Crítica Más extraño que la ficción

La interesante filmografía de Marc Forster sigue creciendo con esta comedia atípica. Atrás queda el drama de Monster Ball o la fantasía de Descubriendo Nunca Jamás. Ahora, Forster rescata el guión de un joven Zach Helm (que sigue la estela pero de manera más suave o más optimista del guionista de moda: Charlie Kaufman) y recrea una comedia original, una buena historia con unos intérpretes brillantes. 

Una mañana, Harold Crick, un agente de Hacienda, de vida aburrida y solitaria, empieza a escuchar una voz femenina que narra todas sus acciones, pensamientos y sentimientos. Sólo él escucha su voz y su vida pega un giro sobre todo cuando oye que pronto va a tener que enfrentarse a una muerte inminente. La vida calculada y milimétrica de Harold Crick se derrumba. El reloj con el que programa cada minuto y segundo de su vida queda en segundo plano. Se vuelve protagonista de su historia, quiere cambiar su destino, y acude a un profesor de literatura para que le ayude. El agente de Hacienda quiere tomar las riendas de su vida y por primera vez se atreve a vivir y a disfrutar.  

Una de las cosas que Harold Crick se permite es el enamorarse de una panadera contestaría que se niega a pagar la totalidad de los impuestos al Estado porque no le gusta en qué emplean parte de su dinero –me parece un método de lucha muy coherente–. Uno de los consejos que da el profesor literario al protagonista es que convierta su vida en comedia, y una de las mejores comedias es una historia de amor entre dos personas que en un principio se odian. 

La voz pertenece a una famosa y olvidada escritora que está escribiendo posiblemente su mejor novela. Kay Eiffel lucha por encontrar un buen final. En sus novelas, los personajes principales siempre van al encuentro de una muerte segura. Para ayudar a que la novelista avance en su historia, la editorial envía a una asesora que hará lo que sea para que Karen encuentre un final. El protagonista de esa novela es Harold Crick. Realidad y ficción se funden en una historia muy interesante. 

Yo, realmente, me emocioné al verla y despertó mis buenos sentimientos. Me sentía como si estuviera delante de una película de mi amigo Frank Capra pero revestido de contemporaneidad. Will Ferrell, Maggie Gyllenhaal, Dustin Hoffman, Queen Latifah y Emma Thompson llenan la pantalla con unos personajes muy apetecibles. Una historia donde todos llegamos a saber y a desear qué final queremos para el personaje entrañable Harold Crick con el rostro de un melancólico Will Ferrell.

Terry Malone habla con su hermano Charley en el coche

Me estoy refiriendo a una de las películas que desde la primera vez que la vi –y desde la aparición del dvd ya son interminables las veces que he disfrutado de ella– me marcó. Y no sabría decir el porqué pero siempre me emociona igual y siempre descubro nuevas lecturas… No os entretengo más… Me refiero a La ley del silencio (1954) de Elia Kazan. 

Quizá un primer acercamiento tuvo que ver con mi fascinación durante una época por Marlon Brando, como actor y como uno de los hombres –para mí– más bellos, pero después amé la película, todo su proceso, su contenido, sus interpretaciones, el trabajo de los demás actores (Karl Malden, Eva Marie Saint, Lee J. Cobb, Rod Steiger…) la fuerza de la historia y de sus imágenes, la forma de rodarla, la música que envuelve la acción, los diálogos… todo. 

La historia de los puertos, de los hombres que día a día tienen que encontrar un trabajo y someterse a un grupo de gangster que ostenta el poder, la ley del silencio, el miedo a hablar, a salir de una situación injusta, el retrato complejo de un hombre confuso y fracasado, la historia de una relación entre un hombre y una mujer, la lucha de varios sectores para que esa ley inquebrantable termine, los poderes ocultos, la formación de un sindicato, la relación entre hermanos, entre padre e hija, la presencia de una Iglesia –que poco aparece en el cine– que trabaja en la base y se aleja de la estructura de poder de la Iglesia convencional… 

La historia que se lee detrás de un hombre que delata a los suyos. No olvidemos que Kazan pudo emplear esta historia para explicar su actuación frente el Comité de Actividades Antiamericanas. El director de origen griego fue uno de los hombres que denunció y dio nombres de compañeros de partido –él siempre cuenta que no dio ningún nombre que no conociera ya el comité y que avisó a todos los compañeros que nombró de lo que iba a hacer–. Su actuación le sirvió para seguir trabajando en lo que más amaba, la dirección de películas, pero nunca fue perdonado por sus compañeros de profesión ni por la parte más progresista de Hollywood, siempre arrastró esta actuación de su pasado. 

