Marathon man (Marathon man, 1976) de John Schlesinger

El maestro del suspense, Alfred Hitchcock, no es el único que empleó en sus películas un macguffin aunque fue él quien acuñó y definió el término. El macguffin es ese elemento de la historia que hace que los personajes avancen en la trama urdida pero que a la hora de la verdad no tiene mayor relevancia, sólo es una excusa para realizar historias emocionantes y que mantienen en tensión al espectador.

Un ejemplo magnífico de cómo un macguffin crea una historia de tensión es sin duda Marathon man, un thriller americano de los setenta dirigido por el director británico John Schlesinger con un guión de William Goldman (adaptando su propia novela).

El macguffin son unos diamantes, a partir, de ahí surgen unos personajes y toda una serie de peripecias que mantienen al espectador pegado a su butaca. Marathon man contiene escenas inolvidables de tensión y suspense y unos buenos personajes que hacen de esta cinta una película a tener en cuenta. Si llevas varios años sin verla, tendrás en la retina determinadas escenas pero seguro que no recordarás que son unos diamantes el mótivo que genera toda la trama.

¿Qué es lo que se recuerda? A sus personajes y algunas secuencias impactantes. Para mí el gran personaje es uno de los secundarios (gustándome bastante los principales) con rostro de Roy Scheider (inolvidable como el coreógrafo al borde de la muerte en ese maravilloso musical de Bob Fosse, Empieza el espectáculo). Ese hombre fibroso y elegante siempre al que su hermano universitario cree un hombre de negocios cuando en realidad es un agente secreto estadounidense especializado, en el momento que comienza la película, en la persecución de líderes nazis que viven con sus riquezas y sus ideas ocultos entre la gente.

Los dos protagonistas no pueden ser más distintos por eso su enfrentamiento es interesante. Por una parte, un estudiante universitario que está preparando una tesis sobre los abusos de poder, y obsesionado sobre todo por la era McCarthy por las consecuencias funestas que tuvo sobre su padre, profesor universitario, y también corredor de marathon (y admirador de la hazaña de Abebe Bikila). Ahí nos encontramos con un Dustin Hoffman perfecto en su papel de inocente metido de repente en asuntos ajenos a su vida diaria. Y, por otra parte, el ángel blanco, un líder nazi, Szell, que en su momento protagonizó terribles torturas en los campos de exterminio llevando a extremos inhumanos su preparación como dentista. Aquí nos encontramos con un gran actor británico con el rostro de un anciano y enfermo Laurence Olivier que compone un malvado inolvidable.

Por otra parte, nos encontramos con otros secundarios que enriquecen la trama, desde el punto de vista del suspense, la chica ambigua —mezcla de mujer fatal y mujer ideal— con el rostro de Marthe Keller y otro malo malísimo un agente doble —que juega continuamente a dos bandas— con la inquietante cara de un secudanrio de aquellos años, William Devane.

¿Cuáles son esas escenas que permanecen en la retina del espectador? Pues sobre todo la tortura a la que somete Szell al estudiante universitario con instrumental dental a la vez que le formula continuamente la pregunta: “¿Es seguro?”. O esa otra de un Scheider en ropa interior haciendo gala de un cuerpo admirable en una habitación de hotel parisino y atacado por un hombre con un alambre metálico para quitarle la vida. Imposible olvidar esas carreras contrarreloj de Hoffman primero en Central Park como parte de su entrenamiento y después para salvar su vida. Y tampoco se te quita de la mente esa arma mortal que lleva Szell para su defensa, una muñequera con un puñal que arrasa muertes.

Marathon man contiene una y otra vez distintas trampas de guión que hacen su visión emocionante. Esos guiones que si reflexionas despacio la película deja ver sus incoherencias pero que mientras estás al borde de un ataque de nervios viendo la trama no incomodan. Y eso amigos es bastante complicado. Sin embargo, cuando William Goldman recuerda esta película en su apasionante libro Aventuras de un guionista en Hollywood sólo tiene recuerdos para un anciano y enfermo Olivier que conquistó al escritor por su profesionalidad, fuerza y educación. Así que no se dedica a hablar sobre el guión y sobre cómo lo construyó sino que cuenta un montón de anecdotas emocionantes sobre los momentos que regaló el gran actor británico.

También, Marathon man entraría dentro de un ciclo de películas recordadas como parte de la segunda época dorada de Hollywood en los años setenta donde uno de los productores estrellas fue Robert Evans. Otro de los aspectos que se suelen señalar al hablar de esta película y que la hace ganar enteros porque efectivamente logra una ambientación acorde con el suspense de la película es la labor del director de fotografía, Conrad L. Hall, que tiene en su haber producciones magníficas como Dos hombres y un destino o dos de sus trabajos más recientes (los últimos de su carrera, tristemente murió en 2003) American Beauty y Camino de perdición.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.