Agnes Moorehead

También llegó al cine, como Joseph Cotten, de la mano de Orson Welles que la incluyó en pequeño papel pero de carácter en Ciudadano Kane. Imposible olvidar sus cinco minutos o menos de aparición donde se convierte en la inflexible y dura madre de Kane que decide su destino y su ruptura con su infancia. Agnes Moorehead llevaba a cuestas una larga carrera teatral y pertenecía al elenco del Mercury Theatre. Debutó tarde como Cotten, con treinta y seis años…, y a partir de ese momento se convirtió en una secundaria de oro y una robaescenas consagrada.

Sin embargo, Moorehead, de rostro anguloso, duro, efigie alta y delgada, cayó en olvido. Pocos recuerdan a la Moorehead. Tan sólo hay dos hechos donde a Agnes se la nombra de continuo. Su exitoso paso por la televisión en los años sesenta donde dio vida a la madre de una bruja, Endora, en la exitosa serie de Embrujada. Y el ser una de las actrices que figuraban en el casting de una película maldita, El conquistador de Mongolia (1956), alrededor de la figura de Gengis Khan. Película estrellada en muchos sentidos, fracaso rotundo de la RKO, de Howard Hughes como productor y también supuso la muerte de casi todos los que participaron actores y técnicos en ella al rodarse en una localización que se encontraba la lado de una zona de pruebas nucleares, zona altamente peligrosa por las radiaciones contaminantes. Prácticamente todo su reparto murió al cabo de los años de cáncer, Moorehead fue uno de ellos junto a John Wayne, Susan Hayward o Pedro Armendáriz.

Pero si echamos un vistazo a su carrera, la Moorehead aparece en diversas producciones donde ofreció, la mayoría de las veces con apariciones breves, un recital interpretativo. Junto a Welles estuvo de nuevo increíble como tía Fanny en El cuarto mandamiento, película de la desintegración y decadencia de una familia. Moorehead era la tía solterona de la historia, la mujer amargada y enamorada sin correspondencia que siembra el drama. También estaría presente como secundaria en esa película que escribieron a dos manos Cotten y Welles, Estambul.

En los años cuarenta trabajaría junto a grandes estrellas y directores, siempre en papeles secundarios, así podemos recordarla en Jane Eyre (donde también actuaba Welles), Estirpe de dragón (adaptación de novela de Pearl S. Buck con una Katharine Hepburn con rasgos chinos), La séptima cruz (una bélica de un joven Zinnemman o El gran pecador (junto a estrellas como Gadner y Peck).

Sin embargo, recordemos su paso por dos películas estos años que cimentaron su prestigio. Por una parte, cine negro con una de las parejas míticas, Bacall y Bogart, La senda tenebrosa, donde la Moorehead regala una interpretación de mujer mala malísima (aunque apenas recuerdo esta película). Y, por otra, su interpretación en Belinda, drama de 1948, sobre la vida de una joven sordomuda (Jane Wyman) en una pequeña localidad. Su vida transcurre de manera difícil entre su padre y su tía (la Moorehead) la crían como pueden pero no la educan ni ayudan a su desarrollo por pobreza e ignorancia, no consideran su discapacidad sino que la tratan como si fuera una deficiente mental.

Los cincuenta empiezan con una popular película ahora olvidada que se enmarca dentro del género carcelario, Sin remisión (película que todavía no he podido ver). La protagonizaba Eleanor Parker. La película transcurre en una cárcel de mujeres, la Parker ingresa allí y choca con diversos obstáculos, una mano amiga será la que ofrece una Moorehead como mandamás en la cárcel femenina, una mano humana. En estos años continua como secundaria de excepción en melodramas históricos, musicales, western…, Magnolia (versión Ava Gadner), Meet me Las Vegas (con las piernas interminables de Cyd Charisse), El cisne (última película de Grace Kelly antes de encerrarse en Mónaco), El árbol de la vida (la película que cambió para siempre la carrera de Clift tras trágico accidente y fracaso rotundo) o la interesante La verdadera historia de Jesse James (del no menos interesante Nicholas Ray).

Pero de esta década, recordaremos sus roles secundarios en dos películas de mi amadísimo Douglas Sirk, dos melodramas de gran popularidad en su momento y dos grandes películas que convirtieron en extraña pareja de éxito a Rock Hudson y Jane Wyman, Obsesión y Sólo el cielo lo sabe. En una es la enfermera amiga que acompaña a la sufrida protagonista por todos sus padecimientos, en la otra es la gran amiga de la Wyman pero también la representante de esa sociedad hipócrita que da la espalda a la protagonista cuando pretende ser feliz con un hombre más joven y de otra condición social.

Y así llegamos a los 60 donde además de su mítica participación en la serie televisiva Embrujada, participa en éxitos de la época como la edulcorada Pollyanna (pero muy popular en su momento por el éxito de su protagonista Hayley Mills) o en la comedia de Lewis, Lío en los grandes almacenes. Pero me quedaré con la interpretación escalofriante que realiza, cual muñeca histriónica de guiñol, de criada pasada de rosca pero fiel de una demente con cara de Bette Davis, en Canción de cuna para un cadáver (1964), donde también actuaba Joseph Cotten.

La Moorehead nos dejó una galeria de personajes que merece la pena ser revisitados.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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