La ley del silencio cobra todo su sentido gracias al trabajo no sólo de su director y actores, sino de otros profesionales como Budd Schulberg (guión), Leonard Bernstein (música) o Boris Kaufman (fotografía). 

La secuencia: Terry Malone, el joven confuso que piensa denunciar ante la justicia a la pandilla de su hermano, sube a un coche donde se encuentra con él. Charley acaba de recibir un ultimátum del jefe de ambos, Johnny, para el que trabajan desde que eran sólo unos niños. Tiene que convencer a Terry de que vuelva con ellos, de que vuelva al redil y no les denuncie. 

La emoción contenida de esta escena es absolutamente electrizante. En unos cuantos minutos conocemos la historia y la relación entre estos dos hermanos. Los reproches, el amor y admiración que se profesan. Entendemos el fracaso de Terry como boxeador y su forma de ser, entendemos la difícil situación en la que se encuentra Charley porque realmente quiere a su hermano pequeño y quiere lo mejor para él. Charley entiende que han emprendido caminos distintos y asume la culpa de que su hermano es un fracaso por una actuación suya del pasado. Quiere dar la oportunidad a Terry de ser feliz, de llevar las riendas de su vida, de que sea libre…, decide –en un segundo– sacrificar su vida de dinero y de poder por salvar a su hermano. Terry, por su parte, recorre su vida y es consciente de cómo malgasta su tiempo, de cómo se regodea en su fracaso, expone su deseo de ser alguien, de hacer algo bien, por una vez, toma conciencia… 

Marlon Brando y Rod Steiger hacen que sus personajes cobren vida y logran contar toda una historia con un diálogo genial y unas actuaciones contenidas y soberbias. 

Crítica María Antonieta

Sofia Coppola es odiada o amada por los espectadores. Yo me sitúo en el justo medio. Ni me parece la gran realizadora que algunos quieren ver, ni me parece el horror que otros señalan. Me parece una directora que puede desarrollar una interesante filmografía si se desprendiese un poco de la faceta cool intelectual que quiere imprimir. Si se olvidara de que es hija de Coppola. Ella tiene la suficiente personalidad cinematográfica como para perdonarse esa suerte –a mí tampoco me pareció tan horrible su debú como actriz en El padrino III, una película que defiendo y me encanta. Me parece que cierra perfectamente la historia de Michael Corleone. El personaje de Mary tiene dos escenas para mí inolvidables: la de la cocina con su primo haciendo ambos pasta y la de las escaleras al final de la película–. 

En Maria Antonieta realiza un retrato de reina adolescente e imprime a la película su punto de vista. Una reina despreocupada que vive aislada de la realidad del pueblo, que trata de adaptarse a una nueva corte, aguantar las estúpidas presiones porque tiene que quedarse embarazada, y que decide vivir la vida con los placeres que tiene al alcance importándole su nuevo país muy poco.  Yo disfruté con la corte francesa en Versalles, con esas fiestas locas, esos vestuarios, zapatos y peinados, con las costumbres y el protocolo, con los cotilleos de palacio, con el ataque naturalista que le da a la reina, me reí mucho con su relación con el Delfín y luego rey Luis XVI…, y en este retrato superficial y frívolo de la reina, donde la ausencia del pueblo, te enfada y duele…, se entiende el drama final de esta joven reina y de los protagonistas de la corte francesa.

Sofia Coppola deja un final desolador donde el rostro de la reina cambia y se da cuenta de que se acabó, todo se acabó, quizá sin ser muy consciente de lo que realmente ha pasado. La despreocupación y aislamiento de los dos jóvenes monarcas les pasa factura. Sofia Coppola deja una película repleta de imágenes bellas, con dos intérpretes que dan la talla –Kirsten Dunst y Jason Schwartzman (otro miembro más de la saga Coppola)– y una banda sonora de lo más moderno musicalmente que no desentona con el lenguaje cinematográfico que se deja ver en esta obra. En resumidas cuentas, Sofia Coppola hace realmente lo que le da la gana. Quizá eso sea el meollo de tanta controversia alrededor de su trabajo como directora.

