Relaciones cine y literatura…

Marilyn Monroe se casó con el dramaturgo Arthur Miller.

Roald Dahl, sí, el de la fábrica de chocolate, se unió a Patricia Neal.

La desencanta Frances Farmer tuvo un idilio con el dramaturgo Cliford Odets.

El escritor y actor Sam Shepard no se separa de Jessica Lange.

Carlos Fuentes evoca su romance con Jean Serbeg.

Jean Cocteau era poeta, novelista, dramaturgo, pintor, crítico, cineasta… y se enamoró del actor Jean Marais, el de rostro griego y perfecto…

Lilliam Hellman y Dashiell Hammett vivieron enamorados, escribieron, y ambos dejaron su huella en guiones de cine. 

Hubo una época en que Vicente Blasco Ibánez era todo un escritor de best seller y su éxito llegó a Hollywood y sus obras fueron adaptadas…, y en alguna, Greta Garbo muda, consiguió su halo de muerje de destino fatal.

Por ahí hay un epistolario sobre le amor eterno que le profesaba Ernst Hemingway a Marlene Dietrich. 

A Hitchcock hubo algo de los relatos y novelas de Daphe du Maurier que hizo que recurriera a su obra en contadas ocasiones. Así ella no cayó en olvido. Al fin y al cabo es la autora de Rebeca.

Paulette Godard, primero musa de Charlot, se casó con el escritor alemán Erich Maria Remarque que ya había alcanzado la gloria en Sin novedad en el frente.

Barbra Streisand

Hoy me quedo mirando fijamente una fotografía que aparece en el artículo dedicado al recientemente desaparecido Paul Newman en el nuevo Fotogramas del mes de noviembre. Una imagen en la que aparecen cuatro actores carismáticos y progresistas cuando en 1969 constituyeron la productora First Artist: el propio Paul Newman, Steve McQueen, Sydney Poitier… y Barbra Streisand. Siempre fue una mujer de armas tomar. 

Entonces me vienen a la cabeza varias canciones y discos de vinilo que no me cansaba de escuchar allá por los años ochenta. La Streisand tiene muchas cosas que la hacen distinta y especial: una bonita voz, una nariz imperfecta, unos ojos azules vivos, unas preciosas manos —que siempre sabe enseñar— y una carrera cinematográfica… Los setenta tienen rostro de Barbra que supo emplear su talento y su personalidad carismática. En los ochenta le dio por dirigir y no salió mal parada. Su carrera cinematográfica es breve pero muy interesante donde brilló en el musical, en la comedia y también como heroína romántica. 

Su primer éxito cinematográfico llegó más tardíamente que su triunfal carrera como cantante pero arrasó…, como ya lo había hecho en su representación en Broadway. La actriz y cantante aparece en la pantalla con Funny Girl, 1968, sobre la historia de la cantante y cómica judía Fanny Brice. Entró al cine por la puerta grande y con oscar incluido. Streisand estaba deslumbrante como esa divertida patita fea que obtiene, con perseverancia, el éxito y se enamora de un bello jugador que la rompe una y otra vez el corazón con cara de Omar Shariff.  La Streisand siempre lo conseguía…, estallaban fuegos artificiales en su unión con distintos actores. Conseguía química. La joven Streisand demostró en su primera película que sabía cantar, sabía actuar y ser divertida. Todo un logro. Su secuela (Funny Lady, 1975) no supuso tanto éxito aunque es un placer volverse a encontrar con Fanny ahora acompañada por el locuelo de James Caan (¡qué bien hace de chuleta!)…, Omar sigue rompiéndola el corazón. 

Siguió en la senda del cine con dos musicales más: Hello, Dolly (1969) donde se convertía en una viuda casamentera o Vuelve a mi lado (1970) con una Streisand dispuesta a todo con tal de dejar el tabaco. La joven promesa trabaja con dos veteranos del género musical: Gene Kelly y Vicente Minnelli. 

