Caleidoscopio de curiosidades cinéfilas

No puedo evitarlo y es que siempre que programan en televisión La estanquera de Vallecas de Eloy de la Iglesia me quedo pegada a la pantalla porque me envuelve una infinita ternura hacia Leandro, Tocho, la estanquera –esa impagable jefa— y su inocente sobrina (con cara de Maribel Verdú). Y siempre me conmueve esa historia que transcurre en el madrileño barrio de Vallecas de dos delincuentes por necesidad pero lindos y sus dos víctimas que descubren a dos hombres sin suerte y entre los cuatro se entienden y hay un espíritu colectivo de gentes que se unen en periodos de necesidad. Deseas tanto que nadie sea duro con Tocho o que Leandro tenga un golpe de suerte. Quieres tanto que la estanquera y su sobrina les vaya bonito…

Y para mí aquí Eloy sabe llegar con cuatro intérpretes que se identifican plenamente con sus personajes: esa pedazo mujer que es Emma Penella (a cuántas abuelas y madres vemos reflejadas en su cuerpo enorme), Maribel Verdú (adolescente que se transforma), José Luis Gómez (con esas manos de trabajador, buena gente con mala suerte) o José Luis Manzano (el rubio de los rizos como esos jóvenes sin futuro, duros pero faltos de cariño con mala suerte por su perra vida…).

Y va ahí mi pequeño recuerdo para Tocho o José Luis Manzano, actor fetiche de Eloy de la Iglesia y modelo de aquellos jóvenes no profesionales que intervinieron en películas de los ochenta sobre delincuencia juvenil. Jóvenes que su vida se diferenciaba poco de lo que representaban en la ficción. A Manzano le vimos en Navajeros, en El pico o en Colegas. Y siempre nos partía el corazón. Murió en 1992 por sobredosis a los 27 años.

Moda y cine

Binomio inseparable. Hoy veo en el especial Belleza de El país semanal un reportaje de moda que se inspira en la replicante Rachel de esa maravillosa película que se llama Blade Runner.

Y entonces mi cabeza empieza a hilar. Este fin de semana he visto de nuevo Una cara con ángel, esa película de Donen donde vemos a una Audrey fantástica bailar junto a Fred Astaire. Y allí la actriz se convierte de bibliotecaria a modelo de alta costura en un París romántico. Astaire es una especie de Avedon (que fue asesor de fotografía en esta película) que obra el milagro con unas fotos y una estética maravillosa de una chica con ángel. Y recuerdo la unión de Audrey con Givenchy y cómo todos recordamos a la actriz con los atuendos del modisto que aún hoy no pasan de moda. Y me quedo con la imagen de esa chica con ángel que se mueve en el París bohemio toda vestida de negro, con pantalones pitillo…

También, anoche lei de nuevo un artículo sobre la revolución que supuso en 1967 Bonnie and Clyde en muchos aspectos pero también en el mundo de la moda. De pronto, la ropa de Warren y Faye se convirtieron en lo más. Y subieron en ventas las boinas de Bonnie.

Y sigo hilando e hilando y recuerdo como las camisetas interiores blancas de hombre se pusieron de moda y se subieron las ventas después de ver más bello que nunca a un Marlon Brando que en Un tranvía llamado deseo se cambia una y otra vez por el calor que hace. O como también, elevaron sus ventas, las camisetas interiores de tirantes, cuando Clark Gable lucía tan bien con ellas en Sucedió una noche.

Y así podría seguir, como siempre, de manera interminable.

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