Escribir de cine

Desde que nació el séptimo arte ha influido de distintas maneras en la literatura. Hay escritores contemporáneos que han contado entre sus fuentes con cientos y miles de películas y no sólo han sido influenciados por el lenguaje cinematográfico sino que también han poblado sus narraciones con temáticas de cine o con personajes que salen directamente del séptimo arte.  Por otra parte, desde su aparición han surgido teóricos que tratan de explicar los mil y un misterios del celuloide, ha nacido la profesión del crítico cinematográfico y los biógrafos e historiadores han encontrado un nuevo campo en el que investigar. Tampoco, se puede olvidar otra profesión, que tiene que ver con la escritura y el cine, son los arquitectos de la estructura cinematográfica, de la creación de buenos personajes y los inventores de diálogos inolvidables: los guionistas.

En esta sección trataremos de indagar en todos aquellos libros que tienen como protagonista al cine. Ahí va un aperitivo. 

La vieja del cinema de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) 

Vicente Blasco Ibáñez fue un importante novelista valenciano que en su momento se convirtió en uno de los primeros best seller de la literatura española. Algunas de sus obras más recordadas son Arroz y tartana (1894), La Barraca (1898), Entre naranjos (1900), Cañas y barro (1902), Sangre y arena (1908), Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916) o Mare nostrum (1918).  El novelista vivió el nacimiento y desarrollo del séptimo arte y se convirtió en un ferviente admirador de este moderno arte. También, supo ver la parte económica y entendió que vender los derechos de sus novelas, le supondría grandes dividendos además de dar universalidad a su obra literaria. Vicente Blasco Ibáñez además de escritor poseía un espíritu práctico y empresarial. Así que después de la Primera Guerra Mundial ni cortó ni perezoso desembarcó en mi país, EEUU, con la intención de visitar a las grandes productoras de Hollywood para vender sus historias. Como nadie le conocía no tuvo éxito alguno.  Vicente Blasco no se rindió y viajó a Nueva York donde publica en inglés su primera novela bélica Los cuatro jinetes del Apocalipsis que pronto se convierte en un best seller. La Metro Goldwyn Mayer, ojo avizor, repara en la novela del valenciano y compra los derechos para realizar una mega producción en 1921 y lanzar a un nuevo actor que se convertiría en mito: Rodolfo Valentino. El éxito internacional de la película abrió las puertas al escritor que vio como entre 1922 y 1926 fueron adaptadas a la pantalla varias de sus novelas. Otra adaptación de su novela Entre naranjos, que se tituló El torrente (1925), significó la carta de presentación de la actriz sueca Greta Garbo. El escritor valenciano se atrevió incluso a realizar un guión original para el melodrama La encantadora Circe en 1924. 

El cuento: Vicente Blasco Ibáñez escribió cuentos y uno de ellos es el que nos ocupa. La vieja del cinema es una sencilla historia llena de emoción sobre una abuela pobre. La historia transcurre en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. La anciana, vendedora ambulante, entra a un viejo cine y, de repente, se revuelve y grita desesperada, molestando al respetable público.  La abuela cuenta a un comisario los motivos de su reacción. En la pantalla blanca, en ese fondo, ha vuelto a ver a su nieto muerto en la guerra. Ella había visto una escena de unos soldados en una trinchera y se había fijado en uno que estaba escribiendo una carta. Ese soldado se había dado la vuelta y había mostrado su rostro a los espectadores. Y los miró a todos directamente a los ojos. Ella gritó porque había reconocido en ese rostro, la cara de su nieto.  La historia es breve y melancólica y habla sobre el horror de la guerra y sobre el poder del cine en aquellos primeros años donde a mucha gente le costaba todavía diferenciar entre la realidad y la realidad recreada por las cámaras. 

(El cuento se encuentra en una preciosa y valiosa recopilación de la editorial Clan –Madrid, 1999– que se titula Cuentos de cine)

