacaba o Pentimento.

Por otra parte, Julia abarca la etapa en la que el fascismo toma fuerza y poder (años 30) y también la toma de conciencia de algunos ciudadanos sobre el problema del fascismo y que lucharon anónimamente en sus países de origen para impedir la catástrofe que aún así ocurriría y afectaría a diversos países.

Así la película a base de pinceladas-flash back reconstruye una amistad entre dos mujeres muy diferentes entre sí pero que se complementan (una amistad desde la infancia, adolescencia y madurez) y de una pareja compleja que establece una relación a lo largo de tres décadas. Y dentro de esa subjetividad se ve el enamoramiento que siente una persona, Lilliam, por dos personas que se convierten en imprescindibles en su vida.

Así tanto Julia como Dashiell son dos personajes reflejados de manera idealista, hermosa…, los eleva prácticamente a un altar, son inspiración de la autora. Y ella, Lilliam, es una mujer de carne hueso con sus sentimientos a flor de piel que sufre, ríe y siente. Que se enfada, que padece, que duda, que siente miles de miedos pero trata de superarlos y que sobre todo ama dos cosas: a la gente que es importante para ella (dígase Julia, dígase Hammett) y la creación literaria.

La película no es sólo retrato intimista también en esas pinceladas introduce un inquietante viaje en tren de Francia a Moscú pasando por Alemania lleno de tensión y con ingredientes del mejor cine de espionaje político. Ahí la vulnerabilidad de Lilliam queda al descubierto. Y ahí también se produce el maravilloso, tenso y melancólico último encuentro entre las dos amigas.

Fred Zinnemann crea —dirigió y produjo— una elegante y compleja película mostrando pinceladas maestras. Trabajó durante mucho tiempo el proyecto y estuvo muy pendiente de la elaboración del guión junto a Alvin Sargent y ambos contaron con la colaboración de la propia Lilliam Hellman.

El reparto muestra a una Jane Fonda a flor de piel junto a una maravillosa Vanessa Redgrave como Julia y un fantástico Jason Robards como Hammett (personaje que con tres pinceladas nos habla de un hombre complejo). Llama la atención en un pequeño papel de chica pija y frívola una primeriza Meryl Streep a punto de dar el sato con El cazador.

En esta película queda un hermoso retrato de mujer, Julia, la amiga de la infancia. La amiga a la que Lilliam admira y quiere. Desde su adolescencia se ofrece el retrato de una mujer vital e inteligente que a pesar de vivir en una ambiente de lujo, elegancias y demás es sensible a las injusticias sociales. Así rechaza a su poderosa y rica familia y va creándose una conciencia social, que la sale del alma. Decide formarse, estudiar medicina y acudir a Viena. Allí es testigo de la subida del fascismo y lucha activamente contra él. Cree en un mundo mejor y lucha sin miedo. A pesar del dolor, del daño y del desencanto, Julia nunca pierde el horizonte ni la sonrisa (así le dice a Lilliam que no deje que nadie le arrebate nunca su personalidad, su capacidad de expresar los sentimientos como un torrente…, sus famosos arrebatos) y vive según sus ideales… Un retrato subjetivo de su mejor amiga, Lilliam, que se ve marcada por la personalidad de Julia y que admira su forma de ser y vivir, siempre con coraje.

Julia es película para ver en más de una ocasión y descubrir en cada visionado una nueva pincelada oculta.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Tres propuestas cinematográficas

Últimamente he visto tres películas que no son redondas pero, sin embargo, las tres tienen varios puntos que las hacen interesantes. Son tres propuestas cinematográficas llenas de elementos de análisis.

La ventana (The Window, 1949) de Ted Tetzlaff

El director de fotografía Ted Tetzlaff se hace director y ofrece un thriller emocionante con niño testigo de un asesinato. Como el cuento de Pedro y el lobo, el protagonista es un niño con imaginación desbordante que trae por la calle de la amargura a sus padres. Su última historia es que ha sido testigo de un asesinato perpretado por los vecinos del piso de arriba. El niño en una noche calurosa sale a dormir a la azotea y a través de una ventana ve el crimen. Nadie le cree. Él se sabe en peligro. El director muestra unas escenas excelentes sobre todo el asesinato y la persecución final. Oportunidad además de ver a uno de los niños más valorados del momento, Bobby Driscoll que acabó su vida de manera trágica en una pendiente de drogodependencias.