En 1970 decide no cantar en el cine y sí hacer reír y protagoniza una entrañable y poco recordada película (que es en realidad la adaptación de una famosa obra teatral de Bill Manhoff) La gatita y el búho. Ella es una prostituta con muchas ganas de convertirse en una actriz famosa y él (brillante George Segal, de nuevo la química), un escritor al que no publican sus novelas. Ambos se ven unidos por una situación incómoda y a partir de ahí asistimos a los encuentros y desencuentros de dos seres muy distintos pero con algo que les une: su afán por no aceptar que han fracasado en sus sueños, su habilidad por pintarse otra personalidad y aparecer tal y como no son, su vulnerabilidad…, y la prostituta y el escritor terminan comprendiéndose y enamorándose de veras. 

A partir de este punto de inflexión en su carrera, Barbra es el rostro femenino de la nueva comedia de los setenta. Y ella que no es tonta recupera el prototipo de mujer progresista, locuela, inteligente, liberada y divertida de las screwball comedy de los años 30 y 40. Papeles con personalidad de una cabeza loca, inteligente y divertidísima como lo fueron Carole Lombard, Katherine Hepburn, Rosalind Russell o Barbara Stanwyck. Y nos deja dos obras de la diversión y el equívoco. Rozando el surrealismo (sobre todo la más desconocida). Por supuesto vuelve a conseguir química con sus compañeros de reparto: Ryan O’Neal y Michael Sarrazin. 

La primera de estas películas que protagonizó en 1972 es un claro homenaje a La fiera de mi niña y Barbra no sale mal parada, risa asegurada con esta loca de la vida que es Judy en ¿Qué me pasa doctor? Con O’Neal volvió a trabajar en otra comedia que no tuvo la misma repercusión, Combate de fondo (1979) 

La segunda comedia es todo un disparate Qué diablos pasa aquí, estrenada en 1974, donde Barbra es una joven esposa que quiere ayudar a conseguir sus sueños a su esposo, un joven taxista, y de pronto se mete en un lío y en otro y en otro más…, ¡ojo! al protagonismo de unos búfalos… 

También, en esta misma década se convierte en heroína romántica en dos películas que son nostalgia pura que además adereza con sus canciones. Y por supuesto se deja acompañar muy bien… ¡¡¡y como siempre con química!!! por Robert Redford y el atractivísimo y también cantante Kris Kristofferson. 

Con el primero sube a los cielos del cine romántico y al altar de los nostálgicos en Tal como éramos (1976) en una historia de amor a lo largo de los años (30, 40 y 60) entre Katie, idealista y con ideas políticas progresistas siempre deseando un mundo mejor y Hubbel, el niño bonito y pijo de la universidad, más individualista y práctico. De banda sonora, la voz de Barbra en uno de sus temas más recordados The way we were, ¿alguien da más? 

Con el segundo,  protagonizó todo un clásico que ya habían interpretado Janet Gaynor y Judy Garland, Ha nacido una estrella. La película de Barbra y Kris traslada la trama al mundo del rock and roll. Corre el año 1976, las drogas y el alcohol destruyen la trayectoria de un brillante cantante mientras su esposa va subiendo poco a poco hacia el estrellato. Buenas canciones, mucho amor y mucho dolor. Yo oigo Evergreen y me emociono. 

De pronto, llegan los ochenta, y si ya había sorprendido con su afán en el mundo de la producción, deja a todos boquiabiertos con Yentl (1983), sensible musical plagado de hermosas canciones, donde Barbra actúa, dirige, produce y escribe el guión. Ahí, la actriz y cantante es una muchacha judía, hija de un rabino, que quiere estudiar en un centro donde sólo les permiten acceso a los hombres y ni corta ni perezosa se disfraza y se convierte en uno para poder cumplir su sueño. Fue un éxito de crítica y público y, sin embargo, hoy está bastante olvidada. Como muchas películas de los ochenta. 

A partir de este momento sus apariciones empiezan a ser más esporádicas. Trabaja en un thriller que tiene cierta repercusión en el año 1987, Loca y en su última aparición ha vuelto a la comedia y a papel alocado de hippy psicóloga de toda la vida en Los padres de él (2004). 

