Crítica Diamante de sangre

Desde Hollywood y otras cinematografías se está dando un giro sobre la visión que se da de África. Antes, en el cine clásico, África era un escenario exótico donde transcurrían trepidantes aventuras e historias de amor inolvidables. Ejemplos míticos no faltan: la saga de Tarzán, las aventuras trepidantes de Mogambo, Las minas del rey Salomón, Hatari, La Reina de África…o, el romanticismo latente de Memorias de África y El paciente inglés. Ahora, siguen las superproducciones pero con otra mirada.  Otra visión. África ya no es sólo paisaje y marco de las historias y destinos de personajes que habitan un continente desconocido. Ahora, es el marco de unas historias que hacen hincapié en el daño y en las injusticias que se han cometido con sus gentes. África es drama. Sigue siendo la mirada de los otros. La mirada del hombre blanco. El cine africano, su mirada, no tiene muchas facilidades de distribución. Las historias que van llegando últimamente ponen el dedo en la llaga aunque revestido con ropajes de superproducción. Quizá, este giro sólo sirva para que exista otro tipo de acercamiento y despierte la curiosidad de algún espectador de conocer la verdadera naturaleza de una región. Me vienen a la cabeza El jardinero fiel o Hotel Rwanda y ahora, la película que trato de destripar, Diamante de sangre. Como película de acción, aventuras e historia romántica, la película de Edward Zwick funciona muy bien. El ritmo es trepidante y te tiene atado a la butaca. Si algo destaco siempre del cine norteamericano es que son muy buenos narradores. Y esta película vuelve a demostrarlo. 

Leonardo Di Caprio realiza una composición de héroe clásico. Su contrabandista es un hombre duro, de pasado amargo, descreído, que va a lo suyo…, a veces, parece que sólo tiene corazón para sí mismo. Actúa porque quiere salir de su tierra. Quiere huir. Y eso es lo que le impulsa a la acción. Sin embargo, su encuentro con dos personajes, hace que este hombre solitario, despierte y se redima.  Jennifer Connelly es una joven periodista norteamericana que quiere contar la verdad del sufrimiento africano. Quiere llegar a la raíz no describir penalidades. Y se cruza en el camino del contrabandista. La periodista es una de las razones del despertar y el contrapunto romántico. Por último, el hermoso Djimon Hounsou es África. Representa el sufrimiento de la población civil. Las consecuencias del contrabando ilegal de diamantes y de una guerra civil que a todos conviene alargar. Un pescador que vive felizmente con su familia pero ve en segundo su vida derrumbada. Además, su hijo –del que él se siente orgulloso porque es un buen estudiante y su sueño es que llegue a ser un gran médico– es secuestrado por los rebeldes para convertirle en un niño soldado.El encuentro entre estos tres personajes da sentido a la historia. Una superproducción que se viste de cine protesta y que llama la atención sobre el comercio de diamantes. Pese a la contradicción, quizá, algún espectador vea algo más que una buena película de acción. 

Diccionario cinematográfico

De la A la Z recorreré el abecedario con todos aquellos términos que signifiquen algo especial sobre el complejo razonamiento que me ha hecho ser una drogodependiente del cine. Os adelanto un término.  Cinefilia: si nos ceñimos al diccionario de la Real Academia Española nos encontramos con la manera más sencilla de definir este término: “afición al cine” pero si indagamos un poco más en su significado hallamos un viaje lleno de posibilidades. A la afición, yo añadiría la palabra pasión. Y, ya se sabe, las pasiones nos hacen vivir. No puedo narrar mayor placer que sentarse en una sala oscura, que el ruido de un proyector, que la compañía de desconocidos que se sientan a tu lado con el fin de que les cuenten una historia, que la magia de una sucesión de imágenes que pasan frente tus ojos, que el cruce de miradas y de puntos de vista…, que la reunión posterior con la gente que aprecias y la charla o debate sobre las imágenes de las que acabas de ser testigo, que el inolvidable recuerdo que se instala en tu memoria de un rostro, de una secuencia, de una melodía o de un escenario; que el privilegio de descubrir otros países, otras culturas u otras formas de vida a través de un fondo blanco, sin necesidad de emprender el viaje –si tu bolsillo no te lo permite–, que vivir una realidad paralela