Corredor sin retorno (Shock corridor, 1963) de Sam Fuller

El director de la violencia crea una película-choque sobre un periodista que ingresa en un centro de salud mental para averiguar quién es el culpable de un asesinato. Una vez en el centro psiquiatrico y mientras va buscando pruebas, se ve inmerso en la locura, una locura de la que no podrá salir. Una espiral en la que va cayendo en un mundo pesadilla, su investigación llegará lejos pero a costa de su salud mental. Fuller deja escenas interesantes e impactantes y emplea la locura para hablar de los defectos de una sociedad enferma. El manicomio como metáfora de un mundo enfermo. Cada uno de los testigos representa un mal de la sociedad norteamericana y el tiempo de la guerra fría.

Un hombre de suerte (Oh Lucky man!, 1973) de Lindsay Anderson

Película de los años setenta, película de inconformismo, crítica hacia todos los estamentos sociales y en especial al sistema capitalista. Y todo bajo la mirada inocente y la sonrisa amplia de un Andy McDowell que quiere ser rico y triunfar. Avanza en situaciones cada vez más surrealistas que le llevarán a los márgenes sociales. Nada se salva de la crítica (empresas, justicia, caridad, Iglesia, ejército, relaciones internacionales…) porque todo queda corrompido por un capitalismo deshumanizado. Los personajes (hay actores que triplican interpretación) son títeres, son esperpénticos, y todo bajo las canciones de Alan Price. Por ahí podemos ver a una jovencísima Helen Mirren.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (117)

León: es un gran mamífero carnívoro, un felino temerario, un bello animal que obsesiona…, y siempre muy presente en el séptimo arte.

No sólo es el logo mítico del estudio que tenía más estrellas que el cielo mismo, Metro Goldwyn Mayer.

No es sólo el Rey León de Walt Disney con remake espectacular en Rebobine, por favor.

No, el león ha estado presente en historias infinitas. Y estos felinos están presentes en la memoria cinéfila.

Primero en las películas en tierras africanas. En películas de aventuras, de cazadores, de amores eternos…

¿Alguien olvida la escenas que protagonizaban los leones en la serie de Tarzán con un John Weismuller, siempre vencedor?¿No eran los leones los que muchas veces acababan con los malos de la función?

Para mí es imposible olvidar las escenas de tensión y amor vividas en películas míticas donde los pobres leones son siempre peligrosos y casi siempre cazados. La presencia de leones está presente en escenas inolvidables de Memorias de África, Mogambo, Las nieves del Kilimanjaro, Hatari

También contamos con el león tierno, el león cobarde, sin coraje, algo afeminado, que teme y llora…, y que nos enamora. El león del clásico Mago de Oz (1939) siempre estará en nuestra memoria como uno de los compañeros inseparables de Dorothy-Garland.

Y nos vamos al Imperio Romano y a sus circos. ¿Quiénes eran los que mejor se comían a los cristianos?¿Los que proporcionaban espectáculo sangriento a las masas ávidas de diversión? Los temidos y hermosos leones…, así recordamos hace poco las escenas geniales de leones en Quo Vadis, viajamos también a Gladiator e incluso nos acordamos de pequeña película con Mature y Simmons de protagonistas con un león con memoria, Androcles y el león.

¿Y cuál es el otro espacio reservado para el león? Sin duda alguna el circo. Películas espectáculo donde no falta el domador o domadora de leones. Desde Chaplin con su El circo hasta Bronston con sus películas imperio, El fabuloso mundo del circo, pasando por De Mille y su El mayor espectáculo del mundo.

Los leones también se convierten en fantasía o símbolos del terror y del miedo. Ahí nos chocamos con Los demonios de la noche, dos leones asesino, o con un elemento mítico parlante en Las crónicas de Narnia.

Suena un rugido. Quizá sea un león hambriento…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.