Sin embargo, regresa de nuevo dos veces a la dirección con éxito en dos películas que funcionan. La primera como melodrama psicológico y la segunda como comedia romántica, de las de siempre. Y en ambas se reserva papel protagonista y lo borda. La primera sorpresa la da con un taquillazo que recupera además también a un Nick Nolte de capa caída ambos están magníficos en melodrama familiar donde una psicóloga trata de indagar en el pasado del hermano de una paciente y termina desvelando una terrible verdad y enamorándose de él.  ¿Recuerdan El príncipe de las mareas (1991)? 

En la segunda se une a mi adorado Jeff Bridges y se montan una película romántica de las de toda la vida, donde dos profesores universitarios se plantean que pueden estar juntos y bien avenidos sin sexo de por medio (porque el adorado Jeff piensa que las relaciones sexuales son las que hacen fallar a las parejas)…, pero ella empieza a pensar distinto. Y ahí tenemos la divertida El amor tiene dos caras que además nos plantea muchas cosas sobre las relaciones de pareja. Y como siempre Barbra y Jeff desprenden mucha pero que mucha química. 

¿Regresará a la pantalla?¿Volverá a dirigir? Ya tiene un hueco en las salas oscuras en la pantalla blanca…, pero quizá pueda darnos otra sorpresa.

El manantial (The Fountainhead, 1949) de King Vidor

Ésta es de esas películas que tienen mil y una lecturas. Empecemos en plan laberinto a bailar entre interpretaciones.

Director de prestigio como King Vidor. Actores de la talla de Gary Cooper, Raymond Massey, Kent Smith o Robert Douglas. El descubrimiento de una nueva estrella del firmamento, la siempre interesante Patricia Neal. Música del maestro Max Steiner. Impecable uso de la escenografía y del blanco y negro.

Resultado: melodrama tórrido de finales de los cuarenta con variadas connotaciones sexuales.  Ésa puede ser una primera lectura. Un hermoso hombre encuentra una hermosa mujer (complicada mujer, todo hay que decirlo, yo a veces me pierdo con ella a profundidades que no entiendo) y desde su primera mirada saltan chispas. Pero el amor no es posible. Y entra el tercero en cuestión, un Raymond Massey (en un papel complejo pero bien resuelto, está fantástico) que no impide que se apague el amor entre ambos…, pero para más inri, Massey se convierte en el mejor amigo del hermoso hombre y se enamora profundamente de la hermosa mujer. Y para dar más rizo al rizo, la hermosa mujer y el hermoso hombre sienten enorme cariño hacia el tercero en cuestión. ¡¡¡Dios mío, Dios mío!!!

Destacar de esta primera lectura: ¡¡¡realmente hay una química increíble entre el viril Cooper (que hubiera estado mucho mejor en este papel a principios de los años treinta, vamos cuando conseguía que la mismísima Marlene Dietrich le siguiera por los siglos de los siglos por el desierto) y la joven y solida promesa cinematográfica, Patricia Neal.

Conclusión: cotilleo hollywoodiense la pasión traspasó la pantalla…, ambos ya estaban protagonizando tórrida historia que les descolocó por los siglos de los siglos, sobre todo a Neal.

Segunda lectura: el hermoso hombre es un arquitecto demasiado moderno e incomprendido por todos. Las obras arquitectónicas y cinematográficas del hermoso hombre se parecen bastante a las del arquitecto Frank Lloyd Wright. Tanta modernidad del artista que además no cede nunca a que se altere su obra original, le trae problemas. La genialidad no está bien vista. Y tiene enemigos por doquier. La gente no está preparada para su interpretación de los edificios. No casa con los gustos del momento. Y todo el mundo, prensa y opinión pública se abalanzan sobre él. Ya se lo avisó su compañero de estudios, que va con todas las modas y por eso obtiene prestigio y fama, cede y da lo que te piden. Pero el hombre hermoso es íntegro con lo que ama hacer y nunca cede hasta que poco a poco se va aceptando su estilo y su forma de entender los edificios. Nunca decaé. El hombre hermoso ve como se cargan su obra arquitectónica, su proyecto, y toma decisión drástica que le traerá problemas con la justicia. Pero él explica que es genial y que los genios siempre han sido incomprendidos, vilipendiados, perseguidos e insultados…, y entonces convence a un jurado que escucha su elaborado discurso.

