Cine, según Martin Scorsese

«El cine es una enfermedad, dijo Frank Capra. Cuando te infecta la sangre, se convierte en la hormona más importante; controla las enzimas; dirige la glándula pineal; domina la psique. Igual que con la heroína, el antídoto contra el cine es más cine»

Martin Scorsese, un recorrido personal por el cine norteamericano

(Martin Scorsese y Michale Henry Wilson, ediciones Akal, Madrid, 2001)

El orfanato

“Un, dos, tres… toca la pared”…, ayer me apetecía pasar miedo y un grupo de siete amigos decidimos ir a ver El orfanato de Juan Antonio Bayona. Sacamos varias conclusiones: la película cumplió el punto número uno, entretenernos, llevarnos algunos sobresaltos y pasar una buena velada. Dos, en cena posterior, sacamos muchos cabos sueltos –fallas de guión– pero el resultado final no nos había disgustado.

El orfanato es una destacable ópera prima con los errores de una ópera prima. No me he informado mucho de Juan Antonio Bayona pero sin duda alguna tiene una buena cultura cinematográfica en cine fantástico y de terror. Por ahí se ven homenajes a películas de casas encantadas, fantasmas, vueltas de tuerca, psicosis, poltergeist, peter pan, otros tiempos, otra dimensión, otros espacios…, las comparaciones son odiosas pero mucho se la ha relacionado con la reciente Los otros de Alejandro Amenábar. ¿Por qué? De nuevo casa-protagonista, puertas, ruidos extraños, madre coraje de amor exagerado a los hijos, pesadillas y grito en la oscuridad, aparición inquietante de la infancia…

El orfanato se salva por escenas inquietantes de extraña belleza y el rostro cansado de Belén Rueda (algunos no lo quieren reconocer pero sale muy bien parada y muestra que tiene registros, el peso de la película recae sobre ella y consigue transmitir). La casa elegida da el pego y la manera de mostrarla también. La ambientación envuelve. El faro, el mar, el aislamiento de los protagonistas, las camas, esa casa intemporal, de otra dimensión (Laura, la protagonista, vivió su infancia en los 70 pero todo nos remite a los 40)…

Todo el desarrollo final, cuando Laura se queda sola en la casa, porque sigue convencida de que puede encontrar a su hijo perdido, efectivamente, roza en ciertas imágenes una especie de belleza poética más allá del tiempo y del espacio…

Pero, siempre hay un pero, a la película le sobran personajes y ciertas situaciones, ¿para qué nos sirve la psicóloga?, ¿para qué nos sirve el padre?, y sobre todo, ¿qué manera es ésa de presentarnos el personaje de Benigna, la anciana, y todas sus apariciones posteriores? Geraldine Chaplin sobrecoge como médium pero, ¿es necesario el intermediario y la conferencia cutre en la que la protagonista contacta con él? Muy bueno el recurso de las cintas de superocho, ¿pero no se podrían haber aprovechado bastante más esas imágenes?, ¿no se podría haber jugado más con ellas? Y, en fin, hablamos hasta las tantas de varios puntos más…

Sin embargo, es indudable, que Juan Antonio Bayona ha puesto una buena semilla que deja entrever a un director que puede dar muchas sorpresas. Las esperamos. «Un, dos, tres… toca la pared»

Enrico Lo Verso

A este italiano de ojos oscuros, pelo rizado y labios carnosos le descubrí en 1994 en sala oscura viendo Farinelli, el castrado (1994). Si todo el mundo se fijó en el cantante de la voz hermosa, yo me centré en el hermano bello y oscuro. No he vuelto a verla pero ahí estaba Enrico Lo Verso como Ricardo, el hombre que culmina las historias amorosas de su hermano, cantante y bello…, pero castrado. 

