Una mujer atrapada (Lady in a cage, 1964) de Walter Grauman

Sigo indagando en la filmografía de Olivia de Havilland para repetirme una y otra vez que da gusto disfrutar su variedad de registros. Para algunos sólo es recordada como la heroína romántica al lado de Errol Flynn para otros la inolvidable Melania (que nunca me canso de decir que tiene que verse una y otra vez Lo que el viento se llevó para no quedarnos sólo con la lectura de una mujer cursi —en parte por el doblaje— sino que es un personaje lleno de matices a descubrir), sin embargo, Olivia realizó muchos más papeles y tiene una carrera llena de caracteres interesantes.

A partir del éxito de ¿Quién fue de Baby Jane? a principios de los sesenta que lanzó de nuevo carreras olvidadas de grandes divas como Bette Davis o Joan Crawford, Robert Aldrich puso de moda este tipo de historias oscuras y terroríficas plagadas de interpretaciones guiñolescas por parte de grandes intérpretes. Películas barrocas y angustiosas de historias fuertes y personajes oscuros. Donde la soledad y la decadencia, donde el desgarro de la América contemporánea (la de ese momento) se refleja en una radiografía radical y negra. Incomunicación, locura, olvido y horror son sus ingredientes así como una serie de personajes desagradables. El mismo año de esta película que vamos a comentar, Aldrich rodaría una especie de segunda parte de su primer éxito macabro también con Bette Davis y casualidades de la vida con Olivia de Havilland, Canción de cuna para un cadáver.

Una mujer atrapada la situaría dentro de esta corriente. Como las películas anteriores devuelve el protagonismo a divas del pasado: una gran Olivia de Havilland y una impactante secundaria, Ann Shothern (la de Carta a tres esposas o la secundaria de Gardenia azul). Ofrece, también, un rostro joven y nuevo, futuro Sonny-James Caan. Tiene una trama interesante que te atrapa, una serie de personajes muy desagradables —pero todos con momentos de lucidez y humanidad, todos excepto dos personajes jóvenes que en toda la película se muestran como pérdidos, como niños malos e inconscientes, como sin sentimientos— y te quedas hecho polvo en el sillón de tu casa. Si hay que describir con sentimientos esta película, me quedo con soledad, angustia, claustrofobia…

Una viuda rica, con un amor extremo y edípico hacia su hijo, que se está recuperando de una lesión de cadera se queda sola en su casa de lujo. Dicha mujer con cara de De Havilland se muestra dichosa e inteligente en un hogar y una cotidianeidad que domina. Para acceder al piso superior tiene que emplear un ascensor y se sube confiada y feliz. De pronto, por una avería en el exterior de la casa, se queda sin electricidad y atrapada en el ascensor. Sabe que durante varios días nadie aparecerá por su casa. La Havilland empieza a agobiarse y más cuando ante la alarma sólo aparecen en su casa un sin hogar alcohólico, una prostituta ya madura y tres jóvenes descerebrados…, y no precisamente para liberarla.

La película alcanza momentos álgidos de angustia sobre todo en los arranques inconscientes de violencia de los tres jóvenes. Sus diálogos corrosivos hacen pensar. ¿Quiénes son los monstruos en una sociedad que genera situaciones de exclusión insultante? Los visitantes, ¿son monstruos o víctimas? La mujer encerrada, la madre-jaula, ¿es víctima o monstruo? Los que pasan por las calles, ¿son víctimas o monstruos? La incomunicación en la que vivimos, el aislamiento, el egoismo extremo, ¿en qué está convirtiendo a los seres humanos?Los personajes llegan a extremos tan desagradables y guiñolescos que es muy difícil identificarse o empatizar con ellos (James Caan lleva al extremo más chulesco, casi a la caricatura, su desagradable personaje al igual que sus compañeros de fechorías), tan sólo, lo logras en momentos de humanidad, sombras de humanidad, que te dejan hecha polvo. Al sin hogar alcohólico que no quiere morir sino sobrevivir como ha hecho siempre, a la prostituta ya mayor que sólo quiere irse de la casa, no quiere morir; a el chico, al que nunca han amado, que ha ido de reformatorio en reformatorio al que nunca han dado una oportunidad sino golpes y más golpes que tiene su final pintado en el rostro o a esa madre de vida ordenada de amor obsesivo a su hijo a la que en unas horas se la desmorona su falsa felicidad y se descubre monstruo y descubre el daño que ha hecho toda su vida al hijo único al que venera…

Una mujer atrapada no es una gran película pero sí una curiosidad cinéfila con buenas interpretaciones, Havilland se sale, y con varias reflexiones que deja en el aire para cuando se acabe la angustia y el guiñol exagerado. Triste, triste, triste…