Conclusión: El manantial puede ser una defensa a la genialidad y creatividad de los artistas que no deben dejarse llevar por modas o gustos de épocas e innovar sin cansancio. Y también una defensa a la integridad de la obra del artista, a que es una obra del creador y por lo tanto no tiene que ser modificada. Si se modifica, se atenta contra la libertad y creatividad del artista.

Tercera lectura: el cine es un medio de comunicación, un instrumento que puede transmitir ideas, conceptos, ideologías, pensamientos, propagandas, interpretaciones, puntos de vista…, y ésa es la razón por la que nació El manantial que no es más que la adaptación de una de las novelas  de la filósofa e ideóloga Ayn Rand. La mujer en cuestión huyó de la revolución bolchevique y su exilio la llevó a EEUU y allí entre otras cosas creo un sistema filosófico llamado el Objetivismo. Rand defendía el absoluto individualismo del ser humano, realizaba odas al egoísmo humano y miraba con muy buenos ojos al sistema capitalista (la intervención del Estado ni verla). Además, de hacer obras filosóficas quiso llevar su pensamiento a la ficción y se convirtió en autora de libros de ficción de éxito, uno de ellos El manantial. Cuando se compraron los derechos del libro para ponerlos en imágenes, ella se convirtió en guionista de su propia obra y no permitió que cambiaran ni una coma (aunque al parecer no se quedó muy satisfecha con el resultado).

Conclusión:… a entonces es la historia de un superhombre con un par de huevos que no se deja aplastar por la masa mediocre y por sus compañeros parásitos, que lucha sólo por él mismo y su obra y que le trae al pairo lo que le rodea, nadie tiene por qué intervenir en lo que hace. Porque todos opinión pública, masa, políticos…, todos son corruptos, todos buscan poder corrompido. Lo que pasa es que se cruza por su vida la mujer hermosa, pero que le entiende muy bien y le deja libre y para ello se casa con uno que se cree poderoso pero que no lo es, vamos que se ha dejado arrastrar por la corrupción, por los mediocres, y claro, cuando se encuentra ante un hombre íntegro, su manera de pensar cambia totalmente y se descubre para su horror parásito…, él sabe que el superhombre sólo tiene ojos para su mujer. Bueno, a lo mejor cojo y como soy un fracasado pues me aparto del camino. Y el viril, egoísta, íntegro como él solo, genial arquitecto será el que se lleve a la chica (que siempre ha sido algo complicada pero es que también es genial) y construirá para siempre edificios como le salga de los mismísimos y cuidadito con que alguien le toque las narices porque su edificio es su edificio y lo demás importa un huevo. Yo siempre íntegro. Íntegro. Y no se crean que los hombres que hacen que tenga una carrera, que construya como le sale de donde le salga, son curiosamente hombres muy ricos hechos a sí mismos, que saben lo que es ser genial y egoísta y le dejan construir y le ponen la pasta.

Diccionario cinematográfico (80)

Enfermos terminales: y me viene a la cabeza Rémy, el protagonista de Las invasiones bárbaras, y cómo lloré con ese hombre cínico y lleno de vida que se ve postrado por un cáncer terminal y decide cómo quiere morir y cómo quiere despedirse de cada una de las personas importantes de su vida.

Entonces recuerdo a Ann, en Mi vida sin mí, y esa delicada lista que realiza de todas las cosas que desea antes de morir o esa cinta que graba para dejar todo bien atado, para siempre estar ahí. Y el silencio que guarda sobre su destino…

De pronto, visito a  Dimitri en ese centro de cuidados paliativos y cómo va aceptando que tiene que irse y cómo se da otra oportunidad para no irse cabreado y para querer y dar. Y entonces canta con esa voluntaria de rostro dulce, Suzanne, en un karaoke una canción que habla de la belleza de la vida, de cómo la cabeza me da vueltas como un tiovivo.

Y veo como esa joven alocada vive sus últimos momentos con tranquilidad y belleza, una amarga victoria es la que tiene Judith con los ojos de una Bette Davis de excepción.

Entonces regreso al viejo café donde la encantadora de abejas sufre porque su Ruth sabe se muere, que los ojos se le cierran, entonces su amiga enferma le pide que le cuente esa historia de los patos que se llevaron el lago…

Más y más curiosidades cinéfilas

Cómo te quedas si te cuento que Margo Channing, la inolvidable diva del teatro de Eva al desnudo, iba a tener el rostro de Claudette Colbert.