Crítica Diamante de sangre

Desde Hollywood y otras cinematografías se está dando un giro sobre la visión que se da de África. Antes, en el cine clásico, África era un escenario exótico donde transcurrían trepidantes aventuras e historias de amor inolvidables. Ejemplos míticos no faltan: la saga de Tarzán, las aventuras trepidantes de Mogambo, Las minas del rey Salomón, Hatari, La Reina de África…o, el romanticismo latente de Memorias de África y El paciente inglés. Ahora, siguen las superproducciones pero con otra mirada.  Otra visión. África ya no es sólo paisaje y marco de las historias y destinos de personajes que habitan un continente desconocido. Ahora, es el marco de unas historias que hacen hincapié en el daño y en las injusticias que se han cometido con sus gentes. África es drama. Sigue siendo la mirada de los otros. La mirada del hombre blanco. El cine africano, su mirada, no tiene muchas facilidades de distribución. Las historias que van llegando últimamente ponen el dedo en la llaga aunque revestido con ropajes de superproducción. Quizá, este giro sólo sirva para que exista otro tipo de acercamiento y despierte la curiosidad de algún espectador de conocer la verdadera naturaleza de una región. Me vienen a la cabeza El jardinero fiel o Hotel Rwanda y ahora, la película que trato de destripar, Diamante de sangre. Como película de acción, aventuras e historia romántica, la película de Edward Zwick funciona muy bien. El ritmo es trepidante y te tiene atado a la butaca. Si algo destaco siempre del cine norteamericano es que son muy buenos narradores. Y esta película vuelve a demostrarlo. 

Leonardo Di Caprio realiza una composición de héroe clásico. Su contrabandista es un hombre duro, de pasado amargo, descreído, que va a lo suyo…, a veces, parece que sólo tiene corazón para sí mismo. Actúa porque quiere salir de su tierra. Quiere huir. Y eso es lo que le impulsa a la acción. Sin embargo, su encuentro con dos personajes, hace que este hombre solitario, despierte y se redima.  Jennifer Connelly es una joven periodista norteamericana que quiere contar la verdad del sufrimiento africano. Quiere llegar a la raíz no describir penalidades. Y se cruza en el camino del contrabandista. La periodista es una de las razones del despertar y el contrapunto romántico. Por último, el hermoso Djimon Hounsou es África. Representa el sufrimiento de la población civil. Las consecuencias del contrabando ilegal de diamantes y de una guerra civil que a todos conviene alargar. Un pescador que vive felizmente con su familia pero ve en segundo su vida derrumbada. Además, su hijo –del que él se siente orgulloso porque es un buen estudiante y su sueño es que llegue a ser un gran médico– es secuestrado por los rebeldes para convertirle en un niño soldado.El encuentro entre estos tres personajes da sentido a la historia. Una superproducción que se viste de cine protesta y que llama la atención sobre el comercio de diamantes. Pese a la contradicción, quizá, algún espectador vea algo más que una buena película de acción. 

Diccionario cinematográfico

De la A la Z recorreré el abecedario con todos aquellos términos que signifiquen algo especial sobre el complejo razonamiento que me ha hecho ser una drogodependiente del cine. Os adelanto un término.  Cinefilia: si nos ceñimos al diccionario de la Real Academia Española nos encontramos con la manera más sencilla de definir este término: “afición al cine” pero si indagamos un poco más en su significado hallamos un viaje lleno de posibilidades. A la afición, yo añadiría la palabra pasión. Y, ya se sabe, las pasiones nos hacen vivir. No puedo narrar mayor placer que sentarse en una sala oscura, que el ruido de un proyector, que la compañía de desconocidos que se sientan a tu lado con el fin de que les cuenten una historia, que la magia de una sucesión de imágenes que pasan frente tus ojos, que el cruce de miradas y de puntos de vista…, que la reunión posterior con la gente que aprecias y la charla o debate sobre las imágenes de las que acabas de ser testigo, que el inolvidable recuerdo que se instala en tu memoria de un rostro, de una secuencia, de una melodía o de un escenario; que el privilegio de descubrir otros países, otras culturas u otras formas de vida a través de un fondo blanco, sin necesidad de emprender el viaje –si tu bolsillo no te lo permite–, que vivir una realidad paralela

El viejo baúl de películas

Como soy un poco antigua, se me ha ocurrido ir sacando de un polvoriento baúl, películas de otros tiempos. Me gustaría escribir sobre todos aquellos filmes que han ido cayendo en el olvido y que, por distintos motivos, no se han convertido en clásicos o en películas una y mil veces revisitadas. 

Me gusta el símil de este baúl con la caja de Pandora. Pero yo no abro esta caja de Pandora para que salgan todos los sufrimientos y en el fondo se quede la esperanza sino para descubrir nuevas imágenes o nuevas posibilidades de estudio y análisis dentro de las obras de grandes directores, guionistas, técnicos, actores…, o de ese enorme grupo humano que se moviliza para hacer posible una película.  No tienen por qué ser buenas películas.

