La vida privada de Elizabeth y Essex (The Private Lives of Elizabeth and Essex, 1939) de Michael Curtiz

Y en día patético me he sentido identificada con historia de amor dramática de la reina Isabel de Inglaterra y el conde de Essex. Una historia de las de ni contigo ni sin ti. Una reina y un conde que se aman con desesperación pero otros intereses no les dejan entregarse e incluso les llevan a un final trágico.

Ahí, están, grandes, en sus momentos de mayor brillo estelar, la gran Bette Davis y el aventurero vital Errol Flynn (por cierto, guapísimo en esta película) amándose sin alcanzar la felicidad. Ambos estrellas de la Warner y ambos dando mucho dinero en taquilla. Corría ni más ni menos que el glorioso año de Hollywood 1939 (sí, sí el año de Lo que el viento se llevo, de Caballero sin espada, de El mago de Oz…) y Errol ya había sido un flamante Robin Hood y era el joven hermoso por el que suspiraban ellas y ellos. Se encontraba en la cumbre. Al igual que su compañera, la sin par Bette Davis, ya reina del melodrama que ese mismo año triunfaba con Amarga victoria (que pronto comentaremos) y un año antes se había transformado en heroína sureña con nombre de Jezabel. Para esta estrella y actriz no había retos. En el mismo año se transformaba tanto en una joven y bella veinteañera a la que se le va la vida y decide aprovechar hasta el último suspiro (Amarga victoria) como en una reina ajada que ya se va haciendo anciana enamorada de un joven conde con ambición de poder y que se encuentra atada a la corona de Inglaterra y a su orgullo en la película que nos ocupa.

Este melodrama no aburre en absoluto. La película se aleja de puntillas de lo que no le interesa de la Historia y se queda con lo que hará suspirar y atraerá a espectadores. Y vaya si sabe hacerlo. Con la sabia mano del artesano Michael Curtiz y un interesante uso del Technicolo disfrutamos de un romance en pleno siglo XVI. Con un guión adaptando correctamente para el cine la obra en verso de Maxwell Anderson y una música siempre mágica y bien empleada del compositor Erich Wolfgang Korngold… Voilá, a suspirar por ese amor y desencuentro contínuo en la corte de la reina. Donde no faltan las traiciones palaciegas, los soldados, las damas, los aposentos enormes, los rumores, los gritos del pueblo…

Como era habitual en estas películas que se realizaban en el apogeo del sistema de estudios, La vida privada de Elizabeth y Essex es una fuente de anecdotas donde también tienen un hueco los grandísimos actores secundarios. Por una parte llama la atención en un pequeño papel a la gran Olivia de Havilland, de nuevo en su estudio, después del éxito apoteósico que iba a suponer para ella su reencarnación de Melanie en Lo que el viento se llevo. Sin embargo, el estudio en vez de ir buscándola buenos papeles, la dejaba claro que era una actriz bajo contrato y que ahora porque les daba la gana le daban ese papel. A Olivia no la sentó en absoluto bien y, sin embargo, como siempre trabajó correctamente. Además, es otra película para la colección de papeles que interpretaría junto a Errol Flynn y que les convirtió en aquellos años en una de las parejas cinematográficas más populares (el ligón de Errol nunca logró los favores de Olivia fuera de la pantalla pero sí conservaron una amistad). Por ahí nos encontramos a Donald Crisp o a Vicent Price que hacen más atractivas las intrigas palaciegas.

Además de la manera despótica que tenía Curtiz de manejar el cotarro, contamos también con el choque de egos entre las dos estrellas, que nadie lo diría viendo las miradas de cariño y la química que desprenden en la película, no se llevaban en absoluto bien. Siempre es un placer para que os entereis de todas estas historias de enemistad y conozcais los rodajes complicados de películas clásicas que consulteis los tomos de Juan Tejero Este rodaje es la guerra.

Como siempre Flynn tira en su intepretación del instinto, la vitalidad y su simpatía natural y logra un conde absolutamente enamorable y la Davis se prepara concienzudamente su papel: desde la apariencia física (quería parecerse lo más posible a lo que pudo ser en la realidad esta reina) hasta cada uno de los vestidos y objetos que rodean su vida. Pasando por la manera de hablar y por cada uno de los gestos de esta reina compleja. Y que quereis que os diga a mí los dos me convencen. Y los prefiero cuando entre discusión y discusión, se gastan bromas y se tratan de tú a tú. Ahí son un hombre y una mujer que tratan de unirse a pesar de sus defectos…, y sus virtudes.

Un gozo para la vista, una diversión y entrenimiento para día patético como el que tengo hoy.

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