Y qué me dices si te digo que Bonnie era el sueño de Leslie Caron, que se quedó sin papel y sin novio…, Warren Beatty no veía a su amor con metralleta.

Gritaré y gritaré que de las muchas posibles Escarlatas O’Haras, yo me enamoré de las pruebas que dejó para la eternidad Paulette Godard.

¿Sabíais que era Julie Andrews la que imaginaba que iba a ser Liza en el musical My fair lady puesto era ella la que triunfaba en los escenarios?

¿Os imagináis la cara que se le quedó a Jessica Tandy cuando vio que todos sus compañeros de teatro conseguían su papel para la película de Un tranvía llamado deseo y que ella, Blanche, era la única que no conseguía el rol?

A Truman Capote le hubiese fascinado que su Holly, de Desayuno con diamantes, tuviera la cara de Marilyn Monroe…

Caleidoscopio de curiosidades cinéfilas

No puedo evitarlo y es que siempre que programan en televisión La estanquera de Vallecas de Eloy de la Iglesia me quedo pegada a la pantalla porque me envuelve una infinita ternura hacia Leandro, Tocho, la estanquera –esa impagable jefa— y su inocente sobrina (con cara de Maribel Verdú). Y siempre me conmueve esa historia que transcurre en el madrileño barrio de Vallecas de dos delincuentes por necesidad pero lindos y sus dos víctimas que descubren a dos hombres sin suerte y entre los cuatro se entienden y hay un espíritu colectivo de gentes que se unen en periodos de necesidad. Deseas tanto que nadie sea duro con Tocho o que Leandro tenga un golpe de suerte. Quieres tanto que la estanquera y su sobrina les vaya bonito…

Y para mí aquí Eloy sabe llegar con cuatro intérpretes que se identifican plenamente con sus personajes: esa pedazo mujer que es Emma Penella (a cuántas abuelas y madres vemos reflejadas en su cuerpo enorme), Maribel Verdú (adolescente que se transforma), José Luis Gómez (con esas manos de trabajador, buena gente con mala suerte) o José Luis Manzano (el rubio de los rizos como esos jóvenes sin futuro, duros pero faltos de cariño con mala suerte por su perra vida…).

Y va ahí mi pequeño recuerdo para Tocho o José Luis Manzano, actor fetiche de Eloy de la Iglesia y modelo de aquellos jóvenes no profesionales que intervinieron en películas de los ochenta sobre delincuencia juvenil. Jóvenes que su vida se diferenciaba poco de lo que representaban en la ficción. A Manzano le vimos en Navajeros, en El pico o en Colegas. Y siempre nos partía el corazón. Murió en 1992 por sobredosis a los 27 años.

Moda y cine

Binomio inseparable. Hoy veo en el especial Belleza de El país semanal un reportaje de moda que se inspira en la replicante Rachel de esa maravillosa película que se llama Blade Runner.

Y entonces mi cabeza empieza a hilar. Este fin de semana he visto de nuevo Una cara con ángel, esa película de Donen donde vemos a una Audrey fantástica bailar junto a Fred Astaire. Y allí la actriz se convierte de bibliotecaria a modelo de alta costura en un París romántico. Astaire es una especie de Avedon (que fue asesor de fotografía en esta película) que obra el milagro con unas fotos y una estética maravillosa de una chica con ángel. Y recuerdo la unión de Audrey con Givenchy y cómo todos recordamos a la actriz con los atuendos del modisto que aún hoy no pasan de moda. Y me quedo con la imagen de esa chica con ángel que se mueve en el París bohemio toda vestida de negro, con pantalones pitillo…

También, anoche lei de nuevo un artículo sobre la revolución que supuso en 1967 Bonnie and Clyde en muchos aspectos pero también en el mundo de la moda. De pronto, la ropa de Warren y Faye se convirtieron en lo más. Y subieron en ventas las boinas de Bonnie.