Otras veces, son buenas pero por misterios de la industria cinematográfica –no olvidemos que el cine es arte pero desgraciadamente cae muchas veces en las leyes del mercado y del consumo. Los apasionados la mayoría de las veces olvidamos este punto espinoso–, no han sido lo suficientemente distribuidas o promocionadas.  

A veces, me gustan o me llaman la atención por lo atípicas. Y me explico, atípicas porque tratan un tema que nunca tocó un director o guionista. Atípicas porque forman parte de un género pero cuenta con varios elementos que la hacen original. Atípica porque nunca imaginaste que un actor o actriz pudiera estar presente en un tipo determinado de película. Atípica por la manera o forma en que está contada… 

Hoy rescato del baúl:

Seis destinos (1942) de Julien Duvivier

Actualmente, nos sorprendemos con las historias cruzadas o las películas que presentan distintas historias y argumentos con una cierta unidad temática. Se me ocurre citar la última película de Rodrigo García, Nueve vidas, o la filmografía del mexicano Alejandro González Iñárritu, o por poner un ejemplo español, la reciente Tapas de Juan Cruz y José Corbacho. Si nos vamos un poco más atrás, nos sorprendió Paul Anderson con Magnolia o Robert Altman con sus Vidas cruzadas. Historias que se cruzan y se encuentran por algo relacionado con el destino, con una situación o un tema concreto. 

Pero este tipo de historias beben ya del cine clásico que también era muy dado a crear películas de este tipo. Una obra que presenta varias historias unidas por un frac, sí, un traje, es la película que hoy rescato del baúl: Seis destinos. Una película desconocida pero muy interesante. Primero, por su idea original; segundo, por los distintos argumentos; tercero, porque cuenta con un gran plantel de actores principales y secundarios…, una pequeña joya a reivindicar. El traje viaja de una historia a otra y cambia el destino de varias personas. La película recorre desde la comedia hasta el drama y los personajes representados son humanos. Muy humanos. 

Seis destinos fue dirigida por el realizador francés Julien Duvivier –durante la época que trabajó en Hollywood–. Uno de los aspectos que más llama mi atención es que para realizar estas narraciones, para crear el argumento, para escribir el guión… ¡participaron unas treinta personas! No he encontrado a las treinta pero en varios sitios aparecen Ben Hecht, Donald Ogden Stewart, Lamar Trotti, Alan Campbell o Samuel Hoffenstein. En varias páginas aparece la participación de Billy Wilder y de… ¡Buster Keaton! 

También, investigando, la película se distribuye sin uno de los destinos que era protagonizado, entre otros, por W.C. Fields porque se excedía el tiempo del metraje –por lo menos la versión que yo tengo en VHS, no hay ni rastro de este episodio, no sé si realmente existe alguna copia con el montaje completo y que incluya su parte o es inexistente…, mi investigación no ha llegado a tanto–. 

A continuación os voy a nombrar sólo alguno de los actores que protagonizan cada una de las historias…¡¡¡Sorprenderos!!!: Charles Boyer, Rita Hayworth, Thomas Mitchell, Ginger Rogers, Henry Fonda, Cesar Romero, Charles Laughton, Elsa Lanchester, Edward G. Robinson, George Sanders, Gail Patrick, Eugene Pallette, Paul Robeson y Ethel Waters…, y un largo etcétera. Algunos quizá ahora suenen menos pero eran grandes actores secundarios –que tanto abundaban en el sistema de estudios– y sus rostros aparecen en cientos de grandes películas clásicas. Paul Robeson y Ethel Waters protagonizan la última historia cuando el traje va a parar a una aldea donde sólo habita población negra. Ellos eran famosos cantantes de la época. Paul Robeson fue uno de los artistas afectados por el mccarthismo –de esta época hablaremos varias veces en este blog–. 

El traje está presente en un triángulo amoroso de clases altas donde nos encandila un Charles Boyer, en el papel de un gran divo de la escena teatral; Hayworth como una bella mujer fatal y el gran secundario Mitchell como un marido celoso. Después, el frac pasa a una comedia sentimental y de malentendidos por una nota entre unos futuros esposos que tienen el rostro de Ginger Rogers y Henry Fonda. Quien resuelve el entuerto es el amigo de ambos, Cesar Romero. A continuación, el traje servirá para un importante concierto que da un gran pero tímido y pobre músico, Charles Laughton, que será ayudado por su fiel esposa, Elsa Lanchester. El traje sigue su viaje a un centro que da asistencia a personas sin hogar, entre ellas, un alcoholizado Edward G. Robinson. Él en el pasado fue un prestigioso abogado, ahora le envían una invitación para acudir a una cena de antiguos compañeros de la universidad. Y, por último, el traje cambia la vida de un pueblo mísero habitado por población negra y será protagonista de un milagro.  Seis destinos merece la pena porque las historias que cuenta son buenas y están bien rodadas e interpretadas. Su conjunto es una delicia. De verdad.