A partir de ahí le seguí la pista. Enrico Lo Verso en su Italia natal se convierte en muso de Gianni Amelio y protagoniza tres películas de distintas temáticas sociales que llevan a la reflexión y a la denuncia. Niños robados (1992) narra la historia de dos niños, con mucho vivido, que establecen una especial relación con un joven oficial de carabineros. Un viaje que los cambiará a los tres. La película toca con un neorrealismo a borde de lágrima la infancia olvidada. Enrico Lo Verso borda su papel de carabinero que quiere cuanto antes deshacerse de los niños pero que cuando va relacionándose con ellos, se implica en su historia y problemas. Se indigna y lucha para que los niños perdidos encuentren o recuperen una infancia robada por la dureza de la vida.Lo Verso se mete de lleno en un personaje ambiguo en Lamerica (1994), que carece de moral, un joven empresario italiano que quiere hacer negocios en Albania y que pasa totalmente de la tragedia de los inmigrantes. Un viaje y sobre todo un retorno inesperado le hacen ver la vida y los problemas de otra manera. Lo Verso se va transformando a lo largo de la película y conmueve. Y, por último, Cosi Ridevano (1998), de nuevo Enrico bello, esta vez, en otra historia de pobreza, desarraigo e inmigración. Dos hermanos…, uno analfabeto y el más mayor (Lo Verso), otro –el pequeño– con más posibilidades de futuro. El mayor lucha por cumplir sus sueños en su hermano más pequeño. Y Enrico vuelve a atrapar con su rostro oscuro de siciliano fuerte que lucha por una vida mejor. 

A Enrico le voy perdiendo la pista. Rescato en vídeo una película menor de 1993 de Ettore Scola, Mario, María y Mario y no logro conseguir una película sobre mafias y escoltas del mismo año donde Lo Verso tiene un papel importante, La escolta (1993). A principios del siglo XXI, en un visionado de Hannibal le reconozco en un triste papel secundario de drogodependiente que sirve de cena al psicópata caníbal. Se pasea por producciones en pequeños papeles como en Los miserables. Y ahora parece que se está abriendo camino en el cine español, me lo encuentro como firme rival de Alatriste, él es Malatesta. Duelo de titanes entre Viggo y Enrico. También, tiene un papel en La carta esférica (no la he visto y no me preguntéis por qué pero no me apetece) y, por último, sé que tiene un personaje en Las 13 rosas. 

Pero la sala oscura le echa de menos en un personaje protagonista de los que conmueven. Sus ojos oscuros, su tez morena, sus labios carnosos, su pelo ya canoso…, saben atrapar al otro lado de la sala.

Diccionario cinematográfico (36)

Encantadora de abejas: Ninny me contó el otro día, de nuevo, la historia de Idgie y Ruth. Yo nunca me canso de escucharla. Con su voz anciana me dice que Idgie era encantadora de abejas y que Ruth era la muchacha más linda y fuerte de Whistle Stop. Eran tiempos de la Gran Depresión pero ellas, en su café, siempre tenían deliciosas recetas preparadas para todo aquel que quisiera acercarse: sin hogar, con hogar, blanco, negro, niño, hombre, anciano, grande, pequeño, niña, mujer, anciana…, eran transparentes, no hacían distinciones. A Idgie le cambió la vida siendo niña cuando perdió a su hermano mayor en trágico accidente. Se volvió más especial de lo que ya era. Ella encantaba a las abejas y al personal con sus historias y cuentos. No era una mujer que siguiera las convicciones de la época pero se encontró con Ruth –que quizá hubiera sido la novia del hermano– y ya no se sintió sola. Ambas se protegieron. A Ruth le cambió la vida un hombre que la trataba a palos y la dio un hijo al que amaba y hubiera hecho cualquier cosa por él (igual que toda la gente que la amaba). Idgie fue en su búsqueda. Y las dos se hicieron dueñas de un café y hacían tomates verdes fritos. Cuando se aburrían se lanzaban harina y tomate…, jugaban a las cartas, hacían teatro…, y sobre todo hacían agradable la vida a los demás. Idgie no paraba de contar historias. Pero un día el destino las golpea de nuevo, e Idgie ve cómo pierde a otra persona querida, a su Ruth. Pero Idgie sabe que la vida sigue, y ante su apariencia fuerte, era la más frágil. Eligió la soledad…y seguir encantando abejas. 

Viggo Mortensen

Extraña carrera de hombre de ojos azules y hoyuelo en barbilla. Su rostro en la oscuridad estuvo vedado durante años en papeles secundarios en películas menores –algunas mediocres, otras no tanto–, de pronto en el siglo XXI, con más de cuarenta años y hermoso, la fama toca a su puerta y se convierte en rostro imprescindible e incluso en muso de director oscuro como Cronenberg. 