Y sigo hilando e hilando y recuerdo como las camisetas interiores blancas de hombre se pusieron de moda y se subieron las ventas después de ver más bello que nunca a un Marlon Brando que en Un tranvía llamado deseo se cambia una y otra vez por el calor que hace. O como también, elevaron sus ventas, las camisetas interiores de tirantes, cuando Clark Gable lucía tan bien con ellas en Sucedió una noche.

Y así podría seguir, como siempre, de manera interminable.

La vida privada de Elizabeth y Essex (The Private Lives of Elizabeth and Essex, 1939) de Michael Curtiz

Y en día patético me he sentido identificada con historia de amor dramática de la reina Isabel de Inglaterra y el conde de Essex. Una historia de las de ni contigo ni sin ti. Una reina y un conde que se aman con desesperación pero otros intereses no les dejan entregarse e incluso les llevan a un final trágico.

Ahí, están, grandes, en sus momentos de mayor brillo estelar, la gran Bette Davis y el aventurero vital Errol Flynn (por cierto, guapísimo en esta película) amándose sin alcanzar la felicidad. Ambos estrellas de la Warner y ambos dando mucho dinero en taquilla. Corría ni más ni menos que el glorioso año de Hollywood 1939 (sí, sí el año de Lo que el viento se llevo, de Caballero sin espada, de El mago de Oz…) y Errol ya había sido un flamante Robin Hood y era el joven hermoso por el que suspiraban ellas y ellos. Se encontraba en la cumbre. Al igual que su compañera, la sin par Bette Davis, ya reina del melodrama que ese mismo año triunfaba con Amarga victoria (que pronto comentaremos) y un año antes se había transformado en heroína sureña con nombre de Jezabel. Para esta estrella y actriz no había retos. En el mismo año se transformaba tanto en una joven y bella veinteañera a la que se le va la vida y decide aprovechar hasta el último suspiro (Amarga victoria) como en una reina ajada que ya se va haciendo anciana enamorada de un joven conde con ambición de poder y que se encuentra atada a la corona de Inglaterra y a su orgullo en la película que nos ocupa.

Este melodrama no aburre en absoluto. La película se aleja de puntillas de lo que no le interesa de la Historia y se queda con lo que hará suspirar y atraerá a espectadores. Y vaya si sabe hacerlo. Con la sabia mano del artesano Michael Curtiz y un interesante uso del Technicolo disfrutamos de un romance en pleno siglo XVI. Con un guión adaptando correctamente para el cine la obra en verso de Maxwell Anderson y una música siempre mágica y bien empleada del compositor Erich Wolfgang Korngold… Voilá, a suspirar por ese amor y desencuentro contínuo en la corte de la reina. Donde no faltan las traiciones palaciegas, los soldados, las damas, los aposentos enormes, los rumores, los gritos del pueblo…

Como era habitual en estas películas que se realizaban en el apogeo del sistema de estudios, La vida privada de Elizabeth y Essex es una fuente de anecdotas donde también tienen un hueco los grandísimos actores secundarios. Por una parte llama la atención en un pequeño papel a la gran Olivia de Havilland, de nuevo en su estudio, después del éxito apoteósico que iba a suponer para ella su reencarnación de Melanie en Lo que el viento se llevo. Sin embargo, el estudio en vez de ir buscándola buenos papeles, la dejaba claro que era una actriz bajo contrato y que ahora porque les daba la gana le daban ese papel. A Olivia no la sentó en absoluto bien y, sin embargo, como siempre trabajó correctamente. Además, es otra película para la colección de papeles que interpretaría junto a Errol Flynn y que les convirtió en aquellos años en una de las parejas cinematográficas más populares (el ligón de Errol nunca logró los favores de Olivia fuera de la pantalla pero sí conservaron una amistad). Por ahí nos encontramos a Donald Crisp o a Vicent Price que hacen más atractivas las intrigas palaciegas.

Además de la manera despótica que tenía Curtiz de manejar el cotarro, contamos también con el choque de egos entre las dos estrellas, que nadie lo diría viendo las miradas de cariño y la química que desprenden en la película, no se llevaban en absoluto bien. Siempre es un placer para que os entereis de todas estas historias de enemistad y conozcais los rodajes complicados de películas clásicas que consulteis los tomos de Juan Tejero Este rodaje es la guerra.