 

Carta de presentación

Soy Hildy Johnson. Algunos no me conocéis. Por eso, antes de nada, voy a realizar una pequeña presentación. Soy periodista. En el año 1940 sufrí una crisis. Amo mi profesión y amo escribir. Amo la verdad y empleo todos los caminos –buenos y malos– para escribir la mejor de las noticias. Pero aquel año estaba agotada de mi vida como reportera de todo tipo de sucesos. Quería dejar mi profesión y casarme con un hombre común –que tenía una madre insoportable– pero que me asegurara una vida de ama de casa y mantenida fuera de las redacciones y del enfrentamiento continuo con un mundo, por aquellos tiempos, copado por seres masculinos. Los hombres me respetaban y me trataban como una igual pero yo estaba muy quemada. Aparte no llevaba nada bien que mi jefe fuera mi manipulador y adorado ex marido, Walter Burns. Un hombre tan divertido como cínico que me había roto sucesivamente el corazón aunque yo nunca se lo dejaba ver. Sabía, en el fondo de mi alma e intelecto, que era al hombre al que estaba predestinada porque continuamente me mantenía en una lucha de iguales.  En aquellos momentos no me daba cuenta de que era realmente el motor de mi vida. Me divertía tanto trabajando cada día a su lado… pero me exasperaba hasta el límite. Mi prometido, en aquella época crítica, se parecía a un actor del momento. Un actor con cara de soso al igual que mi futuro esposo: Ralph Bellamy. Sin embargo, desde estas páginas quiero pedirle perdón porque le utilicé para superar mi crisis y fue el hombre que me hizo darme cuenta de que yo había nacido para escribir y para compartir el resto de mis días junto a otro alocado de la vida, mi ex. 

Os informaré que a partir del año de mi crisis me volví inmortal y no he dejado de escribir hasta hoy. Antes tecleaba en mi vieja máquina pero ahora, en consonancia con los nuevos tiempos, me he aficionado a estas curiosas tecnologías y nuevos soportes. He decidido crear mi propio blog porque este soporte sigue sirviéndome para una de mis grandes pasiones: ESCRIBIR. Este blog se lo dedico al hombre con el rostro parecido a Ralph Bellamy porque me descubrió que no podía abandonar mi pasión: EL PERIODISMO. Yo era una gran reportera de sucesos pero me di cuenta de que el ajetreo de esa vida chamuscaba mis neuronas. Nunca he dejado de lado la justicia social –sí, ya sé que algunos que me conocéis, no aprobaréis mis métodos para alcanzar el centro de la noticia pero todo sea por un buen reportaje–. La noticia que me hizo ver que estaba unida irremediablemente a la escritura fue la historia de un tipo condenado a muerte. Un hombre inocente pero cuya muerte tenía un significado político y mostraba la corrupción de hombres poderosos a los que sólo les interesaba el voto de los ciudadanos. 

Ahora, aunque mis armas siguen siendo la palabra, el cinismo, el humor, el amor a la vida y, a veces –sí, para que se contenten mis detractores– la manipulación, he dejado de lado el reporterismo callejero y me he dedicado a otros grandes narradores. Me refiero a todos los profesionales dedicados al cine. Sí, siempre, he adorado que me cuenten buenas historias y por eso siempre he agradecido las salas oscuras y la pantalla gigante.  Mi fama de manipuladora la emplearé para haceros amar a los directores, guionistas, actores u otros profesionales que han hecho películas que de un modo u otro han contribuido a que mi vida merezca un poco más la pena.  