Quizá se deba todo a que el cine no ha sido su arte prioritario, le gusta la pintura, la escritura, el jazz…, artista polifacético en mil y una faceta. Yo ya me quedé enganchada, en la oscuridad de la sala, cuando apareció su rostro joven allá en los años ochenta como amish bello y misterioso en esa pequeña joya romántica de Peter Weir, Único testigo. 

Su pista se pierde en apariciones anodinas o en películas de complicada distribución hasta que en 1993 vuelve a tener rol triste y patético en la maravillosa y nombrada –en este blog–, Atrapado por su pasado. Ahí, ya se veía su rostro hermoso que esconde lado oscuro, gris. La violencia tras la apariencia agradable. 

Y sigue paseando su rostro entre hermoso y triste, entre bueno y malo, siempre con ambigüedad de fondo en producciones como Retrato de una dama, la pésima teniente O’Neill, dos remakes del maestro del suspense, Un crimen perfecto y Psicosis (será por su doble rostro) o la olvidable 28 días. 

Como curiosidad, su facilidad para los idiomas y su conocimiento del castellano le hace trabajar en producciones españolas de cine independiente como Gimlet o La pistola de mi hermano. 

Suenan campanadas de siglo XXI y Viggo se transforma en el nuevo héroe mitológico de rostro cansado con cara de justo, capaz de pasar por peligros inimaginables con tal de conseguir su objetivo y proteger a los más débiles: es el caballero Aragorn. La trilogía del Señor de los Anillos le convierte, de la noche a la mañana, en rostro imprescindible que acompaña al espectador en la oscuridad de la sala. El halo romántico de su rostro sustenta parte de la trilogía de Jackson.  

De pronto, sorprende al personal y protagoniza una historia de aventuras, de las de siempre, de hombre que cabalga con su caballo por el desierto saltando obstáculos en Océanos de fuego. 

Aparece en su vida el capitán Alatriste y el director David Cronenberg que le elevan al altar de la sala oscura. Da para mucho Viggo. El héroe español de Pérez Reverte se transforma en Mortensen…, con su acento cansino y extraño (no desentona en un hombre hecho a base de batallas en cualquier parte del mundo, lejos siempre de la patria) se apodera de un guión flojo. Alatriste es Viggo. ¿Quién mira como él?¿Quién muestra ese cansancio y desencanto del capitán harto de ser mercenario pero consciente de que es lo único que posee, el luchar por algo por encima de él aunque ni él mismo lo entienda?¿Quién supera la mirada de hombre enamorado pero vencido ante una Ariadna Gil que se escapa de sus brazos? 

David Cronenberg se obsesiona con el lado oscuro del hombre cotidiano. Y atrapa el rostro de Mortensen, crea para él Una historia de violencia y nos vamos adentrando en una historia oscura. El buen padre de familia que se convierte en héroe por accidente esconde una doble personalidad que nadie espera. Sólo faltaba un momento de violencia para que se disparase…, su familia descubre a otro rostro agazapado tras Viggo. 

Ahora, está de nuevo en las pantallas con otro rol de Cronenberg en Promesas del Este. Ya sólo el trailer me dice que me atrapará ese hombre de cuerpo tatuado, el más duro y mafioso, que quizá se debilite o muestre otra cara al convertirse en hombre enamorado. Viggo Mortensen sigue iluminando la sala oscura. 

Irene Nemirovsky y el cine

De las últimas lecturas que más me han deleitado en estos meses, me quedo con Irene Nemirovsky. Su relato El baile y su novela inacabada Suite francesa me han dejado fuera de juego. La potencia de sus historias, personajes e imágenes son difíciles de olvidar. Así como su vida. Su huída de la revolución rusa, su difícil relación con su madre, su asesinato junto a su esposo en Auschwitz, el periplo de sus dos hijas huyendo de la muerte con una maleta donde dormitaban los papeles de su madre y la novela inacabada, el rechazo de la abuela de salvar a sus nietas (“puesto que vuestros padres han muerto, tendréis que vivir en un orfanato”)…, la publicación póstuma de su obra, su conversión en una autora reconocida después de más de sesenta años, asesinada.