Como siempre Flynn tira en su intepretación del instinto, la vitalidad y su simpatía natural y logra un conde absolutamente enamorable y la Davis se prepara concienzudamente su papel: desde la apariencia física (quería parecerse lo más posible a lo que pudo ser en la realidad esta reina) hasta cada uno de los vestidos y objetos que rodean su vida. Pasando por la manera de hablar y por cada uno de los gestos de esta reina compleja. Y que quereis que os diga a mí los dos me convencen. Y los prefiero cuando entre discusión y discusión, se gastan bromas y se tratan de tú a tú. Ahí son un hombre y una mujer que tratan de unirse a pesar de sus defectos…, y sus virtudes.

Un gozo para la vista, una diversión y entrenimiento para día patético como el que tengo hoy.

¿Y qué es el cine?

Un tunel infinito de historias.

Una colección de rostros.

Inmortalidad.

Viajes a rincones nunca explorados.

Sueños.

Un estudio de almas.

Sentimientos a la deriva…

Imágenes en movimiento, música en el aire…

La vida en blanco y negro o en color.

Luces y sombras.

Risas en cascadas.

Lágrimas. 

Palabras con poder.

Sueños cumplidos.

Imaginación en vuelo.

Suave como visón (That Touch of Mink, 1962) de Delbert Mann

Comedia ligera y bastante anodina, me interesó su visión sobre todo por dos asuntos: como documento sociológico de vida americana en aquellos años y, también, por el personaje al que se vio encadenada su protagonista principal, Doris Day.

Suave como visón es de esas películas flojas pero que se ven con una sonrisa en la boca. No aburren y no carecen de curiosidades. Es de esas películas que se dejan ver porque además son correctas en realización, guión, fotografía…, y cuenta además con un reparto atractivo (Cary Grant, Doris Day y uno de los secundarios eternos Gig Young).

Suave como visón es una de tantas que trataba de repetir la fórmula que convirtió a Day en un estereotipo femenino de los años 50, sobre todo en sus famosas comedias junto a Rock Hudson. Se resume fácilmente: mujer independiente, trabajadora, moderna y sexy pero que tiene claro que el sexo sólo es lícito dentro de la institución del matrimonio se encuenta con playboy guaperas que huye del compromiso y de la institución del matrimonio y cree en los encuentros sexuales sin amor. De este choque surge una historia romántica y de lucha de sexos que siempre termina con una Doris Day que atrapa al playboy y le hace pasar felizmente por la vicaría. Tanto es así que esta rubia, siempre con el último modelo y último cardado en su pelo, se la denominó la virgen de  América. La formula funcionó bien durante los cincuenta y principios de los sesenta pero el estereotipo quedó pronto pasado de moda en una década de cambios en costumbres sociales y en narración cinematográfica.

Doris Day, además cantante de éxito, se quedó con su imagen entre sexy, inocente y virginal y éste es su rol más recordado. Sin embargo, detrás de estas películas escapistas y detrás de este estereotipo femenino hay una mujer real que tuvo una vida sentimental complicada y una vida marcada por la depresión, el engaño y el maltrato. Detrás de la sonrisa, aguardaba la lágrima. Day se retiró del cine y de la vida social. No quiere saber nada de una imagen de la que sin duda se siente alejada.

Sus películas con Rock Hudson e incluso esta que analizamos poseen además una estética interesante y pueden realizarse además varias lecturas durante su visionado. No son tan planas y fáciles como parecen. Tanto la estética como el planteamiento no pasó desapercibido para el realizador Peyton Reed que en el año 2003 realizó una interesante comedia que revisitaba de manera muy especial este tipo de películas: Abajo el amor con Renée Zellweger y Ewan McGregor.

Además, Suave como visón ofrece una ciudad de Nueva York a principios de los sesenta y varios gags divertidos. Ahí está un millonario playboy de 62 años pero con todo el atractivo de Cary Grant que se siente atrapado por toda una señorita empobrecida y en paro, Doris Day. Ella vive como un cuento de Cenicienta y decide no salir de él arrastrando al príncipe a la vicaría. Así disfrutamos de la moda de aquellos años, de un restaurante moderno y automático, de elegantes hoteles en las Bermudas, de oficinas impresionantes, de partidos de béisbol, de conferencias internacionales…, todo un mundo que pasa ante nuestros ojos.