De momento, como soy de la vieja escuela del periodismo, en mi blog podréis encontrar distintas secciones que, quizá, os puedan interesar. Una cosa os dejaré clara –siempre me ha gustado ser directa– todas y cada una de las palabras que escriba tendrán mucho de mi cabeza pero serán vencidas por el corazón. Soy apasionada y eso nunca me ha abandonado. Y me gusta transmitir mis pasiones. Cuando creo en una película que me ha hecho sentir la defiendo hasta al final y cuándo una obra me ha dejado fría, también, apasionadamente, expongo mis dudas. Ahora, sí, siempre con respeto. Con argumentos, por supuesto, mis argumentos. Lo de la justicia social, a lo mejor, os parece fuera de lugar. Pero os lo explicaré mejor. Aunque he dejado de lado el periodismo de calle, me interesan las historias y las películas que indagan en el mundo de hoy y por que no el mundo de ayer. Es decir, aquellas imágenes que nos hacen entender un poco más qué hacemos en la tierra, cómo somos, por qué cometemos errores, por qué existen injusticias… Ese cine que expone lo bello y lo sucio, lo realista y lo trágico, los problemas y las posibles soluciones… ese cine que se convierte en importante documento sociológico y que muestra distintos e interesantes puntos de vista. Así, que habrá un hueco importante en estas páginas para este tipo de películas que tratan de entender o de mostrar este mundo loco e injusto en el que vivimos. 

No quiero entretenerme más porque en esta presentación estoy incumpliendo uno de los viejos secretos del buen periodismo: la brevedad expositiva –creo que la incumpliré varias veces–. Sólo reseñaros a continuación las secciones, que de momento, podréis consultar. No quiero despedirme sin antes recomendaros una película que cuenta ese momento crítico de mi vida –sí, también, soy vanidosa y me encanta que descubráis mi rostro y personalidad–: buscad y disfrutad –tampoco soy modesta– de Luna Nueva (1940) del gran Howard Hawks. Yo hago de mí misma pero el papel de mi prometido lo calcó… ¡¡¡Ralph Bellamy!!! 

Momentos inolvidables

Ésta es una sección para nostálgicos. Secuencias, escenas o imágenes cinematográficas que nunca olvidaremos. Algo unido a la nostalgia es el recuerdo. Para combatir este sentimiento melancólico está la capacidad que tiene el ser humano para regresar, en este caso, al pasado. Recordar aquellas imágenes grabadas en nuestra memoria que por sensaciones, difíciles de explicar, nos acompañan a lo largo de la vida.

Denys Finch lava el pelo a Karen Blixen Romanticismo, aventura, viaje, personajes heroicos y atractivos… el cine permite que el espectador disfrute de otras vidas –a veces más interesantes que las propias, hablo por mí misma, pero también la experiencia de los años me ha hecho ver que cada uno de nosotros tenemos una vida que merece la pena ser contada aunque no nos lo parezca–. En el año 1985 se estrenó una de las películas que han permanecido y permanecen en el imaginario colectivo: Memorias de África de Sydney Pollack. Una versión extremadamente romántica de la vida de la danesa Karen Blixen (seudónimo de Isak Dinesen) y su estancia en África. En la película toma relevancia un personaje que sólo es secundario en sus memorias, el cazador Denys Finch. El atractivo héroe tiene el rostro de Robert Redford, que representa como nadie al hombre romántico, solitario y amante de la libertad. Karen Blixen cuenta con la cara Meryl Streep, la actriz de los ochenta, la actriz de los mil rostros. 

La secuencia: Denys y Karen realizan un safari juntos –la danesa se está recuperando de la sífilis que le ha pegado su marido, el barón Bor Blixen-Flecke. Su matrimonio fue de conveniencia y ella comete el error de quererle. Después, de pasar esta dura enfermedad que casi la hace perder la vida, que le quita cualquier posibilidad de tener un hijo y de enterarse, de una vez por todas, que su marido no la querrá nunca como compañera sentimental, su autoestima como mujer se encuentra por los suelos–. En un momento del recorrido, los protagonistas instalan su campamento cerca de un río.  Denys ve como Karen trata de desenredarse su cabello sin éxito alguno y de la manera más natural le propone lavárselo. Junto al río. Denys, al que le encanta que le narren historias, también disfruta contándolas y mientras lava el pelo de Karen cuenta una anécdota. No recuerdo cuál porque lo que subyace en esta escena es la sensualidad. ¿Cómo olvidar las sensaciones que en ese momento está viviendo Karen mientras escucha y siente los dedos de su amado entre sus cabellos enredados? ¿Cómo olvidar ese jarro de agua fría sobre su pelo, la voz dulce de Denys y el cuidado con el que realiza su misión como si Karen fuera lo más preciado y delicado que haya tenido jamás entre sus manos?