 ¿Por qué un post de Irene en este blog de cine? Aparte de la fuerza visual de su obra (lo que he podido leer hasta ahora), encuentro relaciones de esta escritora con el séptimo arte. Su primera novela publicada David Golder (ansiosa de conseguirla y publicada de nuevo en la editorial Salamandra al igual que las otras dos obras nombradas), enseguida la hace popular. David Golder fue editada por primera vez en 1929 y es tal su repercusión que al año siguiente se realizan dos adaptaciones una para cine y otra para teatro. La adaptación cinematográfica corre a cargo del director y guionista Julien Duvivier. Buceando en esa magnífica base de datos que es imdb encuentro que hay otra adaptación de esta novela que se realizó en Reino Unido y cuyo protagonista es el gran Edward G. Robinson. 

Después escribió en 1930 el impresionante relato de El baile donde se ve una relación más de odio y venganza que de amor entre una madre, nueva rica y absolutamente insensible, y una adolescente desgraciada que da un paso al mundo de la crueldad. Todo en un lenguaje sobrio y sencillo. Un relato que es un volcán, una obra perfecta de relojería. Curiosamente, al año siguiente se realiza su adaptación al cine, un director austriaco (Wilhelm Thiele) realiza dos versiones –una en su tierra natal y otra francesa–, obtiene más popularidad esta última porque la adolescente fue el descubrimiento para el cine de Danielle Darrieux (a la que recordamos hace poco en esa especie de comedia musical policiaca de divas francesas que fue Ocho mujeres donde Darrieux se paseaba, magnífica, como abuela insoportable que finalmente cantaba la canción más bonita de todo el film –para mí, claro está–). 

Indagando algo más de Irene por la web –porque una mujer que hace que se te salten las lágrimas de emoción y tiembles cuando lees lo que escribió, se merece una y mil búsquedas– descubro en Wikipedia que fue amiga de Jean Cocteau (ahhh, la bella y la bestia, a ese Orfeo bello…). 

Y, por último, leo que parece ser que la Universal compró el año pasado los derechos de Suite francesa para su adaptación cinematográfica y que puede que el guionista elegido sea el que escribió El pianista, Ronald Hardwood. Pero ya se sabe que hasta que un proyecto así se pone en marcha pasan uno y mil nombres. Si se hace una buena adaptación, adaptación inteligente, puede surgir una película interesante…, ojalá mantenga la complejidad y riqueza de los personajes. Sería una película coral llena de personajes apasionantes.

Al final he disfrutado con esta brevísima y pobre investigación. Me pongo triste. Lo triste es que a Irene Nemirovsky no la dejase la crueldad y violencia del ser humano –y cuando hablo de crueldad y violencia me refiero a cualquier tipo de crueldad y violenia en el pasado y en el presente– continuar con una obra que ahora se empieza a reconocer. Lo triste es que la crueldad humana, asesinase a una escritora que podría habernos ofrecido más arte y letras. Lo triste, y lo injusto, es que ella estaba viendo su destino y no pudo encontrar a nadie que la salvara de una muerte segura…, su marido trató de apoyarla, y también fue asesinado. Como a miles de personas que nadie recuerda ni sus rostros ni sus nombres, que no pudieron o no pueden dejar nada para ser recordados. Lo triste es que pasen y sigan pasando estas cosas en el mundo. Irene sabía demasiado del ser humano. Y, lo más hermoso, lo comprendía. No tienen más que leer Suite francesa. Impresionante.

Diccionario cinematográfico (35)

Risa: sonoro ruido que sale de la garganta humana y suele producirse por algo tremendamente divertido. Hay muchos tipos de risa…, la que no se puede parar, la nerviosa, la falsa, la escandalosa, la débil, la que tiene personalidad, la desagradable, la que denota felicidad, la risa tras la amargura, un sentimiento de alegría imposible de detener…, y con ésa me quedo. Greta Garbo aprendió a reír como comisaria rusa enamorada de París. Claudette Colbert y Clark Gable reían sin parar aunque no tirasen el muro de Jericó. Carole Lombard reía y volvía a reír de manera surrealista con tal de meterse en la cama del mayordomo. De la risa al llanto, la daba igual. Katherine Hepburn ríe borracha en los brazos de James Stewart, sin tener que guardar las formas sin tener que ser una estatua. Audrey Hepburn lloraba de la risa y de la felicidad con sus deliciosas aventuras junto a Gregory Peck…, se sentía libre. Diane Keaton y Woody Allen se ríen un montón cazando langostas vivas en la cocina…, es lo que tiene el amor. Yo me partiría de risa en una mesa junto a Groucho Marx y un Cary Grant con cara de arsénico por compasión. No lo puedo remediar.