Mención especial al personaje de Gig Young como ese profesor universitario que pasa a convertirse en hombre para todo y asesor económico del millonario Grant y su relación amor-odio. Los diálogos de este personaje con Grant y sobre todo con su psicólogo no tienen desperdicio. El personaje es infeliz con esa vida llena de comodidades que le ofrece Grant al que se siente irremediablemente atado. La película juega mucho con los malentendidos y el mejor sin duda es el de este personaje con su psicólogo.

No quiero olvidarme de mencionar a su director Delbert Mann que refleja muy bien en sus películas la cotidianidad y que realizó esa pequeña joya de neorrealismo americano, Marty, o el interesante estudio de personajes en Mesas separadas. También, dirigió a Doris Day en una de sus más famosas comedias junto a Hudson, Pijama para dos.

Como ven de una película ligera se puede sacar mucho pero que mucho jugo.

Diccionario cinematográfico (79)

Luke: el viejo Dragline siempre habla, a todos los nuevos que van llegando al centro penitenciario, de la sonrisa simpática de Luke, el indomable. Dragline, el preso más fuerte y veterano, comenta siempre las hazañas del que fue su mejor amigo. Luke murió sonriendo. Le dispararon en el cuello y aún así no se le quitó esa sonrisa que le hacía especial y libre.

Dragline cuenta que Luke siempre fue algo raro pero que jamás se doblegó ante nadie. Era lo único que tenía claro en la vida. Iba sin rumbo pero sin doblegarse ante nadie. Nadie era su amo. Y siempre con la sonrisa en la boca. Estaba algo loco y hacía apuestas imposibles como aquella en la que fue capaz de tragarse cincuenta huevos duros en un tiempo estipulado. Luke terminó en una cárcel por una falta estúpida, y siempre tuvo claro que él se saltaría normas y reglas rígidas que nadie sería su jefe, que nadie le dominaría. Que él nunca se rendiría. El viejo Dragline se queda algo sombrío cuando recuerda la única vez que vio llorar a Luke. Él nunca exteriorizaba sus sentimientos pero cuando murió su madre se volvió un hombre triste por unos días, cantaba con su banjo, mientras lloraba. Solo. Sin compañía.

Luke siempre demostraba que todos eran hombres libres y que se podía uno escapar una y otra vez para que los jefes no estuvieran tranquilos, para que los jefes se dieran cuenta de que no los admiraba, de que no caería bajo su yugo…, nunca. Aunque estuviera reventado, cansado y al límite como tantas veces estuvo siempre se ponía en pie, nunca de rodillas. El héroe de guerra, el condecorado, el que no sabía que hacer con su vida y con tanta libertad, sólo tenía claro eso, que quería ser libre con una sonrisa. Nunca se metió con nadie. Siempre sonreía.

Dragline se pone serio. Y recuerda el último día. La tercera vez que Luke se escapó del centro penitenciario él fue detrás. Luke le dijo que sólo se escapaba para demostrar que era hombre libre. Y dejó solo a Dragline porque él sabía que era una huída sin salida. El viejo Dragline cuenta cómo Luke fue a la iglesia y habló un poco con el Dios en el que no creía y le dijo que se encontraba un poco cansado. Y le sonreía y le hablaba de tú a tú. De pronto fueron rodeados por los jefes, que querían dejar claro su poder y su fuerza…, y con rabia, Dragline narra que no dieron oportunidad alguna a Luke que fue asomarse y el maldito de las gafas oscuras le disparó como quien dispara en una cacería y le dio en el cuello. Entonces Dragline cargó con Luke y salió fuera y cuando vio que los demás policías cogían a Luke herido de muerte y le metían en el coche, él se abalanzó como un poseso contra el de las gafas oscuras porque disparó a un hombre libre.

Lo último que vio Dragline fue cómo se lo llevaban en un coche y cómo Luke sonreía…, no pudieron arrebatarle la sonrisa. No pudieron.Por eso, él, Dragline, siempre lo cuenta. Siempre habla de la leyenda del indomable. De su mejor amigo, Luke.